Capítulo LIII - Corazón de agua

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Mi noche se había convertido en un silencio agudo. Seguía arrastrándome por el pasillo con mis frías manos agonizando una leve respiración acompañada en los días de mi ayer.

En las oscuras vías del último tren me encontraba. Deseos del sonido y las luces en el árbol de aquella única rama colgante en el horizonte de mis pesadillas en aquel infierno. Mi último vagón era la melodía de mi esperanza. Canto de un arpa que descendía a la velocidad de la luz, inmersa en el paisaje que mis ojos redactaban en mis recuerdos de mi viaje al paraíso.

El diario de mis días anteriores pasaba las páginas de nuestros corazones tal como el viento hacía eco en las profundidades del sendero sin nombre. La luz se aproximaba al final del túnel, el diario llegó a su última página. El tren había llegado a la última estación.

Koemi baja de aquel tren y continúa caminando en la oscuridad del pantano con un alma herida en la travesía desconocida hacia el nuevo mundo.

—Koemi: ¡Sé fuerte! ¡Tenemos que reencontrarnos! ¡Umi!

Perdición de mí misma era la cura de lo anhelado y lo oscuro. Me encontraba caminando, herida y con poco oxígeno después de bajar de aquel último tren de este paraíso de espinas.

Siento como a cada paso que doy, mis manos empiezan a convertirse en lágrimas de cristal, goteando agua de entre mis uñas, dejando a mis pasos trozos de carne y alma desolladas en forma de polvo y tiras. No podía cerrar mis dedos, apenas podía sentir mis huesos.

Mi cuerpo no se siente vivo. La historia de mi pasado se está volviendo a escribir, en la pausa entre aquel espejo y yo en la habitación de mi primera madrugada sin ti.

—Pídeme volver a tu corazón Umi, tu deseo es mi deseo, real del injusto caminar es verdad en el alma del tiempo que consumimos en la oscuridad de nuestra hora y en las cenizas manchadas de nuestra inocencia entre el deseo de volver a estar juntas y abrazarnos una última vez antes de no poder recordar quien eras y de perder la memoria de aquellos días y noches en lo vivido junto a ti cada día de mi vida. Rezo por ti, Umi, hermana mía.

Durante uno de mis pasos pude fijarme en una especie de puerta a unos metros de mí. La oscuridad no era total, aún podía divisar algo de luz dentro de este túnel inmortal casi infinito y lleno de recuerdos.

Con mis manos abrazadas a mi propio cuerpo, avancé sigilosamente, con mi mirada puesta en aquella puerta que parecía ser distinta a la anterior que vi. Me aproximé a la pared de la izquierda y me senté en aquel helado suelo del pasillo mientras empezaba a abrigarme con mi uniforme de clases.

—¡Sigue mi voz, Umi!— Dije mientras me empezaba a sentir exhausta y casi sin fuerzas.

El poco aire de allí abajo era frío de invierno.

Me levanté y seguí caminando con terror en mis ojos.

—Tengo que encontrar a Umi. Puede que esté detrás de esta puerta, la esperanza siempre me acompaña, debo ser fuerte y vencer mis miedos. No estoy sola, Umi me acompaña muy cerca de mi, puedo sentirlo, su corazón está frío.

En ese momento puse mi cuerpo apoyado en la puerta, y me preparé a medida que cerraba mis ojos y me preparaba mentalmente para avanzar en mi búsqueda y reencuentro con Umi.

La habitación en la que me encontraba estaba algo más iluminada debido a una ventana que se podía apreciar en la pared de aquel lugar.

—¿Dónde.. estoy?— Dije, confundida y aterrorizada.

Empecé a mirar, buscando a Umi, pero cada armario estaba vacío y no había nadie allí. El olor de aquella habitación se empezaba a hacer más fuerte a medida que iba permaneciendo más tiempo caminando muy cerca de la ventana.

De repente, noté algo en el suelo, justo al lado de aquella ventana abierta. Vi unos zapatos juntos en posición hacia el exterior de lo que parecía ser un pantano. Me aproximé y eché un vistazo fuera, pero no podía ver nada mas que una densa niebla y un cielo gris que parecía ser solo una ilusión entre la oscuridad de lo que me acechaba desde la lejanía de mis miedos.

— Unos zapatos junto a una ventana..— Aún tenía muchas preguntas que circulaban en mis recuerdos.

Decidí dejar los zapatos en aquella ventana y seguí buscando alguna salida de esa habitación. El tiempo me hacía recordar a Umi a cada segundo, esta habitación era especial, podía sentir algo aquí, un alma descomponiéndose entre mis decisiones por continuar o quedarme en esta tumba para seguir buscando a Umi.

Mi mano se había convertido en un trozo de cristal. A pesar de intentar mover mis dedos, no pude conseguirlo, y en un intento más, mi dedo índice cayó al suelo rompiéndose en algunos fragmentos de cristal. No podía gritar, las cadenas de mi mente se habían enredado en pequeños hilos de oro en esta tumba sin nombre escrito.

Desesperación y angustia empezaban a enloquecer mis ocultos sentidos de buscar, salvar y reencontrarme con Umi en esta nuestra oscuridad. Después de recordar a Umi y llorar en aquella habitación, vi una pequeña grieta en la pared, y salí de allí dejando atrás aquella tumba con unos zapatos en la ventana. El miedo me tenía atrapada en mis pensamientos. Cada vez se hacía más difícil avanzar sin su corazón del otro mundo.

Miro atrás y contemplo por última vez aquella tumba sin nombre.

Mi mano está desapareciendo lentamente, el cristal empieza a extenderse por mi brazo. Tengo que encontrar a Umi antes de que desaparezca mi esperanza.

Koemi camina sola en la oscuridad, con trozos de cristal desprendiéndose de su cuerpo a cada hiriente paso que su corazón aún sostiene en la mano de Umi bajo la ventana de aquella tumba del 19 de Noviembre.

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