CAPÍTULO 36. GRACE

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—¿Aún está ahí afuera?

—Si.

Rayos. Daniel ha estado en el patio trasero los últimos 40 minutos, con Keren vigilando atentamente desde la ventana de la cocina.

—Creo que está sufriendo un ataque de pánico, ¿Será un efecto secundario de la medicación? —pregunta, sin quitar la mirada de él.

—No creo que sea sobre su adicción —giro la silla para quedar frente a ella y agrego: —. La pedí que se casara conmigo.

A Keren le toma dos parpadeos comprender todo, sus cejas se alzan en su frente y sus ojos azules casi saltan de sus órbitas.

—¿Qué hiciste, qué? —chilla como creí que lo haría.

—Le pedí que se casara conmigo. —repito con calma.

—Gracie, ¿Estás loca? ¡Apenas lo conoces!

Sé que está preocupada por mí, porque esa es su naturaleza. Incluso está preocupada por Daniel, aunque no quiera admitirlo.

—Bueno, intento tener un hijo de él desde hace meses. Eso es bastante más permanente que un matrimonio.

No estoy siendo pesimista, solo digo que algo tan importante como hacerlo el padre de mi bebé también es una decisión crucial, no solamente elegirlo como pareja de toda la vida.

Ambas situaciones son importantes.

Keren presiona los labios con fuerza y su gesto cambia por uno muchísimo más neutro, algo que solo ella podría hacer cuando se esfuerza por respetar mis decisiones.

—Entiendo que te parezca descabellado, pero es lo que deseo. Estoy enamorada de él, ahora lo sabe y le pedí que formáramos una verdadera familia juntos.

—¿Y él dijo que sí?

—Si.

Más o menos.

Tal vez por eso está como loco, teniendo una pequeña crisis en el patio trasero y debatiendo todo lo que conlleva que nosotros dos estemos juntos.

Algo que también Keren y Joel deberían saber.

—Ya que hablamos de eso, necesito que mudes toda su ropa a mi habitación. También le he prometido que podrá andar con libertad en la casa, su medicación y las dosis estarán a tu cargo.

—Entendido. Pero él querrá salir, Gracie. ¿Cómo...? —la interrumpo.

—Le he pedido que permanezca dentro del perímetro, pero en caso de que quiera salir, Joel deberá ir con él.

—Creí que lo estabas reteniendo, ya sabes, en un entorno vigilado.

Si, eso fue lo que el médico especialista sugirió. Que estuviera todo el tiempo en vigilancia y que sus actividades en el exterior fueran limitadas. Respeto su consejo, pero no estoy del todo de acuerdo.

—No puedo luchar sus batallas. Daniel tendrá qué aprender a lidiar con la tentación, la ansiedad y todo lo demás. Por supuesto, estaré ahí para hacer la labor más fácil, pero sigue siendo su lucha.

Espero que gane.

Nuestro futuro depende de que él pueda permanecer en abstinencia el tiempo suficiente para formar una familia. Con suerte, al menos 20 años lejos de las adicciones.

—Supongo que no hay nada seguro sobre el futuro de él, pero ¿Y tú? ¿Cuáles son tus planes a parte de intentar de nuevo el embarazo?

En otro momento esa sería una respuesta fácil. Hoy, sin embargo, no lo es.

—Quiero consultar a un médico sobre mi situación. —lo hice hace un tiempo y el resultado no fue lo que esperaba—. ¿Podrías conseguirme una cita con el especialista?

Keren asiente.

—Por supuesto que sí, Gracie.

Ambas giramos de nuevo hacia la ventana para mirar a Daniel. Aún da vueltas en el pasto, agitando las manos y teniendo lo que parece un diálogo interno.

Eso comienza a preocuparme. ¿No está listo para esto? ¿Lo estoy presionando?

La señora Ramos parece leer mi mente, porque agrega:

—¿Quieres que hable con él? No creo que sea adecuado darle un tranquilizante en su situación.

—No. —dudo que quiera escucharla o a mi—. Envía a Joel a hablar con él, podría ser una interesante charla de hombre a hombre.

—Bien. Y te informo que los señores Lowell agradecen el aviso sobre el paradero de Daniel. Por supuesto, quieren hablar con él para saber cómo está, pero les dije que no era prudente por ahora. No queremos que escape de aquí también.

No creo que lo haga, al menos quiero creer que él no huiría de mí. Bueno, Rayos. Tal vez me apresuré con la propuesta de matrimonio.

Keren sale de la cocina para llamar a Ramos, y yo permanezco ahí un momento más hasta que él sale por la puerta doble hacia el patio. Se acerca a Daniel con las manos en los bolsillos, luego ambos giran hacia el estrecho de Puget.

Les doy la privacidad necesaria y vuelvo a la sala, reflexionando sobre mi siguiente movimiento. Ahora que Daniel me necesita, es bastante obvio que necesito recuperar la movilidad de mis piernas.

La alternativa del médico hace dos años fue una cirugía que no garantizaba de ninguna forma un resultado favorable. Es la única decepción con la que no podría lidiar.

Mi nueva duda es, ¿Cuánto tiempo podría tolerar Daniel mi situación? ¿Podré apoyarlo de la manera en que él necesita que lo haga?

Probando mi suerte, trabo los seguros de las ruedas y me empujo al borde como ya he hecho otras veces. Pasar de la silla a la cama, al sofá o viceversa no es un problema. Pero seguramente lo será con un bebé en brazos.

Apenas me he sentado en el sofá cuando la señora Ramos aparece en el umbral de la sala con el teléfono pegado a la oreja.

—¿Quieres que el médico venga aquí?

—No. Iremos a su consultorio. Obtén la cita y estaremos ahí cuando lo indique.

Si Daniel permanece aquí con el enfermero o con Keren, yo podría ir a mi cita con Joel. Así enfrentaría la situación por mi cuenta antes de darles alguna esperanza.

O de darme una esperanza a mí misma.

La puerta corrediza de la cocina se escucha, luego los pasos de los dos hombres cuando se reúnen con Keren y conmigo en la sala.

—¿Todo bien, nena?

Yo debería preguntarle eso a él, pero evito señalarlo.

—Si.

Joel Carraspea, echando un vistazo a Keren.

—Felicidades señorita Stevens, a ambos.

Keren suspira, pero rápidamente pone una sonrisa en sus labios y asiente.

—Ahora tenemos una boda que planear, ¿Cierto?

Si, gracias Keren.

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