# 18: Te amo y ya no volveré a dejarte ir nunca más.

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-¡Jill! -exclama Mariana que hace ademán de levantarse para recibir a su amiga que acaba de aparecer en su puerta.

-¡No te levantes amor! -les llega la voz de Matías desde la cocina.

Jill sonríe y Mariana vuelve a acomodarse en el asiento con rostro de sí ok lo que tú digas.

-¿Está en la cocina? -pregunta la recién llegada bastante incrédula y muy sorprendida.

-Sí, y cree que estoy enferma, no entiende la diferencia entre embarazada e invalida.

-Ya veo -esponde Jill caminando hacia ella -pero te levantarás a darle un abrazo a tu amiga aunque sea lo último que hagas -dice deteniéndose frente a Mariana que no lo piensa dos veces antes de levantarse y envolverse mutuamente en un caluroso y cuidadoso abrazo.

-Te odio Jill por hacer que se levante -dice la voz de Matías.

-Y yo te odio Matías por no dejar que se levante.

Jill se voltea para verlo y esta vez no puede evitar echarse a reír.

-No puedo creerlo -confiesa al encontrarse con el chico vistiendo un delantal rosa de encajes blancos.

-He pasado por cosas peores en mi vida -revela el muchacho sonriendo y regresa a su tarea.

-¿Cuándo aprendió? -pregunta sin poder soportar más la curiosidad.

-Comenzó a aprender en cuanto recibió la noticia, yo soy su maestra -responde Mariana sonriendo orgullosa de su prometido.

-Increíble -dice con los ojos como platos -¡Oye Matías, te queda bien el delantal!

-¡Lo sé, a mí todo me queda bien! -termina de decir y las chicas pueden escuchar su risa divertida.

-Me alegra que les vaya tan bien -vuelve a hablar Jill sentándose en el asiento junto a Mariana y acariciando con la mirada el notable bulto en su vientre.

La nostalgia la invade pero también está feliz por su amiga, y ya ha aceptado el hecho de que para ella la experiencia de ser madre ha terminado antes de empezar.

-Gracias, a mí me alegra volver a verte, estoy muy feliz, saltaría de alegría pero probablemente Matías infarte si hago eso así que mejor no.

-Estoy de acuerdo -dice Jill sonriente -¿Cuánto tiempo tienes?

-Tendré cuatro meses el jueves de la próxima semana.

-¿Y cómo se llamará? ¿Ya tienes el sexo? ¿Oye cuando se casan ustedes dos?

-Una pregunta a la vez -pide Mariana alzando los brazos como en señal de paz y echándose a reír.

-Es que estoy muy emocionada, seré la madrina de ese bebé y estaré ahí cuando ustedes se casen, quiero todos los detalles.

-Bueno, bueno, aún no tengo el sexo, si es niña se llamará Miranda y si es niño se llamará Matías.

-Debí imaginarlo -dice Jill sonriente

-Pues sí -responde Mariana riendo también.

-Haremos una cena pequeña con familiares y amigos para celebrar nuestra boda, no queremos algo ostentoso, ya sabes cómo soy, te avisaré a tiempo, no puedes faltar, creo que eso es todo por ahora.

-Eso es todo, pero estaré pendiente de ti, además conociéndote en la última semana cambias de idea y dices que quieres la boda del año -responde Jill entonando los ojos.

Mariana sonríe. Su amiga la conoce bien y ella realmente suele ser impulsiva.

-Háblame de ti. ¿Cómo te va con Cris?

El rostro de Jill se ensombrece ante la pregunta y la sonrisa se borra de sus labios. Le duele escuchar ese nombre.

-Nos separamos.

-¿Cómo?

-Sí Mari, haz entendido bien, nos separamos.

-¿Pero por qué, cuándo? Lo siento pero es que, no entiendo.

-Fue anoche, y es una de las cosas más difíciles que he hecho en mi vida, no quiero hablar sobre ello, lo único que puedo decir al respecto es que lo hice yo, yo terminé nuestra relación y dolió mucho, pero lo hice porque siento que eso estaba mal, que él merece enamorarse de verdad, ser feliz, y yo no puedo darle eso.

-Pero Jill, ustedes se veían tan felices, parecían entenderse tan bien y quererse tanto.

-Y así era, nos entendíamos, nos deseamos, nos queremos, pero no nos amamos, él no me ama, no estábamos haciendo las cosas bien y nos estamos haciendo daño los dos.

-Por favor Jill, siempre te has saltado las reglas de la vida, y no con pequeños saltitos de rana, sino al estilo Osain Bolt, y ahora me dices que crees que estás haciendo las cosas mal, ¿mal por qué? Él no quiere a otra y tú no quieres a otro. ¿Cuál es el problema entonces? ¿De qué es que me estoy perdiendo?

Jill sonrió de mala gana y respondió

-El problena es que una relación así no puede acabar bien, yo quiero amor, yo quiero que la persona a la que amo me ame y sueñe con casarse conmigo, tener una familia y ser felices -dijo aún sabiendo que Mariana tenía razón, pero consciente de que ella también la tenía.

-Entiendo. ¿Pero ustedes no estaba soñando con casarse y tener una familia?

-Sí, pero era porque había algo que nos unía, ese algo ya no está -dijo y su rostro se ensombreció aún más.

-Jill, lo que los unía a ustedes eran ustedes mismos, ustedes y sus ganas de quererse, de disfrutar y de ser felices, no recuerdo que tú lo obligaras a quedarse contigo pase lo que pase, y tampoco recuerdo haberte escuchado hablar de amor antes, con nadie, solo de fidelidad y de querer, y ahora me dices que quieres amor.

De pronto fue como si la chica hubiera recibido un golpe de realidad, lo que Mariana decía era cierto, muy cierto, ella nunca hablaba de amor, pero esta vez se había enamorado, y se había aferrado a un hombre que no sentía lo mismo que ella. No quería sufrir más, así que ahora lo entendía, era por él, para que pudiera encontrar a alguien a quién pudiera amar de verdad, pero también era por ella, para poder encontrar a alguien que pudiera amarla de verdad.

-Bueno, ya veremos -fue lo único que respondió.

-¿Y esa maleta? -preguntó Mariana posando su vista en la maleta gris que su amiga había dejado junto a la puerta.

-Pasaré unos días con mi madre.

-¿Y Javier?

-Contra todo pronóstico ya ha comenzado a recuperarse, está estable, tiene un buen progreso y Susana ya puede cuidar sola de él.

-Cuanto me alegro, es una gran noticia, creo que sé la respuesta pero me atreveré a preguntar. ¿Cómo vas con la novela?

-Aún no la termino.

-Julián odiará saber eso.

-Lo sé -respondió Jill restándole importancia al asunto con un gesto de su mano -pero la terminaré en este mes, lo prometo.

-Está bien, deberías ponerte en contacto con Roberth, el insoportable señor Smith lo ha estado torturando y dice que no atiendes sus llamadas, eso es cruel.

-Lo siento, pero es que sabía que me hablaría de trabajo y realmente no estaba de humor.

-Tranquila, te entiendo, y Roberth también, solo está un poco triste porque lo hallas dejado de lado en esto, es tu representante y es tu amigo.

-Esta me va a costar. ¿Verdad?

-Sí, pero no mucho, Roberth es fácil de contentar, a diferencia de Smith.

-Gracias a Dios por eso -dijo para luego echarse a reír -si tuviera un representante como Julián Smith sin duda abandono el mundo de las letras -ambas rieron y Jill volvió a hablar -bueno ya me voy, aún debo pasar a ver a Lía y Amir, me iré la próxima semana a la casa de mi madre.

-Está bien, ten un buen viaje, y más vale que vuelvas para mi boda.

-Volveré en cuanto me avises -respondió guiñándole un ojo de forma divertida ya que nunca había aprendido ese gesto -¡Ten un buen día Matías!

-¡Tú también Jill! -le respondió el muchacho aún desde la cocina, unos segundos después apareció en la sala principal -que esto quede entre nosotros, pero espero que vuelvas pronto, se te extraña cuando no estás.

-Está bien, volveré pronto, yo también los extraño a ustedes, pero no le vayas a decir eso a nadie -dijo en modo divertido, se despidió de su amiga con un abrazo y salió de la casa en dirección a su auto.

Entró al vehículo, encendió el motor y lo puso en movimiento. Se colocó uno de los auriculares, marcó el número de Roberth y segundos después escuchó su voz -el sujeto que intenta localizar está temporalmente fuera de servicio para usted.

-Lo siento Roberth -dijo Jill reprimiendo la risa.

-¿Por no contarme sobre tu embarazo, por no hablarme sobre la tragedia con tu vecino, por no contestar mis llamadas, por dejarme a Julián para mí solo?

-Por todo, Roberth, lo siento no quise dejarte de lado.

-¿A no? A mí me pareció que te esforzabas al máximo para eso.

-No exactamente, no es como que me lo hubieras puesto tan difícil.

-Claro, te llamé varias veces pero me ingnoraste así que te dejé tu espacio.

-Lo sé, gracias por eso, supongo que Mariana te halla contado ya todos los detalles, le pedí que lo hiciera.

-Sí lo hizo, gracias por al final acordarte de mí.

-Bueno, bueno, tampoco es como que me olvidara de ti.

-Ya que más da, estás perdonada.

-¡Bien! -dijo ella y se escuchó la risa del mucho en respuesta -te estabas poniendo realmente difícil esta vez.

-Te lo merecías.

-Lo sé. ¿Dónde estás ahora?

-En casa revisando unos documentos, más tarde haré mi rutina de ejercicios y luego dormiré un rato, tengo mi agenda totalmente ocupada -respondió él en tono de ya sé por dónde vienes.

Jill siempre lo hacía viajar adelantado para todo con la excusa de que lo extrañaba.

-Entiendo, voy llegando a la casa de Amir, nos vemos mañana allá.

-Sí, allí nos vemos.

-Bien -respondió y terminó la llamada.

Encendió el reproductor de música e inmediatamente la melodía comenzó a llenar la reducida estancia.

...El problema no fue hallarte, el problema es olvidarte, el problema no es tu ausencia, el problema es que te espero, el problema no es problema, el problema es que me duele...

A medida que continuaba la letra los ojos de Jill se llenaban de lágrimas, pensaba en Cristopher, en lo único que lograba pensar desde la noche ‹No sé que es esto que tenemos, pero no puede continuar› se repitieron sus propias palabras en sus pensamientos y sintió que que le dolían, porque sí, le dolían. Se había alejado y no quería alejarse, ni siquiera quería salir de aquel auto, pero sentía que debía pasar página y acabar con aquella historia, aún así no sentía que fuera historia. Historia es lo que queda en el pasado y Cristopher estaba lejos de estar en su pasado, estaba en su presente, en su esencia, estaba en ella, tan metido en ella que era capaz de sentir su olor en el aire, aunque no estuviera allí. Se secó las lágrimas y se unió a la letra de la siguiente canción.

-Minutos, son la morgue del tiempo, cadaveres de momentos, que no vuelven jamás -sí, se sentía vacía, era un vacío apremiante, pero suponía que en algún momento dejaría de sentirlo -no hay reloj que de vuelta hacia atrás -continuó la canción.

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-Pasa Jill, pensé que no vendrías -la recibió Lía treinta minutos después con una enorme sonrisa y un abrazo, luego se apartó de la puerta para dejarla pasar.

-Claro que iba a venir. ¿Cómo crees que voy a perderme la boda de una de mis mejores amigas?

Dijo mientras Lía tiraba de ella hacia el cuarto de invitados al fondo de la casa.

-Bueno días Amir -saludó al muchacho al pasar a su lado ya que acababa de salir del baño.

-Buenos días Jill, hasta que por fin vuelves.

-Pues sí, lo bueno se hace esperar -respondió la chica segundos antes de que Lía la metiera al cuarto y cerrara la puerta.

-Mira -dijo mientras caminaba dando saltitos y ligeros aplausos caminando en dirección a un vestido de novia.

Tan blanco como la nieve, con una larga cola y mangas cortas de encaje adornadas por complicados diseños, ajustado hasta la cintura, el maniquí que lo sostenía lucía en el cuello un collar plateado con incrustaciones de diamantes, o tal vez imitaciones, pero la diferencia no se hacía notar. Una tiara del mismo material con otras pequeñas incrustaciones entrelazadas entre ellas reposaba sobre la cama.

-Es precioso -dijo Jill sin poder dejar de mirar el conjunto -¿Y tu cosa usada, cuál será?

-Aquí está -dijo Lía inmediatamente sacando de una gaveta unos pendientes de plata -eran de mi madre, de pequeña los usaba y solía fingir que era un princesa, ella los cuidaba mucho, la otra noche estuve en casa y mientras conversábamos los recordé.

-Son perfectos -respondió Jill observándolos detenidamente-. No puedo esperar para verte vestida de novia, no puedo esperar a mañana en la noche, será una de las mejores noches de mi vida.

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La noche se había tomado su tiempo para llegar, y la mañana todavía más. Lía se encontraba ya totalmente vestida y hecha una completa bola de nervios.

-Te ves preciosa -dijo Jill trayendo el ramo de flores blancas que reposaba sobre la cama.

Su amiga sonrió y escucharon unos golpecitos en la puerta.

-¿Puedo pasar? -preguntó Amir.

-¡No! -gritaron las dos al unísono-. No puedes ver el a la novia con el vestido hasta el último momento.

-Está bien, está bien -respondió él entre risas -amor, aunque no pueda verte te ves hermosa y eres la novia más linda del mundo, pero por favor no tardes mucho, muero de ansias.

-Está bien amor, no te haré esperar demasiado -respondió Lía también entre risas y pocos minutos después entró su padre a la habitación.

-No puedo creer que realmente ha llegado ya este momento, mi hija se casa.

-Papá -dijo Lía y sus ojos de pronto se cristalizaron.

Su padre se encontraba fuera del país y había dicho que no lograría estar a tiempo para la ceremonia.

-Pensé que... -comenzó a decir pero su voz se quebró.

-¿Cómo crees que no estaría presente en este momento hija, tomé el primer vuelo de regreso.

La chica sonrió tan ampliamente como nunca y lo envolvió en un cálido abrazo.

-bueno, no hagamos esperar al chico, parecía realmente nervioso -indicó.

Su hija dejó escapar una risita divertida y los tres salieron de la habitación en dirección a los autos estacionados frente a la casa. Lía al de su padre y Jill al suyo dónde la esperaba Robert.

Pocos minutos después se encontraban en la iglesia. Estaba abarrotada de personas, Jill y Robert se sentaron con Mariana y Matías, nuevamente Jill extrañó a Cristopher, sus ojos se cristalizaron y unas lágrimas corrieron por su rostro. Sus propias palabras continuaban repitiéndose una y otra vez en su mente ‹No sé que es esto que tenemos, pero no puede continuar› expulsó el recuerdo de su mente, se secó las lágrimas y prestó atención a la novia que acababa de llegar tomada del brazo de su padre. Mientras el muchacho trajeado la esperaba en frente.

La ceremonia fue un éxito, y no tardó en llegar el turno de Mariana, Lía y Amir aún se encontraban en la ciudad porque habían planeado irse ambas parejas a la vez a su luna de miel. Había sido otra semana difícil llena de preparativos, pero había valido la pena. Nuevamente la iglesia abarrotada de personas, la novia del brazo de su padre, el novio en frente esperándola, todos emocionados, familiares y amigos. Pero esta vez algo era diferente.

<Está nerviosa>

Pensó mientras la observaba fijamente desde el banco junto al de ella en la otra mitad de la estancia, Jill juguetea nerviosa con sus uñas.

<Sí, lo está>

Piensa nuevamente y no puede dejar de mirarla. Hacía dos semanas que no sabía nada de ella, ahora estaba allí, a escasos metros de él y ni siquiera podía sentarse a su lado, saludarla y tomar su mano. Su Jill estaba allí y ya no era suya

<¿No lo es?> se torturó mentalmente.

Tal vez sí, tal vez seguía siendo suya como siempre. Él estaba grabado en cada centímetro de ella. Aunque tal vez ya alguien más había borrado su huella, y sí así fuera era su culpa, él le había hecho creer que no la amaba, y a la vez se había enamorado de ella, de su sonrisa, de su figura delgada y pequeña, de sus frases locas fuera de lugar, de su mirada, su voz, su esencia, de ella.

Su miedo crece y se revuelve incómodo en el lugar. La chica no voltea a verlo aunque sabe que está allí, tal vez sí tiene a alguien más

<No>

Se responde a sí mismo. Si así fuera la habría acompañado. Sus temores son infundados, ella está sola. La chica continuaba jugueteando con sus uñas.

<Está nerviosa>

Regresa a su primer pensamiento, aún la ponía nerviosa, aún tenía algún poder sobre ella, aún, había esperanzas. De pronto su rostro se gira hacia él y sus miradas se encuentran. Tenía grandes ojeras, no había estado durmiendo.

<¿Será porque que me extraña?>

Se preguntó y esperó que la respuesta a esa pregunta fuera sí. Seguía elegante como siempre, con sus zapatos de tacón fino, esos zapatos, esos que la hacían verse tan increíblemente sexi. Con un vestido ajustado hasta la cintura y de caída libre hasta unos dedos sobre la rodilla. Se quita unos mechones de cabello del rostro y aparta la mirada. Cristopher echa una ojeada a su reloj de muñeca: 8:30

<¿Cuánto puede durar una boda?>

Se preguntó y volvió a mirarla. Tenía los labios rojos, en ese momento se mordió el labio inferior ligeramente y lo miró discretamente. Inmediatamente apartó nuevamente la mirada, el chico mostró una media sonrisa, lo había hecho para molestarlo. Sabía que no le gustaba que usara ese tipo de labiales llamativos porque le provocaba celos saber que otros hombres iban a mirarla y les iba a gustar la imagen tanto como a él. De pronto cayó en cuenta de algo importante, ella sabía que iría, no se había sorprendido al verlo cuando llegó, y estaba nerviosa desde antes de que él llegara. Ella sabía que él estaría allí. ¿Quería darle otra oportunidad? ¿O sería la despedida definitiva?

<Mierda Jill, ¿que pretendes?>

Se dijo y llegó a una conclusión. Esta vez no la dejaría ir. Volvió a mirar el reloj: 8:32.

<Imposible, el tiempo no avanza> pensó, o tal vez su reloj se había descompuesto.

-Oiga, ¿Podría decirme la hora? -le susurró al señor de unos sesenta años a su lado.

El hombre lo miró con desagrado, preguntar la hora en una boda. Si le preocupaba perder su tiempo no hubiera venido, seguro estaba pensando eso.

-8:32 -respondió.

A Cristopher no le importaba lo que él estuviera pensando, en efecto, el tiempo no avanzaba, eso era lo que le importaba al muchacho. Estaba ansioso por que llegara el momento en que todos pudieran levantarse de sus asientos, entonces podría ir hasta Jill y recuperarla, porque la iba a recuperar. ¿No? Podía recuperarla.

<Claro que sí> se respondió.

-Puede besar a la novia -dijo el hombre de traje y los novios por fin se besaron.

Mariana y Matías se veían tan felices que en cierta forma los envidiaba. Las personas comenzaron a levantarse a medida que los ahora marido y mujer caminaban hacia la salida.

<Por fin> pensó Cristopher cuando llegaron a sus bancos, pasaron y las personas comenzaron a salir.

Estaba ansioso, pero a la vez preocupado. Y entonces sintió como que el tiempo se detenía, estaba junto a ella, caminaban uno junto al otro, la tensión estaba en el aire, pero había algo más. ¿Deseo? Claro, esa chispa característica que saltaba cada vez que se acercaban.

-Tenemos que hablar -le dijo al oído.

Jill sintió que toda la piel de la nuca se le erizaba. Lo extrañaba. No importa cuánto tiempo estuvieran lejos, su cuerpo seguía reclamándolo de la misma forma.

-Cris... -comenzó a decir pero él la interrumpió.

-Jill, tenemos que hablar -repitió de forma segura, no aceptaría un no por respuesta de ninguna manera.

La chica asintió y él tomó su mano para tirar de ella y entrar a un espacio entre dos bancos. Esperaron que todos salieran, la iglesia quedó casi vacía, solo estaban ellos dos.

-Han pasado dos semanas y no se tú pero yo no puedo sacarte de mi mente Jill.

Jill no quería escucharlo decir eso. Había sido directo y preciso como siempre, esa forma de ser suya que siempre la hacía ceder.

-Cristopher nosotros no podemos estar juntos.

-No voy a aceptar esa respuesta -dijo él colocando una mano sobre su abdomen y empujándola ligeramente para salir del espacio entre los bancos hasta el pasillo.

-Cris, entiende esto, te quiero, pero mereces ser feliz, déjame ir, no me busques, tú nunca me amaste y los dos merecemos encontrar el amor y ser felices.

-¿Entonces por qué? Sabías que estaría aquí. ¿Por qué este vestido? -preguntó.

Acto segundo tocó con la punta de su dedo el pecho de la chica medianamente escondido bajo el vestido tope color beige que le había dicho no hacía mucho cuánto le gustaba.

-¿Por qué ese labial?

Continuó fijando su mirada en los labios de ella. Tan rojos que parecían gritarle que la besara.

-Yo -dijo con la voz algo temblorosa -yo querían que tuvieras un buen recuerdo de la última vez que nos viéramos -terminó la frase.

-Jill te quiero, no te puedes ir así de mi vida.

-Esto no está bien, Cris tú no...

Nuevamente no pudo terminar la frase ya que se vio interrumpida una vez más por él.

-Te quiero -repitió sujetándola por los hombros para no dejarla escapar.

-Pero...

Intentó hablar ella nuevamente y una vez más no logró decir la frase completa.

-Jill, te amo y ya no volveré a dejarte ir nunca más.

Acto seguido la atrajo hacia él envolviéndola en un abrazo. Un abrazo apretado, parecía que se aferraba a ella, como si no quisiera que fuera a desaparecer. Jill ya no pudo soportarlo más, ya no lograba mantenerse indiferente, porque realmente nunca estuvo indiferente a él, las lágrimas corrían por su rostro, le devolvió el abrazo y apoyó el rostro en su hombro sintiéndose nuevamente segura y realmente a gusto, como solo se sentía con él. Cristopher había dicho que la amaba, aún no lograba creerlo, él la amaba.

-Yo también te amo -respondió con la voz quebrada.

-Entonces no te vayas Jill, quédate conmigo.

-No me iré, me quedaré contigo Cris, para siempre.

El chico se apartó un poco de ella y volvió a hablar.

-¿Quieres ser mi novia?

-Claro que quiero -respondió ella sonriendo aún entre lágrimas.

Cristopher la atrajo hacia él y la besó. Lo había logrado, había recuperado a su Jill, que nunca había dejado de ser suya.

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