CAPITULO 9. DANIEL

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—Mamá esperaba que yo fuera fotógrafa como ella, pero eso nunca llamó mi atención.

—Oh.

Escucho a Grace contarme sobre su madre mientras tomamos la cena. Después de meterme aquí en el desayuno, le pidió a Ramos que trajera una silla extra para mí.

—Fue muy dulce, pero no llamaba mi atención del todo y decidí estudiar literatura.

Ella sonríe como si fuera la elección obvia y yo hago una mueca.

—Suena aburrido —digo y sus pequeñas cejas se fruncen.

Baja la copa de vino que estaba por beber y me mira.

—¿Por qué dices que es aburrido? —chilla.

Antes de dar una respuesta, mis hombros se encogen con desinterés.

—Es sobre libros, nena. Es aburrido, a menos que seas una de esas chicas obsesionadas con vaqueros y tipos en trajes grises.

Su boca se abre de incredulidad, pero sus mejillas se llenan de color.

—¡No es cierto! —de nuevo ese bonito puchero—. Si, me gustan las historias de romance, pero la lectura es más que eso. Es la oportunidad de expandir tu mente, conocer otro tiempo y otras culturas que de otra forma sería imposible.

Presiono los labios con fuerza porque lo entendí, no soy tonto. Es una forma de salir de su silla.

—¿Entonces qué tipo de libros te gustan?

El rubor que apenas bajaba de sus mejillas, vuelve a subir con fuerza.

—No te lo diré.

Una enorme sonrisa engreída se desliza en mis labios porque estuve en lo correcto, ella no necesita decirlo.

—Son eróticos, ¿Cierto? —mi sonrisa se hace más grande.

Levanta la copa para tomar ese trago que interrumpí, pero la vacía de una vez para ocultar su vergüenza.

—Solo por curiosidad —insisto—. ¿Son de Bondage? ¿Eso te gusta?

Gira la cabeza para mirar la interesante mesita de noche y se aclara la garganta un poco.

—¿Cómo lo sabría? No tengo ese tipo de experiencia.

Jesucristo, voy a sufrir un infarto justo ahora. Me muerdo el labio pensando en lo mucho que me gustaría darle esa experiencia que ella necesita.

—Si tú quieres... —antes de que pueda decir mi propuesta, la puerta se abre de golpe—... Carajo.

Ambos tíos entran en la habitación, la mirada de la rubia yendo directamente a mí con el ceño fruncido.

—Gracie, ¿Terminaste? —pregunta solo a ella.

—Lo hicimos, —responde mientras yo digo No—. Gracias Keren.

Entonces ella se dirige a mi para despedirme.

—Buenas noches, Daniel.

Agh.

Me levanto de la silla de mala gana, pero sé que esto no es culpa de Grace, así que guiño mi ojo hacia ella como despedida. Empujo el hombro del tío cuando salgo, lo que provoca que Keren venga detrás de mí.

—¡Daniel! —gruñe con los dientes apretados.

—¿Qué? —no me detengo hasta entrar a mi habitación.

—¿Qué Rayos estás haciendo con Grace? —ella viene detrás hasta la habitación.

—Conversando, ¿No es eso lo que las personas hacen? Trato de ser amable.

—¡No, no lo eres! —apoya las manos en la cadera—. ¡Intentas seducirla!

Me quito la camiseta y la lanzo al piso antes de enfrentarla.

—¡Por supuesto que lo hago! —respondo en el mismo tono, así que ella cierra la puerta—. Es para lo que me pagaste, para cogerla.

—Te pagué para que la embaraces, ¡no para que intentes enamorarla! —¿Cómo mierda cree ella que puedo embarazarla sin joderla? —. La fecha recomendada ya pasó, deja de insistir.

Oh, si, la jodida programación de embarazo. Solo por eso decido molestar a la rubia.

—Tal vez ella descubrió que el sexo le gusta, y quiere más.

Me lanza una mirada de muerte que ignoro.

—Quiere un bebé.

—Y lo tendrá, pero habrá mucho sexo de por medio, sexo conmigo que le va a fascinar. Tengo clientas satisfechas que pueden corroborarlo, —le sonrío solo para provocarla—. ¿Te molesta que ella disfrute del proceso?

—No, pero Grace es demasiado dulce e inocente —dirige la mirada brevemente hacia la cama—. Y sé lo que intentas y no te lo permitiré. No vas a enamorarla para aprovecharte de su dinero.

¿Qué? ¿Ella cree que haré eso?

Podría.

—Eso no será mi culpa, Keren. Si ella se enamora o no, no puedo controlarlo. Solo puedo disfrutarlo y darle tanto sexo como ella crea necesario.

Desabrocho el cinturón de mis jeans y libero el botón para enfatizar mis palabras.

—Pero... —es mi turno de interrumpir.

—Aunque te cueste creerlo, es una mujer adulta. Puede tomar sus propias decisiones, ¡déjala vivir! —me bajo el pantalón hasta las rodillas y me enderezo para que vea que es ella quien ahora invade mi espacio personal.

Resopla con fuerza antes de salir y cerrar la puerta con un azote, tan ruidoso que sé que Grace escuchó.

—No me molestes, rubia. O tendría que deshacerme de ti.

Me meto a la ducha para refrescarme esperando que la molestia se calme lo suficiente. Después de unos minutos, salgo del baño con la toalla en la cintura.

Apenas me he puesto un bóxer limpio cuando el leve golpe en la puerta me hace girar, y como no espero a nadie, debe ser Grace.

—¿Daniel? —sus ojos preocupados se mueven por mi rostro cuando abro—. ¿Estás bien?

Obviamente escuchó parte de la discusión.

—Solo un malentendido, nena. —abro más la puerta para dejarla entrar en su silla—. No te preocupes por mí, puedo manejarlo.

Me echa un vistazo rápido y eso basta para colorearle las mejillas porque sigo en bóxer.

—Lo siento mucho, Keren es muy protectora conmigo. Incluso Ramos. Se sienten responsables de mi.

—Lo entiendo, son cercanos.

Ojalá no lo fueran, pero entonces Grace estaría sola. Como yo. Empuja la silla hasta el centro de la habitación y mira la ropa que dejé tirada.

—A Keren no le gusta el desorden —se ríe.

—Es una lástima, porque desordenado es mi segundo nombre.

Grace se ríe, sus bonitos labios curvándose con el movimiento. Cuando ella mira un par de veces hacia la cama, me doy una idea de lo que busca.

—¿Has practicado el bondage alguna vez? —sus manos juegan con el cinto de la esponjosa bata.

—Un par de veces, si —cierro la puerta y trabo el seguro—. ¿Te gustaría intentarlo?

Asiente antes de responder.

Si.

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