Volumen 2: Te encontré Acto 4

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La corona blanca, un grupo de asesinos especializados, entrenados y adoctrinados exclusivamente para servir a los intereses de la familia imperial solo en situaciones extremadamente particulares.

—¿Qué raro?, no han pasado ni 2 meses desde la última vez que se desplego, esto no es usual en el emperador...—Señala Enrique —Y cuál es su objetivo.

—Les ordenaron tener a la familia Milfiore bajo vigilancia —Aclama la mujer sorprendiendo a Enrique.

—Oye, ¿esto es enserio? — Reclama —Creo que tendré que hacer una visita a la capital antes de regresar al frente.

—No puedo permitírtelo —señala Frieda —Yo también soy miembro de la corona blanca, y la orden que se me dio es evitar que vayas a la capital...

—Pero que jugada tan sucia, amenazarme con mi propia hermana —Aclama mientras pasa sus dedos por sus ojos tratando de meditar el asunto —Solo tengo una pregunta, ¿también están vigilando a Iván?

—Así es, de hecho ya hay un agente de la corona blanca que ha seguido de cerca las actividades de mi sobrino —Responde la mujer —Ya lo he visto trabajar... no dañara a Iván, pues esta más especializado en la infiltración, así que puedes estar tranquilo.

—¿Tranquilo?, sinceramente deseo armar un maldito alboroto ahora mismo...

Con esas palabras el hombre usa su habilidad para reconstruir los botones de su camisa, y retomar su aspecto más pulcro, mientras en sus ojos una profunda rabia y decepción se dejan ver.

Paralelamente...

Dentro de los pasillos de la mansión las dos dríadas observan la luna de invierno en su mayor esplendor, y bajo las condiciones de su propio continente ambas sitúan sus dos manos bajo su rostro, una postura sagrada con la que realizan una plegaria a sus dioses de mecenazgo.

Tras el paso de unos minutos ambas bajan sus manos concluyendo su plegaria, Erse tras haberse desahogado, se encontraba más tranquila y relajada.

No obstante, al desviar la mirada esta pudo notar un enorme pesar en la mirada de Alda, una mirada de alguien que deseaba un futuro más brillante, pero que en el fondo sabe que es un sueño imposible; lo sabe, pues es la mirada que todas las flechas del crisol tenían.

Al verla Erse supo sin dudar que de no haber llegado al Crisol, probablemente hubiese tenido una vida similar a la de las dríadas de aquella feria.

—Gracias... —Espeta la joven con una mirada rezagada —ya sabes... por dejar que me desahogara...

—No fue nada, parece que has pasado por una mala noche...

Al escuchar esas palabras un tenue escalofrío cruza su cuerpo, recordando lo ocurrido hace algunas horas.

—Esa reacción es bastante normal, es imposible acostumbrarse a eso —Señala —Para los humanos las dríadas solo somos objetos, algo que usas como un juguete...

Al decir esas palabras, imágenes horripilantes de ella siendo abusada por el dueño de la caravana cruzan como una efímera pesadilla, mientras siente como las heridas en su cuerpo empiezan a enfriarse.

—Es imposible no guardarles rencor, pero al mismo tiempo sabes que enojarse no servirá de nada... —Espeta con una mirada sombría, notando que ella se encontraba en una situación similar a la suya —Incluso ahora, no puedo sentir simpatía por ellos, a pesar de que un humano salvo mi vida.

—¿Un humano te salvo? — pregunta la joven sirvienta.

—Es raro... ¿todavía no me has preguntado como llegue aquí? —Señala la mujer.

—Probablemente mi joven amo sintió lastima por ti y habrá gastado mucho dinero para sacarte de la caravana y tratar tus heridas —Expone la joven.

—¿Realmente lo tienes en muy baja estima? —señala la joven —A decir verdad, la persona que me ayudo no fue Iván Milfiore.

Unos días atrás...

Tras una delicada operación Alda abre nuevamente los ojos, recordando todo lo que había pasado, el asalto a la caravana, el mago de las arañas, así como el hombre rubio quien dijo poder salvarle la vida.

Al tratar de levantarse esta se percata de como la mitad de su cuerpo estaba enterrada en un yacimiento de tierra cálida, algo muy poco común dado los días de invierno.

—Veo que despertaste —Aclama la voz de un hombre —Realmente el sistema inmune de las dríadas es sorprendente...

Al ver a la persona junto a ella la dríada no es capaz de evitar maravillarse, un hombre apuesto cual obra de arte, de largos cabellos blancos y ojos azules, quien le ofrece una mano para ayudarla a levantarse...

—Usted es...

—Perdón por mis modales... permítame presentarme, soy Enrique Milfiore —Aclama el hombre quien en realidad era Iván haciendo uso de la máscara polimórfica.

—¿Cuánto tiempo ha pasado...? — pregunta la dríada.

—Alrededor de 8 horas, el doctor quedo totalmente impresionado, tras una cirugía de este calibre una persona ordinaria tardaría 36 horas en despertarse y varios días más en reponerse —Aclama de manera inconsciente —Pero ¡qué voy a saber yo!, Solo estoy parafraseando al doctor...

—Ese hombre rubio, realmente pudo ayudarme...

Alda podía sentirlo, pese a sentir los puntos en su garganta, su respiración ahora era más ligera y la necesidad de toser se había disipado casi en su totalidad.

—El doctor vendrá más tarde a verte, mientras tanto deberías descansar un poco...

—No... —Exclama la mujer —Debo regresar a la caravana..., ahora que he desaparecido Isaac tratara de dañar a los demás.

—Si regresas ahora hay una enorme posibilidad de que Isaac te asesine, o en el mejor de los casos solo te dará una paliza y seguirás siendo su esclava como hasta ahora —Expone el hombre —Como caballero no puedo solo ver como una dama es maltratada de esa forma.

—¿Una dama...?, para ustedes los humanos las dríadas en cautiverio no son más que objetos.

—"Objetos...", ¿es un objeto capaz de sufrir y sentir dolor?, ¿es un objeto capaz de reír y disfrutar del momento?, ¿es un objeto capaz de crear arte o salvar una vida?, yo creo que no; en realidad creo que quienes eligen hacer oídos sordos a estas cosas, son quienes no merecen ser llamados humanos.

Al escuchar esas palabras la Dríada queda sin palabras, mientras es inundada de una extraña confianza por este hombre.

**

[Atributo "Esclavista (Legendario)" surte efecto...]

["Aquellos en condición de esclavos tendrán una alta simpatía hacia ti..."]

**

—La realidad es que por motivos personales deseo hundir a Isaac Dunbar, tengo entendido que el oculta algo, algo realmente malo por lo que incluso está dispuesto a matar —Señala.

En ese momento a la mente de Alda cruza un recuerdo perturbador que hasta entonces había pensado que era una pesadilla...

Aquella era una noche de otoño, en ese entonces Isaac se encontraba en un delicado estado de salud pues originalmente él era el paciente de la difteria que portaba Alda.

Como muchas noches el hombre llevo a la dríada a sus aposentos, donde copulaba con la dríada hasta quedarse dormido, pero hubo una noche que no fue como las demás.

A mitad de la noche Dunbar se levantó de su cama vistiéndose con rapidez, una acción poco común en un hombre enfermo, escena que Alda pudo percibir pues aún estaba despierta.

Cuando el hombre finalmente salió de la caravana la mujer se levantó, notando algo húmedo en su almohada, al encender una lampara, esta pudo verlo con claridad.

Isaac estaba expectorando sangre y en grandes cantidades, en su condición actual no podría sobrevivir la noche, algo que le dibujo una tenue sonrisa, pero a la mañana siguiente todo cambiaria.

Isaac regresaría a la mañana siguiente para sorpresa de todos, su toz había desaparecido y su piel tenía un tono natural, y al caer la noche este mostro más vigor y violencia en la cama, algo que espanto a la Dríada que no entendía lo que pasaba.

Esa misma noche Isaac volvería a salir, pero en esta ocasión Alda lo seguiría, adentrándose en las profundidades de uno de los bosques cercanos donde los vería.

Una figura de aspecto humanoide cubierta en un abrigo negro, además de poseer un rostro totalmente blanco sin boca, ni ojos con un tallado similar al de una escultura de marfil, dándole un aspecto más deshumanizante, quien a sus pies llevaría el cuerpo pálido y enfermo de Isaac.

—Lo que me dijiste es verdad, con este cuerpo y esta fuerza me siento mucho mejor que cuando era joven —Aclama el hombre.

—Tanto sus estadísticas como su nivel son superiores a los de su cuerpo anterior; lo que le he dado no es una segunda oportunidad ni mucho menos un regalo, es una inversión por lo que espero entienda que si no es capaz de regresarme lo invertido con intereses, las consecuencias para usted serán terribles —Aclama el hombre blanco.

—Lo entiendo, yo también soy un hombre de negocios ¿sabe...?

—Solamente vine para devolverle su repugnante cuerpo —espeta —Deshágase de él de la mejor manera, en lo personal le recomiendo cremarlo...

—Lo que usted diga, y dígame ¿cómo lo puedo contactar?

—Usted lo sabrá...

Con esas últimas palabras el hombre blanco desaparece en la oscuridad como una niebla.

La driada por su lado no fue capaz de moverse de su lugar sino hasta que Isaac se retiró para enterrar su cuerpo en otro lugar.

Alda haría un esfuerzo para tratar de olvidar lo ocurrido aquella noche, tratando de convencerse de que todo había sido una pesadilla, pero igualmente eso no le impidió contar todo lo ocurrido al joven Milfiore, quien tras todo lo que ha vivido creyó en cada palabra.

De regreso en el presente...

Tras escuchar todo lo ocurrido de boca de Alda, Erse no pudo evitar sentir intriga, así como asombro del comportamiento del maestro Enrique y del mismo modo no pudo evitar sentir intriga de aquel hombre rubio.

—¿Crees que en realidad el maestro Enrique va a ayudarte con la información que le diste? —Pregunta la joven.

—No lo sé, supongo que lo hice porque no tengo nada que perder, Incluso si Dunbar muere, la vida para nosotras no cambiara... solo pasaremos a ser propiedad de alguien más...

Erse no quería admitirlo, independientemente del origen o las circunstancias son muy raros los casos de dríadas en cautiverio que hayan tenido un final feliz, en casi todos los casos mueren a manos de sus amos, o son regresadas a su continente, pero las cicatrices físicas y psicológicas nunca desaparecen.

—No te preocupes, probablemente todo salga bien —espeta en un tono sereno.

La joven genuinamente no creía que las cosas mejorarían, pero había algo que sabia, si se lo proponen realmente los Milfiore pueden hacer cualquier cosa, si deseaban encerrar a Isaac tras las rejas, no le sorprendería que en estos momentos el ya estuviese detenido.

Del mismo modo si ellos desean una mejor vida para las Dríadas, incluso si todo el mundo está en contra ellos lo conseguirán, solo por esta vez pondría sus esperanzas en ellos, solo por esta vez.

—La fiesta ya debe estar culminando... —espeta la joven.

—Hacer una plegaria en esta noche es importante, nos mantiene con fe y expectativas del futuro —Aclama la mujer.

—Veo qué naciste bajo la estrella de Merial, esa es la clase de cosas que se oye en su iglesia —señala la joven.

—Veo que también naciste bajo esa estrella, dime, ¿en qué territorio creciste? —pregunta la Dríada sin motivación, solo por simple curiosidad.

—Yo... nací en Rosenheim —Responde Erse.

—¿Naciste en Rosenheim?, yo también... —Aclama alarmando a la joven —No he estado ahí en poco más de 11 años, todavía recuerdo el aroma del trigo por las mañanas, y el dulce sabor del fruto de los árboles de Mero; me pregunto... si mi familia sabe que sigo viva.

Al escuchar aquellas palabras el rostro de Erse palideció, Alda probablemente fue tomada como esclava durante esos años, no tenía idea que el territorio de Rosenheim fue purgado por el imperio, sin dejar un solo superviviente.

Erse fue inundada por la duda, no sabía si debía decirle la verdad o permitirle vivir feliz en su ignorancia...

—Así que aquí estabas —Señala la voz del joven Milfiore quien se aproxima a las Dríadas.

Una mirada de profunda rabia empezó a dibujarse en la joven, recordando que en primer lugar quienes acabaron con su territorio fueron los miembros de su familia.

Erse libero un suspiro y recupero la compostura, retomando una actitud dócil hacia Iván.

—Pido disculpas joven amo, al parecer me perdí —Espeta la joven percatándose de que el sello de servidumbre no reacciono con su mentira.

—Ya veo, afortunadamente no precise tanto de tu ayuda —Señala el joven quien sabía que la joven mentía —Por cierto, ¿tu... eres Alda no es así?

—Así es, gracias por permitirme hospedar en su morada temporalmente, lamento no haberme presentado con anterioridad...

—Déjame adivinar, ¿te trajo mi tío?, ¿no es así? —Señala el joven —No me involucrare en donde no me han llamado, como eres una invitada te tratare con el respeto que mereces, además de darte mis sinceras condolencias.

—¿Condolencias...?

—Hace unas horas el dueño de la feria donde trabajas armo un escándalo en la fiesta, desconozco los motivos, pero la policía militar se lo llevo a él y a un grupo de hombres armados que lo acompañaba; probablemente no recuperen su libertad en mucho tiempo.

Al escuchar esas palabras, ambos jóvenes pudieron notar a la Dríada caer de rodillas en el suelo, mientras su rostro es inundado por las lágrimas; a sus ojos Enrique Milfiore había cumplido su promesa.

—Como sea, los invitados ya están empezando a irse, por lo que estoy desbloqueando los pasillos de la mansión, por su seguridad le sugiero regresar a su habitación —Señala el joven —...Y Erse, me gustaría hablar contigo más tarde.

La mirada en el rostro de Iván se había mostrado más sombría que de costumbre, algo que la joven no fue capaz de ignorar.

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