💖Capitulo 3 - No me digas muñeca💖

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Tatiana.

Bruno me tiene sujeta de la cintura mientras caminamos hacia su coche. Al entrar, me besa apasionadamente, provocándome gemidos. Aunque estoy con él en el presente, mi mente piensa en el guapo idiota que me choco y luego se desapareció. El bombón de chocolate me está devorando la boca con intensidad, Bruno es guapo, pero al ver visto aquel espécimen, no se compara.

—¿Qué pasa? ¿Te sientes bien? —me pregunta dejando de besarme mientras alza una de sus cejas. Creo que se dio cuenta que ando en las nubes.

—Sí, estoy bien. ¿Por qué no me llevas a tu apartamento y me cojes en la cocina? Me gusta encima de la encimera. —le digo coqueta.

—Eres una traviesa, será como tú digas. Preciosa. —dice dándome otro beso apasionado antes de arrancar.

En todo el trayecto hasta llegar al apartamento, Bruno no dejaba de tocarme, acariciar mis tetas, meter mano en mi entrepierna, y yo me dejo hacer, pero mi mente no deja de imaginarse a ese guapo rubio, que es él el que me toca y me hace vibrar. Admito que quedé fascinada con ese idiota, tal vez algún día nos encontremos y pueda probarlo un poquito, bueno, mucho si es posible. Está para devorárselo completito, guapo, sexy, alto, y algo musculoso. Ese traje le quedaba perfecto, y no es como Bruno, que es muy musculoso y grande. Pero ese rubio sí es mucho más guapo y sensual.

Aunque me molesto por su actitud. ¿Cómo se atrevió a chocarme y ni siquiera una disculpa o ayudarme? Para colmo, llamarme loca. Es un idiota con todas las letras. ¿Y cómo puede él casi provocarme un orgasmo sin siquiera estaba cerca? Así como tengo a Bruno comiéndome las tetas, mordiéndome uno de mis pezones.

A ver cómo les explico, soy una mujer joven, activa sexualmente, que le gusta el sexo, y que no le importa lo que los demás piensen de mí. Quizás dirían que soy una libertina sin moral, pero como dije, me da igual lo que digan.

Esto que pasa entre Bruno y yo no es algo formal, nada serio, porque no busco eso. No me interesa tener una relación estable de "noviazgo" o eso del romance, no es lo mío, y a Bruno tampoco le interesa, y eso está perfecto. Solo me gusta el sexo placentero que él provoca y ya, nada más. Cuando tenemos ganas, nos llamamos para quitárnoslas, pero cada uno en su vida, ninguno se mete en la vida del otro. Nos damos nuestro espacio, él puede tener a quien quiera, porque no hay sentimientos de por medio, al igual que yo.

Pero, como mujer precavida que soy, siempre le exijo que se chequeé mensualmente, al igual que yo lo hago. Tampoco queremos contagiarnos de alguna enfermedad, aunque también usamos condón y como el sexo que tenemos no es algo de todos los días porque trabajamos y él viaja muy seguido, el sexo es ocasional. Si él tiene ganas, puede estar con cualquiera, al igual que yo, porque esto es solo sexo.

Jadeo por las mordidas en mis pezones, que me tienen bastante excitada, pero lo que Bruno no se imagina es que me imagino a otro, a ese rubio, tocándome toda. Ese idiota es el que me tiene excitada, nunca había fantaseado con ningún hombre mientras tenía sexo arriba de la encimera de la cocina. Solo lo vi un vez y nada más, eso no tiene sentido, aunque para mi mente pervertida es perfecto.

Bruno baja su mano a mi coño húmedo, acariciándome ese punto que hace que nuestro cuerpo sienta placer, mi clítoris. Jadeo, y él continúa, mientras chupa y lame mis pezones, que están duros como piedra. Introduce uno de sus dedos provocando que un fuerte gemido salga de mi boca. Sin dejar de besarme y besando mi cuello, chupa y lame mis tetas, comenzando con un entra y saca rápido mientras que con el dedo pulgar acaricia mi clítoris.

Siento que estoy a punto de llegar a mi orgasmo.

—Joder, no te detengas, casi llego. —le digo con voz agitada.

Él acelera la penetración con sus dedos, si, ya tiene dos dentro de mí, y yo solo me imagino a ese rubio que me está dando placer, estallando en un increíble y maravilloso orgasmo. Mi respiración está acelerada, mi cuerpo tiembla de lo intenso que fue. Él se aleja y se empieza a quitar la ropa, dejando su verga a la vista. Se me acerca con una sonrisa llena de perversión, nuestra boca se devora entre sí, deja de besarme para colocarse el condón sin quitarme la mirada, y en ese momento su teléfono empieza a sonar, pero él no pretende contestar.

—Deberías tomar la llamada, podría ser importante. —le sugiero.

—Sí. —contesta molesto, me imagino por la interrupción. —Estoy ocupado —gruñe.

Me quedo observándolo y su semblante cambia a uno confundido. Cierra la llamada y empieza a caminar de un lado a otro, y cada vez se pone más molesto.

—¿Paso algo? ¿Está todo bien? —digo, él se detiene y me mira.

—Me vas a perdonar, hermosa, pero tengo que irme. —me habla en un tono suave, depositando un tierno beso en mis labios.

Le digo que no se preocupe. Me arreglo la ropa. Quisiera preguntarle qué pasa, porque me da mucha curiosidad, pero quedamos en que nadie se mete en los asuntos del otro. A pesar de todo, le tengo aprecio. Debe ser algo muy delicado, porque no creo que por cualquier cosa él dejaría de coger conmigo.

En todo el trayecto a mi trabajo, él no dice nada. Su semblante se ha mantenido serio, y de vez en cuando aprieta el volante con enojo. Se estaciona frente a mi carro, bueno, mío y de mi hermana; lo compramos entre las dos.

—Perdóname, hermosa, luego te recompensaré. —me dice, dándome un beso en la mejilla.

—Tranquilo, al menos me diste un rico orgasmo. —le digo y él sonríe, pero vuelve y se pone serio.

Salgo de su coche y me despido agitando la mano. Algo grave debió pasar. Tal vez algún día me lo comente y pueda ayudar. Me subo a mi coche y mientras conduzco, me llega un mensaje de un compañero de trabajo: "Tu hermana ganó el caso". Al leer ese mensaje, una enorme sonrisa se dibuja en mi rostro. Sabía que ella iba a ganar; es la mejor. Eso hay que celebrarlo y lo mejor es con alcohol.

Me detengo en una bodega, decido llevar vino. Tampoco es que me voy a emborrachar; mañana hay que trabajar. Pero sí quiero beber y celebrar otro triunfo más de mi bella hermana.

—¿Algo más se llevará señorita? —me pregunta el cajero, niego.

Cuando estoy saliendo de la bodega, un cuerpo choca conmigo. Cierro los ojos esperando la caída junto al golpe, pero este nunca llega porque alguien me tiene sujeta de la cintura. Abro uno de mis ojos para cerciorarme de quién es. Miro al idiota que provocó todo esto y me quedo paralizada. No puede ser; tenía que ser él. ¿Por qué me pasa esto a mí? Me quedo como estúpida viéndolo, sus hermosos ojos escudriñan mi rostro y siento cómo mi coño palpita al tenerlo tan cerca. "Esto no es normal".

—Perdona, ¿estás bien? Muñeca —me dice con una sonrisa coqueta. Asiento frunciendo el ceño.

—Podrías soltarme. Y no me digas muñeca —hablo enojada.

Él me mira confundido, quizás por mi reacción, pero la verdad, ni yo misma sé por qué dije eso. Claro que lo sé, porque este idiota me llamó loca esta mañana.

—¿Estás mal o qué? Te acabo de salvar la vida, evité que cayeras de culo, un lindo culo que podría haberse maltratado y no iba a permitir algo así. ¿Y no me agradeces? Eso es inaceptable. —ahora habla enojado. Suelta su agarre de mi cintura y se aleja un poco.

¿En serio dijo que mi culo es lindo? Bueno, en algo tiene razón.

—¿Agradecerte? ¿Estás bromeando? Si fuiste tú el idiota que me acaba de chocar con mi cuerpo escultural, eres el único culpable. Tú eres el que debería disculparse —expreso con molestia.

—Sí, que estás loca. Primero me aventaste esa estúpida pelota y ahora esto. Claro que estás loca. —dice viéndome seriamente. Vaya, parece que se acuerda de mí.

Y otra vez me dijo loca. ¿Por qué tiene que llamarme loca? Pero no comprendo por qué me molesta tanto que me diga así.


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