Capitulo 12: Corazón Punzocortante

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No quería molestar a Lidia, después del altercado en la universidad donde me defendió de Carmen y Laura, la comencé a notar medio triste e insegura de si misma, ese mismo día estuvimos juntas con mis amigos, pero le daba pena hablar o decir cualquier cosa, se reservaba para ella misma y bajaba la cabeza, casi no participaba en la plática.

Se que ver a la perra de Carmen le causo un shock, le movió mucho, pero no sé cuál es el motivo, bueno lo sé, no soy estúpida ni nada por el estilo, pero no me molesta, tanto cómo mi chica de bronce cómo yo tuve un pasado, pero jamás pensé verla así, el dolor y miedo en sus ojos, estuvo paralizada, sentí sus palpitaciones cuando la abracé, eran erráticas.

¿Tanto la lastimo Carmen?

No quise presionar estos días, no le pregunte nada de lo que había pasado e intente mostrarme amorosa a ella, sé que aún no éramos nada, pero verla así de apagada, con fantasmas en sus ojos me estaba matando, su dolor me carcomía y sentía que se estaba cerrando y era algo de lo que hable con Daniel hace unas semanas, un poco antes del incidente en la Ibero.

Sobre cómo Lidia tendía a cerrarse cuando tenía miedo o le dolía algo en ese aspecto, no le gustaba mostrarse vulnerable, mucho menos enseñar que ella aún lloraba por Carmen.

Eso si me dolió un poco en su momento, y fue más que nada por celos, pero ¿Celos de qué?

¿De haber dejado con un trauma a mi dulce chica? ¿De haberla lastimado sin importarme su dolor?

No, jamás buscaría eso para Lidia, y mucho menos recrearle un trauma o una angustia que alguien más ya había hecho sin importarle cómo dejo a una chica tan mágica en el suelo, yo la iba a cuidar así cómo ella me ha cuidado a mi.

Don Jacinto va manejando hacia San Cosme, jamás había ido allá bueno al menos no sola, pero es donde está el estudio de tatuajes de Beto, y había ideado invitar a Lidia a una cita, lo tenía todo preparado, iremos a comer al famoso restaurante Café Tacvba que está sobre la calle de Tacuba en el centro de la ciudad de México, más aparte ir a caminar, algo que nos gusta mucho a ambas, nos da oportunidad de hablar y estar juntas, algo que me fascina a mí y se que a ella le gusta.

Llegábamos al sitio y veo la cara de Jacinto un poco preocupado.

—Señorita, ¿Está segura de que quiere quedarse aquí? No es un lugar digno de personas cómo usted —se nota muy serio.

—Jacinto, mi padre te paga por llevarme y traerme, lo que haga no es algo que te importe y menos si tienes esos prejuicios.

En ese momento va saliendo del establecimiento Lidia, con una sonrisa al verme, y eso me pone un poco más tranquila, entendía que ya se esta reponiendo de lo que había pasado.

Sin decir más salí del auto, detesto que me cuestionen lo que hago y más con quien estoy, más al ver cómo el conductor ve de manera desaprobatoria a Lidia, algo que noto.

—Te pagamos por manejar no por ver a mis amigas —le digo de manera despectiva, algo que hace a Lidia fruncir el ceño, notablemente enojada, ella detesta que las personas sean así con las demás.

El señor Jacinto se iba.

—¿Por qué lo trataste así Miriam? —dice de manera enojada Lidia al verme.

—Me cuestionó y vio con desdén el estudio —le digo de manera tímida.

Ella frunce el ceño y alza la ceja.

—Me dijo que no era un lugar digno de alguien como yo —le sigo diciendo —. Eso me molesto mucho, no tiene derecho a juzgar a nadie de esa manera ni a las personas que son especiales para mí.

Lidia pone atención a todo lo qué le digo, no me comenta nada sólo asiente entendiendo a lo que voy.

—Pensé que el señor Jacinto iba a ser más abierto —señala mi chica de bronce mientras vamos hacia el local y me abre la puerta.

Tengo que decir que es un lugar que me fascina, está repleto de alegorías a las culturas prehispánicas, Mexicas, Toltecas, Mayas y demás.

Tienen varios sillones para tatuar y estante tras estante de materiales como tintas, agujas y demás.

Al entrar los chicos me voltean a ver.

—Ya llego Miri banda —dice Beto levantándose a saludarme con un fraternal abrazo.

Escuchaba en el fondo la música que tenían puesta, gracias, Lidia, ya ubicaba varias de las bandas que escuchaban, y sabía que estaban escuchando a Los Misfits, no eran mi hit pero sé que a mi chica de bronce le gustaban mucho.

Esta también Daniel y Griselda, quien tenía una mesa llena de libros y apuntes, se preparaba para los primeros parciales de su semestre, cómo siempre lo dijo Lidia, ella era el orgullo del grupo.

—¡Hola Miriam! —Exclama Daniel quien está tatuando a un cliente.

Griselda se levanta y me abraza saludándome al igual que hizo Beto.

—¿Cómo están mis Skates favoritos? —les pregunto, notando que sus patinetas estaban recargadas en la pared, parece que habían patinado antes de abrir el local.

—Somos los únicos que conoces —señala Daniel riendo un poco.

—O sea sí, pero siempre serán mis favoritos.

—Oye Miri, ¿Me ayudarás a convencer a Sofia de salir conmigo? —dice Beto, sentándose del lado de la caja registradora.

Le gusta mucho Ana Sofia, pero siento que ella lo va a lastimar mucho, por cómo es ella, digo quiero mucho a mi mejor amiga, pero jamás le he conocido una relación estable o que dure más de cinco meses.

—No lo sé Beto, ya te he dicho cómo es Sofi, y de verdad no quiero que te lastime, o que los dos salgan lastimados.

Noto cómo se le opacan un poco los ojos, sabía que le fascina mi amiga, pero no era una buena opción para él.

—Se que eventualmente se podrá, la esperanza muere al último —me sonríe.

Nos quedamos otro rato con ellos platicando de pequeñeces y demás hasta que era hora de ir a comer, pido un Uber.

Ella me abre la puerta cuando llega el carro y me ayuda a subir, amo cuando es tan atenta conmigo, hace que mi corazón vuele.

—¿Cómo te fue esta semana? —me pregunta mientras que entrelaza sus dedos a los míos sosteniendo mi mano.

—Estuvo entretenido, acabe lo del primer mes del semestre, y descanse un poco, estaba agotada mentalmente —le digo.

—Eso me pone tranquila y más si me confirmas que comiste bien —me voltea a ver.

Esos malditos ojos negros que me absorbían, con su calidez, pero su rudeza a la vez.

—Si, comí bien Spider, no te preocupes —me acurruco en su hombro, ella sonríe.

Llegamos al restaurante y ella me ayuda a bajar, tomando de manera fuerte mi mano y con una amplia sonrisa.

Observa el restaurante y se pone pálida, se a lo que su mente viajo, y sé que esta nerviosa.

—Yo te invite, es una cita así que relájate —me acerco a ella y beso su mejilla.

Ella se relaja y entramos, viendo un lugar muy rústico y que nos llena de tranquilidad.

Nos dan una mesa, siendo que ella me abre la silla para ayudarme a sentar.

¿Cómo no estar enamorada de una chica tan linda y atenta cómo ella?

Nos traían las cartas y comenzamos a ver que íbamos a pedir.

—¿A ti como te fue en la semana cariño? —le pregunto haciéndola sonrojar.

—Estuvo tranquila en lo que cabe, un poco atareada con el trabajo y ayudando a mis hermanos con la escuela —me sonríe.

—Lo entiendo cariño, y tu ¿Cómo estás? —

La camarera venía y yo pido pollo marinado con guarnición de arroz y verduras con un refresco mientras que ella sólo pide unas enchiladas, sabía que eran su comida favorita al igual que el refresco Sprite.

Lidia entiende a lo que iba y deja salir un suspiro.

—Quiero que sepas que lo que paso con Carmen fue hace mucho tiempo, y que, si bien me movió un poco verla por recuerdos dolorosos que tengo, eso no quiere decir que sienta algo por ella, tal vez sólo desprecio y dolor.

—¿Quién fue ella? —le pregunto.

Ella respira y cierra los ojos para dejar salir el aíre de manera lenta, abriendo de nuevo sus orbes los cuales se hunden en los mios.

—Salí con ella un tiempo, nos gustamos y así, nos conocimos en una fiesta y ella era en su tiempo una chica gótica, de hecho, sigue siéndolo, pero no lo demuestra por miedo a ser rechazada, digo tu ya viste como puede ser su amiga esa, la plástica —dice mientras deja salir un suspiro. —Ella es de familia acomodada, y cuando empezamos a salir todo estaba bien pero le daba pena que nos vieran juntas, no sé si por lo de ser chicas o porque pues cómo sabes yo no soy alguien acomodado.

Escucho su relato y cada que me menciona cómo la trata se me encoge el corazón y me falta el aire, me duele escuchar la forma en que Carmen humillaba a Lidia, la manera en que siempre busco infravalorarla.

Siento como su corazón estuviera repleto de navajas, que se cortaba una y otra vez al recordar esos hechos tan dolorosos, al pensar que por una persona ella no era una chica hermosa o digna de ser amada, yo la amo.

Mi sangre hervía de enojo, no entiendo cómo alguien pudo haber tratado así a Lidia, siendo ella una gran chica y alguien tan buena, es de admirar que siempre busco que Carmen estuviera bien a pesar del dolor que eso le ocasionaba, de mantenerse en las sombras, sangrando por no ser suficiente.

Empezamos a comer y ella se mantiene callada, veo el dolor en sus ojos, noto su frustración en su ceño fruncido de no sentirse digna de nadie.

Terminamos todo y pago, ella sigue en su mundo, en su mente y es lo que no quería que hiciera.

Al salir del restaurante comenzamos a caminar.

—¿Por qué me hablas charrita? Tú puedes tener a quien sea —me dice con angustia en su voz.

Me paro enfrente de ella y la veo, hundiéndome en sus obsidianas.

—Porque yo te elijo por encima de cualquier cosa, eso entiéndelo —le sonrío —Me haces feliz Lidia, eres la chica más perfecta de todo el mundo y la neta haces que mi corazón este corriendo como caballo siempre que me ves, que me abrazas que me tocas.

Y sin meditarlo ni pensarlo, importándome una mierda que estábamos paradas en la calle, donde miles de personas pasaban, la jalo hacía mi y.

La beso. 

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