20

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Sus destellantes ojos están cubiertos por los oscuros lentes de sol, tal vez hoy está más cansado que ayer y quién no, hace un calor del demonio, quisiera despojarme de mis ropas y meterme en un refrigerador, sería más cómodo si tapáramos el sol con una cerveza y lloviera hielo, pero es una imposibilidad.

—¿En qué piensas? —Me preguntó

—¿Qué día es hoy?

—¿Ya tienes remordimientos? —Si en algo es bueno Memo es en darle la vuelta a mis conversaciones—. ¿Por qué es tan importante regresar antes del día cinco?

—¿Eres tonto o solo finges?

Este juego de preguntas lo he aprendido de él, es como una salida a cualquier tipo de plática.

Recargo mi cabeza sobre la hamaca e intento ignorarlo.

—Dime tu mayor miedo.

Sin meditarlo mucho respondo, sé cuál es mi más grande temor.

—Dejar de ser Alan.

Se queda callado, sonríe mientras con ambas manos se levanta de la hamaca, acerca una silla hasta estar muy cerca de mí, se quita los lentes y me mira directo a la cara.

—No puedo imaginarme siendo otra persona, es decir, tengo una infinidad de defectos, pero no puedo dejar de ser Memo.

—Lo dices porque no eres Lucía.

—¿Y qué de malo es ser tú?

Fácil de responder, enumero las múltiples deudas que tengo, lo fea que soy, lo insegura que me hace sentir no tener una pareja, lo difícil que es relacionarme con la gente y muy importante, lo complicado que son las relaciones con mi familia. Describo tan detallado la situación familiar que tengo, estoy peleada con mi hermana y soy incapaz de mantener una buena relación con mi madre, es muy simple, ella y yo somos de dimensiones diferentes, creo que ambas somos más felices viviendo lejos una de otra.

—Parece que es muy complicado —dice sin quitarme un ojo de encima.

Sería mejor si me dedicara una mirada lujuriosa que una tan dramática.

—Lo sé, es un pinche novelón mucho más buena que la Rosa de Guadalupe.

Él se ríe. Me pregunto por qué no puedo ser tan seguro como Memo, soy un hombre, si no guapísimo, de clase alta.

Recuerdo vagamente mi niñez al lado de una mujer de cabellera castaña y un hombre simpático, de ojos miel como los de Sergio... Creo que de nuevo estoy soñando.

—¿Por qué no invitas a tu madre aquí?

—Seguro ha venido con Sergio —mi respuesta es automática, pero en seguida recuerdo que ellos no son mis padres —. Quiero decir... en realidad... supongo que mi madre se negaría.

—Inténtalo, ¿qué es lo peor que puede pasar?

—Que me diga que no.

Memo pasa sus dedos sobre mi mano y me dice que una negativa no es lo peor del mundo, que un no es una nueva oportunidad.

Miro en dirección contraria a él, evito —como siempre— las conversaciones serias con este muchacho, es mucho más joven que yo, pero ama la vida como jamás lo haré. Me distraigo viendo a un niño hacerle un berrinche a su madre porque no es capaz de convencerla para que le compre una paleta, en medio del sol el chico debe cargar una caja de pulseras hecha de corales, pero está empecinado en la paleta de hielo.

—¿Hasta cuándo crees que el pequeño va a desistir con su madre? —pregunta al ver que me distraigo.

—Seguro hasta que obtenga lo que quiere.

—Si ese niño es capaz de gastar su energía bajo este sol por una paleta, ¿por qué tú no puedes tomarte un minuto para invitar a tu madre a comer?

¿Puedo culpar al calor por la humedad en mis ojos?

Le respondo que no es lo mismo, y él me refuta diciendo que no, que el niño se esfuerza más que yo. Y no lo voy a negar, tampoco me he acercado a hablar con mi hermana después de pelearnos hasta los golpes, quizá ella también quiera matarme como Alan.

Este tipo de comentarios hace que Memo se vuelva especial, no soy capaz de darle lo que quiere, porque estoy enamorada del martillero, un amor lineal y unidireccional.

—Gracias —respondo, llamaré a mi madre cuando salga de aquí.

Creo que de haber venido solo a este lugar estaría perdida, es este chico quien me apoya mucho en hacerme ver mis errores y pienso que ya es tiempo de devolverle el cuerpo a mi jefe, quiero ser Alan, pero por más que lo aparente sigo siendo Lucía y este mes lejos de Morelia me ha ayudado a ver un mundo de posibilidades. Puedo irme, puedo regresar a casa, puedo quedarme ahí, puedo simplemente... algo dentro se debate, quiero convencerme a mí misma de que regresar es lo correcto, pero muy en el fondo deseo seguir dentro de este cuerpo, me ha dado muchas facilidades.

Cierro los ojos, Memo empieza a cantar una melodía que no conozco, seguro una de sus composiciones. Escucho a lo lejos mi nombre y seguido un golpe en la cara gracias a una pesada revista que me avienta el dueño de mi delirio.

—Gracias, has acabado con mi carrera. —Su voz, mi voz. ¿Cómo me encontró?— ¿Creíste que escaparías para siempre?

Muevo de manera negativa la cabeza mientras memo nos observa con ojos vidriosos.

—Tu carácter realmente va con tu cuerpo.

Su comentario hace que Alan gire la cabeza con los ojos muy abiertos como si tuviera a Chuky adentro.

—¡No hagas que te demande! —Le grita.

—Hazlo, me encantaría ver cómo das una explicación lógica a todo esto —responde.

—¿Le dijiste? —Me mira con más enfado.

Digo que si con la cabeza, soy un muñeco que solo sabe decir sí y no.

—Tranquilo, ya estábamos por volver, la subasta aún no se realiza.

—¡Ah! ¿Te importa mi trabajo? Gracias, Lucía. ¿Qué más le has contado? Por qué sabes, la puta subasta ya pasó.

Abro los ojos, intento levantarme de la hamaca, pero un hilo se enreda en el botón trasero de mi short y me regresa de golpe a mi posición anterior.

—Ahora si los dejo solos —Memo huye.

Él respira y se tumba sobre la silla.

Estoy en blanco, no tengo ni un grano de idea de qué ha pasado.

Alan me dice que fue gracias a los contactos de Andrés que me localizó. Miro al niño, de seguro fue su cómplice porque ahora ya está comiendo su paleta de hielo. Comenta el martillero que salí en algunas revistas de TV notas paseando por diferentes lugares de la mano con Memo —no puedo evitar revisar las fotos—, y que gracias a la buena coordinación del equipo de Rojas Murán la subasta fue un éxito. La pregunta que flota en el aire es muy obvia, pero en vez de contestar Alan me muestra una fotografía, en ella observo a un hombre joven, no lo reconozco.

—Saluda al nuevo subastador de la empresa.

Abro la boca, esta vez necesito respirar.

Mi rostro delata mi miedo. No, imposible, por favor no. Vine solo a divertirme, solo por un poco más de tiempo teniendo el poder de ser Alan, mi intención no era quitarle el trabajo al gerente de la empresa.

—¿Sergio lo decidió por qué te volviste homosexual?

Alan se ríe, no una risa burlona, es una risa simpática.

—El que se desmayó al ver tus fotos fue Andrés, jamás lo olvidaré. Mi padre es anticuado, pero no es el motivo por el cual haya buscado mi reemplazo.

—¿Por qué no te postulaste?

—Porque en la vida real no es como en las películas. Las feas no se quedan con el capitán del equipo, los gordos no se ganan a la rubia con su simpatía. Lucía careces del perfil de subastador, no tienes estudios en ese campo, mi padre te conoce y sabe que tienes más aptitud en donde estás. Sí me postulé y lo hice perfecto, igual que Gibrán, pero él contaba con los papeles que lo acreditan como subastador, así que me ganó el puesto.

Entonces, ¿qué más da? Puedo seguir siendo Alan, puedo abandonar el cuerpo de Lucía e irme, ya no hay nada que me detenga a quedarme en Morelia como una simple restauradora.

—La pregunta del millón —me mira con curiosidad—, ¿te acostaste con ese joven?

Niego con la cabeza, lo mío no son las relaciones anales.

—Guillermo lo sabe, no soy Alan.

Alan se desinfla sobre su asiento, respira y vuelve a reír como desquiciado.

—Es hora de regresar. Debo hablar con mi padre.

Hago una mueca.

—Solo un día más.

Escucho un rotundo no, sus ojos vuelven a adquirir una desquiciada expresión.

—¿Te crees que tengo un segundo para seguir dentro de ti?

—Lo has hecho muy bien. Y yo obtendré mi castigo, pero por favor, vámonos mañana.

Son casi las seis de la tarde, será de madrugada si nos vamos ahora y no quiero manejar así. Asío su muñeca para hacer que se levante y camine conmigo. Tenemos algunos segundos en silencio en donde pienso no decirle lo que quiero, pero al final decido hacerlo.

—No quiero volver a ser Lucía.

Espero a que le dé un infarto o algo por el estilo, pero no pasa nada. Él sigue caminando a mi lado.

—Y yo quiero ser Lucía. —Debe ser una maldita broma—. Me he acostumbrado a ver este cuerpo y rostro todos los días, no hay Marianas aterrorizando mis días, tengo tiempo para ir a correr más de una hora al día, por las tardes leer más, ver mujeres desnudas y un sinfín de ventajas. Pero también tengo una familia que me extraña, responsabilidades que piden mi presencia, amigos preocupados por lo que me pasa.

Entiendo lo que dice, Alan no tiene las preocupaciones que tengo yo, él mantiene unida a su familia.

Toca mi cabeza tal como lo hizo en Pátzcuaro, pero esta vez no tiene una mirada de desilusión, ahora me mira a mí directamente, a Lucía.

—Gracias —continúa diciendo—, debió ser difícil para ti, pero aun así lo intentaste. Todos los días soportar a ese vecino y su música, la montaña de trabajo que hacías por mí, al imbécil de mi amigo. No sé de ti, ¿tienes padres vivos?

Que no haga eso, es como si estuviera despidiéndose de mí, él ha aprendido sobre sí mismo estando en mi cuerpo, pero yo no sé, no quiero regresar al mío, es injusto. ¿Acaso nací con el cerebro más pequeño?, ¿con un corazón incapaz de sensibilizarse? Me hace sentir como una verdadera tonta.

Miro hacia la tenue línea que separa el cielo del mar, el horizonte que no se toca, pero desde aquí pareciera un solo panorama; igual que nosotros, podemos estar en cuerpos diferentes, pero jamás estaremos juntos.

—Supongo que este es el final, ¿verdad?

—Todo final tiene un nuevo comienzo.

¿De dónde saca tanta tontería? Si él ya no es el martillero, estoy suponiendo que Sergio le dará otro puesto. Y mi trabajo, es seguro que me vaya de la empresa porque ¿para qué quedarme?, seguiré sumida en la misma situación: viviendo como Lucía.

—No voy a pedirte perdón. Me divertí mucho con este cuerpo, conocí comida muy buena, vestí elegante, dormí en un hotel de más de diez mil pesos mexicanos por una noche, fui el gerente de una empresa y más. Si me preguntas, no quiero regresar.

No hay comentarios, no hay risas, no hay bromas, solo silencio.

Detengo mis pasos. Es verdad, esto no es una película, aunque podría serlo.

—Duele, ¿no? —dice de pronto—. Crecer duele, es difícil, pero es necesario.

Niego con la cabeza.

—Dolerá lo inverso —me refiero a que él creció, pero yo retrocederé—. Alan —es aquí donde me pongo seria y soy sincera con él por primera vez—. ¿Me darías una oportunidad si vuelvo a ser Lucía?

Por primera vez baja la cabeza. Es un rotundo no. Memo se equivoca, un no es más destructivo de lo que parece ser. ¿Una nueva oportunidad?, ¿de qué manera podría tener una sola oportunidad con este hombre?

—No respondas, por favor. —Prefiero no oírlo.

—Debemos volver, Lucía.

Le digo que vayamos al hotel por mis cosas y a despedirnos de Memo. Pero una vez llegamos a recepción me dan una nota en donde leo "La vida es solo una y esta es la tuya, ¿cómo la vivirás?". Memo se ha ido y sin darme un adiós.

Conduzco el auto mientras mantenemos el silencio entre ambos. Le pido que nos detengamos para pasar al baño, una vez veo que se mete al sanitario arranco el vehículo. Lo observo desde el retrovisor, su expresión de confusión. Se va haciendo pequeño hasta que ya no puedo verlo.

—Estarás bien sin mi, Alan.

Conduzco toda la noche y cuando sé que estoy muy lejos de él y más cerca de mi destino me detengo, observo el amanecer y me despido mentalmente de cada uno de mis amigos en Morelia. De mi equipaje saco la piedra, incolora y sin brillo. Lo tomo entre mis manos y desde mi corazón pido regresar a mi cuerpo. Lloro por lo doloroso que resulta esta separación.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro