Capítulo 37.

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Los días buenos son menos. Los días malos... Parecen ser más frecuentes.

Tal vez se debe al estrés del asunto de la boda, o a que todo está volviendo a la rutina de antes. Lo único seguro es que Ana está siendo arrastrada a mi mierda de nuevo.

—¿Te sientes mejor?

Tengo que girar la cabeza dentro del chorro de agua de la ducha para mirarla, en su silla de ruedas junto a la puerta del baño y su expresión preocupada.

Eso me hace sonreír un poco. Grace Grey se preocupa por mi, incluso la rubia mandona de Gail, pero nadie lo hace de una manera tan genuina como Ana.

Mi futura esposa. Mierda.

Un escalofrío me recorre la espalda solo de recordarlo. Un día estaba recibiendo una dosis y ganándome la vida de la manera fácil; al siguiente tenía padres, y luego de eso, una prometida.

—Ven aquí, muñequita. Te necesito.

Ella empuja la silla más cerca del borde y me mira.

—Aquí estoy Christian.

—No nena, aún estás lejos, ven aquí.

Balbucea, mirando de mi al piso de la ducha y de vuelta.

—No puedo, yo... ¿Quieres que entre a la ducha con la silla para tomar tu mano?

Tan linda.

—No. —el agua escurre por mi rostro, pero no salgo del chorro. Solo estiro mi mano hacia ella—. Quiero que entres aquí conmigo y me abraces.

—Oh. —sus ojos azules de abren por la sorpresa, vuelve a fruncir las cejas—. No puedo acercarme más, mis piernas no me dejan...

La interrumpo porque sé a dónde va con eso.

—Bueno, mi cuerpo quiere drogas. Nuestros cuerpos no nos dicen malditamente qué hacer. Acércate.

La duda dura solo unos segundos antes de que trabe los seguros de las ruedas y se empuje al borde. Toma mi mano con fuerza y la usa de palanca para enderezarse, como ya lo hizo antes.

—Al menos puedo ponerme de pie —sonríe—. ¿Qué sigue ahora?

Le doy mi mejor sonrisa por su esfuerzo.

—Tu bonito culo aquí en la ducha, ya casi lo logras, nena.

Su mirada se mueve hacia la regadera, donde el agua todavía fluye. Ah, ¿Está pensando en la bonita ropa que se va a estropear?

Inclina la cabeza para mirar sus pies, luego a mi.

—No puedo, Christian. No estoy lista para dar un paso.

Salgo del agua solo lo suficiente para abrazar su cintura con mi otro brazo, ella inmediatamente se recuesta contra mi pecho y cruza los brazos detrás de mi cuello.

—Te tengo, muñequita.

La arrastro de vuelta al chorro de agua conmigo, empapando su ropa y haciendo que si bonita camiseta de algodón se transparente.

—¿Aún tienes fiebre? —pregunta, su aliento acariciando mi cuello.

—Si, pero no es por la abstienencia. —libero una mano para darle un apretón en el culo—. Creo que estoy viendo los beneficios de tener una novia tan atenta.

Ana se echa a reír, con el agua tibia salpicando entre nosotros. Me gusta hacerla reír, así no se preocupa por mi y por lo realmente mal que me siento. Creo que podría desmayarme si la fiebre no baja.

Fiel a su costumbre de vigilancia, los pasos de la rubia Jones se escuchan en la habitación y luego se dirigen hacia nosotros. Al menos golpea la puerta del baño antes de preguntar.

—¿Annie? ¿Estás ahí? —vuelve a golpear—. ¿Christian está bien?

Intento ser bueno con la rubia, aunque aún me parezca una entrometida.

—Puedes entrar, tenemos la ropa puesta.

Abre poco a poco, dirigiendo su mirada hacia la ducha.

—Los Grey están aquí y... ¡Annie! —chilla, luego toma una toalla limpia del estante se la pone a Ana en los hombros—. ¿Qué carajos haces, Christian? ¡Se va a resfriar!

—Es agua tibia —gruño, pero mi mente está enfocándose en otra cosa—. ¿Por qué los Grey están aquí?

Gail pone los ojos en blanco.

—Quieren verte desde la semana pasada, les dije que te dieran espacio pero supongo que su paciencia se acabó. ¿Te gustaría al menos saludarlos?

No.

Si.

No lo sé.

Ellos no pueden alejarme de Ana, no hay razón para preocuparse. A fin de cuentas, me casaré pronto y ellos no serán necesarios. ¿Debería decirles sobre la boda? ¿Pedirles que asistan?

Ayudo a Gail a colocar a Ana de vuelta en la silla y tomo la toalla que me ofrece. Luego asiente en dirección a la puerta.

—Ponte ropa seca y ve a la sala, ayudaré a Annie y les prepararé a todos una taza de té. —Ana va a decir algo pero la interrumpe—. No querrás un resfriado, y medicamentos. Deja que Christian hable con sus padres y les de la buena nueva.

Mis padres.

Mierda, eso aún suena bizarro.

Gail saca a Ana del baño mientras traigo algo de ropa del clóset, luego vuelvo para cambiarme. Cuando salgo, la rubia seca el cabello de Ana.

—Estaré abajo con los Grey —les aviso—. No tarden.

Bajo las escaleras pensando en lo que debería decir y cómo hacerlo. Tal vez ya no soy un niño pequeño al que deban cuidar, pero aún podría tener una relación con ellos. Ser familia.

Grace Grey me abraza tan pronto como me ve, seguida de Carrick. No mencionan el asunto de mi huida y se limitan a tomar mi mano mientras me llevan al sofá con ellos.

—Estábamos preocupados por ti, cariño. —Grace se aferra a mi mano.

—Queremos que sepas que siempre puedes acudir a nosotros —el señor Grey se apresura a decir—. Si en esa clínica te hicieron algo...

—No —interrumpo—. Estoy bien, todo está bien. Solo quería estar aquí con Ana.

Grace sonríe como si supiera todo, y casi puedo ver sus ojos brillar de jodida alegría.

—¿Están enamorados?

Si querer abrazarla todo el tiempo es eso, entonces si. Lo cual es bastante extraño porque nunca quise ser abrazado por nadie.

—Si. Y nos vamos a casar.

No tenemos una fecha exacta, pero Ana quiere que sea pronto y algo pequeño, solo para nosotros. Mierda, ¿Debería invitar a los Grey?

—Nos alegramos mucho por ustedes, hijo —Carrick apoya su mano en mi hombro—. ¿Hay algo que podríamos hacer por ti?

—Por mi no, yo tengo a Ana.

Y ella es todo lo que necesito.

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