CAPÍTULO 25: SIN ÉL

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—Ahora dejaré que platiquen —anunció Jones. Todos se emocionaron y lanzaron gritos de alegría—, pero con el compañero que les asigné la sesión anterior —entonces las aclamaciones pararon y se convirtieron en rostros disgustados.

Poco a poco, las voces comenzaron a charlar sobre cosas simples: Qué les gusta hacer y qué no les gusta hacer. Maldito programa de convivencia, pensé, Maldita institución. Por alguna razón, mis oídos pudieron agudizar perfectamente la voz de Alison del montón. Sus risas tontas y sus coqueteos hacia Peter me irritaron a un nivel extenuante.

—¿Es molesto, cierto? —comentó Dayron con un tono muy diferente al que yo conocía, este era más agradable, más...

No, creo que la palabra agradable se quedaba corta para describirlo. Traté de averiguar cómo es que sabía que estaba pensando en Alison, hasta que me di cuenta de que los había volteado a ver.

—Más que molesto —dije con incomodidad y volví a mirarlos.

Él también los observó.

—Los coqueteos empezaron ayer —me informó— y parece que a Bennet no le molestan en lo absoluto.

—¿Ayer comiste con ellos? —lo interrogué.

¿Qué estás haciendo? ¡Basta! ¡No continúes la conversación!, rugí en silencio. 

—Siempre como con Alison, pero ayer me arrepentí. Bennet se hace más odioso a cada minuto —declaró, escupiendo las palabras.

Me concentré en lo que había dicho, más bien, en el tono de sus vocablos. Lo hizo como si... le molestara.

—Guau, no sabía que Alison te seguía gustando —agregué sin pensarlo dos veces.

Me sentí tensa.

—¿Se nota mucho? —preguntó sin quitarle la mirada a la chica.

Su rostro reflejaba que estaba completamente atontado por ella.

—Casi no. No creo que ella lo haya notado.

Sabía por qué seguía esta conversación: Quería deshacer las suposiciones que había construido en mi cabeza, quería saber la verdad sobre él, quería saber si en realidad estaba enamorado de Alison o si sólo me mentía. Esta vez no tenía miedo, sino curiosidad; me sentía segura. Fijó su vista en mí. Al principio pensé que sus iris eran negros, pero no, eran de un color café muy oscuro.

—Ya sé que me odias, Emily Anderson, lo que no entiendo es por qué.

—Bueno, Dayron Blair —contesté, tomando la misma postura que él—, tal vez no lo recuerdes, pero me humillaste el primer día de clases.

Lanzó una risita y yo entrecerré los ojos.

—Discúlpame, pero cuando se trata del amor, hago lo que sea: Alison estaba ahí.

Adolescentes estúpidos, me quejé para mis adentros. Entonces sí estaba enamorado de Alison, pero los hechos probaban lo contrario: en tercer año, cuando fue lo de Ella será mía, no dio señales de interesarse en Alison, sino en mí.

—No demostraste eso cuando le dijiste a ella que dejara de molestarme en tercero —ataqué, presintiendo que mentía.

Él siempre había sido un manipulador convincente. Había engañado a los profesores, a muchas chicas con su apariencia y hasta a la misma Alison.

—Sí, porque me gustabas. Alison estaba concentrada en Bennet, así que decidí tratar de olvidarme de ella y ver a más personas, entonces me gustaste. Pero después vi que tú y Bennet estaban tan enamorados, que traté de olvidarte a ti también, así que volví a enamorarme de Alison. Bueno, siempre he estado enamorado de ella, ¿por qué crees que odio tanto a Bennet? —me explicó.

Su rostro reflejaba absoluta sinceridad, además, tenía mucho sentido. Las piezas por fin lograban encajarse... No te dejes engañar, Emily, me advirtió mi voz interior.

—Lo odias porque Alison siempre ha estado interesada en él —concluí, fingiendo que le creía.

—Exacto. Es la misma razón por la que tú detestas aún más a Alison desde el día de ayer.

—¿Estás insinuando que la detesto más porque mi exnovio se fijó en ella?

—Sí. ¿Entonces ya es tu exnovio? —preguntó sorprendido.

—Terminamos ayer —respondí, queriendo desviarme del tema.

—Oh, lo siento.

Parecía que en serio lo lamentaba, no había nada en su expresión que señalara lo contrario.

—Yo también lamento lo de Alison —dije sin saber si mis palabras eran mentira o verdad.

Sonó la campana, me levanté y tomé mis cosas para dirigirme rápidamente a la cafetería. Les conté toda nuestra plática a mis amigos mientras estábamos en el descanso. Hubo unas partes en las que se impresionaron, así que se las tuve que repetir dos veces para que lo procesaran.

—Emily, aunque su historia es sumamente convincente, no la creo. Lo conozco bien, está mintiendo —proclamó Dylan serio.

Había estado con esa actitud desde que Peter nos había dejado. Se sentía traicionado, lo sabía, podía leerlo en sus ojos.

—¿Cómo puedes conocerlo realmente si te dejas influenciar por todos los rumores? —cuestioné.

—Dylan tiene razón, Emily, Dayron oculta algo —refutó Jade.

Podría ser que pensaran eso porque no lo habían escuchado contar su versión de la historia; era tan real, que me costaba trabajo no creérmela.

—No. Tendrían que haberlo visto, decía la verdad —defendí mi opinión.

—Dayron es un actor de primera —habló Evelyn—. Yo vi cuando Alison y él se veían en secreto. Dayron era muy persuasivo, pude jurar que en serio la quería; pero ya ves..., la dejó.

Podría ser..., podría ser que estuviera mintiendo; pero, por primera vez, pensé que, la posibilidad de que fuera honesto, era muy factible.

—Emily, debes cuidarte —me advirtió Edwin—. Él está mintiendo, y si lo está haciendo, es porque tiene un plan que cumple un propósito.

—¿Y cuál es?

—Llegar a ti.

Bajé la mirada. Su respuesta no me causó miedo, sino más intriga por llegar al fondo de esto. Probablemente mi amigo tenía razón, no obstante, quería investigarlo... Tal vez no era lo que pensábamos.

—Emily, no vayas a dejarlo entrar —me rogó Evelyn—. Sé que resulta tentador ahora que Bennet te ha hecho daño, pero no lo hagas.

—No se preocupen, no haré nada malo —prometí mientras la intriga absorbía mis pensamientos.


Así continuó el curso. Cada vez que Dayron me hablaba, yo intentaba seguir el hilo de nuestra conversación sin dar muchos detalles; aunque debo añadir que nunca me hacía preguntas personales, siempre eran sobre la escuela. Los gestos de cariño entre Alison y Peter aumentaron con el paso del tiempo. Apenas podía tolerarlos. Las primeras dos semanas les juro que me la pasé llorando todas las tardes por el dolor en el pecho, pero ahora había logrado controlarme. Con mis amigos las cosas se tensaron un poco. Nadie de nosotros actuaba igual. Dylan y Jade se hallaban demasiado resentidos con Peter, que a veces parecía que no podían concentrarse en otra cosa. Por el otro lado, Evelyn y Edwin estaban pensativos; ellos sospechaban que había algo raro en todo esto, situación que se me hacía una tontería.

Era marzo. Sin embargo, no se trataba de cualquier fecha de marzo, ya que era el último día antes de salir al descanso de primavera.

—Hola —me saludó Evelyn al llegar a nuestra mesa de siempre.

—Hola —le respondí sin mucho ánimo.

Continuamos comiendo en completo silencio. Poco después, alcé la mirada con naturalidad y, entre los confines del comedor, visualicé a Hayley Weston platicando con Dylan. Aunque claro, el término platicar no era el adecuado, ellos estaban coqueteando. Me gustó ver a mi amigo sonreír, hace tiempo que no mostraba una alegría auténtica. La podredumbre dentro de mi cuerpo no se esfumó, pero la forma en la que esbocé mi sonrisa fue totalmente verdadera.

—¿Cuándo será el día en que entre esos dos pase algo más y que no todo se resuma a simples coqueteos? —comenté con ilusión.

Evelyn siguió mi mirada hasta la pareja de rubios cenizos en la esquina. De la nada, mi amiga se empezó a reír, confundiéndome por completo.

—¿Más bien, qué es lo que no ha pasado entre esos dos? Han tenido de todo. Ahora Hayley de seguro está jugando con él; y Dylan inocentemente piensa que puede revivir algo que, sin duda, es probable que nunca vuelva a suceder —se burló Evelyn—. De verdad, a veces Reynolds puede ser un imbécil —concluyó, bebiendo agua de su botella.

Fruncí el ceño. ¿Qué me había perdido?

—¿De qué estás hablando? —me interesé con emoción— ¿Qué ocurrió entre ellos? —pregunté, acercándome más a ella.

—Sucedió un año después de que te fuiste —comenzó—. Ellos estuvieron juntos en el verano del 2006, pero sólo se trató de un romance corto. Aunque hubo de todo: bailes, películas, citas, besos, cenas con la familia y hasta sexo —me quedé boquiabierta sin poder articular una palabra—. Sin embargo, al terminar las vacaciones, también se acabó su relación.

Además de mi estupefacción, me hallaba ofendida.

—¡¿Por qué no me lo habían comentado?! —me quejé— Digo, me fui a otro continente, no estaba muerta.

—Aquí llega el rey, así que reclámale a él —contestó Evelyn.

Justo después, Dylan, Jade y Edwin se sentaron frente a nosotros. Los tres estaban muy calmados, pero yo me hallaba indignada.

—¡¿Por qué nunca me contaste de tu aventura de verano con Hayley Weston?! —empecé, clavándole mi vista al rubio.

Todos estuvieron a punto de reírse, con excepción de Dylan, que me observó con los ojos muy abiertos.

—¿Cómo te enteraste de eso? —cuestionó.

—Evelyn —espeté.

—¡Ay! —la vio a ella por un segundo y luego giró otra vez hacia mí. Nos mirábamos con brutalidad— Lo siento, ¿está bien? Era algo que ya estaba en el pasado, así que supuse que lo mejor sería jamás hablar de ello.

—¿En el pasado...? —lancé una carcajada— No lo creo, si fuera así, no estarías coqueteando con ella en medio de la cafetería.

—¿Todavía sigues con eso, Dylan? —inquirió Jade, su expresión era de absoluta decepción— ¿Cuándo la dejarás ir?

La pregunta quedó en el aire, ya que esta vez fue él el que devolvió el ataque.

—Sí, sí —comenzó—, pero yo no fui el único que tuvo una aventura en el verano del 2006 y no te lo dijo, ¿verdad, Jade? —apuntó.

Ella abrió mucho la boca, asombrada de que su amigo le hubiera hecho esa mala jugada. Aunque yo estaba peor... No me lo podía creer... Mi corazón latía con mucha fuerza.

—¡¿Qué?! —exclamé.

La pelirroja puso las palmas sobre la mesa y frunció los labios, observándome con delicadeza.

—Sí, yo también, Emily. Lamento no habértelo dicho...

—¿Con quién? —pregunté al instante.

Edwin era el único nombre que se cruzaba por mi mente; pero, por alguna razón, no podía imaginármelo.

—Con el amigo de mi primo en Preston.

Esa respuesta me golpeó. ¿Qué había ocurrido entre Edwin y Jade mientras yo me ausenté?

—¿Entonces también fue sólo cosa de un verano?

—Sí —asintió con la cabeza—, pero estuvo muy bien.

—Guau, ¿cómo le pudieron ocultar, a su gran amiga Emily, algo tan transcendental como esto? —agregó Edwin con ironía.

—Oh, tú cállate —se defendió la pelirroja.

—Sí —añadió Dylan molesto—, ¿cómo tú, siendo su mejor amigo, no le has dicho que mantuviste una relación amorosa con Samantha, la chica de la orquesta, y que terminaron hace casi un año?

Aquella confesión hizo que mi mundo se sacudiera. Abrí mucho los ojos y fruncí el ceño. Esta vez sí me había pasmado. Edwin..., ¿qué hay de Jade?

—Y hasta hubo sexo —apuntó Jade, dando el remate final.

—¿Por qué no me lo contaste? —le reclamé a mi mejor amigo.

—¿Qué querías que te dijera? —refutó Edwin— Ah, hola, Emily. Qué bueno que volviste de Chicago. Oh, Bennet y tú regresaron, ¡qué bien! ¿Oye, te acuerdas de Samantha, la chica morena y bonita de la orquesta? Ah, bueno, fuimos novios durante cinco meses.

—¡Pues sí! —respondí— ¿Cómo es que me perdí de tanto...? —la pregunta quedó sin contestación— ¿Tú no...? —dije, volteando hacia Evelyn.

—No, no —lo negó de inmediato.

Eso me alivió un poco, pero sí me sentía mal, tenía la sensación de que me había pasado toda una vida sin estar a su lado... y nunca supe con precisión por qué.

—Así que aquí hay una línea —concluí en voz alta, marcando un trazo recto con mi mano entre ellos y nosotras—: Los que no son vírgenes y tampoco le cuentan a su amiga sobre ello —bromeé, señalando a Edwin, Jade y Dylan—, y las vírgenes —terminé, apuntándome a mí, pero también me refería a Evelyn.

No sé por qué me sentía decepcionada, no de ellos —para nada—, sino de mí...

—¿Que no tú y Bennet...? —cuestionó Dylan.

—No —rechacé sin dejarlo continuar—, nunca lo hicimos.

—Guau, yo creí que sí.

Las dudas inundaron mi cabeza.

—¿Él sí es...?

—Sí —me aseguró Jade—. La noche que esto fue el tema de conversación entre los cinco, él dijo que nunca lo había hecho; y eso es creíble, aún no se recuperaba del todo...

De ti, iba a pronunciar la pelirroja, sin embargo, dejó las palabras en el aire. Agaché la cabeza. La culpa, la ira, la tristeza, pero, sobre todo, el anhelo se mezcló en mi interior, dejándome derrotada y sumamente confundida. ¿Qué nos había ocurrido?, me pregunté en ese instante, ¿Por qué se había alejado de mí?, ¿qué es lo que había hecho mal? Estuve a nada de echarme a llorar ahí, con ellos, en la cafetería llena de gente.

—Emily... —empezó Edwin.

—Estoy bien —alcé la voz con el llanto contenido en los ojos—. Tengo que irme, nos vemos después —terminé sin mirarlos a la cara.

Tomé mi bolsa y abruptamente me fui del comedor. Traté de llegar al baño para dejar que las lágrimas se escurrieran en paz, pero no pude lograr mi objetivo. Me derrumbé cerca de mi casillero. Mi espalda estaba recargada en la pared mientras apretaba mi abdomen con ambas palmas. Observé el techo, exigiéndole a mis adentros con mucha violencia que detuvieran a este dolor lacerante dentro de mi pecho. De repente, sentí que alguien me perforaba el alma con su mirada. Me enderecé y descubrí a Peter, viéndome con un poco de nostalgia y desconcierto cerca de la puerta que daba a la cancha de fútbol. Mi rostro se endureció, agarré mi mochila con furia y me largué de ahí.


—Emily, tan solo vayamos a tomar un café —me rogó Jade horas más tarde.

El martes sería mi cumpleaños, no obstante, ellos habían insistido en que fuéramos a celebrarlo hoy, ya que serían las vacaciones cuando arribara mi momento de cumplir dieciocho. Sin embargo, yo había tenido una recaída y simplemente no me sentía con energía para festejar lo que fuera. Sólo deseaba llegar a mi casa y dormir hasta el día siguiente.

—Lo siento, Jade, saldré con mi familia —le mentí—; pero gracias.

Ella respondió curvando sus labios en una mueca triste.

—Aun así, feliz cumpleaños adelantado —dijo Dylan.

Esbocé una sonrisa.

—Ya me lo has dicho como cinco veces el día de hoy —contesté con ganas de echarme a reír.

—Bueno, si no vamos a hacer nada, hay que irnos ya. Los autobuses están a punto de salir —agregó Evelyn.

—Claro, no querrán llegar tarde; váyanse —les pedí.

Dylan y Evelyn se despidieron de mí con un sencillo adiós para después correr hacia el umbral del edificio como niños.

—¿No vienes, Edwin? —preguntó Jade luego de darme un beso en la mejilla.

—Voy detrás de ti —respondió él.

La pelirroja desapareció por la puerta y yo me quedé sola en el pasillo con mi amigo.

Me limpié las lágrimas. Ya no podía seguir con esta farsa: Fingir que no me lastimaba cuando en realidad me estaba matando... El aire abandonaba mis pulmones para obligarme a chillar.

—Puedes llorar todo lo que quieras —me consoló Edwin, abrazándome.

—No quiero —le dije con los ojos cristalizados.

—Entiendo por lo que estás pasando, o por lo menos trato de entender; y sé que necesitas tiempo para pensar, así que mentirle a Jade no estuvo de más.

Él lo sabía, ¿me conocía tan bien que supo que mentí? Su nivel de análisis cada vez me impresionaba más.

—No le digas, por favor —le rogué.

—No lo haré —se separó de mí y me esbozó una sonrisa.

Después se dedicó a limpiarme las lágrimas con sus pálidos dedos. Cuando terminó, luego de sonreírme una vez más, nos dirigimos a la salida donde varios estudiantes se subían a los autobuses. Yo me iría a pie. A pesar de que ya tenía auto, me gustaba caminar.

Le di un último abrazo a Edwin, cerrando los ojos al estar en contacto con su piel. Él de verdad me acogía, hasta tuve ganas de pedirle que me acompañara a casa. Abrí los párpados y miré por encima del hombro de mi mejor amigo. De repente, sentí cómo mi corazón se partió en dos: Peter estaba besando a Alison del otro lado de la acera.

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