Capítulo XXVIII - Atardecer sin ti

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Nuestro diario, estaba a mi lado. Aquel diario que fue consumido en las miserables llamas del infierno, mientras bajaba las escaleras de espiral.

- Umi: Koemi..

Me quedé sin palabras, no tenía respuestas que me acompañasen para saber que estaba ocurriendo. Nerviosa y con valor, me levanté y caminé hacia el escritorio para tomar nuestro diario con bastante cuidado.

Las páginas estaban rotas, pude pasar la mano por encima para notar que aún había cenizas del ayer, gritos del pasado, agonía de una muerte pronunciada.

- Umi: Koemi.. ¿dónde.. estás..? (algo emocionada) Se que estás en esta vida junto a mi. No hemos podido separarnos para siempre, no. No lo voy a aceptar, no voy a aceptar perderte porque el destino así mismo lo desee. Mi vida, espérame. (Umi, con una mirada fija al diario)

Recogí algunas cosas de la habitación. Pude encontrar una mochila y me acerqué para guardar lo necesario antes de ir a buscar a Koemi y estar junto a ella.

Abrí la mochila y guardé el diario, una linterna, algo de ropa, comida, una foto de hace dos años donde salíamos juntas en un paisaje, agua, y un libro para leer.

Empezaba a atardecer, mientras terminaba de prepararme para partir.

Sin un destino fijo, sin un punto al que dirigirme, puse mi mano en mi corazón y me dirigí a la puerta para salir una vez más.

Esta imagen me recordaba mucho a la vivida antes de desaparecer de esta vida. Momentos antes de salir, mi madre me preparó algo para comer, me deseó un buen día en la escuela y yo sonreía una vez más. (Umi cerraba los ojos para recordar)

Todo era conexión. Parecía vivir en dos mundos, uno, irreal, ligado al deseo y placer de vivir con los recuerdos e imágenes que mi mente me transmitía. Otro, real y a la vez doloroso, sin la armonía de mi alma, reloj de arena contando el tiempo a mi vida, la señora de la muerte está observando desde el otro mundo, atenta de mi, pendiente de mis movimientos, acechándome a cada instante a la espera de mi ruego, de mi perdón y mi temor.

Dejé una carta encima de la entrada para despedirme de mamá y papá.

- Umi: Espero.. de corazón, que podáis perdonarme. Siento mucho tener que hacer esto, pero mis sueños están allí afuera. En algún lugar, junto a Koemi.

Al salir de casa, miré al cielo. Todo estaba tranquilo, no había viento, había poca claridad, y no se escuchaba nadie en la calle. El paisaje que tenía delante mía, era un atardecer llegando a su final. Los pajaritos volaban para buscar un nido en el que dormir, y un pequeño gato se refugiaba, asustadizo de mi presencia. Pude notar que aquel gatito era el mismo que se había refugiado de la tormenta aquella vez, cuando mi vida y mi deseo era mi presente.

Comencé a caminar por aquella calle con el silencio que acostumbraba haber vivido en mi otra vida.

Miraba fijamente a un punto del más allá en aquella calle, atenta de cualquier movimiento, nerviosa, pero con la esperanza de estar junto a Koemi.

El silencio se hacía cada vez menor, comenzaba a escuchar una brisa de viento, al mismo tiempo, esa brisa de viento rozaba mis mejillas con delicadeza y frío.

- Umi: Esta vez puedo ver. Puedo soñar despierta y protegerme de la muerte que veo en mi silencio, camino de espinas, llamas de la maldición eterna que abrasan mi carne para ser apetito de Parca, guardiana de mi destino.

Miraba mis manos, frías y suaves. Me quedé un instante mirándolas, notando que tenía algunos cortes en ellas. Cortes profundos, llegando al mismo infierno rojo que mi sangre adopta.

Con una mirada más tenebrosa, seguía avanzando en aquella soledad, oculta entre el mundo, invisible deseo de no continuar con esta agonía, solitaria muerte.

- Umi: Tengo que vencer este miedo de vivir en soledad. Lo vencí una vez, y lo haré ahora también. Lo único que tengo es un recuerdo de ti, nuestro diario y el beso que nos dimos el día de nuestra promesa y nuestro adiós. Lucharé Koemi, por ti.

La expresión en el rostro de Umi cambió por completo. Con Parca a sus espaldas o con la soledad de sus pasos, seguiría caminando para cumplir su promesa en un atardecer oculto por la luna y las estrellas de la noche y el destino.

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