Capítulo 20: cansado de ser

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Logré sacar el examen y superar el segundo trimestre. Quedaba poco para que se terminara el curso y pudiese pasar a un ciclo superior. Gracias a la ayuda de Ludwig lo estaba consiguiendo con buenos resultados. Además, Kiku y su novio, Alfred, también me ayudaban con las tareas y me sentía por fin integrado en un grupo de amigos. Me sentía pletórico y lleno de vitalidad. Por fin las cosas parecían marchar bien, sin contar con el hecho de que Ludwig se distanciaba más y más de mí, y yo no tenía ni idea del porqué.

No habíamos hablado desde el incidente del beso. Y cada vez que quería sacar el tema cuando se avecinaba un silencio apropiado para hacer confesiones, él carraspeaba evitándolo. Se ponía rojo como un tomate y la palidez de su rostro no hacía sino aumentar la intensidad de su rubor. De modo que mis intentos por aclarar aquel asunto comenzaron a disminuir al mismo que aumentaba mi sentimiento de culpa porque era yo el que le había provocado todas aquellas emociones confusas y le había hecho perder la compostura.

Una tarde, tras varias semana de intenso trabajo y estudio, Ludwig decidió echar una cabezada en el sofá. Así me lo encontré cuando entré en su apartamento y dejé la mochila sobre la mesa. Me sorprendió que se hubiese dormido antes de la clase y me sorprendió aún mas las ojeras que tenía. A juzgar por su tamaño no parecía que hubiese dormido bien en días. Quizá en semanas. Era extraño que no se las hubiese visto con anterioridad porque eran gigantes y llamaban mucho la atención.

—No está bien —susurré para mí, torciendo el gesto, preocupado. Me mordí el labio pensando en lo ciego que había estado al no percatarme de que Ludwig lo estaba pasando mal. Tal vez, incluso, a costa de mi propio bien. Me acerqué a él con sigilo, dispuesto a acariciar su cara pero él se despertó y en un acto reflejo, me apartó la mano. Frunció el ceño y me miró, inquisitivo.

—¿Qué haces? —dijo. Retiré la mano de inmediato, asustado.

—Nada, solo quería avisarte de que ya he llegado. Pero tampoco quería despertarte —contesté a toda prisa—. No te ves muy bien...

—¿Por qué crees que no me veo bien? ¿Qué te hace pensar eso? —dijo Ludwig con rudeza. Yo tragué saliva.

—Porque mírate... Tus ojos. Están amoratados. No pareces haber dormido demasiado bien últimamente.

—No es nada —cortó Ludwig—; solo necesito descansar un poco más. Vamos a la habitación.

—¿Algo no te deja dormir? —No quería insistir demasiado pero no veía otra oportunidad para tratar el tema y necesitaba aprovechar aquel momento, aún a riesgo de parecer un impertinente—. Ya no hablamos casi nada de lo que nos ocurre. Solo de números y oraciones subordinadas.

—Feli, necesito que te quede bien clara una cosa. —Se incorporó y se inclinó para parecer más imponente—. Nuestras conversaciones se deberían limitar, a partir de ahora, a los números y a las oraciones subordinadas. Las cosas tendrían que haber sido así desde un principio...

—¿Me odias, Lud? —La pregunta me salió sin pensar. Él sacudió la cabeza, negándolo.

—No, Feliciano, no te odio. No hagamos un drama. Es, simplemente, que nuestra relación debería la de un profesor con su alumno y no como si fuésemos una pareja —dijo Ludwig mesándose las sienes.

De vez en cuando afloraba, de lo más profundo de mi ser, esa especie de genio italiano que compartía con mi hermano gemelo. Y aquella vez, no tardó demasiado en salir. Había estado reteniéndolo demasiado tiempo.

—¿Insinúas que el beso que me diste fue un malentendido? ¿Insinúas que fue todo una mentira? Porque estos últimos meses no he parado de pensar en ello y no creo que fuera un simple tonteo —exclamé. Conseguí sacar valor de donde no lo había y le planté cara—. Estos meses has estado tratando de evitarme por culpa de aquello, no creas que soy un estúpido. Sí, vale. He aceptado que no haya entre nosotros ningún tipo de noviazgo. Pero no puedes fingir que no hay ni siquiera una amistad fuerte. Porque hacer como que no somos amigos me parece cruel. Y ser cruel no es propio de ti.

—¿Qué sabrás tú acerca de cómo soy, Feli? —Su furia germana estalló—. No se puede saber todo acerca del otro porque, en realidad, no, no tienes ni idea. Y no pienso volver a cometer el mismo error de que otro se enamore de mí. Por culpa de un romance prohibido, un chico perdió la vida. Por culpa de lo que le pasó a mi hermano con un desalmado, tuvimos que huir de donde vivíamos. Por culpa de romances tóxicos, estamos malditos. Y no voy a dejar que los demás lo paguen.

—¡Tú me besaste! Tú me dijiste con eso «adelante». Y yo pensé que así era pero ahora me vienes con las evasivas y yo no se qué pensar. Eres demasiado racional como para darme un beso y luego negar que no pasó nada...

Ludwig me pegó un empujón que me tiró al sofá, sin poder terminar la frase. Atónito por lo que acababa de ocurrir, alcé la vista y pude observar que estaba muy furioso. Los ojos se me empañaron de lágrimas.

—¿Cómo te atreves a decir que sabes cómo soy yo? ¿Vas a creerte, de nuevo, con el derecho a decir lo que no puedo y puedo hacer o decir? Estás muy equivocado, jovencito. No sabes lo que ocurrió ese día. —Transformó su temible rabia en un susurro de ira, para no alarmar al bloque entero—. Yo maté a Vash. Yo aceleré en vez de frenar a tiempo. Yo no quería matarlo, no. Pero ocurrió. Salió volando desde el capó porque me tomó por sorpresa cuando se abalanzó sobre el coche. Y, aunque salí a toda prisa para intentar socorrerle, fue inútil. Porque una parte de mí, quiso que sucediera. Una parte de mí aún me recuerda que soy un maldito monstruo que, en vez de haber puesto límites a una relación venenosa, quiso llegar hasta el final y volverse loco de amor por un joven que no sólo no le correspondía, sino que además jugaba con él. Por eso, no puedo amar. Porque me vuelvo un loco y un dependiente de una droga que al final me envenena. Ahora ya sabes todo. ¿Estás contento, Feli?

Negué con la cabeza, preso de un extraño y nuevo miedo. Así que ahí estaba el verdadero Ludwig.

—Yo no quería que estuvieras mal... No conmigo. Tú significas todo mi mundo. Pero es evidente que es sólo una bonita fantasía que no podía durar... —De repente, toda la felicidad que había sentido hasta entonces se rompió en mil pedazos, cuando Ludwig se tapó la cara con las manos. Aquello no estaba bien. Ludwig tenía miedo de decepcionarme. Yo tenía el mismo miedo. Y todo aquello estaba condenado a explotar más tarde o más temprano. Me levanté del sofá y sollozando, dije con voz queda—. Será mejor que me vaya. No he sido un buen estudiante, después de todo. Y te he confundido y hecho sentir mal. No podría perdonarme el hecho de recordarte cosas amargas. Buscaré una solución, Lud.

Agarré la mochila y con un doloroso suspiro, abrí el picaporte. Deseaba irme de allí y no volver jamás. Necesitaba descansar cuanto antes. Para siempre. Pero antes de que me fuera, una mano golpeó la puerta de manera violenta y la volvió a cerrar. Me giré, aterrorizado y me topé con el semblante furioso de Ludwig.

Lo que pasó a continuación, aún me hace experimentar un cosquilleo en el estómago: me tomó de la cintura atrayéndome hacia su cuerpo cálido y agitado, y besó mis labios con furia. Acto seguido me abrazó con tanta fuerza que apenas podía respirar.

—¡Lo siento, Feli! ¡Lo siento! ¡Te he empujado, oh dios! ¡Soy un completo imbécil! Sólo querías ayudarme y yo lo he estropeado todo. Perdóname, por favor —dijo con voz llorosa llena de ternura, como contraste a su anterior actitud—. Estoy asustado. No quiero perderte a ti también por el fantasma de un pasado que no puedo olvidar. Porque sólo de pensar en ser novios, yo...

—Lud... —dije. No sabía muy bien qué decir. Lo único que quería era que estuviésemos así, abrazados, durante todo el tiempo que nos fuera posible. Quería tenerlo cerca y no soltarle jamás. Aunque él dudase de lo eterno del amor. Quería mostrarle que no me importaba nada más que estar con él. Que, aunque tuviésemos altibajos, yo sería un novio que le amaría aunque corrieran tiempos difíciles. Al final, ese discurso me lo ahorré y solté la frase que englobaba toda esa palabrería y la esencia de lo que había surgido entre nosotros—. Te amo.

—Yo también te amo, tonto. No vuelvas a intentar irte así...

—Por un momento, me has recordado a tu hermano —dije, y rompí a reír a la vez que una lágrima de la anterior tristeza que me había embargado, se deslizaba por mi mejilla. Ludwig la secó tiernamente con su dedo—. No me voy, Lud. Nunca te voy a dejar.

—Nunca te haré llorar —prometió.

Nunca digáis nunca.

Bueno, gentucilla. Queda poco ya para el épico desenlace. El apoteosis o la hecatombe. Según con qué pie me levante ese día. Rezad. Últimamente vivo en el drama porque mi OTP en la serie Gotham no está junta ni comiendo perdices y eso me frustra mucho. Así que espero que, al menos, Lud y Feli acaben juntos. Así que nada.

Os quiere vuestro amigo y vecino.

Magpieus.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro