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Emocionada como me encuentro penetro al despacho de Alan con toda intención de verificar que la reliquia ha llegado en perfecto estado. Mis expuestos dientes se cubren por mis labios cuando veo en ropa interior a Fátima, se encuentra sentada sobre el encargado de resguardar dicho ejemplar. La mujer grita soezmente al tiempo que Alan me hace saber lo molesto que está. Me retiro sin decir palabra.

Después de cinco minutos, Fátima sale como si nada hubiera pasado y el gerente no parece darle importancia a lo que vi. No es necesario preguntar cómo pueden montar tal teatro, y la verdad tampoco importa.

—¿No has aprendido a tocar? —Me preguntó una vez asomé la cabeza.

Me quedo callada. La incomodidad la tolero, no precisamente porque no tenga boca, es porque el trabajo lo necesito y ser altanera con él no es profesional.

—Vine para comprobar que el amuleto encargado ha llegado bien —intento redireccionar la conversación.

Si algo caracteriza a Alan es su selecto gusto, compró una joya antigua a buen precio, según dice una mujer mayor quería deshacerse de ella. Yo me encargaré de limpiarla, corregir los pequeños desperfectos y pulirla para que luzca en todo su esplendor, y después subastarla.

Sin objeción me la muestra.

Mi rostro se ilumina al verla, su color azul petróleo es hermoso; está sucia, pero bajo el correcto tratamiento podrá venderse al mejor postor.

Siento su mirada y seguido su comentario.

—Aún hay tiempo para pasarte un peine, llegaste temprano.

Mantiene sus ojos en mí sin importarle que mi expresión muestre que me molestó su comentario. Estoy segura que tengo la frente arrugada y lo miro con desagrado, pues es la forma en que contengo el coraje. No somos amigos, ni enemigos, es más apenas nos hemos tratado, ¿por qué tiene que estar tan molesto? No fue mi intención interrumpir su momento con Fátima.

—Mi cabello es así, descontrolado —reniego.

Me quedé trabajando toda la noche para tener lista la entrevista de hoy, me he desvelado en el taller sin poder darme una ducha por sus órdenes, pero con esas palabras me lo paga.

Prefiero no tomarle importancia y seguir embelesada con la joya. Observo el extraño color del collar, cambia de tonalidad. Asombrada me acerco a Alan para enseñarle, sobre mi mano va adquiriendo un matiz verde esmeralda. Me la quita y sobre sus dedos nuevamente es azul profundo. La acaricio suavemente. Amo los objetos extraños, estos son adorados por su rareza y contienen una historia de trasfondo, en este trabajo las vemos como si no existiera nada más hermoso.

Un cosquilleo eléctrico me hace sonreír, mis dedos rozan los dedos de Alan y este me mira porque ha sentido lo mismo. Intento quitar mi mano, mas no puedo. Una fuerza magnética une nuestros dedos índices, a través del cual un pequeño puente de luz se deja ver.

La desesperación de Alan me contagia y ambos soltamos la joya para intentar separar nuestras manos. Nos miramos y después de un grito espeluznante la conexión se termina.

No siento dolor, solo que algo es extraño, no podría definir qué es.

Aturdida intento levantarme. Lo primero que veo es... a mí, ¿mi cuerpo cae de espaldas? Me toco por todas partes, me miro sin poder creerlo... ¿Estoy muerta?, ¿mi alma se ha separado de mi cuerpo? Imposible, miro mis manos, la ropa es diferente, incluso creo que mi visión es peor que en la mañana. Mi cuerpo se levanta del piso y por un momento pienso que no me ve, pero finalmente sé que me mira porque da un grito espeluznante.

Repito el acto al darme cuenta de que soy un hombre pues descubro que estoy dentro de Alan. ¿Me ha comido?, no, no, esto es una película de terror o ¿de chiste? ¡Hemos cambiado de cuerpo!

Nos miramos y en sincronía, sin palabras, comenzamos a buscar el maldito objeto, que por obra del diablo ha desaparecido.

No exagero, Alan (en mi cuerpo) recorre por su despacho como gallina sin cabeza. Por primera vez me observo, con otros ojos, con otro cuerpo; realmente mi cabello es más inestable de lo que imaginé.

—¡¿Pero qué carajo pasó?! —grité.

La voz de Alan es potente, es rarísimo escucharme.

—¿Qué has hecho? —Cuestiona como si no hubiera sido participe lo de recién ocurrido—. Lucía devuélveme mi cuerpo.

—¿Y cómo se supone que haga eso? ¿Lo compraste en Catemaco? ¿Qué tipo de brujería has traído al trabajo, Alan?

—¿En dónde quedó? Todo se solucionará, no pasa nada —se dice.

Me parece que sigo sin ver bien, debo estar mareada. Las voces fuera de su oficina comienzan a escucharse, los empleados están llegando. Observo el lugar, a mi cuerpo y el miedo empieza su función, mi estómago se siente raro, creo que voy a vomitar, no... no... me voy a desmayar.

—Oye cálmate, estás poniendo pálido mi rostro.

Tranquila, respira. Me repito una y otra vez. Miro mis ojos, bueno sus ojos y le digo:

—Alan... soy un maldito hombre ¿qué voy a hacer?

Hola, hola. 

Cuéntame, ¿qué te pareció el primer capítulo? 

¿Qué harías en esa situación? 

Les dejo el audio del primer capítulo. Besos y Abrazos. 

https://youtu.be/Yza8jtdgQcs

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