𝒏𝒊𝒏𝒆

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

( ☆. 𝐶𝐻𝐴𝑃𝑇𝐸𝑅 𝑁𝐼𝑁𝐸 )
𝚕𝚊 𝚖𝚊𝚐𝚒𝚊 𝚎𝚜 𝚙𝚘𝚍𝚎𝚛.

Alaska no volvió a Grimmauld Place, sin antes pasar por la Mansión Malfoy. Cómo era habitual luego de una misión, debía asistir a una breve reunión con el Señor Tenebroso junto a los Mortífagos que la acompañaron esa mañana.

Le dieron un breve resumen de los resultados de su misión: no encontraron rastros de Harry Potter, nadie sabía de él ni de su amiga, Hermione Granger. A Voldemort no pareció sorprenderle la noticia, sabía que el chico no se arriesgaría a asistir a Hogwarts, pero no querían pasar nada por alto. Otro mortifago le comunicó que Ron Weasley seguía en su casa, enfermo, por lo que no tenían ninguna novedad.

El Señor Tenebroso, sin decir mucho, les permitió irse. Aunque debían seguir buscando rastros de Harry Potter, esa era la misión que le había dado a Alaska y otro par de mortifagos. Lo que le daba la libertad de desaparecer por semanas sin ser cuestionada.

Entretanto, dentro del número doce, Alaska acababa de entrar en el vestíbulo. Cerrando la puerta cuidadosamente tras ella, se quitó la capa de viaje, colgándosela del brazo, y se apresuró a lo largo del sombrío pasillo hacia la puerta que conducía al sótano mientras se quitaba los zapatos antes de bajar.

La cocina estaba casi irreconocible. Cada superficie estaba ahora pulida, ollas de cobre y sartenes habían sido bruñidas hasta darles un brillo rosado; la superficie de madera de la mesa brillaba; las copas y platos ya estaba preparados para la cena destellando a la luz de un fuego que ardía alegremente, y sobre éste hervía un caldero.

Nada en la habitación, sin embargo, estaba más dramáticamente cambiado que el elfo doméstico que se acercó apresuradamente hasta Alaska, vestido con una esponjosa toalla blanca, el pelo de sus orejas tan limpio y sedoso como algodón, y el guardapelo de Regulus rebotando contra su delgado pecho.

—Manos limpias antes de cenar, por favor, ama Alaska. —Graznó Kreacher, agarrando la capa y colgándola de un gancho en la pared, junto a un buen número de capas pasadas de moda que habían sido recientemente lavadas.

Echó un vistazo a mesa. Harry, Ron y Hermione habían estado estudiando una larga lista de notas manuscritas y mapas hechos a mano que se apilaban descuidadamente al final de larga mesa de la cocina. Los chicos no le dirigieron la mirada, estaban enfocados en su tarea, y ella tampoco les dirigió un saludo o algo parecido.

Kreacher se apresuró en servirle la cena y, luego de un agradecimiento, Alaska le agradeció y comenzó a comer.

—Vigilé la entrada del Ministerio durante siete horas —Les informaba Harry, desde el otro lado de la mesa—. Ni rastro de Umbridge. Sin embargo, vi a tu padre Ron. Parecía estar bien.

Ron asintió apreciando esta noticia.

—Papá siempre nos decía que la gente del Ministerio utiliza la Red Flu para ir a trabajar —Les dijo Ron—. Por eso no hemos visto a Umbridge, nunca camina, cree que es demasiado importante como para eso.

—¿Y que hay de esa curiosa vieja bruja y el pequeño mago de la túnica azul marina? —Preguntó Hermione.

—Oh, si, el tipo de Mantenimiento Mágico.

—¿Cómo? —Preguntó Hermione, con la cuchara suspendida en medio del aire.

—Papá dice que todos los de Manteniento Mágico llevan túnicas azul marinas.

—¡Pero nunca nos habías dicho eso! —Hermione dejó caer la cuchara y empujó hacia ella la hoja de notas y mapas que habían estado examinando segundos antes.

—¡No hay nada aquí sobre túnicas azul marino, nada! —Dijo, pasando fervientemente las páginas.

—Bueno, ¿importa realmente?

—¡Ron, todo importa! ¡Si vamos a entrar en el Ministerio sin que nos atrapen cuando deben estar a la búsqueda de intrusos, cada pequeño detalle importa! Hemos estado repasando esto una y otra vez, quiero decir, ¿de qué sirven de todas estas salidas de reconocimiento si no te molestas en contarnos...?

—Cielos, Hermione, olvidé una cosita...

—Lo comprendes, ¿verdad? Que probablemente no haya lugar más peligroso en el mundo entero para nosotros ahora mismo que el ministerio de....

—Creo que deberíamos hacerlo mañana. —Interrumpió Harry.

Hermione se quedó congelada, con la mandíbula colgando y Ron se atragantó un poco sobre su sopa.

—¿Mañana? —Repitió Hermione—. ¿Hablas en serio, Harry?

—Solo digo —Comentó Harry—, que no creo que vayamos a estar mucho mejor preparados de lo que estamos ahora si rondamos alrededor de la entrada del Ministerio un mes más. Cuando más lo alarguemos más lejos podría estar el relicario. ¿Qué opinas, Alaska?

Los tres se voltearon a verla, pero ella siguió comiendo sin mirarlos. No parecía estar interesada en su conversación.

—No creo que en realidad les importe mi opinion. —Comentó, luego de unos momentos.

—¡Oh, vamos Alaska! —Espetó Ron—. ¿Aún sigues molesta?

—Se esta volviendo irritante. —Comentó Hermione.

—¿Y como crees que me siento yo? —Le preguntó Alaska—. Se están poniendo en peligro sin razón alguna, les he dicho cientos de veces que puedo entrar al Ministerio, ir con Umbridge y, si tiene el relicario puesto, pedirselo.

—¿Así de simple? —Preguntó Hermione con ironía.

—Así de simple —Aseguró la rubia—. Ya todo el mundo mágico sabe que estoy con el Señor Tenebroso, y es claro que Umbridge lo apoya. Puedo decirle una buena mentira para que me lo entregue, y si necesitara refuerzos, encantaría a alguno de los mortifagos menos importantes y listo; Umbridge no tendría porque dudar.

—Sigo creyendo que es demasiado peligroso. —Dijo Harry.

—¿Más peligroso que tres de las personas más buscadas entren al Ministerio de Magia, qué está bajo el control del Señor Tenebroso?

—Umbrige y tú no tienen la mejor relación —Le rebatió el chico—, lo mejor es que nosostros tomemos la identidad de otros trabajadores y tú te mantengas a raya. Sólo necesitamos que estés atenta a los movimientos de los mortifagos que podamos encontrar allí.

—El plan ya es demasiado complicado, si fuera solo yo...

—Ya esta decidido, ¿vas a ayudarnos o no?

Alaska bufó.

—¿De qué otra forma podrían saber si es el Horrocrux es real o no?

—Hablando de eso —Habló Ron—. ¿Creen que Umbridge encontrara la forma de abrirlo y ahora esté poseída?

—No habría ninguna diferencia en su caso, ya era malvada para empezar. —Harry se encogió de hombros.

—De todos modos, es imposible —Comentó Alaska—. El relicario tiene magia oscura, y no creo que Umbridge sea especialista en ese área.

—¿Y tú podrías abrirlo? —Preguntó Ron, y sus orejas comenzaron a enrojecer en el instante—. No digo que tu seas especialista en ese área, pero...

—He leído al respecto, y creo que sé cómo abrirlo, pero requiere de un gran esfuerzo y puede ser complicado. Requerirá de tiempo.

Hermione se estaba mordiendo el labio, profundamente pensativa.

—Necesitamos ir al ministerio y ya sabemos todo lo importante —Siguió Harry, dirigiéndose a Hermione—. Sabemos que han acabado con las Apariciones y Desapariciones dentro del Ministerio. Sabemos que ahora solo a algunos de los miembros senior del Ministerio se les permite conectar sus casas con la Red Flu, porque Ron oyó a esos Innombrables quejarse de ello. Y sabemos más o menos donde está la oficina de Umbridge porque tú oiste a ese tipo barbudo contárselo a su compañero...

—Subo al primer piso, Dolores quiere verme. —Recitó Hermione inmediatamente.

—Exactamente —Dijo Harry—. Y sabemos que acostumbran a utilizar esas curiosas monedas, o esas señales, o lo que sean, porque yo vi a esa bruja pedirle prestada una a su amiga...

—¡Pero no tenemos ninguna!

—Si el plan funciona, la tendremos. —Continuó Harry serenamente.

—No sé, Harry, no sé... Hay un enorme montón de cosas que podrían ir mal y tantas oportunidades de...

—Eso será igual de cierto si pasamos otros tres meses preparándonos —Dijo Harry—. Es hora de actuar.

Alaska creía que era cierto, habían pasado las últimas cuatro semanas espiando la entrada oficial de Ministerio, siguiendo a trabajadores del Ministerio y lentamente elaboraron los mapas y notas que ahora se apilaban delante de Hermione. El momento de actuar había llegado.

No se acostaron hasta bastante tarde esa noche, después de pasar horas repasando el plan hasta que cada uno pudo recitarselo a los demás al dedillo. El amanecer pareció seguir a la medianoche con indecente prisa.

Encontró a los chicos ya en la cocina, Kreacher les estaba sirviendo café y bollos calientes, y Hermione tenía una expresión levemente maníaca. Se bebieron de un trago el desayuno y se fueron arriba, mientras Kreacher les hacía reverencias y les prometía tener un pastel de carne y riñones preparado para cuando regresaran; a Alaska le prometió un pastel de zanahoria.

Se abrieron paso hasta el primer escalón con una precaución inmensa. Podían ver a un par de mortífagos con los ojos como platos mirando hacia la casa desde el otro lado de la nebulosa plaza.

Hermione desapareció con Ron, y Alaska con Harry. Después de la breve y habitual adaptación a la oscuridad y la desorientación tras el hechizo, se encontraron en el diminuto callejón en el que habían programado que tuviera lugar la primera fase del plan. Estaba desierto, salvo por un par de recipientes grandes; los primeros trabajadores del Ministerio no aparecían generalmente por allí hasta al menos las ocho.

Hermione chilló.

—¡Casi se me olvida! Quédense atrás...

Apuntó con su varita mágica a la salida de incendios cerrada con candado y llena de pintadas que había junto a ellos, que se abrió con un estallido. El oscurro corredor desembocaba, como sabían gracias a su cuidadoso reconocimiento previo, en un teatro vacío. Hermione tiró de la puerta hacia ella, de forma que pareciera que todavía estaba cerrada.

—Y ahora —Dijo, volviendo a mirar a los otros dos en el callejón—, nos ponemos la capa otra vez...

—... y esperamos. —Terminó Ron, poniendo los ojos en blanco hacia Harry.

—Y yo me voy —Agregó Alaska—, nos vemos luego.

Antes de que pudiera dar media vuelta, Hermione la detuvo.

—¿No quieres esperar? Para asegurarte de que conozcas nuestros rostros.

—He visto esos rostros más de lo que puedo recordar —Se quejó ella—, no los olvidaré.

Salió del callejón con el mentón en alto, caminando sin prisa alguna mientas se ganaba algunas miradas de los empleados del Ministerio que llegaban con tiempo extra. Cincuenta yardas a lo largo de la acera atestada había barandillas negras que bordeaban dos juegos de escalones, uno etiquetado como CABALLEROS y otro DAMAS.

Las mujeres le dieron el paso a Alaska, quienes se alejaron con la cabeza cabizbaja, evitando el contacto visual. Con una leve sonrisa descendió a lo que parecía ser un baño público subterráneo ordinario, azulejado de mugriento blanco y negro.

Vio a un par de mujeres meterse en los cubículos y desaparecer, sin embargo, ella no entendía como funcionaba. Se volteó para ver a la mujer que tenía por detrás, de mediana edad y con un desordenado cabello castaño y repleto de mechones blancos.

—¿Cómo se utiliza? —Inquirió ella con un fuerte tono de voz.

—¿Tiene su ficha? —Le preguntó la mujer con un temblor. Alaska se sacó la ficha dorada del bolsillo, Severus se la había enviado—. Debe insertarla en la ranura de la puerta, entrar en el retrete y tirar de la cadena.

El disgusto de la rubia fue claro para todas las presentes. Sin más, hizo lo que le explicaron. Se metió en un cubículo insertando su ficha dorada en la ranura y trepó al retrete, a pesar de que parecía estar de pie en el agua, sus zapatos, pies y ropa permanecían secos. Extendió la mano hacia arriba, tiró de la cadena, y al momento siguiente bajaba zumbando por un corto tobogán, emergiendo de una chimenea en el Ministerio de Magia.

Se puso en pie y observó frente a ella el grandioso atrio, que parecía más oscuro de lo que recordaba. Anteriormente una fuente doraba había llenado el centro del vestíbulo, lanzando chorros dorados de luz sobre la madera pulida del suelo y las paredes. Ahora una estatua gigante de piedra negra dominaba la escena. Era bastante aterradora, una vasta escultura de una bruja y un mago sentados en tronos muy ornamentados, bajando la mirada hacia los trabajadores del Ministerio que salían despedidos de las chimeneas bajo ellos.

Grabadas en letras de treinta centímetros de altura en la base de la estatura estaban las palabras LA MAGIA ES PODER.

Alaska miró más atentamente y comprendió que los tronos con tallas decorativas eran en realidad montones de seres humanos esculpidos; cientos y cientos de cuerpos desnudos, hombres, mujeres y niños, todos con caras bastante estúpidas y feas, retorcidos y presionados todas juntas para soportar el peso del los magos bien vestidos.

—Fascinante, ¿no lo crees?

Alaska cerró los ojos en cuanto reconoció la voz a su lado. Había esperado encontrarse con algún mortifago esa mañana, pero tenía la esperanza de que fuera cualquiera, menos Danniel Kedward. Sabía que él no le permitiría alejarse mucho, la seguiría y cuestionaría cada uno de sus movimientos. Su presencia allí era peligrosa para la misión.

—Danniel —Lo saludó, volteandose hacia él—. ¿Qué haces aquí?

—Cumplo con una misión —Dijo, arreglándose la capa con orgullo—. ¿Y tú? Creí que a estar horas estarías en tu primera clase, ¿acaso te escapaste?

—Tengo período libre —Explicó ella mientras se ponía en marcha y se única a la marea de brujas y magos que avanzaban hacia las verjas doradas al final del vestíbulo—, Severus quería que alguien le entregara un informe sobre lo que ocurría en el Ministerio y me he ofrecido, no quiere perderse de nada. Ya sabes cómo es.

Pasaron a través de las verjas a un vestíbulo más pequeño donde se formaban colas delante de veinte rejas doradas que albergaban otros tantos ascensores.

—¿Y te has ofrecido como su pequeña sirvienta? Eso me sorprende.

—No me gusta desperdiciar mi tiempo. Además, no me molesta estar aquí.

—¿Así que estás interesada en trabajar en el Ministerio? —Danniel se arregló el cabello, evitando que cayera sobre sus ojos—. No te veo trabajando aquí, si me dejas ser honesto, preferiría verte sin vida en el piso de la Mansión Malfoy, pero ya sabes, el Señor Tenebroso te tiene estima.

—Tal vez porque, a diferencia de ti, se cumplir mis misiones sin titubear.

Danniel le sonrió con los dientes, como si creyera que el comentario de Alaska fuera el más gracioso que hubiera escuchado en mucho tiempo.

—¿Y cómo está Draco? —Le preguntó entonces Danniel.

La reja dorada ante ellos se abrió traqueteando. Alaska le dedicó una breve y falsa sonrisa antes de entrar al ascensor junto a él, nadie les siguió. Era claro que nadie quería arriesgarse a estar junto a ellos. Las rejas se cerraron con un sonido metálico y el ascensor empezó a subir.

—Entonces, ¿qué te trae al Ministerio?

—Quieres acompañarme, ¿no es así pequeña? —Preguntó, guiñando un ojo—. Tal vez sea lo mejor, así aprenderás un poco de mí.

—¿Entonces? —Insistió ella.

—El Señor Tenebroso requiere de una lista de todos los Hombres Lobo conocidos, de esa forma Fenrir podrá identificarlos fácilmente —Alaska supo que su mueca de disgusto fue clara para Danniel cuando el rió por lo bajo—. No te preocupes, tu cuello estará a salvó por hoy. Greyback no nos acompañará.

—Es desagradable. —Espetó ella.

—Sólo lo dices porque le gusta insinuarse —Comentó él—. No puedes culparlo, tiene una debilidad por las rubias inútiles.

—¿Así que se insinúa mucho contigo? —Inquirió Alaska con un gesto de inocencia.

En ese momento el asensor saltó y se detuvo. Una voz femenina e incorporea dijo:

—Nivel cuatro, Departamento de Regulación y Control de las Criaturas Mágicas, que incluye las Divisiones de Bestias, Seres y Espíritus, la Oficina de Coordinación de Duendes y la Agencia Consultiva de Plagas...

Y las rejas se abrieron de nuevo, ambos salieron permitiendo entrar a un par de magos y varios aviones de papeles de un pálido violeta que revolotearon alrededor de la lámpara del techo del ascensor.

Alaska le siguió el paso a Danniel, quien caminaba como si fuera el mismísimo Ministro de Magia, irradiaba confianza y seguridad, provocando que cada empleado que pasará por su lado los saludara, algunos incluso se inclinaban levemente. Suponía que tambien se debía a su reputación, no había persona que no reconociera el rostro de Danniel por todas las matanzas que había liderado en el pasado.

Y verlo allí, con total libre albedrío y una sonrisa petulante en su rostro, le hacía creer a Alaska que Danniel había estado esperando ese momento por mucho tiempo. Volver al poder.

Se adentraron en la división de Bestias, dónde se trabajaba con los derechos y los problemas relativos a las criaturas mágicas clasificados como "Bestias". Mientras se aadentraban por el ancho pasillo, Alaska pudo diferenciar alguna de las divisiones, tales como: Comisión para las Criaturas Peligrosa, Búsqueda y Restricción de Dragones y Grupo de Trabajo con Demonios.

Intentaba echarle un rápido vistazo a cada una de las grandes oficinas, ver cómo trabajaban y discutían temas tan importantes como las Bestias. Sin embargo, sólo alcanzaba a ver a algunos magos estresados, rellenado informes y agrupandolos en otra pila de documentos. Nada parecía divertido allí, no podía divisar a ni una sola persona que pareciera realmente interesada en su trabajo; no veía pasión. Alaska quiso creer que se trataba de las circunstancias, ¿quién podría estar feliz siendo vigilado constantemente por mortifagos?

Pasaron junto a varias puertas brillantes de madera, cada una con una pequeña placa con el nombre del propietario y su ocupación en ella, hasta que finalmente llegaron a la oficina de su interés. El Registro de Hombres lobo.

La oficina era pequeña y desordenada, con estanterías llenas de expedientes polvorientos y archivadores viejos. El único escritorio estaba cubierto por pilas de documentos y, en una esquina a punto de caer, un ramo de flores secas.

El atareado empleado levantó la vista hacia los recién llegados, se había mantenido silbando y tarareando una vieja canción, moviéndose de un lado a otro, pero en cuanto identificó a sus visitantes, el silencio se abatió sobre ellos, como si hubiesen lanzado un hechizo Muffliato en ellos.

—¿Qué quieren aquí? —Balbuceó el empleado, tratando de aparentar calma.

—Venimos por una simple solicitud —Respondió Danniel con voz gélida—. Queremos un informe con los nombres de todos los Hombres Lobo registrados en el Ministerio de Magia.

El empleado tragó saliva con dificultad.

—Lo siento, pero no puedo entregar esa información sin consultar con mi jefe.

Alaska sonrió y se inclinó sobre el escritorio.

—Creo que no entendiste a mi compañero —Murmuró ella—. Esto no es una solicitud, es una orden.

—Y no necesitas consultar con nadie. Sabes que eso podría ser perjudicial para tu salud —Agregó Danniel con una mirada fría y mencionó—: Además, el Señor Tenebroso siempre recompensa a aquellos que cooperan con sus fieles seguidores.

El empleado palideció aún más y tragó saliva nerviosamente. Sabía lo que significaba cruzar al Señor Tenebroso y a sus seguidores. Sin dudar más, se puso a trabajar, sus manos temblorosas hojearon papeles y registros a una velocidad inusual.

—Está bien, está bien —Murmuraba—. Lo encontraré para ustedes, no hace falta amenazar.

Danniel observó con satisfacción cómo el empleado se apresuraba a recopilar la información que requerían. Pocos minutos después, el hombre les entregó una carpeta con los nombres y detalles de todos los Hombres Lobo conocidos en el registro.

—Gracias —Dijo Danniel con frialdad, tomando la carpeta de manera brusca—. Espero que esto no haya sido una pérdida de tiempo para ninguno de nosotros.

El empleado asintió con rapidez, temiendo cualquier posible represalia. Danniel revisó los nombres, asegurándose de que no faltara nada. Satisfecho con los resultados, se guardó la carpeta y ambos se dieron media vuelta y abandonaron la oficina, dejando al empleado temblando detrás de ellos.

Volvieron a los ascensores y se adentraron en el interior del primero que se detuvo, allí se encontraban dos magos. Uno de ellos era pequeño y de aspecto perruno, vestía una túnica azul marino; el segundo media más de metro ochenta de estatura, tenía unos brazos bien musculados y una poderosa constitución. Alaska esperaba que Harry y Ron mantuvieran la compostura.

—¿Fenrir intentará reclutar a todos esos Hombres Lobo, o el Señor Tenebroso tiene planeado algo más? —Preguntó Alaska, observando la lista que Danniel volvía a revisar.

—Les dará la oportunidad de redimirse y unirse a nuestra causa, sin embargo —Una mueca apareció en sus labios—, algunos no tendrán tanta suerte. Pero tú no tienes de que preocuparte, pequeña. ¿Seguirás merodeando por el Ministerio?

—No, volveré a Hogwarts —Aseguró ella—. No parece que haya mucho que hacer por aquí.

—¿Y qué hay de ti, Runcorn? —Danniel se había volteado hacia Harry, quien pareció paralizarse por unos segundos—. Me habían informado que estarías ocupado hoy.

—Me dirigo a la sala de tribunales. —Respondió él, y la actitud no pareció levantar sospechas en el mortifago.

—¡Ah, la sala de tribunales! —Exclamó, como si la idea de bajar al lugar le pareciera magnifica—. Me daría un paseo si no tuviera tanto que hacer.

Las puertas del ascensor se abrieron, ya habían alcanzado el Atrio. Danniel y Alaska salieron y las puertas del ascensor se cerraron detrás de ellos, se dirigieron a la salida.

No le tomó mucho tiempo separarse del hombre, en cuanto llegaron a las verjas doradas Danniel desapareció por una de las chimeneas sin siquiera despedirse, y Alaska volvió por su camino. Debía ser rápida para alcanzar a Harry y Ron, pero tampoco quería llamar la atención de los empleados.

Subió al ascensor una vez más y está vez bajó, cuando las puertas se abrieron, se encontró en un pasillo de piedra iluminado con antorchas bastante diferente a los pasillos con paneles de madera de los pisos superiores. Observó la lejana puerta negra que marcaba la entrada al Departamento de Misterios, fue inevitable que una ola de recuerdos la invadiera.

Salió del ascensor, su destino no era la puerta negra, sino el vano de la puerta que recordaba situado al lado izquierdo, que daba a un tramo de escaleras que bajaba hasta las salas del tribunal. Sus sentidos se alertaron cuando notó el extraño frío que la estaba invadiendo, como si estuviese sumiéndose en la niebla. Con cada paso que daba había más y más frío: un frío que le llegaba al fondo de la garganta y le desgarraba los pulmones. Y entonces sintió ese sentimiento arrebatador de desesperación, de desesperanza, llenándola, expandiéndose en su interior...

Dementores, pensó.

Antes de que pudiera llegar a la base de las escaleras, la luz de dos Patronus la hizo detener su paso. Tan solo segundos después, Harry y Hermione aparecieron frente a ella con la respiración agitada y un grupo de magos y brujas siguiéndolos.

—¿Qué está ocurriendo? —Exclamó ella.

—¿Dónde está Kedward? —Le preguntó Harry exaltado.

—Acaba de irse.

—Perfecto —Y rápidamente sacó su Capa de Invisibilidad y cubrió a Alaska con ella—. Yaxley esta siguiendonos, asegurate de seguirnos el paso y agarrar a uno de nosotros cuando vayamos a Aparecernos.

Y sin más explicaciones, subieron por las escaleras de piedra sin ser interceptados y llegaron al final del pasillo, dónde el ascensor se detuvó con un ruido metálico delante de ellos.

—¡Reg! —Gritó una mujer, y se lanzó a los brazos de Ron—. Runcorn me liberó, atacó a Umbridge y Yaxley, y nos ha dicho a todos que abandonemos el país. Creo que será mejor que lo hagamos Reg, de verdad... ¿por qué estás tan mojado?

—Agua —Dijo Ron, libeándose del abrazo—. Harry, saben que hay intrusos dentro del Ministerio, algo acerca de un agujero en la puerta de la oficina de Umbridge. Calculo que tenemos cinco minutos o así...

El patronus de Hermione se desvaneció con un estallido mientras le dirigía una mirada horrorizada a Harry.

—¡Harry, si nos atrapan aquí...!

—No lo harán si nos movemos rápido —Dijo Harry.

Todo pasó demasiado rápido. Pudieron meterse apretados en dos ascensores y llegaron al Atrio dónde magos sellaban las chimeneas, Harry, utilizando su rostro como figura de autoridad, logró convencer a los magos de que dejarán salir al grupo de Nacidos de Muggles. Todo estaba saliendo bien hasta que el verdadero Reg Cattermole apareció corriendo de un ascensor.

—¿R-Reg?

Miró de su marido a Ron, que maldijo con fuerza. Uno de los magos del Ministerio los miró con la boca abierta, su cabeza giraba de forma ridícula de un Reg Cattermole al otro.

—Eh, ¿qué está pasando? ¿Qué es esto?

—¡Sellen la salida! ¡SELLENLA!

Yaxley había salido de repente de otro ascensor y estaba corriendo hacia el grupo que se encontraba ante las chimeneas, por las que todos los nacidos muggles salvo la señora Cattermole se habían desvanecido. Cuando el mago casi calvo levantó su varita, Harry levantó un enorme puño y le golpeó, enviándolo volando por el aire.

—¡Estaba ayudando a escapar a nacidos muggles, Yaxley! —Gritó Harry.

Los compañeros del mago calvo iniciaron un tumulto, que aprovechó Ron para agarrar a la señora Cattermole, empujándola a la chimenea todavía abierta, y desapareciendo. Confuso, Yaxley miró de Harry al golpeado mago, mientras el verdadero Reg Cattermole gritaba:

—¡Mi mujer! ¿Quién era ese que estaba con mi mujer? ¿Qué está pasando?

Harry vio girar la cabeza de Yaxley, vio que un indicio de verdad aparecía en esa cara brutal.

—¡Vamos! —Gritó Harry a Hermione; la agarró de la mano y juntos saltaron a la chimenea mientras la maldición de Yaxley pasaba por encima de la cabeza de Harry.

Alaska imitó la acción, aferrándose a la Capa de Invisibilidad. Giró durante unos segundos antes de salir en un inodoro y pasar al cubículo del retrete. Abrió la puerta. Los demás ya estaban allí y Ron aún luchaba con la señora Cattermole.

—Reg, no entiendo...

—¡Suélteme, no soy su marido, tiene que irse a casa!

Se produjo un ruido en el retrete que tenían detrás; Harry miró alrededor; Yaxley acababa de aparecer.

—¡VÁMONOS! —Gritó Harry.

Alaska agarró a Ron mientras Harry le agarra la mano a Hermione y a Ron del brazo, y entonces giró en el lugar.

La oscuridad los tragó, junto con la sensación de manos que le comprimían, pero algo iba mal... no podía respirar ni ver, y las únicas cosa sólida en el mundo era el brazo de Ron que se estaba escurriendo lentamente...

Y entonces vio la puerta del número doce de Grimmauld Place, con el llamador en forma de serpiente, pero antes de poder tomar aliento, hubo un grito y un destello de luz púrpura y de nuevo todo se volvió oscuro.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro