💖Capitulo 18 - Necesito una silla de ruedas💖

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Tatiana.

El me sigue observando con expresión seria. Me molesta su actitud, sus preguntas y la forma en que me mira me hace sentir incómoda. Parece que quiere que me vaya, pero hoy recibí una gran noticia y no permitiré que arruine mi humor. No importa si él quiere echarme como una cualquiera, eso no me pondrá de mal genio.

Mientras tanto, mejor me quedo detallando su hermoso rostro que se ve mucho más sensual recién levantado. Su cabello está todo alborotado y eso lo hace ver tan ardiente. Sin poder evitarlo, mis ojos viajan por su escultural cuerpo, hasta detenerme en su entrepierna, que muestra un abultamiento a través de su pantalón corto, bastante ajustado. Me muerdo el labio instintivamente y mi mente divaga a los recuerdos. ¿Todo eso me comí ayer? Es increíble.

—¿No vas a responder a mis preguntas? ¿Solo te quedarás observándome? —su voz me hace volver a mirarlo y esta vez ya no está serio, su expresión se ha relajado y me da una media sonrisa maliciosa.

—Tengo un hambre crónica y estoy preparando algo de comer para los dos, espero que no te moleste. Siéntate, en un momento te sirvo. —le respondo con una sonrisa.

Él no dice nada, solo me observa. Ignoro su mirada y continúo en mi preparación. Me muevo por la cocina como si la conociera de toda la vida, aunque aún siento el agotamiento. Me desplazo de manera provocadora, dejo caer cosas a propósito y al agacharme lo hago sin pudor, que él pueda ver todo, ya que no tengo ropa interior.

Cuando tengo todo listo, comienzo a acomodar todo en la gran encimera. Cada vez que dejo algo, noto que no deja de mirarme, y eso me encanta. No voy a negar que estoy excitada.

Busco algo para tomar en la nevera y no sé qué elegir. Hay de todo, pero creo que algo saludable es lo indicado, opto por jugo. Cuando pienso en girarme, siento su cuerpo pegado a mi espalda.

—¿Podrías dejar de provocarme? Me gustaría comer sin tus provocaciones tan descaradas. —me susurra al oído. Su voz tan ronca me eriza la piel.

Sus manos recorren toda mi anatomía, hasta posarse en mis pechos y masajearlos suavemente. Su boca muerde el pómulo de mi oreja, gimo ante lo que hace. El idiota me está calentando más de lo que ya estoy, y me encantaría caer ante sus encantos, pero comer ahora mismo es lo primordial.

—Me muero de hambre y no tengo fuerza para nada. Podrías detenerte. —le pido casi en un susurro.

Él no responde y detiene lo que hace. Se aleja de mí y en ese momento puedo respirar normalmente. Maldita sea, su cercanía es una tentación, aparte de que ya sabe cuáles puntos tocar para prenderme.

Me acomodo en la silla, me sirvo una gran cantidad y, sin verlo, comienzo a comer. Qué delicia, el salmón a la crema, las papas salteadas y la ensalada están deliciosas, y el crocante del tocino le da un toque más especial y rico. Dirán que eso no es un desayuno, pero me da igual, como lo que me plazca. Ambos comemos en silencio, apenas se escuchan el sonido de los cubiertos en los platos.

—¡Qué placer! Esto esta exquisito ¿Eres chef de profesión? —su pregunta me hace mirarlo. Él me observa con expectación mientras devora su comida.

—¡Oh, para nada! Soy abogada de día y chef improvisada de noche. —respondo con una sonrisa. Él asiente con una sonrisa y seguimos comiendo.

Mientras terminamos de comer, no puedo dejar de pensar en lo salvaje que fue nuestro encuentro de ayer. La forma de poseerme tan intensa me tiene fascinada. Debo admitir que ha sido el mejor de todos, ¡y quiero más! Terminamos de comer al mismo tiempo y dejo todo en el fregadero.

—Ahora te toca lavar los platos, yo me daré un baño, tengo que salir. —le digo al girarme, él me mira confundido, pero no le doy chance de responder y salgo de la cocina.

Al entrar al baño, me quedo asombrada por su belleza. Este lugar es espectacular, algún día espero tener algo así. Cierro los ojos y dejo que el agua tibia recorra mi cuerpo, quitando el cansancio de la cogida y relajándome.

Mi mente sigue divagando hacia ese idiota de Oscar. Sé que tuvimos un encuentro maravilloso, y la conexión entre nosotros es innegable. Aunque ya conseguí lo que quería (tenerlo entre mis piernas), ¿por qué sigo deseándolo tanto? Parece que lo que hicimos ayer no fue suficiente para saciar mi apetito.

Con el gel de baño, recorro mi cuerpo de manera sensual. Paso por mis senos, acariciándolos suavemente, y luego bajo hacia mi abdomen. Llego a mi vagina, que se siente sensible e hinchada pero ansiosa de más. No puedo resistirme y me toco el clítoris, provocándome un gemido.

—Puedo ayudarte con eso. —su voz ronca me hace sobresaltar y detener lo que estaba haciendo.

¡Maldición! Estaba tan concentrada que ni siquiera me di cuenta de que entró.

—¿Por qué demonios haces eso? ¡Casi me da un infarto! —exclamo, intentando darme la vuelta para enfrentarlo, pero él no me deja y se pega a mi espalda.

Comienza a frotarse contra mí y puedo sentir su miembro duro. Trago saliva, lo deseo con locura, pero no sé si mi vagina pueda más. Sus manos se posan en mis pechos y los acaricia suavemente.

—Lo siento, no quería asustarte. Te vi y quise unirme. —susurra en mi oído.

—Eres un tonto, no vuelvas a hacerlo. —mi voz apenas es audible. Este idiota me está excitando. Su boca ya está en mi cuello, dándome besos húmedos, y yo inclino mi cabeza hacia atrás para darle más acceso.

De repente, siento sus dedos acariciando mis labios vaginales y eso me hace gemir más fuerte.

—Espera, podrías detenerte, estoy sensible. —le pido, aunque en realidad no quiero que pare.

—¿Estás segura de que quieres que pare? Preciosa. —pregunta sin dejar de tocarme.

Intento responderle, pero lo que me hace no me deja hablar, sus dedos aún se mueven suavemente en mi vagina.

—¡Necesito saber si quieres que pare, no te obligaré! Después de todo, soy un caballero. —añade con picardía.

Me río ante su comentario. Me muerdo el labio inferior y cierro los ojos. Espero poder levantarme luego, tengo que trabajar.

—No, no te detengas, Oscar, pero sé gentil, mi vagina aún está adolorida. —le aclaro en un susurro, mientras presiono mi trasero contra su miembro.

—Seré muy cuidadoso, preciosa. Ambos estamos adoloridos, pero no pude resistirme. Eres una tentación ambulante. Y cuando te vi en la cocina usando mi camisa me pusiste duro y ahora lo estoy más.

Estoy a punto de responderle, pero su intromisión me deja sin palabras. Él se introduce en mí con cautela, tan despacio como si temiera lastimarme, y es que él sabe cómo estamos. Mi cuerpo se arquea y él me abraza, pegándome a su cuerpo. Puedo sentir su respiración agitada. Sus embestidas comienzan lentas pero profundas, provocándome un placer indescriptible.

No sé cuánto tiempo ha pasado, pero ambos estamos jadeando bajo el agua. Él sigue moviéndose lentamente, besando mi cuello con una pasión desenfrenada, mordisqueando mi oreja, acariciando mis pechos; todo con una intensidad que me hace sentir como si estuviéramos haciendo el... amor. No, eso no puede ser. Aparto esos pensamientos y me dejo llevar por el placer que me brinda.

Muevo mi cadera al compás de su vaivén. Cuando siento que estoy por llegar al orgasmo, aumento el ritmo. Mi cuerpo se tensa, siento que me falta el aire y que voy a desfallecer. Ahogo un grito de placer cuando mi orgasmo explota, retorciéndome junto a él. Escucho un gruñido de su parte y sé que también ha alcanzado el clímax.

Inmediatamente siento mi cuerpo débil, a punto de caer de lo cansada que estoy, pero los fuertes brazos de Oscar me sostienen. Creo que no podré levantarme de la cama en una semana después de esto.

—Necesito una silla de ruedas. Estoy muerta. —murmuro. Lo escucho reír y no puedo evitar unirme a su risa.

—Tranquila, terminare buscando dos sillas. Estoy igual que tú. Pero ¿qué te parece si volvemos a la cama? Estoy cansado y no creo que sea buena idea dormir en la bañera. —explica mientras me ayuda a levantarme y quedamos frente a frente.

Su oferta me deja un poco sorprendida. No pensé que me pediría algo asi después de su actitud al despertarse, pensé que me echaría.

—Me encantaría volver a dormir, pero tengo que trabajar. No quiero que me despidan en mi primer día. Pero tendrás que prestarme una camisa, ya que dañaste mi blusa. —le explico con una sonrisa.

—Entiendo, tranquila, Tati hermosa. Te buscaré algo. Y perdón por arruinar tu blusa, te compraré otra. —me dice dándome un beso en los labios, y sale de la ducha.

Su amabilidad me desconcierta un poco, la verdad. Pero me gusta, está actuando como un caballero y eso es encantador.


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