26. La ciudad muerta

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La Ciudad Muerta estaba rodeada por vegetación. Antes de llegar a ella, se desviaron del camino principal que la atravesaba y avanzaron a través de un sendero que se adentraba en el mar de árboles, bajo la protección de un hechizo de sigilo de Nora.

Los acompañaba la misma lluvia suave del día anterior, y con ella el olor a tierra mojada. Cuanto más se internaban en la arboleda que rodeaba al pueblo, más extrañas eran las formas de los troncos y las ramas, que crecían retorcidos y deformes. El aire se sentía pesado, también. Asaltado por una súbita pesadez, Dion se apretó más contra Casio. Los otros no parecían sentirlo al mismo nivel, excepto Alhelí, que dijo desde la oreja de Nora:

—Feo. No me gusta.

—Esto es consecuencia del veneno del dragón —explicó Casio, señalando los troncos encorvados—. Lo que crece en los alrededores del pueblo fue afectado de maneras extrañas y eso se sigue manifestando. Por eso nadie vuelve. Según cuentan, en los primeros tiempos era imposible acercarse sin enfermarse, y a algunas personas les quedaron consecuencias físicas.

Las primeras huellas de construcciones con las que se toparon habían sido reclamadas por el bosque. Eran casas espaciadas entre sí, ahora habitadas solo por plantas gigantescas que se asomaban a través de sus ventanas y puertas. ¿Llegaría el día en que la espesura verde se comería el pueblo entero, como había ocurrido con las ruinas abandonadas en la frontera del reino de las hadas?

En cierto momento, la densidad del bosque disminuyó, dejando a la vista las edificaciones de lo que había sido el centro de la aldea. Allí se bajaron de los caballos. Alhelí se aventuró hacia afuera de la oreja de Nora y después de un corto vuelo volvió a ella, quejándose. Dion, por su parte, trastabilló un poco al poner los pies en el suelo; sus piernas amenazaron con fallarle.

—¿Qué pasa? —preguntó Casio, la alarma apoderándose de su voz mientras ayudaba a Dion a enderezarse.

—Es que todavía se sienten los restos de veneno en el ambiente.

Aunque los años que habían pasado eran suficientes para que los humanos no pudieran percibirlo, la huella del ataque del dragón lo impregnaba todo. Flotaba en el aire y empapaba el suelo. Los únicos dragones que Dion conocía eran los pequeños dragones feéricos que vivían en el bosque; nunca había visto un dragón gigante. Solo sabía de su existencia por leyendas e imágenes grabadas en los registros de las hadas.

El cadáver del dragón no estaba lejos. Al final de la calle que se abrió ante ellos cuando salieron del bosque, y que debía haber sido la principal, había una silueta colosal. Eran los restos de una criatura de piel escamosa que yacía entre las ruinas aplastadas de una gran edificación. No llegaba a distinguirse la cabeza, que estaba escondida tras un edificio todavía en pie que bloqueaba el panorama, pero sí el montículo formado por su lomo, del que brotaban alas.

—¡Ah, está muy entero! —dijo Alhelí.

—Los dragones se descomponen de forma distinta —respondió Nora—. Es una rareza poder observar algo así, porque suelen esconderse en cráteres de volcanes para morir. Si no fuera venenoso, se hubieran llevado las partes ya. Se dice que hay de distintos tipos.

—No me gusta este tipo.

Debía estar claro que a Dion tampoco, porque tuvo que convencer a Casio y Nora de que sí podía continuar. No, no quería quedarse a esperar atrás. No, no estaba muriendo ni nada parecido; pero antes de avanzar a través del pueblo vacío, tenían que definir una estrategia. Entrar a la ciudad sin cuidado era peligroso, porque era posible que hubiera algún vigilante dando vueltas.

Casio le había pedido que se mantuviera cerca de ellos antes de salir, y al ver sus ojos llenos de preocupación, Dion se lo había prometido. Eso significaba que adelantarse demasiado en modo invisible quedaba descartado, pero al tener más percepción que el resto, iría a la vanguardia de todos modos. Tendrían que avanzar de a poco.

El hechizo de sigilo de Nora cubría el sonido que generaban al caminar sobre las piedras, entre las que crecía vegetación. Con lentitud, avanzaron apoyándose contra los muros desgastados de las casas abandonadas. Cada tanto, Dion se detenía para concentrarse en detectar movimientos cercanos, tanto a nivel del suelo como en los techos, donde podría haber centinelas.

Así llegaron al lugar donde yacía el cadáver del dragón. Su cabeza era tan grande como algunas de las edificaciones a su alrededor, que mostraban signos de haber sido destruidas en la batalla contra él. Los dientes que se asomaban por sus fauces estaban intactos y eran más grandes que el brazo de una persona adulta. Allí, el remanente de veneno era más intenso que nunca. Era una humedad pegajosa y contaminada, pero que no llegaba a suprimir su magia.

—¿Seguro que puedes seguir? —preguntó Casio, pasando una mano sobre la cintura de Dion, quien asintió.

De acuerdo a lo que recordaba del mapa, estaban cerca del lugar marcado. Dion cerró los ojos y se conectó con la brisa que corría, para que esta le contara qué había en las cercanías. Ella le trajo noticias de una edificación que se levantaba más allá del final de la cola del dragón. En el interior de esa construcción sonaban murmullos, y había un par de centinelas, sí, encaramadas en el techo. En esos momentos, cada una miraba en direcciones opuestas. Si conseguían cruzar la calle para llegar al edificio desde el que estaban vigilando, quedarían fuera de su rango de visión.

—Puedo distraer a las vigilantes para que nos acerquemos —susurró Dion.

Para eso, tendría que usar el aire de nuevo, y la lluvia que caía podría convertirse en su aliada. Con un gesto de manos, Dion convirtió a la brisa en un viento recio, al que le pidió que empujara con fuerza las gotas hacia los ojos de las vigilantes. Pudo sentir la confusión de ellas en las partículas del aire, su agitación mientras intentaban luchar contra el ventarrón húmedo que no les daba tregua.

Era hora de avanzar. El espacio que los separaba del otro lado se sintió ancho como mar mientras atravesaban la calle hacia su destino. El hechizo de sigilo de Nora y la lluvia, que se intensificó mientras cruzaban, cubrió el golpeteo de sus pasos.

Una vez a salvo en la otra orilla, quedaron escondidos de las miradas de arriba, pero a merced de ser descubiertos por alguien que estuviera a nivel del suelo. El edificio, al menos, tenía recovecos y sombras donde podrían ocultarse mientras se acercaban a la fuente de los susurros.

—Esto era una biblioteca —murmuró Casio.

Entraron con cuidado por una ventana y se deslizaron entre las penumbras hacia el interior, donde se toparon con algunos restos de libros que yacían en el suelo. Bajo la fría mirada de las estatuas, Dion guio al resto del grupo a través de los pasillos. Con sus paredes tomadas por la oscuridad y la vegetación anómala que crecía en los muros, aquello se sentía más como las entrañas de un animal que como una construcción humana. La vida que se había abierto paso creaba un aire enrarecido que confundía a Dion. ¿Venían las voces de las personas que se reunían allí, o de las plantas que se habían adaptado al veneno?

Avanzando, llegaron a la puerta de una sala que era el epicentro de los murmullos. Dion cerró los ojos y puso una mano sobre el musgo de las paredes; la capa vegetal que se extendía por los muros aumentaba sus sentidos y le permitía escuchar con mejor claridad. Al fondo de aquel salón, un grupo discutía.

—¿Qué vamos a hacer con él? —dijo un hombre—. Alguien lo va a buscar.

—Por ahora, correr el rumor de que era parte de la resistencia, hasta que veamos qué hacer con él —respondió una voz femenina.

—Pero es un subordinado de Dalia —respondió el primer hombre—, ella no va a creerlo.

—Si me van a matar, háganlo ya —murmuró un tercero.

Había algo de familiar en esas voces, pero la interferencia de la contaminación obstruía la percepción de Dion.

Escuchó decir:

—Por favor, no seas dramático.

—Me da igual lo que hagan conmigo. Su causa no tiene sentido, no es el momento de crear más conflictos. ¿Qué piensan hacer? Es probable que el anterior rey esté muerto a estas alturas. Mejor así, el nuevo gobierno se ocupará de proteger la prosperidad.

—¿Es eso lo que te dice tu jefa? ¿Y tú le crees todo o eres del tipo que cree que el fin justifica los medios?

Dion apartó entonces la mano del muro y miró a Casio y a Nora con los ojos llenos de una esperanza renovada.

Desde la perspectiva de quienes estaban discutiendo en el interior de aquella sala, que con sus paredes colmadas de libros parecía ser la principal del edificio, la escena que siguió a continuación debió ser surrealista.

Antes de entrar, Nora deshizo los disfraces, aunque mantuvo el hechizo de sigilo que enmascaraba sus pasos. Dion también volvió a su apariencia original, excepto por el color de pelo, para el que conservó el tono que había usado para Diana. Llegaron más lejos de lo imaginado antes de ser detectados por la líder del grupo de rebeldes, que pareció percibir sus movimientos por el rabillo del ojo, dejó de hablar y se puso en guardia hasta entender quiénes eran los recién llegados.

Al ver a los presentes y reconocer a algunos de ellos, Dion entendió por qué las voces le habían resultado tan familiares. El chico a quien se habían referido como un agente de Dalia era Arami, el mago joven y malhumorado de la puerta de la ciudad; ahora con el pelo arremolinado y las manos tras la espalda, encerradas en grilletes que Dion dedujo debían ser antimagia. Parado a su lado, de brazos cruzados, estaba Drustan, el guardia enamoradizo. De él era la primera voz que Dion había escuchado, preguntando qué hacer con Arami, y por lo tanto un aliado.

Y la que parecía ser la líder, con su altura imponente y una mirada dura que se ablandó al verlos salir de entre las sombras, era Erika. 

Continuará.

¡Holitassss! ¿Qué tal andan? 

La Ciudad Muerta es como un pequeño Chernobyl de ese mundo, jajaja. Me gustó imaginarla.

Para quienes preguntaban por Erika, después de VEINTE CAPÍTULOS, ¡aquí está! Entiendo que tuvieran miedo luego de lo que pasó con Angus (RIP ANGUS). Está bien tener miedo, sinceramente. Tenían razones para tenerlo. En el primer boceto que tenía de la historia, ella estaba muerta.

En el siguiente capítulo veremos más de este tema y pondré imagen de referencia de ella, también.

Luego está el tema de Arami. ¿Qué onda con él y cómo llegó allí? Ya se sabrá.

Como Nora, Casio y Dion deshicieron la ilusión de sus falsas apariencias antes de presentarse frente a los rebeldes, Drustan todavía no sabe que anduvo coqueteando con su rey xD 

¡Gracias por leer, votar y comentar! Tuve unas 3 semanas bien complicadas en muchos sentidos (perdí mi trabajo, busqué otro frenéticamente hasta encontrar) y su amorcito me ha dado ánimos en esos momentos oscuros.

Sigo adelantada en cuanto a capítulos que llevo escritos, pero esas dificultades me afectaron en el ritmo de escritura, así que QUIZÁS vaya a precisar no publicar durante una semana. Dependerá de si puedo adelantarme lo suficiente en estos días, porque me gusta estar varios capítulos adelante. Deseénme suerte para que no tenga que romper el ritmo, me gustaría continuar con mi récord de puntualidad. 

Abrazos grandes y gracias.  

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