ii. judas

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♣︎

2 de septiembre 1992
Habitación de las chicas, Torre Ravenclaw



June había dormido ese día como una marmota, compartía habitación con Stella y otras dos chicas, Jane Stone y Willow Cath. Se había arreglado durante un par de minutos antes de parecer lo suficientemente presentable para bajar. Justo a las afueras de la sala les aguardaba Jake, con el uniforme rojo y dorado, el pelo despeinado y una sonrisa.

—¡Primita, June! —Era demasiado pronto por la mañana como para hacer caso de algo de lo que ese idiota dijera, demasiado pronto.

Tenía otras cosas en las que pensar, sobre todo en como expresarían sus descontentos sus padres. Su madre era demasiado orgullosa para mandarla un vociferador, probablemente sería una carat lo suficientemente larga como para que se la leyera solo por encima para mostrar lo muy desconformes que estaban sus padres. Como había roto la tradición y bla bla bla.

—Vas muy arreglada, ¿no lo crees? —la conversación que habían estado teniendo los primos paró cuando Jake hizo ese remarque. —El uniforme bien planchado, el pelo en su sitio, la corbata demasiado ajustada.

—Que tu vayas echo unos trapos no significa que yo también tenga que, idiota —murmuró antes de entrar al gran comedor.

El chico se encogió de hombros y salió corriendo a la mesa, donde un chico de cabello castaño le saluda y mandaba señales.

—Tu primo es imbécil —murmuró haciendo reír a Stella.

—Lo es, pero es verdad, entre tu acento y como vas la verdad que no me acercaría —June rodó los ojos.

No es que fuera así porque la gustase, era la única cosa que conocía, sus padres le habían enseñado todo lo que sabía, y salir de ese molde no era difícil, pero sabiendo que ya les había decepcionado no quería darles otra razón para tener que buscarse una nueva casa a la que volver en verano.

Se sentaron en la mesa, llena de gachas de avena, arenques ahumados, tostadas y huevos y beicon. No era lo que solía desayunar, pero tenía que aceptar que esa era su nueva vida por los próximos siete años, así que se haría a la idea rápidamente. Se puso dos tostadas con mantequilla y mermelada de melocotón en el plato, mientras Stella rellenaba un cuenco con gachas y en un plato ponía dos huevos.

Lila se sentó al lado de Stella, y Willow al lado de Lila.

Pansy no la dirigió ni una mirada, y si quería jugar a eso ella también jugaría. Miró luego a Daphne, quien estaba al lado de una chica de cabellos marrones rizados y despeinados, las dos se reían, así que supuso que esa sería Tracey, el chico pelirrojo de al lado suyo era muy guapo, de piel blanquecina cadi enfermiza con muchas pecas, Damien supuso. Astoria sonreía en su dirección, estaba hablando con la chica de ayer.

June le sonrió de vuelta justo cuando un centenar de lechuzas penetraron con gran estrépito en la sala, volando sobre sus cabezas, dando vueltas por la estancia y dejando caer cartas y paquetes sobre la alborotada multitud. Ella pudo ver como Onyx, la lechuza de su familia, tenía una carta entre las patas, una carta que dejó caer justo delante suyo.

Unos gritos estruendosos se escuchaban por todo el comedor, Stella parecía que la decía algo antes de levantarse de su lado y caminar en otra dirección, probablemente a la mesa de Gryffindor. Estiró su mano, cogió el cuchillo limpio de Stella y abrió la carta, puede que no fuera un abrecartas pero cumplía perfectamente su función.

Había solo una línea escrita en la carta, una caligrafía perfecta e impoluta, de su madre seguramente. La frase la dejó helada.

No vengas a casa por Navidad.

Se esperaba muchas cosas, palabras de odio, miles de razones por las que era una decepción, varias páginas de lo mal que les hacía sentir y lo mal que estaban las cosas, todo era absolutamente horrible. Pero nunca se había esperado que pasase eso.

Simplemente habían dejado que pasase lo peor de lo peor, no la habían invitado a la cena familiar de Navidad, que no es como si eso la gustase mucho, pero al no dejarla ir dejaban claro que ya no era parte de la familia.

Miles de emociones pasaron por su cara en unos pocos segundos, desde desconcierto, hasta incredulidad, tristeza y demás, pero con el que más se quedó fue con la ira. La ira contenida hacia sus padres que no podían siquiera aceptar que ella no fuera de la misma casa que había sido la familia entera.

Ira hacia ellos por no aceptarla, e ira hacia su hermana por meterla en ese lío, a saber lo que les había escrito en esa carta de mierda anoche. Fue entonces cuando la miró, la mirada de ambas hermanas chocó, y fue en ese momento donde Pansy supo que la había cagado.

Se levantó echa una furia, el profesor Flitwick iba a darle el horario, sin embargo tuvo que entregárselo a Stella, que estaba volviendo ya. La rubia no la pudo decir ni una palabra porque ella ya estaba yendo en contra de su hermana. Cuando llegó a la mesa de Slytherin pansy negó.

Le importaba una absoluta mierda si no era el momento, la cogió del brazo y la levantó, puede que el pasado Pansy hubiera tenido más fuerza, pero ya no era así.

—June —era una alerta, a ella se la peló.

—No estás en condiciones de pedir nada, sabandija —se la llevó a rastras del comedor, los alumnos por los que pasaban se les quedaban flipando, incluso había gruñido que se metieran en sus asuntos a algunos de ellos.

Una vez que estuvieron en un pasillo a solas fue cuando no tuvo más remedio que cruzarle la cara, un bofetón con la mano abierta que la mayor no se había visto venir, el odio estaba en todas sus facciones, los ojos llenos de unas lágrimas que no iba a soltar.

—¿Qué cojones les dijiste, serpiente? —Pansy la miró, la mano tocándose la mejilla.

Soltó una risa incrédula.

—Te juntas con traidores a la sangre, con mestizos y ahora hasta hablas como ellos, y todavía te sorprendes de que madre te haya regañado —eso hizo que su ojo empezara a tener un tic, como cada vez que se enfadaba demasiado, apretó los puños al lado de sus costados, planteándose si pegarla otra vez.

—No se han enfadado, me han dejado claro que no vaya en navidad, maldita asquerosa —eso sorprendió a la mayor, que de pronto ya no estaba tan altiva y pasó a sorprenderse y luego algo parecido a la vergüenza tiñó sus facciones —tu maldita carta ha echo que no pueda volver a casa por navidad, y todavía te sorprendes de que te haya pegado y te hable así. Estoy harta de ti y de tus mierdas, de todas ellas, te lo dejé claro este verano. No me vuelvas a hablar en tu vida, todo esto es culpa tuya.

Estaba dispuesta a irse cuando su hermana volvió a hablar.

—No es culpa mía que le pidieras que no te pusiera en Slytherin.

Se giró, echa una furia, casi podía sentir humo saliendo de sus orejas.

—No, y tampoco mía, apenas me tocó la cabeza y gritó Ravenclaw, pero si es culpa tuya escribirle a madre en vez de a los dos, o de escribirle a padre, no, le escribiste a la persona que sabes que iba a tomar medidas. Seguro que le escribiste que había deshonrado a la familia hablando con gente por debajo de mi círculo social y mierdas así. Esa gente me ha mostrado más respeto en un día que tú en once años, eres una asquerosa sabandija sin amigos a la que nadie soporta, pero te encanta, te encanta el poder que tiene nuestro apellido en esta mesa. Espero que te pudras, Pansy.

Con todo dicho volvió al Gran Comedor, dejando a su hermana atrás, estaba harta de ella, de ella y sus mierdas. La odiaba.

Se sentó en su sitió, Stella la miraba expectante, supuso que había leído la carta.

—Seguro que se les pasará y en unos días se olvidarán de ello —June sabía que no iba a ser así, pero asintió con la cabeza, mientras volvía a su desayuno.

Puede que estuviera enfadada, pero no iba a estropearle la comida.

—¿Qué tenemos ahora? —Stella miró el horario y sonrió.

—Transformaciones con Gryffindor, luego un periodo libre y luego DCLAO con Slytherin.

Podría vivir con ello, de pronto se les acercaron Jake junto al chico que le había estado saludando antes y Ginny, la chica que habían conocido ayer.

—Así que tenemos clase juntos —dijo con una sonrisa.

—Para nuestra absoluta desgracia —musitó June dándole un último bocado a su tostada.

—Vamos, a McGonagall no le gustará que lleguemos tarde.

Ella sintió, de pronto Jake, Stella y Ginny se enzarzaron en una discusión acerca de ella iba a saber qué, el chico a su lado la sonrió.

—Hola, soy Damian, Damian Todd —el uniforme de Gryffindor brillaba impoluto, una sonrisa de oreja a oreja.

Tenía unos ojos verdes de envidia, una cabellera marrón y una sonrisa plasmada en el rostro, así que supuso que no podía ser tan malo hablar con él.

—June, June Parkinson.

—Tengo tantas ganas de empezar las clases, yo no había sabido nada de este mundo hasta que McGonagall llegó a mi casa con la carta a explicarme todo, un brujo, ¿yo? Mis padres estaban flipando, no había ninguno en la familia, así que era un orgullo. He tenido que leer un poco de todo antes de venir, pero es que no sabía que más hacer con mi vida, quería que todo me sonase más o menos, ¿tú conocías la magia y todo eso? —El chico tenía demasiada energía para ella, ni siquiera habían empezado a hablar y ya estaba encima de ella como un bebé que quiere correr antes de andar.

June se aclaró la garganta mientras ambos caminaban hacia la clase.

—Sí, yo ya conocía la magia y todo, me he criado en ella. En poco tiempo te acostumbrarás a ella, todos lo hacen —musitó, no es que le cayera mal el chico, es que simplemente no estaba de humor para esto.

Tenía tantas cosas que pensar en esos días que no podía más. Cuando llegaron a la clase se sentaron Jake y Ginny juntos, y ella y Stella, Damian se fue con una chica de su casa, la cual no la sonaba que hubiera estado ayer entre ellos, pero la dio igual.

—Transformaciones es una de las magias más complejas y peligrosas que aprenderéis en Hogwarts —dijo—. Cualquiera que pierda el tiempo en mi clase tendrá que irse y no podrá volver. Ya estáis prevenidos.

Entonces transformó un escritorio en un gato y luego le devolvió su forma original. Todos estaban muy impresionados y no aguantaban las ganas de empezar, pero muy pronto se dieron cuenta de que pasaría mucho tiempo antes de que pudieran transformar muebles en animales. 

—Hoy comenzaremos por algo mucho más fácil, transformar cerillas en agujas —eso la hizo resoplar, esta hora no iba a ser nada divertida si seguían yendo por este camino.

McGonagall dio unas instrucciones a las cuales no prestó ninguna atención, quizá debería hacerle caso a Jake, quizá eso de ir de perfecta cuando claramente no lo era no era la mejor manera de pasar los cursos. Sus manos se acercaron a su corbata, y antes de hacer nada esperó unos segundos.

Si hacía esto tenía que ser por ella, no por sus estúpidos padres, o la estúpida de su hermana o el estúpido de Jake, por ella. Probablemente llevaba tanto tiempo viviendo bajo esas reglas que se haría raro, pero tenía que aceptar que las cosas ya no eran como antes, y no quería que volvieran a ser como antes.

Se aflojó la corbata, pero cuando sintió que no era suficiente se deshizo el nudo completamente y dejó que colgaran ambos extremos de su cuello, luego se desabrochó varios botones de la camisa, la cual estaba abotonada hasta el del cuello, dejándola respirar con normalidad.

La túnica que llevaba puesta en esos mismos momentos la sobraba, se había criado en Londres y en las afueras, estaba segura de que un poco de viento no la mataría, de todas maneras se estaba muriendo de calor. Se arremangó las mangas hasta los codos, mientras sus compañeros intentaban conseguir transformar la cerilla en aguja.

—¿No vas a intentarlo? —Entonces miró a Stella, quien la miraba con el ceño fruncido.

—Luego —murmuró antes de empezar a darle vueltas al pelo para finalizar su moño con la varita.

—Eres increíble —murmuró con una sonrisa.

Al ver como agitaba la varita con demasiada fuerza chistó.

—Lo estás haciendo mal, el movimiento tiene que ser más suave y fluido —Stella rodó los ojos pero la hizo caso.

Jake que estaba a su otro lado, separados por un pequeño pasillo la miró son sorpresa.

—Bueno, bueno, pero si te has quitado el palo del culo —se burló con una sonrisa amable.

—Sí, para metértelo a ti, Jakey —este soltó una carcajada que resonó por todo el aula.

McGonagall que estaba ayudando a uno de sus compañeros los miró a ambos, pero ninguno se dio cuenta de ello. Jake se pasó la mano por el pelo para desordenarlo y sonrió con malicia. Entre la postura y las sonrisas es como si estuviera viendo dos fantasmas, por una parte a James en Jake, y por otra a Sirius en June.

Casi podía verlos ahí sentados tantos años atrás, era increíble ver como aún después de todo habían conseguido volver a la escuela en la forma de dos personas con similares pasados.

—No deberían de estar practicando, Black y Potter —ambos se miraron con una ceja alzada.

—Profesora McGonagall, mi apellido es Parkinson —la mujer no se había dado cuenta de sus lapsus hasta que su alumna se lo había dicho.

June la miraba expectante, al igual que Jake, ambos con una ceja enarcada.

—Volved a intentarlo —se dio la vuelta y se fue a apoyar en la mesa, ninguno le tomó mucho esfuerzo.

Stella y Ginny se pusieron inmediatamente a ello, Jake y June por el contrario decidieron seguir hablando.

—Te ha confundido con Potter —ella rodó los ojos, solo conocía a Harry Potter por ser el niño que vivió.

—Un horror si me lo preguntas —este sonrió.

—Definitivamente puedo ver que hay parecidos —ella le lanzó una mirada furibunda mientras el se reía.

—Cállate, Jakey.

—¡Oye! Más respeto, Potter —fue entonces cuando le pegó un puñetazo en el hombro que les sorprendió a ambos.

—¡Parkinson, Black! —Ambos miraron a la profesora como si fueran totalmente inocentes, como si no hubieran estado haciendo cualquier otra cosa que no era lo que tenían que hacer.

La sonrisilla pícara en ambas caras fue lo que hizo a la profesora suspirar.

—Lo siento profesora —murmuraron los dos a la vez.

—Enséñenme sus progresos —toda la clase se les quedó mirando, había gente que parecía complacida por esa especie de castigo.

June se quitó la varita del pelo, cayendo todo este por su espalda, y se lo sacudió con una mano antes de mirar a Jake.

—Las damas primero.

—Entonces empieza, Jakey —este sonrió y copió exactamente los movimientos de McGonagall, la cerilla pasó a ser una brillante aguja.

La miró con suficiencia, June rodó los ojos.

—Tu turno —segundos después había dos agujas donde las cerillas de ambos debían estar, habiendo sido los únicos en conseguirlo en la primera clase.

—Aunque su empeño y sus movimientos hayan sido correctos espero que disfruten de estar fuera de clase como han disfrutado dentro —movió la varita para hacer que ambos salieran por la puerta con sus cosas.

La puerta se cerró en su cara antes de que pudieran rechistar. Eso hizo reír a Jake, que parecía complacido. Por un segundo June pensó en sus padres, en lo decepcionados que iban a estar, luego recordó que no tenían porqué enterarse, y que realmente la daba igual.

Era su vida estudiantil, si conseguía hacer lo que pedían no tenía porqué irla mal.

—Primera clase y ya nos están echando —murmuró secándose unas lágrimas falsas.

—Es un nuevo récord para mí.

—No tienes que jurarlo —pasaron unos segundos recogiendo sus cosas antes de que Jake volviera a hablar —¿quieres ir a comer algo?

—¿A las cocinas?

—¿Dónde iba a ser sino?

Este chico iba a exasperarla todo lo del mundo si seguía así.

—Tú me guías —por los pasillos casi no había gente, solo algunos alumnos más mayores que a primera no tenían clase, o que se la estaban saltando.

Por eso era sorprendente verles a ambos de primero fuera de clases, June podía jurar que había escuchado decir a algún alumno que habían pasado que empezaban demasiado pronto saltándose clases.

Cuando llegaron a las cocinas y Jake consiguió colarles pudo ver la de elfos domésticos haciendo un sin fin de comidas. Uno de ellos, bastante joven por lo que podía ver se les acercó rápidamente.

—¿En que puedo ayudarle, Maestro Black? —Ella enarcó una ceja.

—¿Con qué maestro, eh?

—Cállate Potter —juraba que como no lo dejase pasar iba a matar a alguien. —Podrías facilitarnos una porción de tarta de chocolate a cada uno?

Ante la sola mención de la delicia es como si se hubiera puesto en alerta, podría agradecerle por el resto de su vida por esa porción.

—Claro Maestro Black —entonces chasqueó los dedos, apareciendo dos porciones de tarta —pueden comerla allí.

—Gracia Winnie.

Ambos se encaminaron hacia la mesa de madera que habían señalado, justo para sentarse encima. Le dio un bocado a la tarta, sin tenedor ni nada, con la mano y sintió que el sabor a chocolate inundaba su paladar.

—Realmente te has sacado el palo del culo —ella se encogió de hombros.

—A las únicas personas que les importaba que lo tuviera ya les importa una mierda, no veo porqué a mi no.

—Touché —cogió la tarta también con la mano y ambos comenzaron a comer en silencio viendo como preparaban la comida.

Una pregunta surgió de su cabeza en ese mismo momento, quizá no tenían la confianza suficiente para hablar de ello, se conocieron ayer. Pero la frase de la curiosidad mató al gato siempre había sido la que más podía aplicársele.

—¿Tu padre es el mortífago o el asesino en Azkaban? —Quizá había sonado más brusca de lo que debería.

Jake se atragantó y ella le dio unos golpecitos en la espalda, hasta que consiguió que se calmase.

—No tienes porqué responder sino quieres.

Después de unos minutos en silencio finalmente respondió.

—El asesino en Azkaban —luego la miró a los ojos —¿eso cambia algo entre nosotros?

Se encogió de hombros.

—No, yo no soy quien para juzgar lo que hacen los padres de los demás.

Jake sonrió complacido, y ambos se quedaron comiendo tarta, saltándose todas las clases de la tarde.

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