Capítulo 18.

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

—¿Qué carajos está pasando, Christian?

Por el rabillo del ojo veo a la rubia parada en la entrada del pequeño gimnasio con las manos apoyadas en la cadera. Se está volviendo un dolor en el culo.

—No sé de qué hablas. —sigo corriendo en la banda, manteniendo mi atención al frente.

—De ti y de Ana. Estaban todo el tiempo juntos y ahora ella está arriba en su habitación, y tú aquí.

Oh, si. Puede que esté evitándola desde hace un par de días.

—Bueno, por más que me guste su bonito culo, no puedo estar pegado a él todo el día. Sobre todo cuando ella insiste tanto en solo hacerlo los jodidos días fértiles.

—Pero... —la interrumpo.

—Ademas, recuerdo que dijiste algo sobre no seducirla o enamorarla.

Tengo que girar para ver su rostro pálido.

—¿Lo haces?

—No. —al menos no a propósito—. Pero no soy responsable de lo que ella siente por mi.

Su gesto cae incluso más, mirando de un lado a otro con preocupación. Cansado de correr  en la banda desde hace 45 minutos, bajo para tomar un respiro y limpiar el sudor. Gail suspira.

—¿Ella... Dijo algo?

—No. Aún.

—¿Crees que deberíamos restringir su tiempo contigo?

Mierda.

—No lo sé, —admito—. Pero sé que cada vez que vea a su bebé, se acordará de mi y preferiría mantenerme como un recuerdo agradable. Un buen amigo en lugar del chico que le rompió el corazón.

La rubia suelta una risita de burla.

—Estás dándote demasiado crédito, Christian. Ana está conciente de que solo eres un donador, no esperará que te quedes y seas parte de la vida de ese bebé.

Tal vez, no lo sé. Preferiría evitar a toda costa que la muñequita terminara lastimada, pero tal vez eso no es posible porque soy yo. Yo lastimo a las personas.

—Si crees que deberías alejarte de Ana, estoy de acuerdo. Lo único que quiero es que esto acabe y ella tenga una nueva motivación en su vida, es demasiado joven para deprimirse.

Eso me hace reír, aunque no porque sea divertido.

—¿Y crees que cuidar a otro la distraerá? No estás comprando un perro, Gail. Es alguien que la necesitará por siempre.

O al menos así sería cuando tienes buenos padres.

—Ella sabe lo que hace, es más que un capricho si eso es lo que piensas. —golpea el tacón de su zapatilla contra el piso del salón—. Y honestamente, prefiero que estés aquí haciendo ejercicio que deambulando por la casa.

—¿Cómo si fuera a robar? No soy un ladrón, rubia. —Aunque... Podría probar suerte con esa caja fuerte en el estudio.

Me pregunto que tipo de cosas tendrá ahí.

—Como sea, si decides quedarte en la habitación te llevaré la cena.

Sale de la habitación luciendo una gran sonrisa, supongo que tenerme vigilado le gusta mucho porque incluso estuvo de acuerdo. Ni siquiera insistió en que fuera amable con Ana.

Después de trotar otros 15 kilómetros en la máquina, decido que es suficiente y me dirijo a mi habitación por una ducha. Correr hasta que la ansiedad se calma es desgastante pero al menos da resultado. Puedo concentrarme mejor en lo que hago y duermo como un bebé.

Apenas he salido de la ducha con la toalla en la cadera cuando escucho el leve golpe en mi puerta. Por el sonido suave y la forma en que espera, sé que es Ana.

Abro la puerta sin preocuparme por mi aspecto.

—¿Si?

—Ho... Hola Christian. ¿Estás bien? —pregunta con la mirada clavada en el piso.

Me paso una mano sobre el cabello húmedo, salpicando gotas por todos lados.

—Si, estaba tomando una ducha. ¿Necesitas algo?

—No... —vacila—. No te he visto, creí que estabas enfermo de nuevo.

Solo de este puto encierro.

—Como ves, estoy bien —golpeo mis abdominales con la mano—. Mejor que bien, estoy perfecto.

Su mirada se dirige ahí y tengo qué poner los ojos en blanco porque ella sigue avergonzándose por mi desnudez. Jamás había tenido una clienta tan tímida... O virgen.

Supongo que eso lo explica.

—¿Hay algo más que desees? —sus mejillas se tornan más rojas y me doy cuenta que podría haber malinterpretado mis palabras.

—¿Podrías...? ¿Podrías hacerme compañía en la cena?

—Lo siento, muñequita —suelto sin siquiera pensarlo—. Estoy muy cansado y preferiría dormir.

—Entiendo. Buenas noches, Christian.

Estoy siendo un idiota con ella a propósito, y es la cosa más difícil porque ella luce tan... Vulnerable. ¿Cómo espera hacerse cargo de alguien más cuando no puede consigo misma?

Se aparta para girar la silla e ir al borde de las escaleras donde usualmente espera a que el viejo Taylor la recoja. No sé si es mi imaginación, pero sus hombros suben y bajan ligeramente como si estuviera llorando.

Mierda.

—Ana, espera.

Me acerco a ella y me inclino para mirarla, al tiempo que ella levanta su rostro. No está llorando, pero sonríe tan grande cuando me mira que me trago mis palabras.

—Déjame vestirme y estaré ahí pronto.

—Bien.

No espero que diga mas, corro de vuelta a la habitación por pantalones de mezclilla y una camiseta, luego los tenis sin detenerme en calcetines o boxers. Ella sigue esperando ahí cuando regreso.

—¿Llamaste a Taylor? —pregunto y ella niega—. Bien, supongo que puedo llevarte.

Me inclino para sujetarla y Ana se aferra rápidamente a mi cuello, acercándose tanto que puedo sentir su respiración calida contra mi cuello.

—Espero que la cena sea jodidamente deliciosa, muero de hambre.

Mi estómago gruñe de acuerdo, y lo hace mucho más cuando el olor a carne aderezada sale de la cocina. Pongo a Ana en la cabecera y me siento a su lado, mirando las copas servidas de vino frente a nosotros.

Tomo la mía y doy un rápido sorbo.

—Solo una, Christian —Gail aparece llevando dos platos que coloca en la mesa, luego toma la copa que tiene Ana—. ¿Segura que quieres limonada?

—Si, por favor.

Entiendo, ella espera estar embarazada. Debería hacerse una maldita prueba y salir de dudas, así todos podríamos seguir con nuestras vidas.

¿O es muy pronto?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro