9: Hoy la mamá es Lemus

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Lemus

Ya en la casa de Akil y con los niños a cuestas, puedo decir que no quiero ser padre. Dios, debí haber dejado a uno en la guardería o no sé, pero no me fío de nada. Sin contar que no hay señales del padre de estas criaturas del demonio que me han dejado exhausto.

Qué irónico, pues son hijos de uno.

Oigo ruido, así que dejo de atender a los nenes y salgo del cuarto para revisar la razón del sonido. Me sobresalto cuando visualizo entrar a Octavio, sosteniendo a Akil, el cual no se ve en buen estado, ni parece consciente. Lo tira sobre la cama más cercana y corro a ver qué sucede.

―¡¿Qué ocurre?! ¡¿Están bien?! ―acoto por sus apariencias.

Se ven heridos y manchados de una sangre muy negra.

―Fuimos emboscados por títeres de demonio ―acota el rubio de cabello largo, luego sonríe―. Aunque nos deshicimos de todos, ganamos.

―No ganaron, mira cómo está ―me quejo―. Les prohíbo salir así, me asustaron.

―¿Qué eres mi mami? ―expresa, molesto, el demonio―. Esas no existen para nosotros y, de todas formas, ¿por qué sigues aquí?

―Estoy para ayudar.

―Ayuda con esto. ―Me tira una mochila.

―Ay, ¿qué tienes ahí que pesa tanto? ―Hago fuerza por lo que cuesta cargarlo―. ¿Piedras?

―Es un bebé, idiota.

―¡¿Qué?!

―Ya se escupió a otro ―aclara.

―¡¿Y lo tienes así?! ―me quejo al abrir el cierre.

―¿Qué querías que hiciera? ―Bufa―. ¡¡Estábamos peleando y se puso a escupir al niño!!

Saco al bebé, tirando la mochila. El pequeño está lleno de baba y pedazos de la cáscara de su huevo, que lo recubría, pero se encuentra bien.

―Maldición, con este ya van cinco.

―Le dije que me lo comería, pero no me dejó ―se queja.

―Esa no es la solución.

―¡¿Otro?! ―Llega Ruy, viene de su habitación.

Cheshire lo sigue detrás, vestido con su pijama y refregándose un ojito, teniendo sueño.

―Pet se hizo pis ―aclara el nene―. Y Massy está llorando.

―Tú ve a lavarte los dientes ―reprendo a Ruy, luego le aclaro a Cheshire―. Ya voy. ―Después miro a Octavio―. Ni creas que te vas a escapar.

―¡¡No eres mi jefe!! ―aclara el demonio adulto que se estaba yendo.

―Tengo que revisar a Akil, ve a cambiarle el pañal a Pet.

―Un humano no me dará órdenes, ¿y por qué tengo que ser el que limpia las suciedades del niño?

―¿Acaso eres médico?

―¿Acaso sabes cómo tratar a un ser sobrenatural? ―contraataca.

―Seguro más que tú que no tienes conocimientos clínicos.

Entrecierra los ojos y me mira desafiante.

―Ganaste, esta vez, humano.

Akil

Oigo el llanto de un bebé. Me cuesta abrir los ojos, pero lo consigo. Visualizo la luz del sol asomándose por la ventana. Me inclino, entonces enarco una ceja al no encontrar de dónde vienen los sollozos. Me levanto de la cama y arrastro los pies mientras avanzo. Bostezo, luego encuentro a Lemus sentado, pero dormido, con la cabeza sobre el libro de Cheshire, el cual descansa junto a Ruy en la cama. También me sorprende ver el orden de la casa. Octavio duerme abrazando a una escoba y mece una de las cunas, incluso aunque está perdido en sus sueños. Busco a la beba, en cuanto reconozco sus lloriqueos, así que me aproximo y la alzo entre mis brazos.

Sonrío.

―Massy, no hagas ruido, los machos duermen.

Cuando la bebé se calla, miro de nuevo a Lemus, entonces me aproximo a un mueble, agarro una manta y lo cubro con esta. Se ve que ha tenido mucho trabajo, es evidente que esto es obra de él. Me encanta, por lo tanto, deberé admitirlo, me estoy enamorando y no pienso detener el sentimiento. Le doy un leve beso en la frente, entonces regreso a dormir con la niña a mi habitación.

Estos son los dulces momentos que hay que recordar y valorar.

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