Capítulo 25

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Los ojos de Valentina estaban fijos en los tubos de fierro que estaban frente a ella, intentando entender lo que Juliana le pedía que hiciera. Confiaba en ella totalmente, pero su verdadero miedo la golpeó de lleno en la cara: ¿Y si no podía hacerlo?

-¿Qué tal si lo intentamos después? - Valentina le pregunto y Juliana rio suavemente.

-¿Qué fue lo que acordamos en año nuevo? - Preguntó levantando una ceja, pero sin jamás perder la sonrisa.

-Que este año caminaría antes de que la primavera llegue. - Valentina dijo y Juliana asintió.

-Exactamente -Afirmó - y para eso necesitas comenzar a entrenar en la barra paralela - Valentina humedeció sus labios, pensativa, antes de mirar temerosa a Juliana.

-¿Y si no logro hacerlo?

-¡Puedes hacerlo! - respondió la morena - tus brazos ya son lo suficientemente fuertes para aguantar tu propio peso, ahora necesitamos trabajar en tus piernas.

-¿Por qué mis brazos están bien y mis piernas no?

-Nuestras piernas exigen más fuerza de nosotros, pero yo sé que puedes llegar hasta allá - Juliana insistió pacientemente - para cuando nademos en la piscina de tu casa quiero que tus piernas estén bien, si no no iré - Dijo firmemente. Valentina entornó la boca y miro hacia la barra antes de mirar nuevamente a Juliana.

-¿No habrá una Juls de traje de baño o bikini? - Preguntó y Juliana aguantó la risa.

-No habrá Juls ni de traje de baño ni de bikini - confirmó, lo que provoco un largo suspiro en Valentina.

-¿Me enseñarás a nadar? - Valentina era bastante lista, quería negociar.

-Sí, pero necesitas trabajar en la barra.

- Si me caigo, no te rías. - Pidió avergonzada.

-No te vas a caer. Yo estaré atrás de ti lista para sostenerte. - Juliana informó y Valentina inhaló para tomar valor y asentir.

-Está bien. Llévame a ella. - Le pidió. Ella quería volver a caminar a toda costa; quería los paseos que Juliana le había prometido; quería poder tener la libertad de tomar un baño ella sola, de poder subir las escaleras, de poder recostarse por su propia cuenta, pues a pesar de que era algo que podía hacer, su madre siempre lo hacía por ella.

No es que ella se quejara, pero había días en los que realmente quería estar sola. Aquel era un nuevo sentimiento que se estaba presentando estos últimos días. Ella odiaba estar sola, pero tener personas sobre ella todo el tiempo le estaba comenzando a incomodar un poco a la chica, pero no comentaba esto con nadie. No quería ser una ingrata.

Juliana acomodó la silla de ruedas frente a la barra y extendió ambos brazos hacia la ojiazul quien sujeto sus manos. Aquello, de lejos, era su toque preferido: El de Juliana.

Habían pasado tres semanas desde Navidad, pero ya extrañaba a Juliana durmiendo a su lado, porque la verdad era que Juliana contaba las mejores historias, lo que cautivaba la atención de Valentina, era la elocuente voz de Juliana, llena de vida, hacía que cada personaje fuese comprendido a la perfección.

-¿Lista? - Juliana preguntó y Valentina trago en seco, pero asintió - A la cuenta de tres harás lo que te dije, ¿Está bien? - Nuevamente la rubia asintió.

- Está bien - Valentina dijo preparándose.

-Una... - Juliana comenzó la cuenta, intentando de proyectar seguridad, pero en su interior estaba muy ansiosa - Dos... - Elena se acercó un poco más, ella también era un manojo de nervios - Tres. - Dijo por fin, viendo a Valentina tomar impulso y, con la ayuda de Juliana, la chica se puso de pie.

Valentina miró hacia sus propias piernas, se sentía diferente, muy distinta de lo que algún día se había sentido. Sus ojos se humedecieron, una enorme sonrisa apareció en su dulce rostro, haciendo que Juliana mimetizara la expresión.

-Estoy de pie, Juls... - Valentina dijo aún incrédula. Sabía que no podía caminar por todos lados, que aún tenía un largo camino por recorrer. Por supuesto que lo sabía. Juliana ya le había explicado, pero el hecho de conseguir sostenerse sobre sus pies era magnífico, no podía medir la amplitud de sus sentimientos.

Juliana sonreía enormemente por ver lo emocionada que estaban Valentina y Elena, pero las mariposas en su estómago fueron a visitarla cuando Valentina apretó sus manos y tiro de ella para acercarla más. Su rostro se levantó algunos centímetros y sus ojos subieron para encontrarse con aquellos orbes azules fijos en ella, se veían más centelleantes que nunca. Juliana estaba en una especie de trance, hasta que escucho a Valentina hablar nuevamente.

-Soy más alta que tú - Valentina dijo sonriendo singularmente, haciendo que Juliana tragara en seco debido a lo cerca que estaban la una de la otra.

Claro que no besaría a Valentina o viceversa, menos después de no haber intercambiado ningún piquito después del primero, y aunque lo hubiesen hecho, ella estaba totalmente consciente de que Elena las estaba mirando. Lo que hacía a Juliana sentirse así era la sensación de tener a Valentina de pie y tan cerca; una real y clara mejoría, una señal de que las terapias iban por buen camino.

- Sí, eres algunos centímetros más alta que yo. Pero estamos casi del mismo vuelo - Juliana dijo riendo suavemente, sintiendo como Valentina se sujetaba más a ella como apoyo.

-Siempre me pregunté cuál de las dos sería más alta - Dijo Valentina sonriendo. - Pero te ves linda desde aquí arriba.

Sí, aún había momentos en donde Juliana se ruborizaba fuertemente ante los elogios de Valentina. Eran elogios inocentes, pero hacían que su corazón palpitara rápidamente dentro de su pecho. Un carraspeo de Elena hizo que Juliana enrojeciera aún más, enfocándose en lo que realmente debía.

-Ok, voy a pasarme para atrás para poder guiarte - Dio Juliana, sujetando la cintura de Valentina y yendo atrás de ella. La morena empujó un poco la silla de ruedas con su pie y se acomodó mejor detrás del cuerpo de Valentina, sus manos están sujetando firmemente su cintura. - Agárrate de las barras, Val - Y así lo hizo la chica, llevando sus blancas manos hasta las barras.

-En verdad puedo aguantar mi peso con mis brazos - Dijo Valentina entusiasmada, viendo que Juliana solamente era un apoyo.

-Ahora quiero que comiences a caminar - Juliana le pidió - Aplica todo el peso que tus piernas puedan aguantar, pero mantente atenta también a los brazos, ellos te sujetaran cuando tus piernas no aguanten.

-Te quedarás aquí, ¿verdad? - Valentina preguntó - ¡Mamá, voy a caminar! - Exclamó con entusiasmo.

-Me quedaré contigo todo el tiempo - Dijo Juliana, esperando a que Elena le diera un beso en la mejilla a su hija por encima de la barra antes de alejarse nuevamente.

Durante todo el tiempo, Valentina hizo los ejercicios sin quejarse de nada, poniendo su máximo empeño en todo, pero llegó el momento en que su cuerpo estaba extremadamente cansado, sabía que no aguantaría mucho más. Juliana supo leer sus movimientos, y la ayudó a sentarse nuevamente en la silla. A pesar de que estaba evidentemente exhausta, Valentina se veía tan feliz que sujetó la mano de Juliana y plantó un beso sobre la delicada piel de la fisioterapeuta.

-Gracias, Juls - Dijo alegremente, haciendo que Juliana sonriera ante tal gesto.

-Gracias a ti por intentarlo. Ahora necesito volver al trabajo, tengo algunos pacientes más. Nos vemos mañana en la mañana - Dijo Juliana, pues ya hacía parte de su rutina el visitar a Valentina y a Elena todos los días - Vayan con Dios - Dijo Juliana inclinándose para depositar un beso en la mejilla de Valentina; sin embargo, fue sorprendida cuando la rubia giró el rostro, haciendo que sus labios se encontraran.

Juliana se ruborizó totalmente y se alejó rápidamente, y sus ojos, automáticamente, buscaron a Elena. ¿Qué tal si Elena pensaba que ellas hacían eso todo el tiempo cuando estaban solas? ¡Dios! La vergüenza se apoderó de ella completamente.

-Eh... yo... - La risa tranquila de Elena contradecía totalmente la vergüenza aparente en su rostro.

-Está bien, querida, no hay problema - Dijo Elena y Juliana asintió, sujetando la mando de Valentina y depositando un beso en ella.

-Nos vemos, princesa - Dijo sutilmente, viendo a Valentina asentir frenéticamente.

-Hasta mañana, Juls - Dijo Valentina, haciendo que Juliana sonriera antes de salir.

A pesar de la vergüenza evidente, aún podía sentir el hormigueo en sus labios y su corazón totalmente agitado. Y sin darse cuenta, una sonrisa comenzó a nacer en sus labios.

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Esta historia NO me pertenece, es una traducción y adaptación realizada con la autorización de su autora JULIETEBS

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