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Volver a la casa de Alan me es grato, en especial por su compañía. Ya no es tan frío como al principio y resulta ser un hombre amable en cuerpo de mujer. De vez en cuando se encierra en su mente, pensando no sé qué cosas; imagino relacionado con el trabajo y Mariana.

—Quédate esta noche, mañana te vas a tu departamento y te llevas ropa necesaria para pasar la semana.

Acepto su sugerencia. Mientras él se mete al baño yo vuelvo a hurgar sus libros. Esta vez tomo uno de los de Megan Maxwell, tiene post it en varias páginas, lo que me hace pensar que es meticuloso al leer.

—¿Lo has leído? —pregunta.

—Pensé que te bañarías y no, solo me han dicho de que trata, tampoco me he dado el tiempo de abrir sus páginas.

—Yo tampoco.

Me parece raro. Abro el libro y en al inicio hay una dedicatoria de la autora a Mariana. Increíble, seguro es el libro de su exnovia.

—La autora es amiga de Mariana.

La envidia me corroe.

—¿Me lo prestas? Tengo curiosidad.

Él dice que si con un movimiento de cabeza.

Me recuesto en el sillón cómodo y comienzo con la lectura hasta quedarme dormida.

No sé cuánto tiempo pasa, pero escucho pasos alrededor y su voz.

—Gracias —susurró en mi cara.

Abro mis ojos. Lo veo parado mirándome y cuando se da cuenta que estoy despertando se da la vuelta. Alargo la mano y tomo su brazo, lo atraigo hacia mí para que se recueste.

—Vamos a dormir, mañana será un día difícil —le sugiero.

Por suerte no se va. Se recuesta sobre mi brazo y con el otro yo lo abrazo. Me gusta estar con él, me agrada que haya dicho que me cuidara, pero, sobre todo, deseo que siempre me necesite.

La reunión está por comenzar, han llegado todos a la sala y están preparando las diapositivas para la exposición. Sergio revisa los lugares mientras los demás tienen su atención en mí.

Respiro, es como en la escuela, un simple juego.

Comienzo con lo más sencillo, la temática de la subasta, al ser algo exclusivo me centro en Uruapan. Se podría rentar un espacio en el hotel Mansión del Cupatitzio, que está a un lado del parque nacional, ahí se daría un tour por el parque, uno de los atractivos de esa ciudad. Cuenta con 450 ha de extensión además de ser una de las áreas nacionales protegidas, su belleza es sobrehumana, un lugar fantástico donde encontrar tranquilidad, mantienen su microclima gracias a la gran variedad de vegetación que se conserva. Además, se puede degustar una excelente comida tradicional en el hotel.

El siguiente lugar es Tacámbaro, considerado pueblo mágico. Existe la posibilidad de adecuar un lugar cerrado y hacer un itinerario para conocer el cráter del volcán, pasar una tarde en el bosque o conocer sus artesanías.

Continúo con Janitzio, en donde el recorrido en lancha sería una experiencia altruista. Se podría organizar el espectáculo con los pescadores, y rentar un espacio en la parte alta en donde la estatua de Morelos se encuentra.

Lentamente voy adquiriendo seguridad, mis comentarios parecen ir tomando relevancia para Sergio, su gesto cambia para mostrar agrado. Sonríe por verme ahí, no tan serio como la primera vez que lo encaré. Me hace sentir importante, en un pequeño público selecto. ¿Esto es ser Alan Rojas?

Fátima me observa, ella sabe que no soy su amigo, pero no por eso deja de tomar su papel en el trabajo, Andrés parece satisfecho, Teodoro es neutro y Mario sujeta un bolígrafo entre sus manos y lo agita cuando está inconforme con lo que digo. Es así como al final es el primero en cuestionarme.

—Todo muy bonito, Alan, pero ¿ya notaste que tus lugares son abiertos?

Asiento con la cabeza

—Podemos acondicionarlo.

—Claro, solo imagina cuánto dinero implicaría "acondicionarlo" para una subasta que pretende ser privada. ¿Lo cotizaste?

—Sería el equivalente a mover las piezas a otro estado.

—Haber —dice inhalando aire, coloca sus manos sobre la mesa y exhala—, Uruapan es una excelente opción, sin embargo, en esta ocasión requerimos de un lugar cerrado y ofrecerles a los presentes algún entretenimiento. La idea no es mala, pero no va con la temática que propuse. ¿Alguien más ve lo que yo?

—Es verdad —responde Fátima—, las piezas que se venderán han pertenecido a colecciones privadas, obras que habían sido abandonadas, es la razón del porqué, inclusive, se están imprimiendo invitaciones.

Alan tenía razón, en realidad esta reunión solo es para evaluarlo a él y no a los lugares de la subasta.

—Hemos visto tu propuesta, pero a mí tampoco me agradan los lugares —Sergio es quien toma la palabra.

—En ese caso replantearé los lugares.

—Alan y yo hablamos sobre Guadalajara —me interrumpe Andrés—, él ya está al tanto de los detalles que yo quiero allá, además de ayudarme con el transporte de los artículos.

—¿Por qué no lo comentaste, Alan? —pregunta Sergio.

—Porque, aunque Andrés y yo estamos de acuerdo con el lugar, dije que haría una propuesta anexa y es lo que estoy haciendo.

Fátima me dedicó una mirada de complicidad.

—Te quedan pocos días para sustituir la pieza de Maxtla y entonces se votará por tu puesto de martillero, no es necesario que hagas más visitas por lugares de Michoacán.

Todos se levantan y me siento afortunada. Realmente no fue para nada difícil. Alan si tiene favoritismo, ser hijo del dueño después de todo tiene sus ventajas, pienso que en realidad nunca pensó en quitarle el puesto, soy yo la que me hice ideas de que era complicado. ¿Así funciona el trabajo? Solo por ser un Rojas Murán seguiré aquí.

—Has pasado la prueba, viejo.

Lo abrazo recargando mi cabeza sobre su hombro. Sé que Andrés y Alan no planearon nada, apenas si tuvieron tiempo de hablar, mas él lo hizo para defender a su amigo.

—Oye, oye —me da palmadas en la espalda—, que manera tan atrevida de demostrar cariño. Basta con decir gracias, mejor vayamos a mi oficina, hay algo que quiero mostrarte.

Lo sigo callada, aun no me siento cómoda al lado de este hombre, ¿Cómo le hablo?

—Te lo dije, tu padre no te quitará de martillero, eres su mejor inversión.

—No lo había visto de esa manera.

—Esto es así amigo, a Fátima la colocaste tú, a Lucía la colocó Mario y la lista podría continuar, así se mueven el mundo.

No es un secreto que los puestos laborales se mueven por "palanca", si tienes a alguien conocido es más sencillo tener trabajo, los que no tienen a nadie deben buscar trabajo en áreas que ni siquiera estudiaron. En menor medida se encuentran las empresa que acepta personal que no sea por recomendación. No generalizaré, pero aquí es así.

Como Lucía estuve del otro lado, cuando Mario me ayudó a conseguir este trabajo, pero ahora no soy ella, soy el gerente. Una extraña alegría me recorre, es una gran ventaja la persona que se supone soy.

No es la primera vez que entro a la oficina de Andrés, lo decoró una de sus amigas, muy seguramente agradecida por una noche de pasión.

—Tú y yo tenemos que salir esta noche, creo que cada día estás más ausente, ya deja de pensar en Mariana, debes entender que es pasado. Iremos a ver chicas.

—No quiero ver chicas.

—¿Qué quieres entonces?

—Digamos que todavía no lo descubro.

Cada vez me gusta más este cuerpo, creo que puedo adaptarme fácilmente.

—Hay algo que quiero preguntarte —me dice mientras busca en sus cajones.

—Dime —cruzo mis piernas.

Observa mis manos, arruga la frente y ladea la cabeza.

—De nuevo estás... No sé cómo decirlo.

Ese temor por el que descubran que no soy Alan está desapareciendo. No podría explicar de qué manera, algo dentro de mí está dejando de ser Lucía.

—Creo que sí debemos salir esta noche, deseo... divertirme.

De su cajón saca un cristal. Me levanto inmediatamente, ¿cómo?, pero ¿qué diablos? Se lo arrebato de las manos.

—Sabía que era tuyo, cabrón se parece al que estaba en el collar que Amanda nos vendió, pero aquel era azul. ¿Esto es imitación? Si quieres lo mando analizar.

—¿Cómo lo obtuviste? —pregunto muy cerca de él. Sujeto su muñeca con fuerza.

Me repele quitando la mano de la suya, me regresa una mirada extraña, casi podría decir que con asco.

—¿Es el que Amanda nos vendió? ¿Es imitación?

No sé si estar contenta o no, si es la joya significa que...

Salgo de su oficina. Necesito encontrar a Alan. Voy a la cafetería, pero no está, en el pasillo tampoco, bajo con los restauradores y nada. Ya sé, debe estar esperándome en su oficina.

Tomo la perilla de la puerta para abrir. Si es verdad que es la joya, significa que el tiempo de tener su cuerpo ha terminado. Es decir que volveré a ser Lucía y no habrá motivos para estar más con él.

Guardo el objeto en la bolsa del saco.

—Tu mala costumbre de no tocar antes de entrar —me dice en cuanto me pongo frente a él—. ¿Y bien? —Juego con mis manos— ¿Qué pasó en la reunión?

—Solo falta encontrar el reemplazo de la joya y tu puesto estará a salvo.

—Es una excelente noticia, entonces ¿por qué tienes esa cara?

Se acerca, muy cerca y me alejo. Si me toca temo que regresará todo a la normalidad y... no es algo que quiera... aún.

—Voy al baño.

—Oye...

Escucho su voz, pero me encierro en el pequeño baño que tiene su oficina. Veo su rostro en el espejo. Esta persona no soy yo. Hace tan poco decía que odiaba mis manos, extrañaba mi cabello, y ahora no quiero perderlo. Saco la joya, la observo y me parece igual de hermosa que la primera vez, sin color, sin esencia así es bella. ¿Qué me está pasando?, ¿qué temo perder?

Vuelvo a colocar el objeto dentro de la bolsa para enfrentarme a él

—¿Qué pasa, Lucía? —Observo su semblante, comienza a incomodarse cuando se toca la cara demasiado—. Ven acá.

Doy un paso hacia atrás evitando que me toque. La puerta se abre y Andrés nos escanea con desdén.

—En realidad hay algo entre ustedes, ¿verdad?

Cerró la puerta al entrar y enseguida saca el celular. Me mira directo a los ojos para decirme:

—¿Sabes por qué cene con Diana?

Me encantaría decirle que es su deleite, que salir con mujeres como ella, tan exuberante, es su aliciente para sentirse macho. Y como de costumbre no expreso lo que pienso, únicamente niego con la cabeza.

—¿Qué pasa? —pregunta Alan.

—Ese día, en el hotel Villa San José, ella los vio besándose y tomó una foto. Su intención era publicarla, pero le pedí que no lo hiciera.

No es como si fuéramos a perder algo porque Alan y yo nos besáramos.

—Gracias —responde él dirigiéndose a Andrés.

—¿Y eso que?, el fin del mundo no será porque ella y yo hayamos intercambiado baba.

—Esto rebasa mi comprensión —Andrés me mira furioso—, últimamente estás estropeando todo, no sé qué pasó con Amanda y el artículo que compramos, y ¿ahora dices que ahorrarte el escándalo de cancelar tu compromiso con Mariana por un chisme de salir con Lucía es algo que no te afecta?, estás más imbécil cada día.

Lo miro con rencor.

—Basta, discutir no es la solución —respondió Alan por la actitud de su amigo.

¿Por qué Alan no se enoja? ¿Siempre es bien portado?

—Lo que entre ella y yo pase no es tu asunto —le siseo conteniendo el coraje.

—A mí me importa una mierda lo que hagas con Lucía, lo que quiero es que dejes de actuar como un idiota.

—¡Pero si el estúpido eres tú!, a Lucía le gustabas y estaba siempre esperado algo de ti.

Andrés se toca la nuca. Voltea a ver a Alan queriendo saber porque le contó sobre ellos, nosotros. ¡Me voy a volver loca por esta confusión!

—Suficiente —responde Alan y en seguida intenta sujetarme—, nos vamos.

—¡Me voy! —respondo alejándome de su contacto.

Esta vez no quiero devolverle su cuerpo.

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