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Maxtla fue un ser despiadado, ambicioso y con grandes dotes de líder; uno que derrocó imperios y asumió un gobierno. Por el contrario, Tlacaélel fue un leal hombre a sus costumbres y fiel seguidor de las leyes. Ambas personalidades en la historia mexicana marcaron una época. Pese a que la información sobre ambos es escasa, Alan se dedicó a indagar el fin de semana entero sobre ambos.

Mariana podía esperar, después de toda la estrategia que usó para atraerlo a la ciudad de México podría repetirlo después. Ahora, sentado en la silla que le pertenece por ser gerente de Rojas Murán, analiza los hechos recientes.

Intercambió de cuerpo con una compañera de trabajo, aunque no la conocía a detalle siempre confió en Lucía, le pareció una profesional y sobre todo una mujer con grandes aspiraciones; cuando él se sentía en conflicto con su pareja, de manera indirecta Lucía lo había ayudado cumpliendo con sus funciones, algo que solo logró ver en el intercambio, pues sus obligaciones incrementaron al dejar de ser Alan.

Tal como lo ve él, está claro que ella desciende de Maxtla. En otras circunstancias le hubiera perecido una reverenda grosería ese pensamiento, sin embargo, estar dentro de Lucía le confería la posibilidad de ser verdad. Modestamente reconocía que ser descendiente de Tlacaélel era mucho honor; pero si eso resultaba verdad, ella corría un riesgo enorme.

Durante los últimos días Alan ha tenido recuerdos que no le pertenecen, caminando ha experimentado la sensación de haber vivido otra vida, semejante a un déjà vu, pero con la certeza de que su cuerpo físico lo recordaba. Preocupante fue al descubrir que en sueño dichos eventos se hacían claros. Si eso le pasa a Lucía entonces tendría los recuerdos de Alan.

Por un momento el martillero piensa detenidamente qué tipo de vida tiene ella, su familia o amigos, jamás Lucía vislumbraba en su círculo social, pero tampoco fue una mujer que mostrase ambición desmedida; ahora todo le parece una contrariedad. ¿En dónde quedó la mujer que no se negó a regresarle a su cuerpo?, ¿por qué decidió ocultarle la joya? Si sus sospechas eran ciertas, ambos estarían tomado los roles de sus ancestros y eso significaba que ella se transformaría en un ser ambicioso, en el mejor de los casos.

Era ese el motivo del porque al ver a Mariana de nuevo no tuvo la misma reacción que en el hospital. Porque, aunque Alan es un hombre paciente y analítico, era imposible tomar con calma las explicaciones y favores que le pidió. Su alma necesitaba estar en paz y darle el perdón tan rápido a Mariana lo había logrado gracias al cambio de cuerpo. Se descubrió mirando a través del alma de la mujer.

En su cita con Amada, Mariana apareció pidiendo una oportunidad para disculparse. El día en que sufrió el accidente, después de recibir una llamada de su exnovia pidiendo verse, Mariana había terminado con su novio y buscaba refugio en Alan. Pero al ver la relación entre Lucía y Alan intentó arreglar las cosas con el médico con la finalidad de no sentirse sola. La crisis momentánea pasó para la chica, pero la culpa no la abandonaba, fue así como con la ayuda de Amanda logró verlo y pedirle que pasara con ella el fin de semana para recoger sus pertenencias, irse y despedirse de él. Alan aceptó, ya no perdía nada.

La noche del intercambio Alan le cedió su dormitorio mientras él descansaría en el de invitados, pero no resistió y mientras ella dormía la observó y descubrió que el amor había cambiado, ya ese sentimiento se había transformado en un recuerdo. Y fue solo el momento en que reviviendo la pasión pasaron la noche juntos.

—Mariana...

El recuerdo de su cuerpo desnudo sobre la cama le provoca una sonrisa, ya no hay la urgencia de poseerla, solo un leve cosquilleo.

En medio de su ensimismamiento no se percata de que Lucía lo observa, escuchó el nombre de su rival de los labios de él, para ella pertenecía a un suspiro cargado de anhelo.

—Se fue, pero te envió saludos.

Alan reacciona adquiriendo una expresión seria.

—Llegas tarde.

—Error, estaba en una reunión, al parecer ya están las nuevas propuestas para la subasta. Tranquilo tu puesto está a salvo.

—No sé qué piensas, pero mi padre me despedirá si ve que no hago bien el trabajo.

—Vas de nuevo con ese discurso, sabemos que no te quitarán de martillero.

Lucía se sienta cómoda, no se da cuenta de la manera altanera en que habla, ni las groseras expresiones que demuestra ante su jefe. Alan la compara, la primera vez que la vio siendo él en el restaurante frente a Diana, ya no hay sombra de Lucía. Ahora observa a una desconocida.

—Dame un informe de la reunión.

—Pídeselo a Andrés, no estás aquí para darme órdenes. ¿Se te olvida que eres solo una restauradora?

Alan no se sorprende, sus cálculos están siendo exactos, ella está tomando un papel soberbio.

—No se te olvidó tu lugar, Lucía.

—Por favor, soy Alan Roja Murán.

Silencio, uno tenso. Lucía evita su mirada, está molesta por diversas situaciones, pero la más grande es el hecho de que Alan se deje manipular por una mujer. Toma los papeles que sobre la mesa están para empezar a ver los lugares que recorrerá para conseguir piezas, según ideas de Mario la temática de la siguiente subasta son libros, vender ejemplares tanto primera edición como aquellos de los cuales ya no se imprimen, así como traer una conferencia de jóvenes escritores invitados de plataformas virtuales en donde su popularidad es reconocida. En esta ocasión estará abierta para todo público, el tema no es nuevo, pero sirve para planear una subasta más exigente en donde se planea mostrar el pasado y futuro como concepto.

—Tú sabes cómo arreglar esto.

De primera impresión ella no entiende, tampoco tiene intención de darle una respuesta. Alan avienta el comentario sin piedad.

—Dime tu precio para devolverme la joya.

Ella le regresa la mirada. Sus fuerzas se esfuman, ¿por qué él piensa que necesita dinero para devolverle su cuerpo?, Alan se maneja en un mundo diferente, en donde las negociaciones tienen que ver con dinero y reliquias. ¿Qué le hace pensar que su necesidad es extrema?

—No sé de qué hablas.

—Andrés me lo dijo, tú tienes la joya.

Entonces, el agujero en sus pies se encoge y queda atrapada, no se puede mover, siente que el final está cerca, si la entrega él cortará toda relación y todavía no está dispuesta a dárselo, no quiere regresar a ser Lucía, ese deseo se apodera lentamente de sus pensamientos sin que ella note que daño puede provocarse.

—Sí, yo la tengo.

—Solo di lo que quieres y lo tendrás.

—Ser tú, siempre.

Sus palabras asustan a Alan, las cosas, desde su perspectiva, empeoran y no parece que Lucía quiera tener una negociación justa.

—Sabes que eso no es posible, Lucía.

—Deja de llamarme así, soy Alan.

—¿Se supone que debo darte mi identidad porque tú así lo quieres?

Ella por primera vez nota el tambaleo de su jefe, siente que lo merece, es justo para ella estar con él, pero sabe que tener la joya la hará perder toda su confianza.

—Redacta un documento en donde pones tu departamento a mi nombre, cita al notario para que en este cuerpo yo de la autorización y fírmala, entonces tendrás la joya.

Lucía sale de la oficina, esas palabras le dan confianza. Dentro de ella se debate lo correcto de lo incorrecto, la misma dicotomía que la primera vez, sin embargo, en esta ocasión sabe que está en el incorrecto. Pedirle a Alan su casa, despojarlo de esa manera tan baja de lo que construyó con trabajo y tiempo no es limpio y aun así no hay culpa, en el fondo piensa que él encontrará la solución como siempre lo hace, saldrá con una idea fresca que ayude a calmarla y entonces pasará como antes, volverán a ser cercanos.

Esta noche Lucía planea llegar a casa y hacer el intercambio, ya nada le queda.

Se dirige a su taller a la hora de la comida, ahí puede hallar un poco de sí misma, no nota los cambios que Alan ha tenido, los atribuye a simples sueños, prefiere no ser supersticiosa como su madre.

Abajo Mario está esperando a una de sus amigas, a Lucía, pero se encuentra con el cuerpo de Alan.

—Eres de las personas que menos deseo ver, maldito celoso.

—Era necesario.

Su respuesta, como de costumbre, no hace ningún efecto en él.

—¿Y Luchis? ¿La enviaste a alguna diligencia de nuevo?

Ella tiene ese pequeño recuerdo, uno que parecía ya no importarle, pero que a través del comentario de Mario la regresa momentáneamente. Antes, de cuando no le interesaba las posiciones sociales, solo restaurar y trabajar, cuando sus ambiciones eran pagar una renta y comer bien todos los días. El cambio de vida le ha dado la oportunidad de anhelar más. Su método no es el mejor, pero así tiene un puesto más alto, un ingreso más fuerte, una vida más sana, usurpando el lugar de otra persona.

—Está en mi oficina, yo solo bajé un momento.

Mario se va en busca de su amiga, una que no encontrará porque Alan ha dejado el trabajo para ir en busca de los papeles de propiedad y a un notario con quien pudiera hacer el cambio.

Andrés busca de manera intencional a Fátima sin obtener respuesta porque ella lo evade, no hay redención para sus actos, ni una disculpa que logré hacer que la chica lo perdoné; su error no fue el de una mañana evadiendo un compromiso, su error radica en el pasado y de ahí nada se puede hacer más que aprender. A ambos amantes les hace falta conocerse a profundidad y saber qué es ese sentimiento que los une y al mismo tiempo los separa.

El final es solo el inicio de otro ciclo, y quizá ellos puedan tener una oportunidad más adelante, pero por el momento ella se reprocha por las noches y llora por su indiferencia sin saber que él vaga en su búsqueda, porque su orgullo está cayendo como una simple hoja que ha dejado de tener vida sobre la rama de un árbol.

Fátima no tiene energía para intervenir más entre Alan y Lucía; Andrés nunca se ha metido y aunque su amigo nuevamente está alejado e indiferente prefiere no gastar energía en preguntarle, por el contrario a Alan, Lucía parece estar más al pendiente, por lo que no se le hizo raro en el momento en que le preguntó sobre la reunión. Quizá en otro momento le hubiera parecido una insinuación, mas a estas alturas ya es solo una amistad que formaron de manera natural, un hilo invisible que los tiene cerca, uno que le recuerda sus desventuras con Alan. A fin de cuentas, nada es estático, el mundo mismo está en constante movimiento y las personas también sufren metamorfosis.

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