𝒇𝒐𝒖𝒓

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( ☆. 𝐶𝐻𝐴𝑃𝑇𝐸𝑅 𝐹𝑂𝑈𝑅 )
𝚕𝚊 𝚍𝚎𝚌𝚒𝚜𝚒𝚘́𝚗 𝚍𝚎 𝚑𝚊𝚛𝚛𝚢.

Alaska se encontraba de pie fuera de La Madriguera, observando el cielo y las nubes que lo decoraban. La brisa suave acariciaba su rostro, trayendo consigo un aire de tranquilidad que necesitaba.

En ese momento, la puerta de la cocina que daba al exterior se abrió suavemente, y Harry salió sin hacer ruido. Sus ojos se encontraron, transmitiendo un entendimiento silencioso entre ellos. Sin decir una palabra, se sentó a su lado en el escalón de la entrada y la rubia fue la primera en romper el contacto, volviendo su mirada al frente mientras esperaba por las palabras del chico.

Ambos permanecieron en silencio durante un rato, sumidos en sus propios pensamientos. Alaska esperaba que Harry no le diera muchas vueltas al asunto, mientras que el azabache reflexionaba sobre sus propias batallas internas y todas las memorias que acababa de observar en el pensadero.

Finalmente, después de un largo rato, Harry rompió el silencio suavemente.

—¿Qué fue todo eso?

—¿Qué crees que fue, Harry? —Cuestionó la rubia—. La verdad.

—¿Y cómo sé que no mientes?

Alaska soltó un bufido de gracia, sin embargo, entendía la desconfianza.

—Si mis recuerdos estuvieran alterados lo habrías notado —Le indicó Alaska—. Además, aún no descifro bien la técnica para hacerlo. —Se encogió de hombros ante la confesión, sin nada que esconder.

—No lo sabía... nada de lo que ví —Murmuró Harry, con un tono de decepción—. Ni siquiera lo sospeché.

—Por eso era el plan perfecto para Dumbledore. Los rumores ha existían, nadie dudaría de mi alianza con el Señor Tenebroso.

Harry asintió con entendimiento, su ceño se encontraba fruncido.

—Yo no lo hubiera matado, a Dumbledore —Mencionó él, volteandose para observar el perfil de Alaska—. Pero entiendo tu rabia, fuiste utilizada. Nunca creí que Dumbledore fuera capaz de hacer algo como eso.

Alaska no respondió, no había nada que agregar al respecto.

—En quinto, cuando te acercaste a mí y, bueno, traicionaste mi confianza —ambos se incomodaron ante la inesperada mención de aquel curso—, ¿fue para cumplir las órdenes de Dumbledore?

Harry conocía la respuesta, y a pesar de que sólo quería confirmar sus sospechas, le dolió ver a la rubia asentir.

—No tenía otra opción, pero todo fue real —giró para devolverle la mirada a Harry—. La pequeña amistad que tuvimos, o complicidad, como quieras llamarle. Me sentía cómoda contigo, podía discutir cosas con las que nadie más podría y, si hubiera tenido elección, las cosas en la Batalla del Ministerio hubieran sido muy distintas.

Harry pareció reflexionar sus palabras, imaginando un presente en el que Alaska no hubiera traicionado a Harry y al Ejército de Dumbledore. Era una idea que minutos atrás podría haberle parecido algo imposible, ahora no parecía ser así.

—¿Eso es una disculpa?

—No, no lo es.

—Aún tengo demasiadas dudas, no puedo confiar en tí tan fácilmente. No después de todo...

—Lo entiendo —Lo cortó Alaska—. Puedes preguntar lo que quieras, soy un libro abierto.

Harry pareció dudar antes de hablar—. ¿Qué es lo que quieres?

—Cumplir con la misión que Dumbledore me dió: ayudarte a terminar con esta guerra. Acabar con el Señor Tenebroso de una vez por todas, y sé que él también te dió una misión a tí Harry, no sé cuál es pero voy a ayudarte.

—Primero que nada, debes comenzar a llamarlo por su nombre real: Voldemort, no Señor Tenebroso ni nada de eso —Harry frunció los labios antes de proseguir—. Y aunque valoro todo tu esfuerzo por venir y hablar conmigo, necesito tiempo para pensarlo.

—No tenemos tanto tiempo. —Insistió Alaska.

—Prometo que me comunicaré contigo, pronto.

Alaska no respondió. Se levantó lentamente y le dirigió una mirada a Harry.

—Espero que tomes la decisión correcta —Le dijo—. Estaré esperando tu respuesta.

Alaska salió de los perímetros de La Madriguera y se apareció. Como era usual, las calles alrededor de La Hilandera se encontraban desiertas. Alaska subió la escalinata hasta la puerta de su casa y al entrar, se encontró con Severus, quien estaba sentado en el sofá, sumergido en sus pensamientos. La sala estaba envuelta en una penumbra tenue, apenas iluminada por la luz de la chimenea.

Severus levantó la mirada al ver entrar a Alaska y su rostro se iluminó con una mezcla de sorpresa.

—Has demorado más de lo previsto. —Dijo con suavidad.

Alaska se acercó a él con paso tranquilo y se sentó junto a Severus.

—Harry ha tardado en ver mis recuerdos —Se encogió de hombros sin darle mucha importancia—. Pero está considerando hacer una alianza conmigo.

Los ojos de Snape se estrecharon levemente mientras escuchaba atentamente.

—¿Estás segura de que eso es lo correcto?"—Inquirió con cautela.

Ella asintió—. Dijo que tenía que pensarlo, pero pude notarlo en sus ojos. Aceptará.

Severus asimiló sus palabras en silencio y luego Alaska prosiguió, había algo más que estaba molestándole.

—Además, mientras me iba Harry mencionó algo que me intriga... los Horrocruxes —La rubia intentó estudiar el lenguaje físico de Snape al escuchar aquel termino, pero no pudo ver nada fuera de lo normal—. Dijo que son partes del alma del Señor Tenebroso, ¿es eso cierto?

Un brillo fugaz de preocupación cruzó los ojos de Snape, pero lo ocultó rápidamente.

—Es verdad —Confirmó—. El Señor Tenebroso ha dividido su alma en fragmentos y los ha colocado en objetos específicos para protegerse.

Alaska asintió, absorbida por la gravedad de la situación.

—Entonces esa es la misión de Harry, encontrar y destruir esos Horrocruxes.

Severus asintió con seriedad.

—Es una tarea peligrosa y complicada, Alaska. Pero si Harry está dispuesto a confiar en ti, quizás sea nuestra mejor oportunidad —Respondió con un tono de determinación—. Sin embargo, temo que no seré de ayuda.

—¿A qué te refieres?

—Él no ha confiado los objetos en mi poder, y tampoco me ha dicho nada al respecto.

—¿Y cómo sabes de ellos?

—Deducciones. —Respondió Snape con simpleza.

Alaska se puso de pie, preparándose para retirarse a su habitación. Sin embargo, antes de partir, se detuvo frente a Severus y lo miró directamente a los ojos.

—¿Crees que Voldemort ha sospechado algo sobre mi traición? —Preguntó con preocupación.

Snape frunció el ceño por un instante, luego negó con la cabeza.

—No, por ahora parece que no está interesado en ti. Sigue confiando plenamente en ti. —Respondió con un deje de amargura.

Alaska asintió, sintiendo un ligero alivio. Sin más se dirigió hacia su habitación, lista para descansar y esperar por la respuesta de Harry, la cuál esperaba que no tardara mucho en llegar.

Aprovechó su tiempo libre de dos formas: practicando sus propios hechizos e indagando más sobre los Horrocruxes, eran un termino que nunca antes había leído, y eso la tomó desprevenida. Nunca se le había pasado algo por alto, y a pesar de ser una primera vez, no le gustaba en absoluto.

Cinco días después la espera terminó. Harry intentó comunicarse con ella de la forma menos segura de todas, a través de la Red Flu. Se encontraba almorzando en la sala de estar cuando el rostro del chico apareció entre el fuego. Alaska casi se atragantó cuando vió lo que ocurría.

—Alaska, he decidido —La comunicación no era estable, y apenas podía entender sus palabras—... abandonar la...

No termino de escuchar sus palabras. De inmediato apagó las llamas y el rostro de Harry desapareció tras el agua, ella soltó un suspiro, esperando que la comunicación no hubiera sido escuchada por alguien más.

Sin perder más tiempo preparó sus cosas. Guardó un par de libros en su bolso, se abrigó con una capa de viaje y le dejó una nota a Severus para que estuviera al tanto de su paradero. Una vez más Alaska se encontraba fijando su mente en La Madriguera, y en tan solo unos segundos se apareció en la colina.

El cielo se volvía anaranjado ante el atardecer, y Alaska pudo observar que una fiesta estaba siendo llevada a cabo en la casa de los Weasley, aunque no se podía escuchar el bullicio gracias a los hechizos protectores, la gran carpa en el jardín y la gente que iba y venía le daba una señal de lo que ocurría.

Se encaminó cumbre abajo y al cruzar los limites del terreno, nada ocurrió, a diferencia de la vez anterior. Parecía que sus hechizos protectores fueron modificados y ahora tenía permitido el paso. Eso le dió una idea de la decisión de Harry.

Se adentró en La Madriguera, la cuál esa noche se había transformado en un lugar mágico y festivo, el jardín estaba adornado con flores encantadas y luces titilantes que creaban un ambiente romántico y acogedor. El lugar estaba lleno de invitados, tanto magos como brujas, el ambiente estaba impregnado de emoción y expectación.

Alaska sentía que destacaba más de lo usual, todos los invitados llevaban puestos sus mejores vestidos y con trajes elegantes, mientras que ella llevaba ropa común. Sin darle mucha importancia siguió su camino, buscando a Harry Potter entre la multitud que se saludaban y conversaban animadamente. A través de charlas y comentarios supo que esa noche se estaba celebrando la boda entre Bill Weasley y Fleur Delacour.

La ceremonia parecía haber tenido lugar al aire libre, bajo un dosel adornado con flores exóticas y fragantes. Se acercó a la entrada de la carpa, dónde pudo observar por pocos segundos a los invitados que disfrutaban de una recepción llena de comida deliciosa y bebidas. Las mesas estaban decoradas con arreglos florales encantados y centros de mesa brillantes. La música y la risa llenaban el aire mientras todos celebraban, divisó a la novia, Fleur, deslumbraba con su belleza llevando un vestido blanco brillante que parecía hecho de seda y encaje, y un largo velo plateado que le cubría el rostro. Bill Weasley vestía un elegante traje que resaltaba su cabello rojo y su barba.

Justo cuando estaba a punto de dar un paso hacia adelante, alguien le agarró del brazo con fuerza. Alaska se sobresaltó y se volvió para encontrarse con los ojos preocupados de George Weasley. Con su rostro serio, la arrastró rápidamente hacia una esquina apartada, asegurándose de que no fueran vistos.

—¿Qué crees que haces? —Susurró el pelirrojo con urgencia, asegurandose de esconder a Alaska de los demás invitados.

—Yo podría preguntarte lo mismo. —Dijo Alaska, observando con disgusto como invadía su espacio personal.

—No puedes entrar allí como si nada. Muchos sospechan de lo que en realidad sucedió en la Torre de Astronomía, sería peligroso que te vean aquí.

—Tranquilizate, George —Pidió ella, rodando los ojos—. No entraría si no estuviera preparada.

—No veo que estés preparada.

—Aunque no lo veas, ahora mismo mi identidad es protegida por un hechizo —Le explicó Alaska—. Toda persona en quien no confíe o no conozca, me ven con otro rostro. Uno diferente y nada parecido al mio.

—¿Y cómo estás segura de que funciona?

Los ojos de Alaska divisaron una segunda figura que se acercaba a ellos, con disgustó volvió a mirar a George.

—Tú mismo lo verás.

—George, no sabía que tenías una cita.

Fred Weasley apareció a un lado de su gemelo, dedicándola a Alaska una mirada de abajo hacia arriba.

—No es mi cita. —Se limitó a responder su gemelo, observando a Fred con una ceja alzada.

—Supongo que eres una invitada de Fleur, soy Fred —Se presentó con una voz alegre y juguetona. Aunque ella estuviera acompañada de George, él no parecía preocuparse por su presencia—. Si buscas algo de diversión, yo podría ayudarte. —Agregó con un brillo travieso en sus ojos.

—Te lo dije —Le murmuró a George a su lado, para luego observar al gemelo—. Y no estoy interesada.

—Oh, vamos —Insistió—. Estoy seguro de que podríamos encontrar algo interesante que hacer.

Alaska frunció el ceño, sintiéndose incómoda con el coqueteo descarado de Fred.

—Fred, déjala en paz. Es Alaska, esta usando un hechizo para ocultar su identidad.

El mencionado miró a George de reojo, su sonrisa desvaneciéndose ligeramente—. ¿De qué hablas?

—El hechizo le muestra un rostro distinto a las personas en las que no confía.

Fred volvió a observar a Alaska, esta vez el brillo en sus ojos y cualquier signo de coqueteó fue dejado atrás. Sin decir nada al respecto, el chico se alejó de ellos refunfuñando por lo bajo, pasando a un lado de Fleur, quien se acercaba a ellos con una leve sonrisa.

—Alaska —La saludó, dandole un abrazo que tomó a la chica desprevenida—. Haggy nos ha contado que finalmente han aggeglado sus pgoblemas. Me alegga que hayas venido a la celebgación.

—No me quedaré —Señaló Alaska—. He venido a hablar con Harry, luego de eso, volveré a casa.

Pog favog —Fleur tomó las manos de Alaska y las apretó con entusiasmo—, ¿no necesitamos todos un gespigo paga divegtignos? No aceptage un no pog gespuesta.

Y sin hacer caso a sus palabras, arrastró a la chica hacia la habitación donde dormía en La Madriguera, rebuscó entre sus pertenencias y finalmente le entregó un minivestido de pedrería en color rosa helado que brillaba contra la luz.

Alaska no estaba del todo de acuerdo con lo que ocurría, pero se dejó llevar. Sabía que si se oponía a Fleur perdería tiempo en discusiones, y su prioridad en aquel momento era encontrar a Harry.

Bajo el toldo se encontró con una piscina de oro fundido que se extendía desde el centro de la tienda para formar una brillante pista de baile, habían decenas de pequeñas mesas con manteles blancos dónde los invitados se reunirán a charlar y una banda con chaquetas
doradas tocaba sobre un podio.

Alaska se topó con varios camareros que llevaban bandejas con zumo de calabaza, cerveza de mantequilla y whisky de fuego, otros tambaleándose con pilas de tartas y sándwiches.

Tardó en separarse de Fleur, y mucho más en encontrar a Harry, pero finalmente lo encontró. Un chico pelirrojo y pecas se encontraba apoyado contra uno de los postes dorados.

—Barny —Lo llamó por el nombre que Fleur le había indicado—, ¿podemos hablar?

Alaska con esfuerzo reprimió sus ganas de reírse ante la reacción de Harry, quien al verla frente a él casi pierde el equilibrio.

—No te preocupes —Decía mientras de alejaba al jardín con el chico siguiéndola por detrás—, no pueden reconocerme.

—¿Cómo...?

—Eso no es importante —La interrumpió Alaska—. Lo que debes saber es que si vuelves a intentar comunicarte conmigo a través de Polvos Flu, tendré que abrirte la cabeza para asegurarme de que tengas cerebro —Una vez estuvieron lo bastante alejados de la fiesta y los invitados se giró hacia Harry—. Fue estúpido.

—No sabía de que otra forma comunicarme contigo.

—No a través de Polvos Flu —Volvio a insistir—, ni ningún otro método que el Ministerio pueda rastrear.

Mientras hablaba, Alaska sacó de su bolso uno de los libros que había llevado para Harry. Se lo entregó y él lo miró con el ceño fruncido.

—¿Qué es esto?

—Revisa la página marcada.

El chico hizo caso a sus órdenes y abrió el pesado libro, pasando las hojas envejecidas con cuidado. Sus cejas se elevaron cuando leyó el título de la sección, sin esperar que Alaska hubiera investigado sobre los Horrocruxes.

—¡Brillante! —Exclamó Harry cuando, de forma rápida, leyó la mención de sus debilidades.

—Es magia muy siniestra Harry, magia maldita —Sigue diciendo Alaska, intentando recuperar el libro—. No querrás leerlo. —Le advirtió.

—Quiero hacerlo.

Ella no se opuso. Se cruzó de brazos mientras observaba la expresión de Harry mutar de interés a completo desagrado, ni siquiera había terminado de leer el primer párrafo del proceso de creación cuando le devolvió el libro.

—Si el Señor Tenebroso realizó este proceso...

—Lo hizo —Le aseguró Harry—, al menos siete veces. Era la teoría de Dumbledore.

Siete veces. Alaska de pronto sintió náuseas, la idea de realizar aquel proceso ya le disgustada de sobre manera, era un acto cruel e innatural, y pensar en que Voldemort lo había realizado más de una vez le demostraba lo dispuesto que estaba a obtener su inmortalidad.

—Solo quedan chicos —Le informó Harry ante la falta de respuestas—. El diario que destruí en segundo y el anillo que Dumbledore destruyó y arregló para devolvertelo. De los demás tengo algunas teorías.

—¿Algo interesante?

—Un guardapelo. Tiene una «S» en forma de serpiente, con relucientes piedras verdes incrustadas —Describió Harry—. ¿Se te hace conocido?

—No, pero puedo investigar.

—Tenemos una copia del guardapelo, puedo enseñartelo para que tengas una idea.

—¿Cómo es qué tienen una copia?

—La noche que Dumbledore murió —Mencionó Harry—. Fuimos a una cueva donde estaba escondido, creímos que era el original pero solo era una copia. Un tal RAB lo robo.

—¿RAB? —Repitió Alaska, intentando recordar algún nombre con esas iniciales—. No creo haberlo escuchado antes.

—Nosotros tampoco —Dijo Harry, volviendo su mirada al libro de Artes Oscuras—. ¿Qué es lo que dice sobre las debilidades? ¿Qué podemos utilizar para destruirlos?

—Nada fácil de encontrar. Magia oscura principalmente, pero los hechizos que menciona —Alaska frunció los labios—... algunos tienen un costo, otros son muy complicados de realizar y controlar.

Ambos se sobresaltaron cuando Fred y George aparecieron entre las sombras con dos primas de Fleur, compartieron una mirada, decididos a volver a la celebración. No era seguro seguir hablando del tema alrededor de tanta gente, no podían poner en peligro la información que tenían. Debian ser más precavidos.

Las polillas habían descendido bajo el toldo, y ahora estaba encendido con lámparas doradas flotantes, la juerga se fue volviendo cada vez más incontrolable.

Alaska y Harry se separaron en cuando pasaron junto a Charlie, Hagrid y un mago rechoncho con un sombrero de copa baja púrpura, juntos cantaban «Odo el Héroe» en la esquina pero el pelirrojo se separó de los hombres cuando la vió pasar.

Charlie se aproximó, pasándose la mano ligeramente pesaroso sobre su cabeza, ahora con un corte rapado. Vestía una túnica de gala con grandes rosas blancas en las solapas, bajo la tenue luz podía observar algunas de sus quemaduras y arañazos a lo largo de su cuello.

—No esperaba verte aquí está noche. —Dijo, deteniendose frente a ella.

—¿Y te alegra verme o...? —Preguntó Alaska con las cejas levemente alazadas.

—Por supuesto que me alegra —Entonces Charlie extendió su mano—, ¿te gustaría bailar?

Alaska sonrió y tomó su mano con suavidad. Juntos, se dirigieron hacia el centro de la pista de baile, donde la música animada llenaba el aire. Con cada paso, Alaska comenzó a relajarse y dejarse llevar por el ritmo, olvidando por unos momentos sus preocupaciones.

—¿Sabes cuáles son los rumores que la Orden cree sobre ti? —Le murmuró Charlie son detener sus pasos.

—Tengo una idea —Respondió—. ¿Qué es lo que opinas tú?

Charlie se encogió de hombros.

—No puedo opinar sin saber toda la historia, ¿o sí?

Una vez más en aquella noche, la rubia le dirigió una sonrisa a Charlie, acercándose más a él y escondiendo su rostro al posar su mentón sobre el hombro del pelirrojo. Charlie era uno de los pocos Weasley que le agradaban.

La música continuó, cambiando de ritmo y temática, más , no se separaron pronto. Ambos bailaban con delicadeza por la pista de baile, como si lo hubieran hecho cientos de veces con anterioridad.

—Mi oferta sigue en pie. —Le dijo Charlie luego de varios minutos sin hablar, sin estar seguro de que Alaska lo recordara.

—La pasantía en el Santuario. —Mencionó ella entonces, quien recordaba ese momento a la perfección.

Charlie asintió—. Si ambos logramos sobrevivir a lo que está por venir, me aseguraré de tener un espacio reservado a tu nombre —Prometió con una leve sonrisa—, pero aún así debes cumplir con los requisitos.

—No te preocupes por eso, me aseguraré de tener lo necesario para ser aceptada —Respondió Alaska con confianza—. Y me aseguraré de no morir, y mucho menos tú. No voy a perder está oportunidad bajo ningún motivo.

En ese momento, algo grande y plateado apareció cayendo del cielo sobre el jardín. Grácil y brillante, el ciervo aterrizó con suavidad cerca de unos arbustos, siendo precavido de no ser visto por nadie mas. Era el Patronus de Severus, y eso solo podía significar una cosa: Peligro.

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