𝐸𝑥𝑡𝑟𝑎. 𝑃𝑎𝑟𝑡𝑒 𝐼.

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Advertencia.

•Este extra no será narrado por Jungkook, porque quiero que puedan leer cómo se sintieron ambas partes en el pasado y en el presente.

•Contiene +18.

•Mención del Yoonkook y Kookmin.

•En este extra van a leer todo lo que está mal en una relación (lo siento por eso).

•Este extra será dividido en dos partes, además será el último, no habrá nada más.

•Lo primero que leerán, es un flashback de "la primera vez" entre Jk y Jm.

Si todo quedó claro, lean a gusto. ♡







«Porque, Cariño, soy frágil».


—Te amo, te amo... —susurró Jungkook, mientras dejaba cortos besos en el hombro desnudo de Jimin.

Era la primera vez que los besos y las caricias habían cruzado la línea imaginaria, esa barrera que Jimin tenía entre ambos.

—J-Jungkook... —Su voz sonaba temblorosa. Tenía miedo, pero sabía que Jungkook no lo lastimaría; aun así, quería alejarlo de su cuerpo y meterse bajo una ducha fría para eliminar todo rastro de los besos que comenzaban a quedar grabados en su blanquecina piel.

—No haré nada que no quieras, lo prometo. —Besó y acarició las mejillas febriles de Jimin.

Era un acto tan íntimo y significativo para Jungkook, mas no lo era para Jimin.

—Sí, lo sé... —Se sentía levemente asqueado, sucio; pero a la vez deseado, excitado. ¿Qué estaba mal con él?

Jimin no dudaba del cariño que sentía por Jungkook, pero era solo eso. Nunca pensó que un día lo tendría encima de él tocando y besando cada parte de su cuerpo.

Jungkook cepilló con la punta de su lengua los pomposos labios de Jimin, hasta que nuevamente se unieron en un profundo beso, uno caliente y obsceno, saboreando y gimiendo, mordisqueando y gruñendo.

—Te amo, Jimin... —le susurró nuevamente y comenzó a dibujar un camino húmedo de besos que iba desde los gruesos labios de Jimin, hasta llegar al cuello, para luego continuar hasta el lóbulo de su oreja, donde dio un pequeño mordisco.

—Ugh... —Jimin se estremeció y cerró los ojos, apretándolos con fuerza.

Las grandes manos de Jungkook se deslizaron lentamente por el torso desnudo de Jimin, acariciando y amasando la cremosa piel por unos segundos, aún dudando si lo que estaba a punto de hacer era lo correcto.

—Jimin. —Su voz sonaba dulce, calmada—. Mírame, por favor...

Jimin negó con la cabeza, mientras apretaba aún más sus preciosos ojos.

—E-esto es vergonzoso, no qui-quiero...

—Ambos tenemos lo mismo, no te sientas así.

—Ya... Pero. n-no puedo evitarlo.

—Puedo detenerme si quieres, solo dim...

—N-no —lo interrumpió y abrió lentamente sus fanales, conectándolos con los de Jungkook—. S-solo sigue...

—Vale. —Se incorporó y deslizó la parte de arriba de su pijama por sobre su cabeza para quitársela y lanzarla al suelo.

—T-tú... —balbuceó y llevó sus manos temblorosas hasta los duros abdominales de Jungkook.

Jimin, sin quitarle la vista de encima, mordió lentamente su labio inferior. Se sentía de tantas formas en ese momento. Tantas emociones mezcladas lograban abrumarlo, pero la que más sobresalía de todas era el miedo a lo desconocido. Sí, tenía miedo de lo que estaba a punto de experimentar y descubrir, de que su cuerpo aceptara y amara lo que Jungkook estaba a punto de darle. Aun así, no le pidió a Jungkook que se detuviera

Los labios de Jungkook reclamaron nuevamente la boca de Jimin y lo besó de manera suave, intentando de alguna manera calmar los temblores del pequeño cuerpo que se encontraba debajo de él. Cuando tuvo suficiente, se alejó de aquellos febriles labios que tanto amaba y descendió por su cuello, deslizando su lengua caliente y húmeda hasta llegar a sus rosados botones.

—Eres tan..., tan bonito... —susurró contra la tierna piel, mientras besaba, succionaba y mordisqueaba los duros pezones de Jimin.

Sin abandonar su labor, llevó sus manos hasta el inicio del pantalón de pijama y comenzó a deslizarlo hacia abajo de manera lenta, hasta que tuvo que alejarse de los pezones hinchados de Jimin para lograr quitarle por completo la ropa que le estorbaba, dejándolo completamente desnudo.

Su miembro se endureció y vibró al ver a Jimin así. Era tan sensual, tan curvilíneo, su piel cremosa y perfecta, su hermoso miembro semi duro contra su estómago.

¡Joder! Jimin era perfecto ante sus ojos.

—Ugh... ahh... —gimió Jimin al sentir la mano que envolvió su miembro y comenzó a acariciarlo.

Jungkook besó el glande mientras movía lentamente su mano alrededor del miembro duro de Jimin, giró su cabeza y besó la parte interna de su muslo izquierdo, haciendo que pequeños soniditos estrangulados escaparan de lo más profundo de la garganta de Jimin.

—Jimin... —Subió su cara, hasta quedar ambas frentes juntas—. Te amo demasiado.

—Ugh... Ya lo sé... —susurró casi sin aliento. Jungkook sonrió de manera dulce y dio un pequeño beso en los labios contrarios para luego bajar directo hasta el miembro ya duro de Jimin.

Pasó su lengua por toda la extinción, desde el inicio hasta la rosada y brillosa cabeza, logrando sacar un gemido agudo de sus labios. Con su mano derecha hacía movimientos lentos, mientras lamía y chupaba.

—E-espera.... Ahh... —Su voz salía entrecortada—. Me... Ugh, me voy a correr. —Llevó sus pequeñas manos hasta las hebras desordenadas de Jungkook y hundió sus dedos con un poco de fuerza.

Los movimientos de la mano y boca se intensificaron y esto hizo que Jimin en unos pocos segundos se terminara corriendo. Jungkook no retiró su boca y recibió todo el espeso y tibio líquido, tragando y saboreando gustoso.

—¡Oh, Dios! ¿P-por qué te lo tragaste? —jadeó cansado y un poco mareado.

—Porque sí. —le susurró sonriendo, mientras volvía a unir sus labios—. Te haré el amor, Jimin.

—Uhm. Sí, s-sí...

—¿Realmente quieres esto?

—Te dije que sí...

—Bien. —Tomó la pequeña botella de lubricante y condones que había dejado sobre la cama, la destapó y untó sus largos dedos con el líquido espeso y transparente para luego llevarlos hasta la fruncida entrada de Jimin, donde acarició de manera circular, preparándolo para finalmente ingresar sus dedos.

—Ngh... —Subió sus manos y cubrió su cara, abochornado, mientras mordía su labio inferior y sentía cómo Jungkook ingresaba lentamente un dedo en su interior.

—N-no te cubras, Jimin... —Con su mano libre, intentó apartar las manos que cubrían el rostro de Jimin—. Por favor, mírame. Déjame verte mientras hacemos esto, por favor...

Aun cuando se negaba, Jimin finalmente accedió y quitó sus manos de su enrojecido rostro.

—¡Ahh! —gimió de sorpresa cuando un tercer dedo entró en él y se movió, logrando golpear su próstata.

Jungkook, con todo su autocontrol, lo preparó pacientemente, hasta que Jimin dejó de retorcerse y comenzó a gemir de placer.

—Se siente... Ugh... R-raro...

—¿Duele? —Jimin negó con un movimiento rápido de cabeza, demasiado avergonzado como para hablar y que otro gemido escapara por sus labios—. Bien...

Jungkook retiró lentamente sus dedos y Jimin mordisqueó sus labios para contener los soniditos que amenazaban con salir ante el vacío que sintió en ese momento. Vio cómo Jungkook se quitaba el bóxer y dejaba a la vista su generosa hombría erecta, tomaba un pequeño envoltorio plateado y lo rompía con cuidado, y comenzaba a poner el condón en la cabeza de su miembro y lo deslizaba hasta la base.

Era el momento y sabía que no había marcha atrás. Aunque, en realidad sí la había, pero él no estaba seguro de querer detenerse.

No estaba seguro de nada, realmente.

—Hm. Jun-Jungkook... —El mencionando lo miró.

Jungkook estaba igual que él, con sus mejillas y labios febriles, su respiración agitada, sus grandes manos temblaban cada vez que lo tocaban.

—¿Seguro? —preguntó por enésima vez, como si esperase a que Jimin cambiara de opinión.

—No... No lo estoy, p-pero no quiero que te detengas...

—Bien... —Tragó grueso y se alineó en la fruncida entrada de Jimin, deslizándose de manera lenta.

—¡Oh, mierda! D-duele... —lloriqueó y apretó los ojos, mientras empuñaba sus manos contra las sábanas.

—Lo siento. —Se detuvo y esperó a que Jimin le dijera algo.

—N-no te detengas... —pidió con un hilo de voz.

—V-vale. Yo... ¡Mierda, lo siento! —Jimin lo miró y pudo ver cómo unas lágrimas rodaban por las sonrojadas mejillas de Jungkook—. Lo siento... —volvió a disculparse.

—¿Po-por qué? —Jadeó cuando Jungkook se enterró por completo en él, sintiendo el intenso ardor en su interior, sintiendo cómo sus paredes se extendían ante tal intromisión.

Elevó sus manos y acunó el rostro húmedo de Jungkook, borrando con sus pulgares las lágrimas que seguían rodando por sus mejillas.

Y por primera vez, como si fuera alguna clase de revelación, Jimin pudo ver más allá de sí mismo y darse cuenta de lo frágil que lucía Jungkook. Frágil y roto. Triste y asustado.

—E-esto es tan irreal... —Sorbió su nariz—. Y-yo... te amo. Te amo... —Cerró los ojos y se acercó a los labios de Jimin para besarlo una vez más.

—Sí, lo sé.

Jimin nunca respondió de la misma forma a todas las palabras cargadas de amor que Jungkook le profesó día a día mientras estuvieron juntos, y cuando lo hacía, no era como Jungkook deseaba realmente.

Pero nunca reclamó y se conformó con las miserias que recibía de Jimin, porque en el fondo, Jungkook sabía que Jimin estaba incluso más dañado que él.








«Ven y toma mi corazón de cristal».


Era principios de marzo y la primavera había llegado finalmente. Las mañanas solían ser más alegres con el canto de los pájaros, más claras y cálidas.

En el centro de Seúl, justo en una de las avenidas principales, se encontraba una pequeña florería, la que abría sus puertas a las nueve de la mañana en punto. Jungkook junto a su esposo eran los propietarios de aquella florería, los que atendían y administraban ese hermoso lugar que olía a primavera durante todo el año.

El tiempo pasó para ellos y seguían igual de felices y enamorados, incluso ahora, con el pequeño rayito de sol que había llegado a iluminar aún más sus vidas.

Jeon Soobin, así se llamaba el pequeño niño de cuatro años que habían adoptado. No fue fácil y ellos lo sabían. Hubo muchas lágrimas en el camino, una que otra discusión a causa del estrés y muchas noches en vela ante la preocupación de que les rechazaran una vez más la petición de adopción, pero lo habían logrado. Lograron adoptar a un niño siendo un matrimonio gay en una sociedad que los rechazaba abiertamente, que los condenaba y los repudiaba.

De eso habían pasado dos años y Jungkook ya había alcanzado la edad de treinta y nueve años. Y la edad le sentaba de maravillas.

—¡Papá! —El pequeño niño de cabellos negros, corrió a lanzarse en los brazos de su padre.

—Hey, cariño. —Jungkook se agachó para recibirlo entre sus brazos—. ¿Listo para ir a la escuela? —Vio cómo su hijo negaba con la cabeza, alborotando sus sedosas hebras negras.

—No quiero —puchereó, y Jungkook sonrió.

—Debes ir, cariño.

—Papi dijo lo mismo... —Se acurrucó en el cuello de Jungkook.

Soobin ya tenía seis años y amaba estar ahí, ayudando a sus padres en la florería. Amaba las flores y ese olor dulzón que había en el interior del local.

—Debes ir y aprender mucho, cariño.

—¿Papá también fue a la escuela cuando era pequeño? —Salió del cuello y miró atentamente a su padre.

—Por supuesto, amor. Todos fuimos a la escuela.

—Pero yo no quiero. Papá, deja que me quede aquí y te ayudaré —intentó convencer a Jungkook, mientras sonreía con entusiasmo

—Oh, no. Olvídalo, no caeré de nuevo.

—Pero, papá... —Abultó nuevamente su labio inferior, formando un tierno puchero.

Yoongi apareció y sonrió, sabía que su hijo estaba intentando convencer a Jungkook para faltar a la escuela, ya lo conocía perfectamente.

—¿Listo, Cariño? —Avanzó hasta ellos y el pequeño se aferró aún más al cuello de Jungkook.

—No quiero, papi... Y-yo quiero ayudar aquí, a papá y papi.

—Venga, hagamos esto —habló Jungkook—. Si vas y te portas bien, cuando salgas te vienes y me ayudas. ¿Qué te parece?

—¡Ya! —chilló emocionado.

—¿Promesa de dedito? —Jungkook le mostró su dedo meñique de la mano derecha.

—¡Promesa de dedito! —Soobin entrelazó su pequeño dedo con el de su padre.

Una vez que sus pies estuvieron en el suelo, Yoongi le entregó la pequeña mochila de los Paw Patrol que el pequeño solía usar, porque eran sus dibujos animados favoritos.

—Iré a dejarlo, no tardo —avisó, mientras le daba la mano al pequeño Soobin. Jungkook asintió con un movimiento de cabeza, inclinándose para dejar un tierno beso en la frente de su hijo.

—Ve con cuidado, amor —le dijo a su esposo.

—Sí.

—Qué te vaya bien, Cariño.

—Sí, papá. Te quiero —se despidió, mientras avanzaba hacia la salida de la tienda, sonriendo y agitando su manito.

—Te quiero más, bebé. —Aquellas palabras siempre las decía con orgullo, con cariño. Porque él adoraba a su hijo, a su esposo y a su familia.

Sin borrar esa encantadora sonrisa, comenzó a acomodar las flores mientras esperaba a que su esposo volviera, pero no pasó mucho hasta que llegó el primer cliente.

—Buenos días, bienvenida —saludó Jungkook amablemente y la mujer de avanzada edad le sonrió de vuelta.

—Hola. Gracias... —Comenzó a mirar las flores y Jungkook la vio cómo inhalaba profundo, embriagándose del exquisito aroma.

—¿Quiere un arreglo listo, o prefiere elegir las flores? —Siempre hacía la misma pregunta cuando veía a los clientes sin mucha confianza, además de darles la opción de elegir lo más rápido o algo personalizado.

—Hm... quisiera algo listo, no tengo mucho tiempo.

—Claro. Estos de aquí ya están listos. —Le mostró una repisa a su espalda, donde estaban todos los arreglos que había alcanzado a hacer en la mañana.

—Me gustaría ese que está ahí. —Señaló con su dedo índice. Era el arreglo que Yoongi había hecho, uno lleno de colores y con flores de todos los tamaños, demasiado llamativo y alegre para ser una creación de su esposo.

Jungkook lo tomó y se lo acercó, le extendió una tarjetita y un bolígrafo para que ella hiciera una nota y luego ponerla en el arreglo.

Así transcurrían las mañanas y el día en general, donde entraba y salía gente con flores en sus manos.

Yoongi había vuelto luego de unos veinte minutos, la escuela de su hijo no quedaba tan lejos de la tienda, pero solo fue para tomar un café en compañía de Jungkook y luego salir a hacer unas compras.

—Estaré listo para cuando Soobin salga de la escuela, no te preocupes.

—Bueno, pero vé con cuidado.

—Sí, sí —bufó, como si no supiera cuidarse—. En la noche, tenía pensado que comiéramos algo rico.

—Me gusta la idea. —Avanzó unos pasos, deslizando una de sus manos hacia la cintura de su esposo para acercarlo más a él—. ¿Dejamos que Soobin elija?

—Ya sabes qué va a pedir.

—Supongo que pizzas serán. —Se inclinó para alcanzar los labios de su esposo, porque Yoongi era un poco más bajo que él y eso le encantaba en gran manera.

—S-sí, supongo... —tartamudeó cuando los labios de Jungkook cepillaron los suyos.

Sonriendo, Jungkook cortó la poca distancia y lo besó como solía hacerlo. Yoongi se dejó besar y saboreó el café amargo en los labios de su esposo, disfrutando el momento y las sutiles caricias que solía recibir.

—Si no te vas ahora, creo que saltaré sobre ti y no podré detenerme... —murmuró, separándose un poco y deslizando su lengua en los húmedos labios de su esposo.

Yoongi abrió rápidamente los ojos y soltó un bufido, porque a él no le molestaba que Jungkook saltara sobre él.

—E-en la noche tendremos que seguir con esto...

—Por supuesto que sí, amor. —Sonrió al ver las mejillas febriles en la pálida piel de su esposo. Se veía hermoso.

Yoongi era hermoso ante sus ojos.

Él definitivamente lo amaba.

Amaba a Yoongi.

Amaba a Soobin.

Amaba a su familia.

Él era feliz.







***

Había dejado Busan para volver finalmente a Seúl, porque extrañaba vivir en la ciudad y aunque sonara raro, extrañaba el ritmo ajetreado y la gente amargada que parecía siempre tener prisa.

Se había comprado un pequeño departamento en el centro, cerca de su nuevo trabajo y al alcance de todo realmente.

Cuando Jimin cumplió los treinta y nueve, estuvo solo en su pequeño hogar con un trozo de pastel, mientras bebía alguna cerveza y veía una de sus películas favoritas. Su vida se había vuelto gris, solitaria y vacía, pero no le molestaba, porque parecía haberse acostumbrado a ello.

Le gustaba salir a pasear por las tardes, para poder distraerse y estirar su cuerpo, para mantener su mente ocupada mientras miraba hacia el cielo o a su alrededor, pero ya nada tenía sentido.

No desde que él se marchó de su vida.

Aun con el paso de los años y con las terapias intensivas que recibió, simplemente no podía olvidarlo.

No quería olvidarlo.

En algún momento de su vida, Jungkook lo fue todo para él y eso lo hizo feliz, pero ahora, ya no quedaba nada. Solo el vago recuerdo de que alguna vez estuvo ahí para él, que alguna vez fue su mejor amigo, su hermano aun sin compartir el mismo lazo sanguíneo, y su amante.

Su amante.

Aquella época era la que más lo atormentaba, pero lo extrañaba. Lo malditamente extrañaba y sentía que estaba pagando el precio de sus crueles acciones y lo aceptaba.

Porque Jungkook una vez lo amó, y él simplemente lo lastimó.

Cuando cerraba los ojos, aún podía sentir los labios de Jungkook sobre él, recorriendo su cuerpo y dejando caminos húmedos a causa de los besos. Lograba sentir sus grandes manos deslizándose por sus curvas, con tanto cuidado como si él fuera la cosa más delicada del mundo. Lograba escuchar su voz ronca, susurrando cerca de su oído palabras llenas de amor, las que él jamás respondió.

Y maldición, lo extrañaba.

Extrañaba todo de él, incluso ahora, con el paso de los años, lo seguía extrañando como el primer día que empezó a vivir sin él.

Cuando Jungkook tomó su maleta y dejó aquel departamento, Jimin no lo detuvo, y si lo hizo, no fue suficiente. Tampoco lo buscó luego de eso y creía que estaba bien, porque lo había dañado.

Porque él había borrado aquella genuina sonrisa en el rostro de Jungkook.

Porque él lo lastimó no solo con sus palabras, sino con sus acciones.

Y no lo merecía. Jungkook nunca mereció ser lastimado, menos por él.

—Su café, señor Park —habló la chica de la cafetería que solía frecuentar, sacándolo de sus dolorosos y tormentosos pensamientos.

—Oh, gracias. —Estiró la mano y recibió su café.

—De nada. —Ella le sonrió como de costumbre—. Qué tenga un buen día, señor.

Jimin salió del lugar y caminó a paso lento mientras le daba un sorbo a su café. Arrugó la nariz cuando sintió que la punta de su lengua se quemaba.

—Mierda —gruñó bajito, mientras seguía caminando y disfrutando de la cálida mañana.

La primavera era una de sus estaciones favoritas. Amaba ver cómo las flores adornan la ciudad en general y los parques eran perfumados con esos deliciosos aromas naturales de cada flor.

Se detuvo y esperó que el semáforo diera verde para cruzar la calle. Cuando llegó al otro extremo, comenzó a mirar las pequeñas tiendas, esas a las que jamás entraba porque no llamaban su atención o porque eran exageradamente caras. Dobló en una de las esquinas hasta que llegó a una de las avenidas principales y una sonrisa se dibujó en su rostro cuando una hermosa florería captó su atención.

Estaba en medio de tiendas de ropa y sobresalía en gran manera. Toda la pequeña florería estaba adornada de coloridas flores.

Sin pensarlo, Jimin tiró el café a medio tomar en un bote de basura y avanzó, hasta que abrió la puerta del local y una campanita sonó, haciendo que el hombre en el interior se girara por completo para recibirlo.

—Buenos días, bienve... —No alcanzó a terminar de hablar, la bella sonrisa en sus labios comenzó a desvanecerse. Jimin se detuvo en seco, sus ojos muy abiertos y sin saber qué hacer o decir—. J-Jimin... —murmuró Jungkook, dejando caer el pequeño ramo de flores que tenía en sus manos, aún en el mismo lugar y sin poder moverse.

El corazón de Jungkook se estrujó y un nudo en su estómago se formó cuando reconoció al autor de sus heridas permanentes. Esas cicatrices que lo acompañarían hasta la eternidad y le recordarían que una vez amó y entregó su frágil corazón, pero se lo devolvieron completamente roto. Esas que creyó que habían dejado de doler, hasta ahora.

¿Cuántos años habían pasado desde la última vez que lo vio?

No se sentía preparado para un reencuentro, nunca lo estaría realmente.

—Ho-hola —logró decir Jimin y se tuvo que aclarar la garganta para seguir hablando—. Y-yo solo pasaba... Uhm. No pensé que te encontraría aquí.

Jungkook lo miró en silencio por unos segundos, mientras mordisqueaba su labio inferior. No tenía que afectarle tanto volver a verlo.

Porque él era feliz ahora.

Amaba a su esposo.

Amaba a su hijo

Ama a su familia.

Era feliz.

—Hm. —Respiró profundo, intentando calmar la batalla de emociones que se estaba desatando en su interior—. No te preocupes... Está bien.

No lo estaba.

Definitivamente, no lo estaba.

Él amaba a su esposo.

Amaba a su hijo

Ama a su familia.

Era feliz.

Todo estaba bien.

—Lo siento... —Jimin murmuró bajito, como si necesitaba decir aquellas palabras, como si fuera una gran confesión.

Su cuerpo se movió por voluntad propia hacia el interior, hacia Jungkook. Pudo ver cómo este se tensaba, pero eso no lo detuvo y siguió avanzando.

—No —sentenció, su voz ronca y firme. Lo intentó detener, porque aún conocía a Jimin y sabía lo que pensaba hacer, y se odiaba por eso. Se odiaba por ser consciente de lo bien que lo conocía aun con el paso de los años.

—Por favor... —pidió con su voz rota, aplastando con la suela de sus zapatos las preciosas flores que quedaron desparramadas en el piso—. T-te extrañé...

El cuerpo de Jimin tocó el suyo y lo sintió temblar mientras se acurrucaba en su pecho. Inmediatamente y casi de forma inconsciente, Jungkook lo rodeó con sus brazos.

—Lo siento, lo siento... —murmuraba Jimin contra su cuerpo, soltando hipidos mal contenidos y aferrándose a él con fuerza, como si tuviera miedo de que se marchara y lo dejara solo nuevamente—. Lo siento tanto. Y-yo solo... te he extrañado, cada día desde que te fuiste. —Sorbió su pequeña nariz—. Lo siento...

Jungkook miró a su alrededor y tragó grueso. Necesitaba salir de ahí, sacar a Jimin de la tienda antes de que llegara Yoongi.

¡Mierda! No solo debía sacarlo de ahí, sino que debía sacarlo de su vida nuevamente.

Pero él tenía un corazón frágil. Apretó sus finos labios y finalmente se rindió, enterrando su cara en el cuello de Jimin, abrazándolo con más fuerza, sintiendo nuevamente ese delicioso olor frutal que una vez amó.

—No llores, Jimin —le habló suave, sin deshacer el abrazo—. Todo está bien, solo... no llores.

—N-no lo está... —Negó con su cabeza, mientras intentaba aferrarse aún más a Jungkook, llorando y humedeciéndole la ropa con sus lágrimas—. Lo siento...

Jungkook suspiró e hizo el intento de alejarse de Jimin, pero este se lo impidió.

—E-espera... —pidió, abrazándolo con más fuerza—. S-solo un poco más...

—Jimin...

—Lo siento, lo siento... —volvió a disculparse, mientras se ahogaba en su propio llanto.

—Ya. No te sigas disculpando, está bien. —Palmeó suavemente su espalda, en un vago intento de consuelo.

Luego de varios minutos y de que Jimin dejara de llorar, el abrazo se fue aflojando lentamente, hasta que finalmente ambos se separaron.

—Hm... Lo siento... —Sorbió sus mocos, mientras bajaba la vista y contemplaba con sus ojos nublados las flores aplastadas bajo sus zapatos.

Jungkook se movió rápido para alcanzar un trozo de papel.

—Ven, déjame ayudarte. —Jimin se acercó con un movimiento lento y alzó la vista, mirando muy atentamente cada detalle en el rostro de Jungkook, porque estaba seguro que no habría una próxima vez.

Jungkook, sin siquiera pensarlo, quitó las lágrimas que rodaban por las sonrojadas mejillas de Jimin, hasta que se perdió en sus cristalizados ojos marrones y se alejó abruptamente.

Todo está bien.

Porque él ahora era feliz.

Amaba a su esposo.

Amaba a su hijo

Amaba a su familia.

Era feliz.

—Debes irte, Jimin...

—No me pidas eso. —Empuñó sus manos en la camisa de Jungkook, aferrándose como si su vida dependiera de ello—. No ahora, por favor...

—Es lo mejor, Jimin.

—P-pero te extraño... —hipó un poco más fuerte.

—Yo sé cómo se siente, Jimin. Estuve ahí antes, ¿sabes? —Respiró hondo, intentando calmar las pulsaciones de su corazón—. Por lo mismo, debes irte y no volver a verme nunca más.

Antes de que Jimin pudiera seguir protestando, la puerta se abrió y el sonido de la campanilla los hizo mirar en su dirección.

Y mierda, era Yoongi.

Jungkook pudo ver cómo el sereno rostro de su esposo cambiaba a uno totalmente confuso.

—Uhm. ¿Interrumpo algo? —Su ceño estaba levemente fruncido y sus ojos clavados en los de su esposo.

—Yoonie... —Se alejó del tembloroso cuerpo de Jimin, como si este fuera lava y lo quemara—. No...

—¿Seguro? Porque parece ser que sí. —Miró a Jimin, quien soltaba pequeños hipidos mal contenidos y luego volvió a mirar a su esposo.

Jungkook suspiró de forma temblorosa y tomó de los hombros a Jimin, inclinándose para hablarle cerca del odio.

—Jimin, es mejor que te vayas —le habló tan suave como pudo, pero Jimin negó rápidamente con su cabeza.

—Jimin. —Yoongi repitió, y Jungkook volvió a conectar sus fanales marrones con los de su esposo.

—Sí, es Jimin —afirmó.

Yoongi sabía muy bien quién era Jimin. Años atrás, él había sido algo así como su amigo, pero con el tiempo dejaron de hablarse, más cuando supo de lo que había hecho con Jungkook.

—Jimin, espérame afuera —le habló nuevamente y este alzó su vista, agitando rápidamente sus pestañas para borrar las lágrimas que le nublaban la vista y asintió con un lento movimiento de cabeza.

—Vale... —susurró y comenzó a caminar hacia la salida, sin siquiera mirar al otro hombre que estaba parado a unos centímetros de él.

Una vez solos en el interior de la tienda, Jungkook se agachó y recogió las flores estropeadas del piso para tirarlas a la basura.

—¿Qué está pasando, Jungkook?

—Nada —se apresuró en decir—. No es nada.

—No soy un idiota, ¿sabes?

—Lo sé. —Se acercó y tomó las manos de su esposo—. Fue casualidad que apareciera aquí, algo que ninguno de los dos esperaba.

—Hm... —Alzó sus cejas, como si no estuviera del todo convencido con las palabras de su esposo, pero prefirió omitir lo que pensaba al respecto.

—Iré a dejarlo, hablaré con él y luego volveré.

—Bien.

—Yo... te amo.

—También te amo, Jungkook.

Jungkook se inclinó y dejó un casto beso en los labios de su esposo, se dio media vuelta y salió de la tienda.

—Ven, te llevaré a donde sea que te estés quedando.

—N-no hace falta, vivo a unas cuadras de aquí...

—Vale, entonces te acompaño.

Jungkook siguió a Jimin, caminaron en silencio por unos minutos hasta que se detuvieron frente a un gran edificio.

Jimin miró a Jungkook por unos segundos, hasta que se aclaró su garganta y finalmente habló.

—Uhm. ¿Q-quieres subir?

—No —respondió, sin siquiera pensarlo y el rostro de Jimin se contrajo en una mueca triste.

—¿Por favor? —pidió con un hilo de voz, casi a punto de estallar en llanto nuevamente.

Jungkook se frotó el rostro con ambas manos ante la frustración. Él quería. Malditamente quería aceptar la invitación y subir con él, pero la parte racional, esa que le gritaba y le recordaba que tenía una familia, un esposo y un hijo, se lo impedía.

Mas nada importó y finalmente aceptó.

—Vale.

Entraron al edificio y subieron al elevador, bajaron en el piso de Jimin y caminaron hasta la puerta de su departamento en completo silencio.

—Pasa —lo invitó y Jungkook avanzó sin dudarlo.

Fue recibido por un oscuro y fúnebre departamento, sin decoraciones coloridas y un tanto desordenado, pero en el aire se lograba percibir una sutil brisa a olor frutal; ese que era tan característico en Jimin.

Jungkook se giró cuando la puerta fue cerrada, pero no alcanzó a decir ni hacer nada cuando sintió el cuerpo de Jimin estrellarse contra el suyo.

—Jimin...

—Ya sé, ya sé... —murmuró contra su cuerpo—. No volveré a molestarte, lo prometo.

Era sincero en sus palabras, pero había algo que le gritaba desde lo más profundo de su interior que no lo dejara ir, no otra vez. Jimin no mencionó a Yoongi, aun cuando le causó gran sorpresa que él estuviera ahí. Tampoco preguntó por la vida personal de Jungkook, porque no le importaba realmente, no quería saber a quienes terminaría dañando.

—Bien.

—Lo siento. —Comenzó a temblar nuevamente al intentar contener el llanto—. Lo siento tanto...

—Ya pasó, Jimin. —Lo envolvió en sus brazos y lo apretó contra su cuerpo—. Ya pasó...

—N-no... —Negó con su cabeza y la alzó, conectando sus fanales con los marrones de Jungkook—. Para mí, no. Porque aún te veo al cerrar mis ojos.

Jungkook deshizo el abrazo y subió sus manos a las febriles mejillas de Jimin, para quitar las lágrimas que rodaban por ellas.

—Lo siento, no puedo ayudarte. No puedo, Jimin. Debes irte y no volver a aparecer en mi vida, por favor...

—S-sí, lo haré. —Sorbió sus mocos—. Solo... Beso. Dame un último beso, por favor... Antes de decir adiós.

Jungkook apretó sus labios y se odió a sí mismo en ese momento, porque simplemente no podía negarse. No quería negarse.

Aún mantenía acunado el rostro húmedo de Jimin y con sus pulgares acariciaba sus mejillas, mientras se inclinaba y cerraba sus ojos para finalmente cortar toda la distancia y unir sus labios una vez más.

Él amaba a su esposo.

Amaba a su hijo

Amaba a su familia.

¿Era feliz?





***

Jungkook llegó a casa demasiado tarde, cuando ya todo en el interior estaba oscuro y en un tranquilizador silencio. Caminó hacia la habitación de su hijo y sonrió triste al verlo dormir abrazado del peluche que le había regalado días atrás.

Él amaba a su hijo.

Amaba a su familia.

Cerró con cuidado la puerta y avanzó por el largo pasillo hasta que llegó a su dormitorio.

—Yoongi... —le llamó mientras se quitaba la ropa, pero no obtuvo respuesta alguna del hombre que ocupaba el otro lado de la cama—. Besé a Jimin —confesó finalmente, deslizándose bajo las sábanas y acercando su cuerpo al de su esposo.

Sintió cuando Yoongi se volteó hacia él.

—¿Por qué?

—Yo... no lo sé. —Jungkook deslizó su mano hacia la cintura de Yoongi y lo atrajo hasta su pecho—. Solo pasó...

—¿Qué sentiste al hacerlo?

—Que me moría...

—Hm...

—N-no quiero mentirte, Yoonie.

—Entonces no lo hagas.

—Creo que nunca voy a superarlo, no del todo...

—Supongo que ya lo sé.

—Él es una parte de mi vida y no puedo simplemente arrancarlo. Yo... no sé cómo.

—Tampoco sería justo de mi parte exigirte que lo superaras, Jungkook. 

—Lo siento, Yoonie. Y-yo sé que esto no es justo para ti...

—¿Aún me amas, Jungkook?

—Sí.

—Bien.

Ninguno de los dos volvió a hablar.

Jungkook permaneció aferrándose al cuerpo de su esposo, abrazándolo con fuerza y rememorando una y otra vez el rostro lloroso de Jimin cuando lo dejó para volver a casa.

"Lo siento, Jimin, debo volver a casa junto a mi familia", le había susurrado, aun cuando su cuerpo parecía no querer moverse. Solo bastó eso para que Jimin retrocediera unos pasos, con sus ojos perdidos y con su pequeño cuerpo temblando, luciendo tan frágil y aterrado.

No se despidieron ni se miraron, Jungkook simplemente huyó del lugar tan rápido como le fue posible.

Jungkook amaba la relación que tenía con su esposo. Todo era tan tranquilo y maduro. Con Yoongi podía hacer de todo; también podía no hacer nada, y resultaba igual de fascinante.

Con Jimin, en cambio, había sido todo tan diferente. Siempre ocultos, siempre negándose a recibir o dar alguna muestra de afecto. Y había sido tan, pero tan agotador, tan doloroso.

No supo en qué momento sucumbió ante el cansancio y se quedó dormido, pero al despertar la mañana siguiente, Yoongi ya no se encontraba en la cama. Tampoco en la casa.

Fue hasta la cocina para beber un vaso de agua cuando su teléfono sonó.

Era Taehyung.

Suspirando, apretó el botón verde de su teléfono y lo acercó a su oído.

—¿Uhm? —contestó, mientras bebía el agua que había en el interior de su boca.

¿Dónde mierda estás?

—En casa.

Pasé a la florería y no te vi —comentó Taehyung, soltando un suspiro—. Solo estaba Yoongi y el pequeño Soobin.

—Ya sé.

Sí, sabes. —Su voz comenzó a sonar más irritada—. Sabes perfectamente por qué te estoy llamando.

—Tae...

Eres un idiota si arruinas esto.

—¿Arruinar qué?

No te hagas el tonto, Jungkook. No conmigo. Además, quería contarte que mi hermano vuelve definitivamente a Seúl junto a su novio.

—Oh.

Nada de "oh". Haré una cena en el departamento y pensé en invitarte... pero ya no, idiota.

—Tae, ya...

Paso por ti en media hora, báñate y vístete.

—No quiero salir —refunfuñó.

Ya. Me importa una mierda lo que quieras. Paso por ti en media hora —terminó por decir y colgó.

Jungkook dejó el teléfono en la superficie clara de la encimera y caminó hacia su cuarto, dispuesto a meterse en la ducha y arreglarse para salir con su amigo.

Quizás ver a Taehyung y escuchar sus consejos le ayudaría en algo.

Sí, era lo más seguro.

Porque todo estaría bien.

Él amaba a su esposo.

Amaba a su hijo.

Amaba a su familia.



Continuará...

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