Capítulo 7: Gustar.

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-Annabeth -la llamó con aburrimiento.

La rubia levantó la mirada de su libro, el cual debía estar en griego antiguo, porque de otra manera jamás podría leerlo.

-De aquí me encargo yo -Intentó negociar la hija de Atenea.

-No.

-Vamos, Basil. Solo será por unas horas.

-No.

-Por favor...

-He dicho que no.

Percy no entendía como es que la frialdad de Basil seguía sorprendiéndole. Nuevamente, la curiosidad de saber quien era su padre divino lo embargaba casi con anhelo. Necesitaba saberlo.

Casi se sintió feliz por el tono frío que empleaba con la chica que casi lo ahogaba con pudín. Lo hacía sentir levemente a gusto saber que aquel tono no era dirigido a él.

-Pero Basil... -insistió Annabeth.

-No me hagas buscar a Quirón.

La rubia se puso más pálida de lo normal, como si su mención fuera alguna clase de castigo. Percy no se imaginaba como es que Quirón podría causar tanta impresión en una chica como ella.

-Bien -dijo con tono resignado, casi molesto. Ni siquiera le dio una segunda mirada a Percy, solo se fue caminando a paso veloz mientras chocaba su hombro con la pelinegra.

Contuvo el aliento, seguro de que la desmenbraría viva, pero en vez de eso, Basil solo se limitó a bufar, casi hastiada por su arrebato.

-Niños... -murmuró, y se sintió tentado de decirle que ella también era una niña. Basil lo miró, como si estuviera escuchando sus pensamientos-. Como sea, vamos. Entra ya. Esta es la cabaña once, tu nuevo hogar por el próximo tiempo.

De todas las cabañas, la once era la más normal de todas. Aunque era demasiado vieja para haber sido creada al mismo tiempo que el resto.

El interior estaba repleto y lleno de niños de Hermes, junto con visitantes que nunca encontraron su lugar en otra cabaña. Había un montón de sacos de dormir por todo el piso y Basil sintió una sensación de lástima. Tenía una gran compasión por todos esos niños que nunca fueron reclamados, pero no lo suficiente para intentar cambiar ese hecho. No con su defecto fatídico encendido a todas horas.

Cuando los campistas repararon en la presencia de Basil, se pararon de inmediato y hubo un silencio tenso en el que nadie hizo un solo movimiento brusco. Era como si temieran molestarla.

Percy seguía sin saber porque todos reaccionaban así ante la presencia de la chica.

-Cabaña once -dijo con voz fuerte y siseante, unos cuantos campistas se estremecieron por su voz-. Este es Percy Jackson, el nuevo campista. Entra.

Al entrar, como era de esperar para toda la cabaña, se tropezó.

Observó las mejillas rojas del semidiós, pero a pesar de que algunos soltaron unas cuantas risas bajas, nadie se atrevió a hacer nada más ante la mirada de molestia que les lanzó Basil.

-Espero que hayan dormido muy bien esta semana -les dijo entre dientes y todos aguantaron la respiración con los ojos asustados-. Después de su bromita, nadie de aquí podrá tomar una ducha por lo que resta de la semana.

Hubo quejidos colectivos, pero Basil no puso atención en ello porque estaba mirando fijamente al nuevo campista, como si intentara leerlo. La respiración del chico se quedó atorada y sus mejillas tomaron un tono más rojizo. Pero casi de inmediato, el azabache notó que la mirada de la chica se desviaba lejos de él, concretamente, detrás de Percy.

Al voltear, un tipo mucho mayor que Percy salió de la multitud.

-Muy bien chicos, déjenme mediar con Green -dijo él, después clavando sus ojos en el nuevo campista-. Bienvenido, Percy. Puedes tener ese lugar en el suelo, justo allí.

Era un tipo de unos diecinueve años, y era muy guapo. Era alto y musculoso, como de esos chicos que volvían locas a las chicas del antiguo colegio de Percy, con cabello rubio y sonrisa agradable.

Basil notó que ese día llevaba la camiseta del campamento, de un naranja muy soso, pero le había arrancado las mangas, dejando ver sus brazos musculosos y bronceados. Tenía pantalones cortos y sandalias, llevaba las cuentas del campamento en un collar de cuero, la cual tenía cinco bolas de arcilla de diferentes colores.

-¿Regular o indeterminado? -preguntó alguien.

-Indeterminado -respondió Basil con gesto severo, sus ojos alejándose de Luke y cayendo en los niños que la miraban con recelo. En verdad parecía odiarlos a todos.

Todo el mundo se quejó mientras Luke volvía a restaurar el orden.

Percy frunció el ceño cuando los ojos de Luke recorrieron a Basil de arriba abajo, casi devorándola con una sola mirada. Se preguntaba si era legal que un chico tan mayor viera con ojos tan extraños a una niña notablemente menor. Aunque sin embargo, parecía mayor de lo que era.

Aunque Basil en verdad detestaba a todo el mundo, debía admitir que el porte de Luke, ese día, era encantador. Era como si hubiera potenciando todas las áreas del cuerpo que ella admiraba en un hombre, multiplicando su atractivo. Se preguntó si en verdad lo había hecho. Lo único que se veía fuera de lugar, era la grotesca cicatriz que le desfigurada el rostro. Era el único pero que lograba encontrar, y aún así, le daba una apariencia agradable.

-Él es Luke -dijo Basil, y los ojos del rubio dejaron de examinarla con minuciosa atención-. Se encargará de ti, por ahora.

-¿Por ahora? -Percy no descartó el tono agrio que soltó, como si la presencia del mayor lo molestara.

-Eres indeterminado -Luke le explicó con rostro paciente, mientras alejaba la mirada de la chica-. Aún no se sabe en que cabaña ponerte, por lo que estás aquí. A la cabaña once llegan todos los recién llegados, todos los visitantes. Naturalmente, lo haríamos. Hermes, nuestro patrón, es el dios de los viajeros.

-¿Cuánto tiempo estaré aquí? -le preguntó Percy.

Basil hizo una mueca, en realidad, nadie lo sabía.

-Buena pregunta -dijo Luke-. Hasta que estés resuelto.

-¿Cuánto tiempo tomará?

Todos los campistas estallaron en risas, hasta que Basil les lanzó una mirada venenosa y todo volvió al silencio.

-No me tienten, críos -les gruñó molesta-. Una semana no parece ser suficiente para su escarmiento, ¿quieren probar mi temperamento?

Luke la tomó del brazo, tratando de tranquilizarla. En realidad no se tranquilizó ni un poco. El toque de extraños no hacía más que alterarla, pero el agarre del rubio era tan cálido (algo que no había sentido hace mucho tiempo) que decidió dejarlo por ahora. Igual, no cambiaba nada.

Basil sintió una mirada clavada en su cuello, y al voltear, vio como Percy los observaba con curiosidad. Su ceño se frunció.

-Vamos, cariño -dijo Luke. Era extrañísimo que alguien la llamara así, por lo que naturalmente, la chica lo miró como un fenómeno, aquella interrupción logró desconcentrarla de su explosión de furia y mostró un rostro comprimido. Algunos campistas murmuraron entre sí, como si por alguna razón, todo fuera un espectáculo-. No es bueno que siempre estés molesta. Debe haber una forma de que te tranquilices y puedas relajarte.

Soltó una sonrisa malvada mientras alejaba su brazo del hijo de Hermes y lo miraba con ojos burlones.

-La hay -le aseguró-. Golpear niños estúpidos es mi mayor talento. Creo que tus hermanitos deben recordarlo muy bien. De hecho, me gustaría recordar viejos tiempos.

En una esquina, los hermanos Stoll se encogieron en sus literas, listos para salir corriendo cuando fuera necesario.

Luke negó con la cabeza, sin perder su sonrisa amigable.

-Sabes que no puedes.

-Pero el viernes por la noche lo haré -le aseguró-. Mantén bien protegidos a tus amigos, me encargaré de hacerlos trizas.

Miró una última vez a Percy, quien se veía muy confundido por el intercambio de ambos.

-Basil -insistió Luke, seguro de que podía manejar la situación-. No es necesario hacer nada que no quieres hacer. Es la ira la que habla por ti.

-Creéme -remarcó cada sílaba-. Quiero hacer muchas cosas.

-¿A dónde vas? -preguntó Percy cuando la vio alejarse con paso firme. Sus ojos parecían estar decepcionados de que se marchara.

-Luke te dirá que hacer -le prometió, sin hacer caso a su mirada de cachorro triste-. Tengo que hacer algunas cosas antes de la cena. Nos vemos luego, chico.

Se fue, dejando un enorme aroma a uvas y pergamino viejo.

Cuando se estaba alejando, Basil escuchó un grito desde el porche de la cabaña once.

-¡Basil, espera!

Se detuvo solo porque deseaba saber quien la llamaba, pero ni en sueños esperaba encontrarse con Luke, el capitán de la cabaña once, quien se le acercaba con trote lento.

Frunció el ceño, extrañada.

-¿Qué sucede? ¿No entendiste lo que dije allá adentro? ¿Necesitas más indicaciones?

Luke negó mientras se acercaba hasta ella. De cerca, era mucho más alto. Su cabello rubio brillaba como el cobre bajo la luz del atardecer y sus ojos eran como los del cielo despejado.

Era muy guapo, no podía negarlo.

-No es eso, solo creo que allá adentro sobreactuaste -dijo, con voz tranquila-. ¿No crees que es cansado hacerlo todo el tiempo?

-¿De qué diablos estás hablando? -preguntó con voz molesta-. No me toques los ovarios, ¿quieres? No necesito tu mierda.

Luke negó, parecía muy seguro de lo que decía.

-No necesitas golpear a mis hermanos para llamar mi atención, Green. No lo necesitas en lo absoluto; ni un poco -dio un paso hacia delante, mucho más cerca de Basil. Sus ojos brillaban de forma extraña-. Creo que podemos hacer esto de forma diferente.

Abrió la boca furiosa después de haber parpadeado varias veces. Estaba tratando de entender que intentaba decir: Era como si hablara con códigos.

-¿Es una broma? -le preguntó con molestia, dando un paso en su dirección. Nunca se permitiría intimidarse ante absolutamente nadie- Porque en verdad no me da gracia, en lo absoluto.

Luke sonrió con galantería y acercó su rostro, como si buscara más cercanía. Una chica cualquiera tal vez hubiera enloquecido ante su cercanía extrema; incluso podía sentir su respiración en el rostro.

Pero ella no era cualquiera.

-Ya lo he dicho. No creo que necesites escucharlo otra vez.

-Mira, Guillermo -Se acercó a pasos gigantes, como una serpiente que merodea a su siguiente víctima, usando todo su espacio personal sin apartar la mirada de la suya-. No necesito de tu atención. Tampoco necesito que vengas a decirme tus cursilerías, ni que te hagas ideas erróneas. Yo nunca hago nada, ni digo nada -remarcó lo último- para llamar la atención de nadie. Capisci?

No esperó una respuesta, Basil se marchó con una idea descabellada en su cabeza, una que la hacía retorcer sus intestinos y querer vomitar en la maceta más cercana.

Luke Castellan gustaba de ella.

Y por alguna razón, la idea no le desagrada del todo.

♠️♠️♠️

Pregunta:

¿Notan el patrón de molestia que manifiesta Basil hacia todas las personas? Pronto sabrán porque ;)

Atte.

Nix Snow.

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