[26] Declaración de guerra

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Años atrás.

Período Kamakura, 1185.

Japón - Tokyo











Momo fue sentenciada a tortura y muerte, no había nada que hacer, ella había sido arrastrada y arrojada con fuerza a una sucia celda, una celda qué sería su lecho de muerte.

Había pasado dos días allí, arrojada en el suelo, llorando sin parar con dos guardias vigilando su celda.

Tres días después el rey apareció frente a ella, mirándola fijamente con una ceja arqueada, le asqueaba por completo el hombre, no era un rey, era un ser asqueroso con una corona en su cabeza.

Se levantó con el ceño fruncido y se pegó más a las rejas de la celda, quedando cara a cara con el hombre.

-No sé si agradecerte o molestarme contigo, guerrera -empezó a hablar, metiendo sus manos entre lo barrotes, tomando una posición cómoda, Momo seguía cerca, mirándolo con odio- Me quitaste una molestia pero aún así me quitaste mi método de diversión -rió a carcajadas, los guardias solo estaban serios mirando al frente, la pelinegra soltó un grito de ira y metió su mano entre los barrotes, logrando sujetar el cuello del hombre que, en respuesta sujetó su cabello con ambas manos, apretando con demasiada fuerza. Los guardias reaccionaron de inmediato y golpearon las manos y brazos de Momo qué no tuvo de otra que dejar de apretar el cuello del rey que aún seguía con sus manos en su cabello.

En un movimiento Takeo atrajo la cabeza ajena, estampando a la pelinegra contra los barrotes.

-Lástima que no me tocaste como esposa, si no, te hubiese hecho implorar por tu vida, Hirai -le dijo con los dientes apretados, la japonesa gruñó de dolor y con todo el odio que tenía escupió la cara del hombre, amortiguando el empujón que Takeo le dió con sus manos en el suelo- Tu tortura va a hacer una de las peores, y yo voy a hacerme cargo personalmente -dijo el hombre limpiando su mejilla en dónde había caído el escupitajo ajeno.

-Ya lo veremos, Takeo -contestó sin ningún tipo de respeto, no lo merecía, para nada.

-Golpeenla -ordenó el rey antes de empezar a retirarse con su mirada hechando fuego.

Momo se levantó y miró las rejas de la celda ser abierta, tomó impulso y corrió con rapidez, esquivando los guardias, alzó una de sus piernas y pateó la espalda del rey que cayó de rodillas al suelo, gruñó cuando tuvo a la mujer sobre él repartiendo golpes a su cara.

Él no se quedó atrás y la tomó del cabello, jalando y haciendo que impactara su espalda al suelo, Momo no se rindió a pesar de tener a los guardias también golpeándola y tratando de devolverla a la celda.

Como último intenso lanzó una bola de fuego que fue rápidamente esquivada por el rey que, sin mostrar miedo, se retiró, es más, luciendo divertido.

-¡Sueltame! -gritó cuando fue abrazada por la espalda por uno de los guardias, apresando sus brazos, sus piernas pataleando y pateando al otro guardia que sacó un daga y la encajó en su muslo haciéndola gruñir de dolor, dolor que aprovecharon los guardias y la volvieron a arrojar en el hueco de la celda, sin ninguna compasión su cuerpo impactó con el suelo, jadeó de dolor, la sangre chorreando de su muslo, el dolor en su costado por la caída, su cabeza palpitando, no podía pelear más.

-Deja de luchar, tu última cena es mañana, ya resígnate -dijo uno de los guardias con un tono de burla.

-Y tú resígnate a guardar silencio y no meterte en un asunto que no es tuyo, imbécil -contestó levantándose con dificultad, el mismo guardia soltó un gruñido por la contesta.

El guardia tenía razón, al día siguiente, Nayeon, una de las nuevas del servicio fue a llevarle la cena, una cena lujosa que le daban a los desertores, una regla que habían plantado hace muchos años, para que gozaran de una buena comida antes de su tortura y muerte.

-Gracias -agradeció la bandeja, la celda estaba abierta por completo pero no iba a intentar nada, simplemente tomó asiento y recibió la bandeja en manos, no tenía ganas de comer pero aún así alzó el pañuelo bajo la mirada de la joven coreana, no hizo ninguna expresión cuando observó el postre real y más platos sin comida, si no que con los cuchillos más afilados y grandes que había en la cocina.

Escapa. Fue lo que leyó en los labios de la coreana que le dió una reverencia y se fue con lentitud, quedándose en una esquina de la celda aún abierta, debía retirar la bandeja después de todo.

Momo empezó comer del postre fingiendo sonidos de satisfacción, guardando en su uniforme lo cuchillos en silencio, quedándose con uno en mano, era grande, pesado y filoso.

-Gracias, señorita -dijo haciendo a Nayeon entrar a retirar la bandeja aunque la pelinegra alzó la ceja cuando esta sacó un cuchillo de su delantal.

Ahí, entendió.

Ella también quería escapar.

Con sigilo avanzaron a las esquinas de la celda, encajando los cuchillos en lo cuellos de los guardias, los cuales luego de ser nuevamente acuchillados en el cuello, asegurándose de que estaban muertos las dos mujeres empezaron a equiparse por las espadas ajenas.

-Yo voy directo a Corea, no se tú -dijo Nayeon sujetando su cabello en una coleta con el ceño fruncido, la adrenalina corría por sus cuerpos, sus vidas estaban en peligro, si las encontraban más guardias de los que esperaban estaban muertas.

-Voy contigo -contestó sin preocuparse por su cabello suelto, empezaron a subir las escaleras con rapidez, hasta que Nayeon se quedó quieta mirando las angostas paredes.

-Aquí hay una ventana, es alto, pero podemos bajar -dijo señalando el lugar, en menos de un segundo la mujer lanzó su espada, encajandola en la madera de la ventana cerrada, jaló de la empuñadura y achicaron sus ojos.

-Rápido -dijo Momo ayudando a la otra a subir, en cuanto estuvieron las dos sentadas al borde de la ventana, Nayeon dejó crecee lianas, ajustando las mismas en la ventana, unos barrotes que serían lo suficiente como para bajar esa torre.

Momo miró con desconfianza la liana.

-Mejor bajo por acá, no confío en eso -dijo empezando a bajar sujetándose de la rocas, Nayeon no opinó, siguió bajando por su propia liana con más comodidad que la otra que jadeaba.

Momo recordó la vez en que Saori le dijo lo mismo, y terminó cayendo con su trasero en la grama, desde ahí dejó de subir en lianas.

Recordó a su amiga, sintiendo ganas de llorar, apretó sus labios sin querer llorar.

No era el momento.

-La habitación real, evita la ventana, creo que el rey está ahí -dijo Nayeon bajando con rapidez, Momo pasó también con rapidez, pero frunció el celo al ver de reojo algo en el piso, o mejor dicho, a alguien.

Asomó sus ojos y sintió un dolor n su pecho al ver el cuerpo de su amiga cubierto con una manta blanca, siquiera la habían enterrado aún.

Metió su mano por uno de los barrotes y dejó su mano sobre un tocador de madera, se concentró y suspiró cuando el tocador empezó a arder en llamas, miró la puerta, sin aguantar un sonido de sorpresa cuando miró a varios guardias y al rey entrar con una camilla improvisada, tal vez para retirar el cadáver.

-¡La desertora está escapando! -gritó el rey agchandose cuando una bolsa de fuego fue disparado a él.

A partir de ahí, todo fue con rapidez, mientras los guardias se regaban la información, ellas bajaron con rapidez y empezaron a correr, apenas los guardias estaban saliendo del castillo y ellas ya se habían adentrado al pueblo que estaba sumido en un luto obligatorio por el anuncio de la muerte de su reina la cual solo habían visto el día del casamiento.

Corrieron y corrieron hasta más no poder.

-Los perdimos, vámonos -Nayeon abrió un hueco en el suelo, la tierra crujiendo bajo ellas- Mañana nos iremos a Corea, mientras, pasaremos el día aquí -avisó adentrándose, Momo mordió su labio inferior y siguió a la coreana que, no le mintió.

Al día siguiente habían partido en dirección a Corea con un hombre que parecía estar cansado de sacar personas de Japón.

Había quedado como una fugitiva en Japón, había sido la deshonra de toda la familia Hirai, pero no le importaba, porque ella solo estaba cumpliendo órdenes, ella seguía cumpliendo las órdenes de su reina.

Saori le había ordenado vivir.

Y eso, es lo que iba a hacer.

Dejó a su familia, su hogar, el árbol de cerezo tan simbólico dejó de ser cuidado y visitado, Momo despareció de la faz de la tierra para los japoneses.

Se convirtió legalmente junto a Nayeon, una de las líderes de la APRSE, y había sido registrada como humana, tuvo una vida pacífica por muchos años, sin poder borrar el recuerdo de Saori, el árbol de cerezo y el hecho de haber asesinado a la persona que amaba, su mejor amiga.

Todo se distorsionó en su mente cuando Sana confesó su identidad, los japoneses estaban de vuelta y Momo estaba dispuesta a acabar con ese hombre y su ridículo reinado.

Takeo pensaba nunca encontrarse más con aquella guerrera desertora, pero el destino, o más bien la rebeldía de su hija los había llevado a encontrarse, él aún no sabía que Hirai Momo, siquiera sospechaba que la guerrera desertora que se escapó de su sentencia, estaba por declararle la guerra.






Actualidad.



-La agencia estará cerrada hasta nuevo aviso, se les pide a los guerreros llevar a cabo un entrenamiento arduo pues se nos viene una guerra contra los japoneses, debemos luchar contra ellos, y sobretodo proteger a nuestro país. Pido a los cazadores concentrarse en su entrenamiento, esta vez no vamos a simplemente herir, vamos a matar, porque a ellos no les importó matar a nuestros seres ni a lo humanos, esto es una guerra y apenas, está empezando -dijo por el micrófono, los altavoces de la agencia repartiendo la información a todos los rincones.

Momo dejó de presionar el botón con sus dedos y quitó sus guantes, sus manos, delicadas, blancas, y con uñas cuidadas, tal vez Sana pensó en que las tendrías quemadas y sin uñas pues esa era su cultura, estaba equivocada.

-Te estás llendo por lo personal -dijo Nayeon, la de cabello corto se adentró a una habitación con la otra siguiéndola.

-No, no es personal -dijo tomando un traje completamente negro, una maya de cuerina negra con un estilo similar al que había portado cuando fue guerrera de Corea- Estamos cortando el problema de raíz.

-Saori no estaría de acuerdo -habló Nayeon cruzando sus brazos. Momo la observó fijamente con el ceño fruncido, años habían pasado pero el simple nombre de su amiga no podía ser pronunciado sin que su mente le recordara que la asesinó.

Era una tortura.

-Estoy protegiendo a un ser elemental -contestó vagamente.

-No, no lo estás-...

-¡Sana es lo último que me queda de Saori! ¡Y no voy a permitir que Takeo le haga el mismo daño que a ella! No pude proteger a Saori y ahora que tengo a Sana aquí no voy a hacerme la vista gorda -contestó, gritando con desespero.

Nayeon supiró, negando con su cabeza un par de veces.

No había nada que hacer, ya la guerra había sido pautada.

Había que prepararse.

Se aproximaban muertes, dolor, recuerdos dolorosos, el destino había unido todo y apenas daría tiempo de pensar.

Pero así era la guerra, ¿no?







Fin.
















De la primera parte.



















Buenaaaass, ¿qué les pareció? ¿Qué piensan de Momo?

Los leo u.u.

Ya hemos cerrado la primera parte del libro, espero les haya gustado <3

No se olviden de votar y comentar!

The_Dark_Diamond

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