Entre Invierno y Primavera

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Hola, hola... acá estoy de nuevo, y adivinen con qué personajes. Vale, seguramente lo adivinaron: Ellette y Dereth.

Como bien saben, y si no es así, nuevamente aclaro su relación:

"Ellette es un hada de luz, que junto con un grupo de compañeros intenta vencer al malvado Kra Dereth. El caso es que este elfo de oscuridad no es tan oscuro como se piensa y busca en Ellette la libertad. 

El hada, por otro lado, no pensó que terminaría tan unida a un hombre como él, pero sí lo hizo y para estas alturas su relación es más estrecha de lo que ninguno de los dos podría haber imaginado."

Este relato es de mis favoritos de los que he escrito; sé que es largo, pero si se dan el tiempo la verdad es que creo que se encontrarán con algo que les gustará.

En fin, dejo la chachara y acá esta.

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Entre Invierno y Primavera:

Era una noche oscura, sin luna ni estrellas iluminando el cielo, era el penúltimo día de invierno, en el que los astros recordaban la llegada del frío más  estremecedor a la tierra, ese que había sido capaz de amedrentar al sol y que dejó al mundo en la penumbra hasta la llegada de la primavera. Era el penúltimo día de invierno y el ambiente se sentía tenso, todos sabían que esta noche ganaba el odio, que no había primavera alguna que borrara las huellas de aquellos días. Era el penúltimo día de invierno, pero a Kra Dereth no le importaba caminar por el bosque como si le perteneciera, él era oscuridad al fin y al cabo, esto no le debería afectar. Era el penúltimo  día de invierno, pero por alguna razón el elfo sentía que la oscuridad del lugar lo agobiaba, y aunque nunca le gustó el cielo estrellado, extrañó las estrellas… los idriles en el cielo.

Ellette tenía claro que esa noche no podrían seguir su viaje, así como era consciente de que aunque quisieran hacerlo a pesar de lo que sucedía tampoco podrían, uno de sus compañeros tenía una herida en la pierna que ni siquiera sus flores o las pociones del alquimista que los acompañaba habían sido capaces de curar. No tenía claro de qué se trataba, solo sabía que Dereth se había encargado de que esta vez no se la llevaran tan barata como siempre. El corte en la pierna no cerraba, el frío comenzaba a ser insoportable y la posada no tenía suficiente lugar para que cada uno descansara en una habitación separada, el campamento esta vez no les valdría, todos sabían que lo que pasaba esta noche solo la magia más fuerte podía evitarlo, la cual por cierto no tenían. Mañana el bosque estaría congelado, esperaban que ellos no.

La leyenda contaba que luego de la temporada de frío todos los seres acabaron hechos estatuas de hielo que solo el beso del sol pudo deshacer, pero el sol no logró alcanzar a todos los corazones, y que así en los lugares más recónditos y escondidos, las almas no pudieron ser del todo salvadas y de esta manera habían nacido los seres de oscuridad; seres sin primavera de verdad. Ellette  a pesar de que fuera ingenuo, disfrutaba creyendo que había sido así y que aún estaba la esperanza de llevar un rayo de luz hasta donde antes no había llegado y así salvar un corazón. Salvar el corazón del más oscuro de todos con su luz, para que así también no hubieran más compañeros heridos ni días fríos… si ella era capaz de hacer que el corazón de Kra Dereth se derritiera, el hacer lo mismo con un bosque sería pan comido. Sonreía al pensar en ello, pero luego volvía a sentirse amargada al ver que la herida de su compañero seguía mal, y que a pesar de estar dentro de una casa el frío se seguía colando.

Ella se había quedado con él, mientras la mayoría seguía abajo con el resto bebiendo, era la mejor manera de soportar la temperatura, y aunque quería acompañarlos y tomar algún trago de lo que fuera que tuvieran —esta vez no se pondría quisquillosa, solo quería algo que le calentara el cuerpo— se sentía culpable por ser la única ilesa del grupo y había preferido subir inmediatamente con él para controlar al menos la hemorragia y cuidar que no se desangrara o infectara.

—Voy a morir –habló de pronto, rompiendo el silencio que había en el cuarto, desde el cual los gritos del comedor solo eran murmullos lejanos.

—No digas tonterías. –Sonrió aunque no estaba segura de lo que decía.

—Supe desde el principio que lo haría, no te sientas mal por ello… — Le costaba expresarse, tenía la garganta seca y aunque el hada le ofreció agua, la rechazó –. Además morir hoy tiene el factor romántico ¿no? –Hizo el amago de una sonrisa. Él era un poeta no un guerrero, cantaba siempre mientras viajaban y aunque era bastante inútil, al hada le caía bien porque a diferencia del resto podía charlar con él,  hablarle de su arte, y aunque la mayoría de las veces le daba la impresión de que no la  oía, después soltaba siempre algún comentario que la hacía dudar de eso —… mi cuerpo sería una estatua de hielo que eventualmente podría volver a la vida.

—No vas a morir, y la leyenda no es así; es sobre salvar el alma de los seres.

—Esta es mi propia versión Ellette, no sería un buen artista si simplemente copiara la original. – Cerró los ojos unos segundos y por un momento Ellette creyó que había muerto, y odió a Dereth por hacerle daño y también a sí misma por no salvarlo –. No te sientas mal por esto, es mi aventura, no quiero ser rey ni seguir persiguiendo a un ser que quiere que lo sigamos… y acá entre nos, tampoco me apetece seguir siguiendo las órdenes de esos flipados. — Volvió a abrir los ojos para mirarla –.Ten cuidado.

—No morirás—declaró tranquila pero firme, mirándolo también a los ojos, esperando parecer convincente, él ni siquiera desvió la mirada.

—Qué fácil es decirlo, se nota que no eres tú la que se muere… —Era un idiota y aunque no quería el comentario le hizo gracia –

—Estoy cansada de ver cómo todos se van – volvió a hablar arropándolo para que el frío no lo alcanzara, ingenuamente creyendo que unas mantas podrían contra el recordatorio del más crudo de los inviernos. La temperatura bajaba rápidamente y sentía sus huesos entumecerse, unos segundos después le costaba incluso moverse y sabía que su garganta también estaba seca, a la vez que su interior parecía arder por el frío.

—Entra –habló deshaciendo el ovillo que era entre las mantas para que entrara el hada, Ellette dudó— no queremos que haya ninguna muerte, ¿verdad?

—No. – Tampoco necesitó mayor razón que ella para entrar bajo las tapas, aún así se sentía mal y se preguntó si así también se sentirían abajo sus compañeros; después dejó de preocuparse por ellos y solo se enfocó en conseguir calor.

—Además en mi estado actual no podría violarte… y aunque no lo creas no me interesa –esta vez ella no habló, simplemente lo miró esperando que siguiera hablando. Él siempre hablaba, aunque no tuviera nada provechoso que decir… aunque estuviera muriendo –. Soy un enamorado de la vida, y creo que ya he vivido lo suficiente.

—Puedes vivir más…

—¿A qué precio? No quiero vivir sin vivir, mi objetivo no es atrapar al tal Kra Dereth, ni siquiera la venganza podría serlo —calló unos momentos –, además, no soy idiota, no intentaría vivir para luego avanzar a mi muerte. Yo sabía que iba a morir, era consciente de que en cuanto me enfrentara a él lo haría.

—¿Por qué lo hiciste entonces? – su voz sonaba rasposa y aunque no era del todo consciente, a estas alturas ya estaba prácticamente sobre él.

—¿Por qué no? Soy un enamorado de la vida, no de lo que pasa ahora.  –Volvió a cerrar los ojos, en esta ocasión pasaron minutos… o tal vez más, ella también lo había hecho y para cuando los volvió a abrir el ya no estaba en la cama, sino que en una silla de madera ubicada al lado de ésta mirando por la ventana que daba hasta el bosque—. ¿Te doy un consejo Ellette? Enamórate de la vida, y que si lloras sean solo lágrimas de felicidad —la voz se le quebraba a momentos mientras hablaba, mientras Ellette solo lo observaba a él y a la ventana, intentando ver el paisaje que se vislumbraba tras ella.

Nunca pudo ver el paisaje, y lo último que podría recordar eran los ojos de él cerrándose… esta vez para no abrirse más. Quiso gritarle que despertara, que aún habían posibilidades, pero se sintió muda, no tenía fuerzas ni para separar sus labios y mucho menos para emitir algún sonido medianamente coherente. Quería taparse mejor, pero el cuerpo no le respondía, ya no se oían ni siquiera los murmullos de la planta inferior, y la  vela que había encendido al entrar a la habitación se estaba apagando. Una ráfaga de viento terminó de esfumar la llama e hizo que ella también se quedara dormida.

****

En el invierno sin ella de pronto se sintió vacío… su corazón se había acostumbrado a la primavera para poder seguir latiendo.

Habían pasado quince días desde que el sol había desaparecido del cielo, la gente que todavía quedaba viva comenzaba a morir de hambre y los animales desesperados y en busca de calor habían atacado aldeas y reinos en busca de refugio y alimento; el caos más grande de la nueva era estaba asolando al mundo, y mientras todo esto pasaba él solo vagaba por el bosque, y así como las hojas de otoño lo evitaban el viento y el hielo también lo hacían.

Todo estaba demasiado calmo y aunque se negaba a ser pesimista sabía que era momento de que lo fuera,  pero por otra parte era tan difícil serlo... no quería pensar en la sola posibilidad de su muerte; la había buscado los últimos doce días infructuosamente, encontrando solamente a su paso cadáveres  de escarcha adornando las calles. El mundo parecía un espejo y Dereth se preguntó si esto no era más que el plan de algún Dios narcisista afanado con la idea de ver su imagen a todo momento.

Una mano en su hombro lo sacó de su ensimismamiento, estaba sentado fuera de una casa ahora inhabitada mirando alrededor buscando alguna señal de vida, pero había terminado distrayéndose en el pensamiento de qué estaba pasando realmente.

—Despertó…

—Estás viva –le respondió a la mujer que acababa de ubicarse a su lado y que mantenía aun su mano enfundada en un guante de cuero sobre él. Las palabras de ella fueron la respuesta a todas sus inquietudes, tenía todavía la vaga esperanza de que no se tratara de él, pero al parecer todas sus ilusiones estaban siendo rotas el día de hoy, y así  Nadine le había terminado de dar la mala noticia –, no me puedo quedar acá mucho tiempo.

—Bahgrá ya no está acá, ¿cómo esperas que lo controlemos?—interrumpió el elfo sin despegar la vista esta vez de la figura de un niño, un pequeño brujo cubierto de nieve.

—Tendremos que matarlo.

— ¿Qué pasará con el invierno?

—No será más que una ilusión por un tiempo, después todo volverá a su curso normal…

— ¿Van a vivir de una ilusión?  Por favor, incluso los insectos serían capaz de notar un cambio de este tipo en su naturaleza – su voz era cortante, los Dioses le parecían estúpidos –más de lo que ya eran— y si no hubiera sido Nadine la que estuviera allí las cosas habrían sido diferentes.

—Será solo un tiempo…  —La fulminó con la mirada—. ¡No sabemos qué más hacer Dereth!

Hubieron minutos de incómodo silencio, ella lloraba a lo que él solo la observaba, sabiendo que lo correcto sería consolarla porque era su amiga y estaba mal, pero por otra parte no le nacía y era demasiado sincero y frío como para fingir estar afectado o apenado por sus lágrimas.

— ¿Sabes dónde está? –La pelinegra se lo tuvo que pensar unos segundos antes de contestar, al principio no había entendido a quien se refería, después se sintió tonta al no hacerlo; Dereth solo se atrevería a dejar su orgullo de lado y preguntar por una sola persona.

—No, no he tenido tiempo para espiarlos…

—No la encuentro –afirmó casi como si fuera una confesión de culpabilidad, quizás porque en su interior pensaba que jamás debió dejarla.

—Ojalá pudiera ayudarte…

—Sabes que si la encuentro y con las cosas como están podría dejarlos de lado y seguir adelante.

—Ella no sobreviviría… nadie lo hace, excepto tú. –Volvió a mirar al elfo, buscando su mirada del color de la sangre sin resultados, él no la miraba, no quería sus verdades, no ahora.

— ¿Con eso me quieres decir que a estas alturas ya no debería estarlo?

—…No lo sé Dereth…—Titubeaba en cada palabra que decía, se sentía extraña, quizás volvía  a temer a la muerte que tanto tiempo había dejado de ser un asunto para ella.

—… que no sirve de nada tener esperanza, porque inevitablemente mueres.

—No he dicho eso, no creo que esté muerta; lo sabría.

—Hace unos segundos no estabas tan segura. — Nadine no respondió, se quedó quieta a su lado, congelándose sin decir nada, esperando que esta vez las esperanzas no la abandonaran.

—Dereth…

—Hagan lo que quieran, es su problema, ustedes son Dioses, yo soy el demonio acá – dijo el elfo levantándose finalmente

—No puedes dejarnos, no ahora. – Sus ojos eran el reflejo de una súplica, que el elfo no estuvo interesado en responder. Estaba enfadado, quizás decepcionado de que la única persona optimista que conocía no hubiera sido capaz de darle una solución, y no en cuanto a lo del invierno sino que a la ubicación de Ellete, se preguntaba de qué servía que le dieran ilusiones en otoño si después en invierno tan fácilmente podían desaparecer.

Así, sin ningún remordimiento la dejó utilizando la propia capa que ella le había dado, dejándola sola con sus preocupaciones y lágrimas secas que el frío no dejaba caer.

****

El amor es capaz de hacer que los seres hagan lo imposible, posible. Hacen que incluso el invierno deje de lado su egoísmo y dé paso a la primavera.

Gheimhridh sabía que lo habían engañado, pero eso no volvería a pasar. Se había dejado guiar por un lazarillo ciego, pero eso tampoco volvería a suceder, y en el único momento en que dejaría que sus sentimientos tomaran el control de sus acciones sería cuando por fin estuviera con ella, cuando nuevamente estuvieran solos y Bagráh entre sus brazos.

Se podría pensar que el invierno era tranquilo y serio, que su personalidad era fría como la estación y sin embargo no era así. Todos los Dioses de la primera generación eran caos, del más puro, y así como el caos absolutamente impredecible. Sus acciones más que irracionales se basaban en los caprichos del momento que tuviera cada uno, y así Sathair, Félhion, Bagráh y Gheimhridh más que dominar el mundo, controlaban por medio del descontrol, a través de travesuras sin importancia de entes demasiado seguros de sí mismos. Dereth los odiaba por eso, y por eso mismo se había atrevido a planificar la más tremenda de las herejías… en el futuro no sabría si estaba feliz con el resultado, o apenado al ver que el control seguía, y que si antes se hacía con anarquía, ahora se hacía con disciplina; odiaba las dos formas, y odiaba así también ver lo fuerte que eran las amarras de las dos alternativas. Por su parte, el Dios del invierno, no tenía más que sentimientos negativos por el elfo, y no es que éstos fueran por el hecho de engañarlo simplemente, sino que iban más allá… eran por haberlo separado de ella, por sacar la primavera y dejarlo sin sentido, sintiéndose insípido sin nada a lo que pretender llegar.

No era la primera vez que el mundo estaba en estas condiciones, ya había sucedido otras veces el mismo fenómeno, desapareciendo especies en el proceso; si sucedía lo mismo ahora, realmente no le importaba. Ahora mismo nada parecía lo suficientemente relevante, y la idea de proteger a razas traidoras y de lealtades volátiles no parecía una opción, no era una opción, y con esto su sangre hervía aunque era invierno.

Se recostó en la cama hundiendo el colchón, y haciendo a la vez que la escarcha que se había formado sobre éste se resquebrajara. Ellette no protestó, seguía dormida bajo sábanas de hielo, en una habitación antes gris que ahora parecía una cuna de hielo; en la silla junto a la ventana seguía el artista. Era una escena terrible a la vez que hermosa, absolutamente artística y de la misma manera deprimente. El Dios suspiró, el aire cortante no lo afectaba, lo único que verdaderamente lo hacía era la tardanza de Dereth, llevaba días en el lugar hurgueteando y revoloteando de aquí para ella, casi como si aún fuera prisionero, mientras esperaba al elfo que seguía sin llegar, y que siguió sin llegar hasta que pasaron dos días más, hasta el día diecisiete.

Al hacerlo, sin pensarlo demasiado ingresó hasta la habitación en la que ella estaba. Su ropa, rostro y cabello seguían igual, sin dar siquiera muestra de lo que afuera sucedía, pero por otra parte su mirada no podía ocultar los estragos que causaba el invierno para todos, incluso para alguien como él. En cuanto estuvo dentro, corrió hasta el hada, con solo mirarla debió saber lo que pasaba, pero no se conformó con la idea de que a estas alturas no era más que una escultura de hielo, y tuvo la ingenua idea de tomar su pulso, que no entregó más que silencio y muerte. Su respiración se volvió agitada, los puños los llevaba contraídos, y aunque en lo general habría deseado solo asesinar al responsable, por alguna razón la idea de llorar y gritarle que volviera parecía atractiva, besarla y quitar quizás con sus labios la nieve que la envolvía; finalmente solo se quedó frustrado con su rostro apoyado en el pecho de ella.

—Te mentiría si dijera que no te comprendo – habló el Dios, su tez era pálida, su cabello negro y sus ojos de un azul muy claro, casi transparente opuestos a la ropa oscura que utilizaba, de apariencia oriental —. ¿Te sorprende verme acá Kra Dereth?

—Sinceramente y aunque no lo parezca, no eres lo que más me interesa en este momento… pero si te hace feliz saber la respuesta; no, no me sorprende. No sabía cómo encontrar a Ellette, al que busque desde un principio era a ti. – El moreno sonrió, sus dientes eran blancos y el gesto de superioridad.

— Y vaya que me encontraste… creí que era correcto hacerle compañía al hada, así como sé que tú se la hiciste a Bagráh. – Dereth se había levantado y ahora ambos habían quedado prácticamente a la misma altura, sobrepasando al elfo Gheimhridh solo por un par de centímetros.

—Cuando decidiste abandonarla, no sabes cuánto sufrió… por un tiempo el mundo se quedó sin ella, hubieron guerras y las mayores atrocidades tuvieron lugar, hasta que entró en razón y decidió darse… — Lo provocaba aunque sabía que de cierta manera cavaba su tumba de esta manera, pero no permitiría que lo manipularan, que creyera que podía tenerlo bajo su control.

—No la abandoné y lo sabes elfo – su voz era cortante, el ambiente se volvía más tenso de lo que ya era e incluso Dereth sintió frío por un momento –.  Me la arrebataron, dijeron que si no seguía sus instrucciones moriría, que no habrían más primaveras y acabaría desapareciendo.

—Y tú decidiste creernos; fueron tus decisiones, no puedes solo culpar a un grupo de esclavos por querer romper las cadenas. — El mayor rió –. De todas formas, igualmente nos quedamos sin primaveras.

—No intentes engañarme otra vez, sé que está viva, puedo sentirlo… puedo sentirla elfo. – Cerró los ojos casi como si al hacerlo pudiera sentir con más fuerza su esencia  —. A diferencia de ti, yo podría encontrarla aunque estuviera en el fin del mundo, o así lo sería si no hubieran interpuesto barreras a su alrededor ¿Dónde está?

— ¿Por qué debería decírtelo si fuera así de todas formas? Si se vuelve a juntar contigo se le pegarán tus malos hábitos, y probablemente yo estaría en un grave peligro.— Gheimhridh lo analizó unos segundos, su mirada profunda buscaba ver la verdad más allá de sus palabras, aunque realmente ni siquiera lo necesitaba, las acciones del elfo lo habían delatado hace mucho.

—Estaríamos suponiendo que te preocupa más tu vida que el fin del invierno en ese caso – hizo una pausa, que le dio a la conversación un tinte dramático, mientras se acercaba hasta donde estaba el hada –. Mi teoría es que no es así, prefieres que el invierno acabe y que vuelva la primavera, que la nieve se deshaga y el hada vuelva a estar viva. – Dereth intentó mantener la fachada, hacerse el fuerte y sin emociones, hacer como que las palabras del Dios no le importaban, mas no lo logró del todo. A pesar de las palabras de antes seguía preocupado, y más que eso muy confundido; no sabía cómo reaccionar ante la muerte del hada. A veces –en sus momentos más pesimistas— cuando pensaba en ello, creía que lo invadiría el alivio, pero lo cierto es que de alguna forma se sentía destruido y desorientado. Sin un rumbo fijo y solo con sus armas de siempre bajo la manga, solo con la ironía y la indiferencia aparente, que a la larga fueron imposibles de mantener del todo.

—Creí que la vida escapaba de tu entendimiento, siempre me sorprendes.

—No soy solo yo, somos los dos juntos, por eso si no haces bien tu trabajo no habrá soluciones… si no logras hacer que nos encontremos tu hada seguirá muerta.

A Dereth le hubiera gustado decir que no, que ya se podría ir, que no tenía nada que ofrecerle… pero lo cierto es que el Dios tenía razón, no le importaba su seguridad ni la milésima parte de lo que lo hacía el ver a Ellette en ese estado; se sintió nuevamente atado. Atado a una ilusión que lo había estado consumiendo los últimos meses y de la que no quería soltarse, y que impedía que siguiera con su vida así como así, aunque la muerte del resto fuera quizás la calma que tanto había buscado. Se preguntó por un momento si seguía queriendo esa tranquilidad y libertad, el solo hecho de pensárselo hizo que dejara la duda de lado y simplemente actuara, prefería ignorar sus pensamientos que al parecer por la situación, o al menos así se había esmerado en creer, se encontraban perturbados.

—Puedo mostrarte donde está Bagráh, pero no estoy seguro de que sea lo que buscas. ¿Estás dispuesto a verla aunque ya no sea la misma? – Los ojos del Dios brillaron, ni siquiera Dereth había pensado que su reacción sería esa… parecía un ser tan seguro, pero en momentos como éstos parecía un desterrado, un hombre en la búsqueda de su amor, aunque fueran migajas. Se le veía desesperado más allá de su seguridad, y es que el elfo no podía ni siquiera imaginar lo que guardaba su alma, ese anhelo y vacío que sentía sin ella, el apenas tener un hilo que lo uniera al mundo y que sin ella pronto querría romper.

—Por supuesto que sí. – Volvió su mirada al hada –. Pero espero de verdad que sea lo que busco, por el bien de ambos.

—Pues bien, tendremos que hacer un pequeño viajecito –

—No me subestimes, yo estoy en todas partes, dónde está…

— Si estuvieras en todos lados ya la habrías encontrado, hay un sitio que está fuera a la vez que dentro de este mundo, un lugar donde solo ella domina y en el que no hay puertas en las que puedas entrar o salir.

—¿Qué le hicieron? – Y aunque habría querido sonar amenazante lo cierto es que se le notaba preocupado, muerto de miedo por lo que fuera a contestar el elfo, más humano que nunca y así también menos caprichoso. Dereth no pudo evitar pensar que ambos se habían mostrado ante el otro realmente patéticos, vulnerables por un cariño que ninguno de los dos había elegido… o tal vez sí, quizás pudieron simplemente ignorar el destino, el que la otra persona fuera lo que les entregaba vida más que la vida misma, y que hacía que se cuestionaran sus propias convicciones, y no pudo evitar seguir pensando y llegar esta vez a la conclusión de que a nadie le gustaría ser un convencido sin compañía, un tipo con sus principios o ideas inalienables estando solo, y así de todas formas tampoco siendo feliz.

—No le hicimos nada, todo lo que hicimos nosotros fue hacer que ustedes mismos se apartaran. – Y quizás estaba siendo demasiado sincero, pero aun así continuó a pesar de que en estos momentos le odiara se sentía algo identificado—. No podemos asesinar a Dioses, pero tenemos nuestras propias armas, porque solo su poder es inmortal y diferente al resto, en lo demás no somos tan distintos.

— ¿De eso intentaron convencer a Bagráh?

—Ella siempre lo supo.

Gheimhridh suspiró.

—Dejémonos de tonterías, no quiero perder el tiempo con un  ser como tú.

—Me temo que no se tratará de dar direcciones y deberás venir conmigo. – Sonrió, aunque lo menos que quería hacer era eso.

—¿Entonces?— Dereth se acercó al Dios, pensando que al hacerlo él retrocedería, pero no lo hizo, no le tenía miedo… quizás por creer demasiado en sí mismo, o tal vez porque sabía que el elfo tenía más que perder.

—Yo seré tu guía. – Y así, se fueron, con la capa del elfo. Dereth se sentía un poco sorprendido, su presencia solía intimidar a la gente, y aun cuando se tratara de un Dios el que estaba al frente, su actitud tan calma le parecía sospechosa, y aunque no lo reconocería jamás también le asustaba en parte.

****

¿Qué hacer en la ausencia del amor? Invierno no pudo más que cuidar la primavera… transformarse a momentos en ella.

La ciudad del caos siempre había sido un lugar que Dereth disfrutaba visitar, pero ahora se sentía incómodo, quizás porque a pesar de todo una pizca de culpabilidad lo agobiaba, aunque el real culpable de lo que pasaba ahora fuera el propio Gheimhridh, él y los demás Dioses que  por sus acciones habían sembrado su rebeldía sin saberlo.

El ambientes estaba tan pesado como siempre, dulzón y agobiante, casi como si en el lugar estuviera ubicada la mayor industria de perfumes… el caso, es que esto no estaba tan lejos de ser verdad; en la ciudad se elaboraba el aroma más embriagador de todos, que se repartía poco a poco al mundo, siendo aspirado por las personas ante el más pequeño gesto, todo dependiendo de la propia voluntad del perfume, que decidía si reposarse en una sonrisa, mirada, un simple roce, o incluso quizás entre hojas de otoño. La gente en el lugar seguía vistiendo trajes coloridos, como siempre, buscando allí lo que no habían sido capaces de conseguir, siendo esclavos de su propia estrechez, de la falta de sentido de no encontrar sus propias primaveras, de haber perdido quizás la fe.

—¿Dónde? – Era una pregunta tan amplia y aún así el elfo supo inmediatamente a qué se refería, el ella no era necesario en la pregunta, estaba absolutamente incorporado. Dereth tomó aire, esto sería difícil, o más que eso, incómodo, muy incómodo.

—Acá mismo.

—Especifica. – Ojalá hubiera tenido algo que especificar, pero no lo había. Bagráh era esto, toda la ciudad, todas las primaveras y amores, pero nada más que eso.

—No hay nada que especificar, ella es lo que ves acá… Te lo dije, decidió darse por completo, hacer lo que a mi juicio haría cualquier Dios.

—Mientes

—No, no lo hago.

—¡¡¡Mientes!!!

—Realmente la amas, por eso no te afecta estar acá, pero me temo que no puedo ser el mensajero de las buenas noticias; Bagráh está acá, no es más que esto, aquella materialización que conociste ya no existe más, decidió que era más que una representación…

—¿Le dijiste todo esto a ella?

—Lo único que la ataba eras tú, y tú te marchaste

—¡¡¡Me engañaron!!!

— ¡Y una mierda Gheimhridh! — Se lo pensó un momento, pero qué más daba hablarlo con él, él no era Nadine, alguno de los otros Dioses o Ellette — ¿Crees que yo aceptaría que me separaran de ella con excusas poco creíbles?

— ¿Qué insinúas elfo? – Y en su voz había odio, del más puro, junto con indignación.

—Que tu amor era fuerte, pero no sin reservas… necesitabas a la primavera más que a ella. — Gheimhridh no replicó –. Ustedes son inmortales, infinitos… sinceramente, qué es un cuerpo para ustedes más que un envase.

—Era la unión de la primavera y el invierno.

—Solo la copia de eso – interrumpió  –. Nada más que eso y en el fondo lo sabes…

—Y tú sabes que más allá de eso, sea verdad o no, igualmente no cumple mis expectativas. Si yo no tengo a Bagráh, no tendrás a tu hada – la mirada del elfo centelló.

—Me temo que es demasiado tarde para  tus amenazas… —Sonrió –. Qué incauto Gheimhridh, dejar que un extraño te llevara a un lugar, ya sabes, extraño; un mundo fuera de este mundo, sin entradas ni salidas.

—¿Ahora me dirás que me advertiste?

—De alguna forma lo hice ¿no?— El Dios bufó, y a pesar de que su exterior parecía calmo, por dentro se sabía atado. Se sintió idiota, lo cual venía a ser algo absolutamente nuevo para él, que siempre había sido dueño de las verdades… exceptuando aquella vez, y es que invierno no era consciente del poder que podía generar el amor, de lo ciego e idiota que podía dejar a las personas —. No podrás enviar inviernos al mundo – Gheimhridh comenzó a caminar hacia la estructura más alta, hasta el centro de la ciudad.

—Si quisiera enviar inviernos desde acá acabaría con ella ¿no?

—De cierta forma lo harías, me temo que no habrán más inviernos – El moreno sonrió luego de un rato, no estaba todo acabado después de todo, aún había un hilo que lo mantenía atado.

— ¿No lo sientes elfo?

— ¿Qué?

—Ella está feliz de que esté acá— Por un momento Dereth se sintió convencido de que el Dios había perdido la razón, sin embargo, pronto se dio cuenta de que la ciudad no estaba igual a la última vez que había venido, el ambiente era casi asfixiante y aún así se podía respirar, se sentía como en una nube, drogado con la esencia de Bagráh. Sintió que podía amarla también.

— ¿Eso qué significa?

—Significa que es hora de que te vayas, tú y todos los seres que están acá.

— ¿Qué harás con los perdidos? ¿Dejarlos fuera? No es que me importe…

—No te debo explicaciones, deberías agradecer que te dejo ir también – aguardó unos segundos una réplica del elfo, que no llegó; seguía mirándolo, buscando respuestas –. Destruiré la ciudad, no puedes intentar controlar a Bagráh de esta forma, yo me encargaré de eso… y esta gente no tendrá tiempo para estar desorientada; cuando te golpea el invierno es difícil perder del todo la fe aunque parezca lo contrario.

— ¿Por qué el cambio de actitud?— El mayor detuvo su mirada en Kra Dereth, analizando sus acciones, sus rasgos, intimidándolo en sin saberlo.

—En algún momento –si es que no ha pasado aún— descubrirás que no te importara que sea solo una sonrisa o sentir su perfume, solamente con eso serás feliz. Te sentirás como un estúpido, te darás razones para explicarlo, pero el caso es que cualquier tontería de ella te hará sonreír… solo porque es de ella.

—Te conformas

—Dejo de lado mi orgullo si es lo que quieres decir, pero al menos tengo algo, que no dejaré que me quiten y que será siempre mío. Somos nuestros, elfo. – Dereth no habló, su silencio fue una confirmación para el Dios que pronto hizo que se abrieran las puertas  del lugar. El elfo se preguntaba cómo había podido hacerlo, y si siempre había podido hacerlo porqué no había descartado sus amenazas desde un principio. —Ahora vete. – Su voz se oía fuerte, como el mayor de los mandatos, pero más allá de eso había algo que te impedía ignorar lo que decía, casi como si solo la voz pudiera dominar tus movimientos o acciones.

Kra Dereth en ese momento no lo sabía, no tenía respuestas a sus inquietudes, pero la verdad era que ya no había un Gheimhridh o Bagráh, había comenzado algo único e inimaginable, que realmente nadie se esperaba. ¿Cómo podría esperarse alguien  que hubiera seres capaces de darse de esa forma?  Es que nadie cuenta con que todos guardan un poco de locura en su interior, algunos más profundamente que otros, pero que de cualquier forma el amor puede llegar a liberarla, es que algunos no saben que el amor tiene también la llave de la autenticidad; no solo el amor romántico, también el amor a la vida o la familia, el amor a lo que haces o dejaste de hacer… todo eso hace que seas más tú. Gheimhridh era más él solo con Bagráh… ella lo sentía de la misma manera.

Cuando todos estuvieron fuera, la ciudad se veía iluminada, parecía que dentro hubiera un espectáculo de fuegos artificiales; un incendio de colores envolviendo las estructuras y la naturaleza. Un combustible que parecía inflamarse con la esencia de Bragráh hacía explosión. Todo fue silencio unos segundos, luego una onda expansiva se esparció desde el centro de la ciudad… tocando a los que desde fuera observaban lo que sucedía, rompiendo las ropas extravagantes y colorinches de los ex habitantes, abriéndoles los ojos junto con ellos. Un suspiró escapó de los labios de todos, incluso de los de Dereth quien notó que había estado conteniendo la respiración, así como pudo percibir que el invierno era historia, nada más que un recuerdo que por lo colorido de los arboles parecía lejano. Se quedó paralizado un momento, pero pronto –casi desesperado— tomó su capa y volvió hasta donde debía estar. No era solo por planes, también había una cuota de autenticidad que lo llevaba a moverse.

****

Hay en la espera cierto entendimiento que es imposible ignorar, y aunque generalmente sentía que los minutos eran menos que instantes, sin ella se sentía estafado por la luna y el sol; no habían sido días, habían sido años de espera.

La capa no tardó en hacerlo llegar a la posada, el sol recién había aparecido allí. Las personas seguían congeladas y Dereth por un momento temió lo peor, antes se había sentido demasiado seguro de que con el fin del invierno todo saldría bien, pero ahora veía que había huellas imposibles de borrar. El pasado seguía ahí, irremediable, y el hielo se derretiría solo para regar la tierra con cadáveres… la imagen incluso para un ser como él fue desagradable, o quizás lo que realmente le molestaba era el que en sus pensamientos Ellette también estuviera dentro del grupo. Apresuró el pasó, casi corriendo llegó a la habitación donde solo se encontraba Ellette, habría jurado que antes había alguien más, pero realmente no le importaba.

En cuanto estuvo frente a ella supo que no debió preocuparse, estaba igual que siempre, con la piel tersa y clara sin rastros de hielo, su cabello desparramado en la almohada, y sus pestañas largas mirando el techo. Quiso reír, y aunque intento evitarlo rió fuerte antes de terminar de acortar la distancia para acariciar su rostro, delinear sus facciones y besar su frente, pómulos, mentón para terminar en sus labios. No era un contacto profundo, sino que casi besaba solo el aire, era apenas un roce… un reconocimiento de que seguía con él.

Abrió los ojos unos minutos después de que llegara él, pestañeó un par de veces no solo porque la luz la cegara un poco, sino porque su presencia era extraña, improbable, inimaginable… y a la vez esperada. Había sido una pesadilla que parecía no tener fin, días oscuros de semi consciencia gritándole a la nada que la salvara, que la sacara de allí, todo en vano, pero ya nada importaba, ni siquiera sus compañeros o lo mucho que debía odiarlo, porque el caso es que lo había esperado y ahí estaba; había sido como si se le fuera la vida en ello, pero daba igual porque la miraba con los ojos brillantes de deseo, porque sentía su tacto cálido, porque necesitaba calor, y solo él podía terminar los últimos resquicios de invierno que quedaban en ella.

Ninguno dijo nada, ella solo lo siguió observando, él nunca aparto la mano de su rostro. Ella lloraba, él solo lo haría si ella no estaba a su lado. Ellette por fin sonrió… él entendió las palabras del Dios. Y aunque era una tontería fue feliz, lo fueron los dos en ese instante. Por fin acortó las distancias y la besó, esta vez sin resquemores, terminando de darse, buscando quitarle el aliento y a la vez acabar con su invierno. No hubo un espectáculo de colores ni incendios, pero ellos sentían como si su interior ardiera, la manera en que se tocaban dejó de ser superficial, el elfo quitó las colchas que tapaban al hada y la atrajo fuertemente hacía sí, enredando sus brazos en su cintura, impidiéndole escapar al tiempo que ella enterraba sus dedos en su cabello, intensificando el beso antes de bajar por su barbilla, hasta su cuello, su pecho, para después volver a besarlo en los labios.

—Te esperaba – susurró.

—Te buscaba — respondió. Eso la hizo sonreír aún más.

Abajo volvían a despertar, el ajetreo se podía oír claramente, y Dereth odió que las huellas no fueran tan dramáticas, luego descubriría que esto era un caso especial, y que si hubiera ido  otra posada solo habría oído silencio. Los únicos que habían sobrevivido eran los que habían visto protegidas sus aldeas y Reinos por magia, los viajeros y localidades pobres no habían tenido tanta suerte.

—No me volverás a dejar ¿no? – las palabras del hada estaban llenas de reproche, pero también de necesidad, de querer tenerlo a su lado a pesar del odio y las diferencias.

—Nunca me fui. — Acariciaba su cabello distraídamente, mientras ella terminaba de acomodarse en su pecho.

—Si lo hiciste. – Golpeó un poco su pecho, muy despacio, solo como protesta.

—Vale, no volveré a desaparecerme… pero van a subir a verte – suspiró— solo me esconderé, ¿vale?

—Podrías secuestrarme. – Enarcó una ceja ante las ocurrencias del hada antes de besar la comisura de sus labios, para luego terminar de hacerse con su boca; era su hasta pronto.

—No me provoques… — Besó su hombro, para luego crear un camino de besos hasta su oído – estaré acá, no te olvides, eres mía – susurró antes de alejarse.

—Y tú eres mío – Ellette había alcanzado a tomar su camisa, para atraerlo con ella hacía sí, Dereth no se resistió demasiado, no necesitó mayor estímulo para volver a envolverla en un abrazo, besarla, acariciarla… habían caído en el colchón, ubicándose él sobre ella. Volvieron a mirarse, y vieron en el otro sus propios deseos y miedos, pero de alguna forma se fueron olvidando de lo segundo. Dereth recorrió sus piernas hasta llegar a sus muslos, beso y lamió sus pechos mientras ella hacía lo propio con él, terminando envolviendo sus piernas en sus caderas.

— ¿Irás al campo de ídriles conmigo?— de pronto preguntó, pronto se arrepintió de haberlo dicho, era como si Gheimhridh le hubiera propuesto de Bagráh un trato por primaveras simplemente, pero aún así le dolió la duda en el hada, lo hizo volver a la realidad, al hecho de que los idiotas de sus compañeros estaban abajo y podrían subir en cualquier momento, y más aún, el que se suponía que él jamás sería de ella. El elfo volvió a incorporarse.

— ¿Te irás?...— Dereth volvió la vita hacia el hada.

—Creí haberte dicho que nunca me iría – Dicho esto desapareció, dejándola sola una vez más, aunque esta vez el sabor de la separación era diferente… había sido una victoria a pesar de todo, a pesar de que Ellette siguiera odiando la obsesión del elfo por el campo de ídriles… de alguna forma sintió a pesar de todo, que ella igualmente le importaba.

****

La primavera era un hecho, pero también lo era que Ellette no encontraba a su compañero, aquel artista con la pierna herida no se veía por ninguna parte... se sintió culpable por no preocuparse por él en primera instancia, por dejarlo de lado para enfocarse en sus asuntos, por ser tan egoísta. La última vez estaba en una silla al lado de la ventana, pero ahora no había rastro de él  ni siquiera en el piso fuera de la posada hacia donde daba la ventana; allí lo único que había era un árbol de hojas anaranjadas simulando el otoño, y nada más.

Al principio el hada había creído que el resto se lo sacaría en cara, sin embargo, nadie parecía realmente preocupado por la desaparición, como si ésta fuera realmente conveniente. Sintió lástima por su ex compañero, probablemente había muerto y nadie más que ella parecía sentir su ausencia. Por esto, y como no quería que pareciera que el mundo se había olvidado de él, luego de una semana decidió hacer crecer una flor fuera de la ventana de la posada, una de muchos colores e irregular, una muy parecida a cómo era él.

—¿Qué haces?

—Tú deberías saberlo – su voz se sentía fría, culpaba a Dereth por su desaparición y muerte, al fin y al cabo había sido el elfo quien lo había herido.

— ¿Yo?

—Tú lo heriste… es tu culpa que no esté. ¡Es tu culpa que esté muerto! – Quiso contenerse, pero no lo había logrado, lloraba y no sabía muy bien por qué razón, se sentía confusa e incluso un poco contradictoria, quería que el elfo se fuera y al mismo tiempo que la abrazara y la hiciera olvidar sus preocupaciones; realmente no se esperaba que lo segundo fuera a suceder.

—No tienes que llorar… tu amigo ni siquiera está muerto, créeme.

— ¿De qué estás hablando? – Sentía resquemores, a pesar de que anhelara que el elfo por nada del mundo la soltara.

—Te hablo de una historia que se ha hecho muy famosa… — Antes de que pudiera protestar había sido trasladada a un nuevo lugar, a una ciudad, un sitio lleno de ruido y con la primavera en su apogeo.

Los niños correteaban de aquí para allá, alrededor de una pequeña multitud que se había posicionado en torno a  un trovador, desde hace días que estaba en la ciudad y desde un principio su público fue amplio; había algo en su actuar absolutamente mágico, y la historia que relataba conmovía a los más serios y encantaba a los románticos.

>> Ella permaneció así, cubierta de hielo y pesadumbres hasta que por fin él llegó al lugar. Él traía consigo la primavera, su armadura resplandecía con el sol, y la determinación refulgía en sus ojos. Al verla al principio creyó que no había solución, pero pronto se descubrió impidiendo que lo imposible fuera la respuesta; lucho contra sus propias creencias para arrojarse a lo imposible, a la locura… entregándose al amor. Y así en un beso en los labios de ella, llenó  de vida a la más bella de las estatuas, una que nunca estuvo muerta, solo dormida de invierno….

Las palabras del hombre acompañadas de la música característica hacían suspirar a los presentes quienes luego del invierno necesitaban esperanzas, necesitaban historias de este tipo que les hicieran borrar y dejar olvidadas algunas de las huellas, que antes parecían irreversibles.

—¿Qué es esto? – preguntó Ellette, estaba extrañada, no tenía sentido que su compañero estuviera vivo y por otra parte esa historia…

—Pregúntale a tu amigo, creo que quiere conversar contigo – calló un minuto mientras veía cómo los observaba el artista – yo estaré acá – terminó de decir antes de alejarse.

—Creí que estabas muerto. – La situación era irreal, pero ahí estaba él, con la misma ropa con que lo recordaba, solo que ésta estaba en buen estado y parecía nueva, al igual que su pierna; ni siquiera cojeaba, nada.

—Yo también, por un momento lo hice… — Sonrió— pero tenía una misión Ellette, no podía irme aun.

—¿Qué misión?

—¿No lo ves? – El hada negó, se preguntó si se referiría al cantar y contar poesía, y dónde estaba el objetivo allí, que vale, ella apoyaba el arte, pero dudaba que eso mantuviera vivo a un hombre congelado y herido.— Siembro ilusiones, y además soy el mensajero de las estaciones… doy esperanzas, pero también hago que se sienta respeto.

—¿Eso te mantuvo vivo? – No quiso sonar sarcástica, pero igualmente un dejo de eso se sintió a pesar de todo, el rió.

—Hay alguien que quiere que me mantenga aquí, soy un convencido de que todo pasa por algo.— algunas personas los observaban, ella destacaba y él era algo así como una figura, por lo que se separaron un poco del resto de la gente para seguir hablando.—

—No te entiendo del todo, pero me alegra saber que estás vivo… más vivo que nunca.

—Lo estoy – Alguien lo llamaba.

—Deberías irte, ¿no?

—Sí – iba a marcharse, mas no lo hizo – Ellette, solamente recuerda que las historias son historias, las ilusiones, ilusiones…, ya ves como en otoño las hojas toman otros colores, pero eso no las hace estar más vivas.

—¿Qué quieres decirme con eso?

—No creas todo lo que ves, ni lo que te dicen, en el fondo todos tienen un poco alma de trovador… ya ves cómo yo cambié un poco tu historia y la hice mía.

—¿Mi historia?

—Son ustedes… — Ellette se preocupó de que supiera sobre ella y Dereth, pero en sus palabras no habían juicios explícitos ni detrás, a él no le importaba—  solo que ya sabes, soy un artista y me gusta ser original.

—¿Y cómo la llamas? ¿La hermosa hada y el elfo asesino? ¿La estatua definitiva?

—Que va, yo lo llamo “La bella durmiente”

—Un arranque de imaginación ¿eh? – Era más bien irónico, pero tampoco le importó, simplemente sonrió y esta vez sí que siguió su camino, volviendo a perderse en la multitud, pronto volvió Dereth a su lado. Ellette se preguntó cómo es que sabía que el trovador era él, y si la historia que contaba tenía más parecido con la realidad que el aparente… y que de ser así, porqué su compañero sabía de ella.

— ¿Sabes lo que está pasando, no?

—Yo lo sé todo Ellette… lo que me sorprende es que un hada no se haya dado cuenta que un árbol con hojas de otoño es imposible en primavera, a menos que alguna fuerza se hubiera involucrado.

— ¿Qué fuerza?

—Una especialmente molesta.

Quiso volver a preguntar, pero sabía que en el elfo no hallaría respuestas. Nunca las encontró en él realmente y para cuando quiso saber de Félhion ya era tarde, él ya estaba dentro del juego. Tal vez siempre lo había estado y por eso, siempre la uniría a Dereth el otoño.

Fin.

Gracias por leer!!!! :DDDD (sobretodo porque son 17 páginas de word, y sé que muchas veces tira ala gente para atrás)

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