Tomando un desvío

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"Alterar el pasado no altera el futuro.
Si alguien viaja al pasado ese pasado se vuelve su futuro.
Y lo que fue su presente se vuelve el pasado, que ya no se puede alterar por su nuevo futuro"

-Bruce Hulk


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La sensación era... espeluznante.

Y viniendo de alguien que surcó los cielos con Mjolnir, que se trasladó en Bifrost tantísimas veces y que fue sacudido por los portales chisporroteantes de Doctor Strange no era decir poco. Aunque, para ser justos, retornar al pasado suponía una carga emotiva pesada para el cuerpo que recuerda mejor que la mente. Implícita, la memoria se funde en la piel escondiendo sensaciones, sabores, aromas, roces, sonidos, rostros, abrazos, besos, peleas, y reposando hasta que un disparador, cualquiera sea la naturaleza de este, los traiga a la superficie. Sucedería a todos, a cualquiera. Y en el caso de Thor lo estremece porque tiene su cuerpo, robusto y descuidado, atestado de cicatrices de una vida tormentosa. Siendo el Dios del Trueno, otra vez, no era decir poco.

Llegaron a Valaskjalf centellante, altivo e inocente, de los males venideros y a Thor se le atoró un sollozo. No debí venir, fue lo que pensó. Lamentando que esta misión lo supere. Temiendo ser incapaz de cumplirla. Él no estaba listo para entrar en el Palacio, ver sus columnas erigidas con la imponente aura dorada que recubrió al reino y lo tornó digno de alabanzas, cantos, pinturas, sacrificios, honor y lealtad. Ni siquiera se atrevía a torcer el cuello y ver la extensión colorida de su Asgard, las calles serpenteantes, ruidosas, antes de que Hela y Surtur las destruyan.

Repitió las sabias palabras de su padre la última vez que pisó el suelo natal. Asgard no es un lugar, sino su gente, pero ¿quién quiere vivir con la estigma del sobreviviente? ¿Despertar sabiéndose afortunado de estar vivo y miserable de que su suerte sea una ingrata con los que han partido al Valhala? No por ello culpa a la reducida población que se salvó de Thanos por adaptarse más rápido a su nueva locación en las tierras midgardianas. Solo que no puede dejar de envidiar esa misma simplicidad, la resiliencia de su pueblo que, aunque él no quiere ni cree ser merecedor, todavía le agradece por rescatarlos. Aun cuando luego se encerró, apartándose de todos.

—Anda, panzón —llamó Liebre, caminando sin esperarlo por los pasillos amplios del Palacio—. No te quedes ahí suspirando como cachorro.

Lo siguió. Un paso tras otro, enfocado en el arma que cargaba Rocket, con la que arrancarían el Aether, elixir de la realidad, de Jane. Jane Foster, otra pérdida. Aunque al menos ella está bien, se dice. Está viva, Thor, no fuiste un inútil y dejaste que se marche antes de que tus desgracias la maten también. Como a tu padre, a tu madre y a tu... hermano.

—Loki —exhaló, deteniéndose abruptamente cuando vio la dirección que tomó Liebre, desviándose del salón de Odín para evitar a los guardias.

Yendo recto y luego tomando el camino izquierdo se tropezarían con las celdas de Asgard, tan luminosas y pulcras que pocos podían entender cómo Odín las nombró calabozos. No coincidía su nombre con su aspecto, pero funcionaban para su propósito. Allí, desnudos de sombras, restaba ver con claridad la verdad. Y la verdad rara vez suele ser amable, siempre juiciosa e insidiosa con los propios actos. Los calabozos no te esconden de tus errores, les arroja luz para que los veas, los respires, los toques, los bebas y los escuches murmurar una y otra vez.

Enloqueces o aprendes la lección.

Dejó que Liebre se adelante y torció sus pasos, tratando de ser sigiloso, hasta dar con la celda en cuestión. Respiró agitado por el escape y, aun sin mostrarse, espió la postura relajada de Loki. Una visible calma que en nada podría delatar el torbellino interno de su hermano. Ni siquiera él lo vio cuando recurrió a la astucia de Loki para escapar de Asgard e ir por los elfos oscuros. Pensó, como todos, que Loki era incorregible. Que nada lo tocaba demasiado cerca para importarle. Y ahora... solo ve a este Loki joven, enojado, herido por la traición de Odín, por las mentiras que el Padre de todo cobijó como justicia y benevolencia, ofendido por su hermano que quiso más de lo que merecía y recibió glorias mientras a él lo echaban a un lado, relegado, humillado y subestimado. Este Loki que reniega del cariño de su madre, pero que está dispuesto a deponer su ira por ella, por vengarla, por honrarla aun en pequeños gestos que adoptó y replica sin notarlo siquiera.

Este Loki, con una sonrisa nimia de conspiración, respira tranquilo, reposa en su catre sin entender lo increíble y grato que es para Thor que esté vivo, que en su pecho lata un corazón rebelde, combativo, pasional y sincero en sus descaradas formas. Es el Dios de las Mentiras y aun así hay tanta verdad en su lengua de plata que solo la agudeza podría percibirlas.

Thor nunca fue bueno para escuchar, entender, perdonar.

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Las protecciones se desvanecen y Loki sabe quién es antes siquiera de que este diga nada. Lo había esperado, paciente, rumiando su enojo, por no sabe cuántos días. Aunque hay un poco de... felicidad, si escarba lo suficiente, al recibir una visita así cuando el propio Odín mandó a que lo olviden y no le dirijan palabra alguna. Un acto así, tan despiadado, enunciado con tanta formalidad y compostura que no cabía duda que todos admirasen al líder dorado. En cambio, su vástago nunca heredó estas cualidades, permitiendo que el impulso lo domase en su conducta.

Dejó de jugar con la copa, sosteniéndola frente a él para inspeccionarla aunque reconocía las runas de las enseñanzas tempranas de hechicería. Que su visitante rompa el silencio ensordecedor, decidió testarudo. Además de jactancioso por, incluso en su encierro, lograr que la palabra de Odín sea desobedecida. Exasperar la autoridad, su entretenido pasatiempo. Aunque su actitud se pierde y apenas reprime un gruñido cuando escucha decir:

Hermano...

La exhalación, rota y suplicante, de su nombre lo alerta.

—¿Hermano? —Pronuncia, y algo del espeso rencor con que habló frente al trono de Odín llega a su lengua. Decide virar la cabeza, no dando crédito a lo que encuentra allí—. ¿Thor?

—Loki, por favor.

—¿Quién eres?

Enseguida, Loki se pone en guardia. Hay restricciones de su magia, pero nunca deberían subestimar a un tramposo. Ni a una madre bruja y protectora. Así que saca una daga fina que llegó a él en un libro y se prepara por si debe atacar. Pensar en luchar, cierto sea decir, lo espabila de su aletargado humor de estas semanas.

—Soy yo, Thor, tu hermano.

—No es cierto, tú no eres Thor.

Aunque lo dice con rabia, apretando la mandíbula, Loki presiente que está equivocado. Pero ¿cómo es eso posible? ¿Por qué Thor luciría tan... desaliñado? ¿Tan roñoso? Loki sabía que el preferido de Asgard tenía por arma su encanto, la apariencia divina con que fue honrado, y la usaba con buen provecho para conquistar y zafar de los problemas. Presumido, vanidoso, engreído, así fue Thor desde que la adolescencia favoreció su crecimiento y lo volvió un hombre apuesto, dorado y encantador.

—Tienes que escucharme, Loki —el extraño da un paso más cerca y Loki se eriza, mostrando los dientes en un gesto defensivo—. No te haré daño.

—No podrías ni mover tu obesa mano que tendrías el cuello rajado de lado a lado —se burló, notando con enfado cómo el insulto y la amenaza no tenían efecto.

El sujeto se pasó la mano por la barriga, enrojeciendo, y fue cuando Loki, perplejo, dejó caer la daga. El sonido metálico taladró sus oídos en la quietud de la celda, pero no pudo mover su rostro en una mueca. Paralizado con lo que vio, se enderezó y enfocó su mirada en la boca del visitante. Esa sonrisa, vergonzosa y torpe...

—¿Thor? —Vaciló, dando un par de pasos, empujado por el asombro—. ¿Por qué estás...?

La inspección de Loki pareció barrer la fachada compuesta de Thor, que dejó caer los brazos, con sus hombros hundidos, mientras notaba la curiosidad, el desprecio, de su hermano. No le importó. Nada más allá de que Loki estaba vivo tendría valor para él en ese momento.

—Perdóname, Loki.

Loki lo rodeó, caminando cauteloso, tocando con sus dedos los cabellos enredados de Thor, picando sus costillas, su barriga y, por último, tirando su barba. El gesto, el tirón doloroso de su barba, logró que Thor sonría más allá del riachuelo de lágrimas en sus mejillas. Loki hacía mucho esto cuando jóvenes, sobre todo para regañarlo.

—¿Por qué te disculpas, Hijo de Odín?

Un susurro desprovisto de emoción calentó su oreja y le indicó a Thor cuan alterado estaba Loki aunque pretendiese que no. Quiso erguirse, pero sabía que ceder sería más efectivo para conversar. Además, el atuendo holgado se enrollaba en su cuerpo y ocultaba su contextura voluminosa de la que se volvió consciente en el poco rato que lleva junto a Loki.

—Por todo.

—Tan vago —resopló Loki, tomando su rostro entre las manos y continuando un invasivo escrutinio—. ¿Qué le pasó a tu ojo?

—No puedo... creo que no puedo decirlo —se disculpó con otra sonrisa tímida que Loki repasó con la yema de los dedos—. Solo quiero que sepas que... te respeto —soltó, respirando tembloroso cuando las manos de Loki barrieron su pecho, volvieron a su barriga y buscaron sus brazos para tenerlo sujeto como si pensara que fuera a escapar o si simplemente quisiera comprobar que no es una ilusión—. Nunca lo dije, pensé que era obvio o no me preocupé porque lo sepas. Te acepto como eres. Embustero, mentiroso, quisquilloso. Como sea. Me admiro de tu inteligencia, tu sagacidad, tu cabeza estratega. Te envidié por tu Seiðr, tu magia y tus trucos, pero me enorgullecía lo mismo.

—Estás sensible, Thor, ¿acaso esperas conmoverme?

Las manos de Loki escarbaron sus bolsillos, buscando curiosas cualquier cosa. Thor no se inmutó cuando vio el artefacto viajero de Stark, le permitió que lo tenga. No encontró fuerzas ni un grado de temor de que Loki lo use para escapar. Lo dejaría irse. Mientras tanto disfrutaría la cercanía, siendo abrazado por su perfume y su calor. Deseando ver de nuevo a Loki en su forma azul de origen, aunque sin sentirse con derecho a pedirle eso. Ni nada. No quería de Loki nada más que verlo.

—Eres mi hermano favorito.

Loki hizo un sonido con la garganta.

—Soy... —se calló, mordiéndose los labios y frunciendo la frente—. No tienes hermanos, Hijo de Odín.

Oh, sí, quiso decir Thor, una hermana. Si la ves, haz el favor de cubrirte los ojos.

—Eres mi favorito —reformuló, sonriendo galante con un vestigio de su actitud pasada, cuando no dolía la vida y su diversión estaba en seducir y complacer—. Lo sabes, ¿eh? Pequeño bribón, siempre supiste que mi favor te pertenecía en cualquier travesura que se te ocurriese.

—¡Shhh! —Loki se apartó, como si escucharlo hablar así fuera un incordio y aunque serenó su expresión, Thor alcanzó a ver su inquietud—. No sé qué pretendes, pero olvídalo, no está funcionando —Estiró su ropa y cambió de tema—. ¿Crees que no intentaré escapar?

Frigga, pensó Thor. Loki tenía derecho de vengar a su madre. Meneó la cabeza, guardando las manos en los bolsillos donde encontró, para su sorpresa, el artefacto de Stark.

—Lo harás, pero no ahora —asintió varias veces, aplacando las terribles ganas de abrazar a su hermano—. Por favor, solo espera.

Tomando asiento, Loki contempló la salida, mas sus ojos regresaron a Thor, que permaneció quieto. La observación era mutuo, porque ni uno ni otro renunció a la visión.

—No tendrías que estar aquí. Tú no eres... mi Thor.

—Lo soy... tuyo —se apresuró a decir Thor, aunque no creía que Loki entendiera a qué se refería.

Podía escuchar esa declaración en su cabeza, repitiéndose una y otra vez, como burlándose de él y de su Loki. Su Loki, la versión menos violenta, más sabia, con más experiencia y mundo encima que este Loki antagonista, inmaduro. Como su Thor, pensó.

—Si te sirve de algo, no importa qué, Thor, yo siempre confié en ti y en tu fuerza —dijo tras una pausa tensa, y Thor jadeó al oírlo.

Las palabras justas, las que... recordó el dolor de su ojo, de su cuerpo tras la lucha con Hela, la visión de Odín y el descubrimiento de su poder a tiempo del regreso de Loki a Asgard como salvador. Como hermano. Como su apoyo. E, inevitable, también tuvo que repasar cómo el después, el viaje en la nave, los acercó hasta que la intimidad surgió con pocas palabras, pero llena de caricias, de besos, de lujuria y reconciliación, de confesiones en voz baja en la oscuridad de un cuarto con una cama pequeña para dos, de rencores que se mantuvieron secretos por años hasta que el perderlo todo, quedar apenas ellos dos con un mundo de gente que cuidar y guiar, les mostró que hay que perdonar, sentir y amar con las prisas del perseguido y la confianza del correspondido.

—Te amo, Lo —suspiró, dándose la vuelta, pero sintiendo una mano impedir que se vaya.

Loki lo hizo voltear, reteniéndolo con un agarre firme.

—¿Qué has dicho? —parecía, ahora sí evidenciando su emoción, aterrado—. Repite eso que has dicho.

—Lo has oído antes, ¿no? —Intentó una sonrisa, sin embargo, había agotado sus reservas—. Cada vez que jugábamos y teníamos castigos, o te lastimabas por las travesuras, o nos regañaban; lo escuchaste cuando nos encontramos en otros mundos y el combate parecía interminable y yo solo estaba asustado de perderte; lo dije cada noche que el alcohol de las tabernas burbujeó en mi sangre y quise enterarte de la verdad aunque no confiaste en mis palabras balbuceadas.

—Pero no, no así —insistió Loki, acercándolo, exigiendo—. Dilo otra vez.

—Te amo, Lok... —y fue cuando el mundo tambaleó, o quizá fue el viaje espacio temporal que hizo que cayera hacia delante, sobre la boca de Loki.

No, no fue eso. Fue la iniciativa de su hermanito, que presionó su boca en la suya para demandar un beso que Thor consintió, abriendo la boca para que pruebe cuanto quiera. Lo reclame. Lo consuele. Lo atrape en la caída y lo eleve. Y sí, no sería eterno, pero Thor llevaría ese beso con él, para sus noches, para sus días, para siempre. Porque si la muerte de pronto le arrebata la vida al final de esta misión, si la lucha contra el titán era en vano, su única petición sería conservar la memoria de la tibieza de los labios de Loki, la suavidad de sus mejillas, el dulce vino que bebió antes de que Thor irrumpa en su celda.

Insolente, Loki lo mordió cuando el llanto inundó el beso y sorbió todo, como degustando la amargura de Thor y sintiéndose quizá vengado por ocasionar tal tristeza. Y a Thor le dio igual que esta visita fuera inútil, como le explicó Bruce Hulk. Nada le devolvería lo que perdió. Nada cambiaría. Así que se conformó con estrechar a Loki hasta que pudo tatuarse sus latidos en el pecho. La ausencia golpeó en su cuerpo, advirtiendo que era cruel engañarse, aun así, Thor siguió besándolo. Vagamente, surgió la imagen graciosa de los dos en su mente, él grandote y desaliñado, Loki delgado y elegante. Pero nadie rio, nadie se mofó de este robo al tiempo, de este instante suspendido y apartado de cualquier realidad que los distancia.

Para cuando Rocket volvió a buscarlo, Thor estaba cerca de la salida de los calabozos y Loki en su celda, dándole la espalda a todos, sostenía una trenza dorada de greñas despeinadas en las manos.

Fin.








Nota:

Quería hacer un Thorki feliz, pero  no salió. No iba a tener beso, pero salió.

Como mi celular está muriendo lentamente, aproveché a terminar el OS y publicar.

Escuchen la canción de multimedia, la saqué de Crepúsculo (nadie se atreva a criticar las películas porque fueron mi adolescencia romántica, ¿vio?) y acompaña el ánimo del OS, creo yo.

Nada, eso.

¡Gracias por leer!

:)

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