CAPITULO 17. DANIEL

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Esperar a que Grace esté embarazada es jodidamente lento.

Comienzo a aburrirme.

No la parte del sexo, sino la parte de estar encerrado todo el día en esta casona sin nada más que ver o hacer. Al menos viviendo en la calle podía ver los autos pasar.

Me pregunto si Robbie está cuidando todavía ese viejo almacén que usamos como casa.

—¿Daniel? ¿Estás bien? —Grace pone su mano sobre la mía, sacándome de mis pensamientos.

—Si.

Retira su mano.

—Pareces distraído.

—Estoy preocupado por mi amigo Robbie.

Sus cejas se arquean en la frente, pero mantiene su curiosidad a Taya. No es tonta, debe sentir que algo no está bien, esta tensión entre nosotros.

La semana pasada, durante sus cinco días fértiles, tuvimos sexo al menos tres veces al día y eso parecía ser suficiente para calmar mi ansiedad. Hoy, no puedo controlarla.

Me levanto de su cama con cuidado de no empujarla, completamente desnudo y yendo directo al armario donde guarda las botellas de vino tinto.

Nada.

Esa maldita bruja rubia debe haber descubierto que soy yo quien se toma en realidad todas esas botellas.

Empujo las puertas con fuerza y giro para mirar a Grace, sus mejillas tiñéndose de color cuando recorre mi desnudez.

—Nena, supéralo. —aparta la mirada al instante—. Me has visto desnudo demasiadas veces en el último mes como para avergonzarte de esto.

No necesito señalar la erección matutina, está ahí grande y orgullosa.

Carraspea un poco antes de apartar las sábanas de su cama y sentarse en el borde.

—Bueno, es diferente cuando entras aquí en medio de la noche y comienzas a desnudarte.

Ah, si. El pequeño ataque de ansiedad que no me dejaba dormir.

—Pero fue bueno para los dos —recalco, buscando mi pantalón de chandal en el piso y la camiseta.

Ella toma la bata de la silla y se envuelve en ella, aún desnuda. Si no estuviera tan ansioso justo ahora, apreciaría la vista de sus pezones marcados sobre la tela.

No puedo salir de aquí porque Keren ya no confía en Joel. Insistiría en llevarme ella misma a dónde quiera ir, incluso si uso a Grace para salir a algún lado.

Agh, la odio.

—Dijiste que había un gimnasio por aquí, en algún lado. ¿Te molesta si lo uso?

—No, adelante.

Hago una seña con la mano y me despido para ir a mi habitación, necesito una ducha para quitarme el olor a sudor y sexo, y bóxer limpio. Y como tampoco tengo ropa deportiva, me pongo de nuevo los pantalones de chandal.

No estoy de humor para el almuerzo, paso directamente por las escaleras hasta el pasillo y busco la habitación que Grace mencionó antes. Es pequeña, apenas tiene una cinta para correr, algunas pesas y un saco de boxeo en el extremo.

Supongo que podría correr en la cinta imaginando que me alejo de la infame señora Ramos.

Apenas me he subido en la máquina y la pongo a andar cuando Grace aparece en la puerta con su silla. Se detiene en el umbral, mirándome con atención.

—¿No deberías desayunar primero?

Agh. Resoplo sin dejar de correr, aumentando un poco más la velocidad.

—Puedo hacerlo después de esto, necesito mantener mi condición.

Por el rabillo del ojo la veo empujar la silla más adentro y detenerse junto a la banca de las pesas. Luce incómoda, ¿Alguna vez ha estado aquí antes?

—¿Te vas a quedar ahí, mirándome? —gruño.

Mierda, estoy siendo un imbécil con ella y no tiene la culpa de mi mal humor, o mi adicción. O todo lo demás.

—Intentaría subir a la máquina, pero dudo que funcione del mismo modo para mí que para ti. —su tono es irritado.

—¿Y qué hay de la rehabilitación? —ahora estoy un poco curioso—. ¿Haces algo de eso?

—No. No funcionaría.

—¿Cómo lo sabrás si no lo intentas?

Sus cejas se arrugan en un pequeño puchero, sus ojos azules bajando a mis piernas en movimiento y quedándose ahí por un momento.

—Vamos, ven aquí —bajo la velocidad al mínimo y me acerco a ella—. Al menos podrías intentarlo.

—¿Estás loco? —chilla—. Apenas puedo mantenerme en pie.

—Entonces ese será tu primera meta.

Me inclino sobre ella para liberarla de la silla, arrastrando su bonito culo hasta el borde y luego levantándola por los brazos. La estabilidad no es la adecuada, porque se tambalea.

—¡No, Daniel! ¡Me voy a caer!

—No lo harás, muñequita, confía en mí.

Sostengo su cintura con un brazo y uso el otro para sujetar la parte posterior de su muslo.

—Anda, nena. Intenta avanzar.

—No puedo. —su agarre en mis brazos es fuerte, podría dejar una leve marca—. ¡Daniel!

Chilla de nuevo, clavando sus uñas. Mierda, de verdad está teniéndolo difícil aquí.

—¿Alguna vez has bailado? —la distraigo, montando uno de sus pies sobre el mío.

—Por supuesto que sí.

Su pie izquierdo está sobre mi derecho, y arrastro su derecho sobre mi izquierda. Carajo, ¿debería atarlos?

—Entonces recuerdas cómo es, muñequita.

—El problema no es mi memoria, son mis piernas. —dice, y me divierte la molestia en su voz.

La siempre amable Grace también puede perder la paciencia.

—Te sugiero que muevas tu cadera, —tomo una de sus manos en alto en posición de baile y susurro en su oído—. Sé que puedes hacerlo, como cuando estamos cogiendo.

Con su cadera pegada a la mía y los pies plantados firmemente en el piso, comenzamos un suave balanceo. No hay música ni nada que sirva de melodía, así que comienzo a tararear una canción que Robbie escucha todo el puto tiempo.

Grace parece un gato asustado, con el cuerpo tenso y la mirada fija en mi, como si esperara que la deje caer. Intento aflojar un poco mi agarre en su cadera, pero vuelve a tensarse y se aferra más fuerte.

—No me sueltes. —ordena.

—No lo haré.

Cuando me alejo para ver su rostro, ella sonríe y se muerde el labio interior, sus mejillas sonrojadas mientras lo hace.

Oh, mierda.

Tiene esa expresión soñadora que las chicas hacen cuando creen que estás enamorado.

Mierda, mierda, mierda.

Ella está cometiendo el error de su vida.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro