۪۫❁ཻུ۪۪🩰⸙͎๛Enamorarse de uno mismo❁ཻུ۪۪⸙͎ ੈ˚

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Quererse a uno mismo es quizás el hecho más importante que garantiza nuestra supervivencia en un mundo complejo y cada vez más difícil de sobrellevar. Aun así, y curiosamente, gran parte del aprendizaje social se orienta a sancionar o subestimar el valor del amor propio, posiblemente para evitar caer en las garras del engreimiento. Si decides felicitarte dándote un beso, es probable que las personas que te rodean (incluso el psicólogo en turno) evalúen tu conducta como ridícula, narcisista o pedante. Está mal visto que nos demos demasiado gusto o que nos mostremos muy alegres de ser como somos (una persona muy feliz consigo misma y con el mundo puede fácilmente ser diagnosticada como hipomaniaca por algunas reconocidas clasificaciones psiquiátricas).

Cuando nos ocupamos de nosotros mismos por demasiado tiempo, nos mimamos o nos autoelogiamos, llegan las advertencias: “¡Cuidado con el exceso de autoestima!” u “¡Ojo con el orgullo!”. Y en parte resulta entendible, si vemos los estragos que puede realizar un ego inflado y sobredimensionado. Sin embargo, una cosa es ser ególatra (endiosado de sí mismo), egoísta (avaricioso e incapaz de amar al prójimo) o egocéntrico (incompetente para reconocer puntos de vista distintos), y otra muy distinta ser capaz de aceptarse a sí mismo de manera honesta y genuina sin hacer alharaca ni despliegues publicitarios. La humildad es ser consciente de la propia insuficiencia, pero de ninguna manera implica ser ignorante de la valía personal.

La consigna: “Quiérete, pero no en exceso”, es decir, desproporcionada o irracionalmente (para no quedar embelesado y atrapado por la propia imagen reflejada), es un buen consejo, ya que nos pone en alerta contra el lado oscuro de la autoestima. No obstante, es mejor no exagerar y tener presente que en determinadas situaciones, cuando nuestro amor propio es vapuleado o atacado, querernos a nosotros mismos sin tanto recato ni miedos irracionales puede sacarnos a flote y ayudarnos a andar con la cabeza en alto.

La política de ocultar y/o minimizar el autorreconocimiento, y de disimular las fortalezas que poseemos, produce más daño que beneficios. La sugerencia de no quererse a uno mismo “más de lo necesario” puede transformarse en un autoamor resfriado y enclenque. Es verdad que no hace falta gritar a todo pulmón lo maravillosos que somos ni publicarlo en primera página, pero reprimirlo, negarlo o contradecirlo termina por herirnos emocionalmente. Al intentar dejar fuera el egoísmo salvaje, a veces no dejamos entrar el amor propio; por evitar la pedantería insufrible del sabelotodo, algunos caen en la vergüenza de ser lo que son; por no despilfarrar, somos mezquinos. Si me siento mal por ejercer mis derechos personales o simplemente los ignoro o pienso que no los merezco, quizá me falte autorrespeto.

A medida que vamos creciendo, una curiosa forma de insensibilidad hacia nosotros mismos va adquiriendo forma y nos lleva a dejar atrás aquellas gloriosas épocas de la niñez cuando el mundo parecía girar a nuestro alrededor y saltábamos felices de juego en juego. En aquellos momentos, todo era gratificante y fantasioso. El “yo”, por momentos, parecía bastarse a sí mismo autogratificándose y construyendo universos infinitos a su antojo (está claro que la tendencia natural de un niño no es el autocastigo, sino pasarla lo mejor posible y de paso sobrevivir). Pero las cosas buenas no duran tanto, y al crecer hacemos a un lado ese delicioso mundo “yoico” (ya que ninguna sociedad sobreviviría a tal egocentrismo) y nos orientamos más “hacia fuera” que hacia dentro: nos “descentramos”, por decirlo así, y aceptamos a regañadientes que amar al prójimo es más importante, valioso y encomiable que amarse a uno mismo.

Las conclusiones psicológicas actuales sobre el tema de la autoestima son un llamado de alerta que vale la pena tener en cuenta: no educamos a nuestros hijos para que se quieran a sí mismos, al menos de manera sistemática y organizada como en otros aprendizajes. Desde pequeños nos enseñan conductas de autocuidado personal respecto a nuestro físico: lavarnos los dientes, bañarnos, arreglarnos las uñas, comer, controlar esfínteres, vestirnos y cosas por el estilo. Pero ¿qué hay del autocuidado psicológico y la higiene mental? ¿Les prestamos la suficiente atención? ¿Los ponemos en práctica? ¿Resaltamos la importancia del autoamor?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro