7: Raza pura y perturbada

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Lemus

Camino en un campo de flores. Hay una mujer rubia, avanzando por este. Me le aproximo, trae tanta paz. Ella me sonríe. ¡Wow! Tiene alas, hermosas alas blancas. Su cara es preciosa, me recuerda a alguien. Cierto, Akil tiene sus rasgos. ¿Es su mamá? Tiene sentido que su nieto, Ruy, tenga el color de esas hebras de cabello doradas. Esa familia posee las vibras de esta mujer.

El ambiente hermoso se termina. Ella está embarazada, hay sangre entre sus piernas. Las flores blancas se manchan de rojo. Guardias celestiales la persiguen y corre. La golpean y la obligan a irse. Termina en el mundo terrenal, pues piensan que así el bebé no nacerá. Aun así, da a luz al niño, pero ya es demasiado tarde para ella. Está muerta y su alma nunca volverá al paraíso. Un demonio decide cuidar del pequeño, así que se lo lleva con él.

¿Por qué sueño esto? ¿Se ve tan real?

Una melodía suena en mi cabeza, el bosque otra vez me canta, entonces abro los ojos. Me encuentro con Akil, el cual sonríe al ver que despierto. Estoy en una camilla otra vez. Vaya, se me hará costumbre.

―Creo que incumplí nuestro acuerdo el primer día. ―Se ríe―. Lo siento.

Ah, cierto, me prometió que nadie me mordería.

―No hay problema, estabas dormido.

―Tengo una gran idea. ―Entra mi jefe al cuarto y se me acerca―. Tenemos guardería, deberían quedarse por aquí, así tendrían doble cuidado y Lemus no acabaría con tantos problemas. ―Me da palmadas en el hombro.

Creí que me reprendería, pero estamos progresando.

―No se preocupe, doctor Wallstrom, yo...

―Tiene razón, sería bueno ―responde Akil―. Le diré a Octavio que traiga a los niños, mientras Lemus se recupera.

¿Habla del hombre que entró a la casa?

―No hace falta, no te preocupes por mí, yo...

―Relájate, tus cosas seguirán en mi casa. ―Me sonríe―. No te estoy echando.

―Perfecto ―expresa mi jefe―. Ahora todo será mejor.

Es lo que él quería, quizás siempre supo que yo sería ineficiente y por eso me hizo trabajar allí. ¡¿Cómo es que en mi primer día casi muero?! Ah, qué desastre. Al menos gané un lugar donde dormir, sin embargo, puedo morir en cualquier momento allí.

Akil

Me quedo en la sala de espera y me levanto de mi silla cuando veo que Octavio trae a los niños. Nunca imaginé ver esta imagen en mi vida, me da gracia verlo con las cangureras y los otros dos dándoles las manos.

Sonrío.

―Hasta parece que ni los amenazaste con comértelos. ―Me río.

―Sí lo hice.

―Qué malo.

―¡¡Papá!! ―gritan los dos niños más grandes mientras corren a abrazarme―. ¡¡Qué miedo, preferimos a Lemus!!

¿Qué prefieren a quién?

―¿Por qué me están eligiendo pareja? ―me quejo.

―Porque soy aterrador ―bromea el rubio fuertote, acercándose a mi rostro―. Y ellos no saben que doy buenos masajes.

Sonrío otra vez.

―Me lo voy a pensar.

―Iugh, no ―exclama Ruy.

Cheshire lloriquea, así que provoca que los bebés lloren.

―Cómo los odio. ―Se le va el humor a Octavio.

Agarro a Massy, entonces hago caminar a mi ex con Pet, para que me ayude a dejarlos en la guardería del hospital. Una vez que los pequeñuelos se calman, salgo de la sala para poder hablar a solas con Octavio.

―¿Y? Me dijiste que había algo importante que decirme ―recuerdo.

―Ya lo saben, cariño.

―¿Quién sabe qué cosa? ―Enarco una ceja.

―Los demonios que te han estado siguiendo son del clan Alixo.

―Lo sospechaba, pero, ¿no están al tanto de que estoy con Rowan Maximus?

―Ese es el punto, te encuentras en Norville, no puedes salir, se aprovechan. Aunque ese no es el verdadero problema. Lo averigüé, hicieron tanto escándalo que los angelitos son el inconveniente. Ellos son los que quieren darles caza a tus hijos y a ti.

―Quieren eliminar la estirpe mezclada ―afirmo.

Solo me pregunto, si se atreverían a bajar. Por el contrario, de lo que cualquiera pensaría, los ángeles son muy altaneros. Admiran su raza pura, la cual piensan que jamás debería ser perturbada. Por tal razón, no descenderían al mundo terrenal, ni aunque se les suplicara. Opinan que el ámbito humano es un infierno más y que nunca valdría la pena estar aquí.

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