Capítulo 31. Ana.

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Han pasado casi 5 días desde que Christian se fue con los Grey y lo último que supe fue que estaban buscando casa en Bellevue para una mudanza. Al parecer tanto el señor como la señora Grey pueden trasladar sus trabajos a Seattle.

—Creo que debería llamarlos, ¿No te parece?

Gail presiona los labios en una línea firme, conteniéndose de decirme lo que realmente piensa. Si no la conociera mejor, diría que también ella está preocupada.

—Voy a llamarlos.

Tomo el móvil de mi bolsillo, marcando rápido el número de Grace Grey que Taylor consiguió en el expediente y espero en la línea mientras los tonos conectan la llamada.

Luego ella saluda.

—¿Señorita Steele? —bien, me recuerda—. Oh, cariño, ¿Cómo estás?

—Bien, gracias señora Grey. Espero no molestar, pero quería saber cómo está Christian.

No quiero parecer ansiosa, pero necesito hablar con él y asegurarme que está totalmente cómodo con ellos. Me siento un poco responsable de su bienestar y eso incluye vigilar a sus padres.

—Lo siento, cariño. Christian no está aquí en este momento —escucho la duda en su voz, así que permanezco en silencio esperando que continue—. Hace unos días ingresó a un centro de Rehabilitación en Bainbridge.

¿Qué?

¿Qué fue lo que dijo?

—¿Cómo? No entiendo, señora Grey. ¿Christian quiso ir a una clínica de rehabilitación?

Es decir, me alegro mucho que esté recibiendo la ayuda necesaria, pero conozco a mí chico. Habría dado una guerra entera por permanecer libre de cualquiera cosa que le recuerde a las casas de adopción en las que estuvo.

Y espero que no se trate de un encierro forzado.

—¿Increíble, no? —ella dice con alivio—. Nos pidió que ayudáramos también a su amigo José, pero cuando fuimos a buscarlo nos encontramos con una terrible escena.

Espero en silencio a qué ella continúe, queriendo saber cada detalle de lo que ha ocurrido con el chico de los ojos grises en los últimos 5 días. Tal vez incluso conseguir el número de la clínica y hablar con él.

—Uno de los chicos que estaba ahí acababa de tener una sobredosis, los paramédicos no pudieron hacer nada por él. Se llamaba Ethan.

Dios mío.

—¿Y José? —balbuceo recordando el nombre del mejor amigo de Christian.

—Desorientado, pero vivo al menos. Carri y yo hablamos con ambos y decidimos llevarlos a la clínica, ellos estuvieron de acuerdo, señorita Steele.

—Ana, por favor. Solo Ana.

No soy capaz de imaginar a Christian entrado por su propio pié a un lugar de esos, aunque supongo que después de la muerte de ese chico y casi perder a su mejor amigo ponen las cosas en perspectiva. Confío en que esta podría ser al menos una solución al problema de adicción de Christian.

—¿Cree que yo pueda hablar con él? ¿O visitarlo? —tengo que preguntar.

—No lo sé, cariño. Dijeron que las primeras semanas la prioridad es adaptarse, pero adelante, llámalo.

Bien, al menos puedo intentarlo.

Mis planes de embarazo tendrán que ser retrasados un poco más, pero puedo hacerlo si eso significa tener a Christian conmigo y siendo saludable para nuestro bebé.

Mi bebé.

Sacudo la cabeza para alejar los pensamientos románticos porque sigo al teléfono con Grace Grey. ¿Cómo tomaría ella la noticia de Christian siendo el padre de mi bebé? ¿Estaría de acuerdo?

—Gracias señora Grey, estaré en contacto.

Termino la llamada y aparto el móvil ante la insistente mirada de Gail. No lo dice, pero quiere saber de él.

—Uno de los amigos de Christian murió de sobredosis —comienzo por ahí antes de soltar la noticia—. Los Grey decidieron internarlo en una clínica de rehabilitación.

Las cejas de la señora Jones salen disparadas sobre su frente.

—Eso es triste, Annie, pero es el riesgo que corrían todos ellos. Gracias al cielo Christian vive para contarlo, aunque sea un chico tan testarudo.

Eso me hace reír.

—Obstinado, necio, arrogante —agrego—. Brillante, divertido, único.

Gail vuelve a darme una mirada que insinúa que sabe lo que está pasando, así que solo encojo mis hombros en respuesta.

Ahora puedo dejar de preocuparme por él y confiar que estará mejor muy pronto, así que yo también debería cuidar de mi misma. Y en lugar de pasar el tiempo leyendo en mi habitación, le pido a Taylor que me deje usar el gimnasio.

Miro los aparatos sin saber cuál elegir porque la mayoría de ellos implica que yo esté de pie, incluso si solo deseo fortalecer más mis brazos.

Gail se detiene unos pasos dentro de la habitación.

—Annie, creo que tú también deberías darle una oportunidad a la rehabilitación.

—¿Lo crees? ¿Crees que mi cuerpo haya sanado de forma milagrosa en los últimos meses?

La señora Jones decide ignorar la burla en mi tono y centrarse solo en la propuesta.

—No. Pero tu voluntad ha cambiado y sé que podrías lograr aunque sea un pequeño avance. Paso a paso, Annie.

Será difícil dar ese paso cuando parece algo imposible.

—Sé que Christian querría que lo intentaras —agrega, y yo sonrío ante la mención.

Dios, ¿soy tan transparente con mis sentimientos?

Al día siguiente todavía estoy debatiéndome sobre si debería llamar a Christian o visitarlo, sobre todo para darle algunas palabras de aliento y que siento que perdiera a su amigo.

—Señorita Steele —Taylor golpea la puerta de mi habitación con suavidad—. La fisioterapeuta que solicitó ya está aquí.

—Oh, bien. Gracias Jason.

Al menos tendré una buena nueva para contarle a Christian cuando lo vea. Estoy segura que él se va a reír y va a hacer algún chiste obsceno sobre mis piernas abriéndose para él o algo así, y yo me sonrojaré de vergüenza.

Empujo la silla hasta la puerta de la habitación y abro, sabiendo que Taylor está ahí esperando para llevarme abajo. Ambos vamos por el pasillo hacia las escaleras cuando mi teléfono timbra con una llamada entrante.

—Buen día, Señora Grey —saludo, reconociendo su número guardado en mi agenda—. Estaba por llamar a la clínica y...

—No, cariño —me interrumpe—. Christian ya no se encuentra ahí. Se escapó anoche.

¿Qué?

—¿Escapó? —repito, solo para confirmar que escuché correctamente.

—Si. Yo quería saber si tú sabías de algún lugar a dónde él pudiera ir. —suelta un suspiro tembloroso—. Si sabes algo que nos ayude a localizarlo, te lo agradecería mucho.

Presiono el botón para terminar la llamada, sin poder decir una sola palabra por el miedo y la preocupación que crecen en mi pecho.

Lo único que hago es mirar a Jason.

—Búscalo —ordeno, sabiendo que escuchó algo de la llamada—. Ve al viejo edificio por si aparece por ahí.

Él asiente y se aleja, bajando la escalera con rapidez mientras yo observo incapaz de seguirlo aunque quisiera con todas mis fuerzas.

Christian, ¿A dónde fuiste?

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