Capítulo 7 : Encuentros y despedidas

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Al día siguiente, Alexia decidió ir a tomar un café por la mañana. Al llegar a la cafetería más cercana que encontró y mientras saboreaba su café disfrutando de la brisa marina, levantó la mirada, encontrándose así con el mismo desconocido que había chocado por accidente el día anterior.

Su corazón dio un repentino vuelco al reconocerlo, y sintió una extraña mezcla de nerviosismo y curiosidad.

El desconocido, al verla a lo lejos, también la reconoció y no pudo evitar sentirse igual de nervioso ante su presencia. Decidió acercarse a ella, impulsado por una fuerza que no podía explicar del todo, dirigiéndose hacia la mesa de Alexia.

—Disculpa, ¿te importa si me uno a ti?—preguntó en un tono de voz tenue y cálido.

Alexia levantó la mirada y asintió con una sonrisa amable, aún con sus nervios a flor de piel por la cercanía de aquel hombre de cabello ligeramente alborotado y penetrantes ojos cafés.

—Claro, no hay problema. ¿Cómo estás hoy? —preguntó, jugando con la pequeña cuchara que estaba en su taza.

—Mejor ahora que te veo —sonrió él—. Por cierto, soy Xavier —dijo sentándose frente a ella—. Creo que nos conocimos de una manera poco convencional ayer.

—Sí, definitivamente fue un encuentro inesperado —miro su taza un momento intentando esconder sus nervios—. Un gusto, Xavier, mi nombre es Alexia —se presentó extendiéndole su mano, en un gesto de amabilidad—. Esperó no haberte causado muchos problemas con el choque de ayer.

—No te preocupes por eso, no fue gran cosa; de hecho, fue un placer conocerte de esa manera tan peculiar; ¿qué te trae por estos rumbos? —preguntó con curiosidad en su voz, viéndola atentamente.

—Estoy tratando de explorar un poco y conocer gente nueva —respondió con un leve tono de nerviosismo, dándole un sorbo a su café americano—. Y tú, ¿eres local o también estás de visita?

Él negó ante su pregunta.

—Aunque soy de los Ángeles, he estado aquí desde hace algún tiempo —suspiró—. A estás alturas se podría decir que ya soy local —agregó moviendo sus manos—. De hecho, decidí abrir esta cafetería, ya que aquí es un lugar tranquilo y hermoso, ideal para relajarse y disfrutar del mar. —se podía percibir en su rostro una expresión de nostalgia, mientras veía por la gran ventana del lugar.


A medida que los minutos pasaban la conversación fluía entre ambos y pronto se dieron cuenta de que tenían mucho en común. Xavier se ofreció a mostrarle algunos lugares interesantes de la isla, a lo cuál Alexia aceptó con entusiasmo. De pronto la puerta de la cafetería se abrió, interrumpiendo su amena conversación. Se trataba de Giorgos, el nuevo vecino de Alexia. Ella lo vio y agitó su mano en señal de que fuera hacia allá. Xavier mientras tanto observaba con curiosidad a Giorgos a medida que este se acercaba a su mesa.

Una sensación extraña se apoderó de él al verlos juntos. Era una mezcla de intriga y cierta incomodidad que no pudo ignorar. Se preguntó qué tipo de relación tenían, pero enseguida intentó desprenderse de esos pensamientos.

—¡Hola Alexia! ¿Cómo estás hoy?— la saludo con entusiasmo dándole un beso en cada mejilla.

—¡Hola Giorgos! Estoy muy bien, gracias. ¿Y tú? 

—Todo bien, gracias —dirigió su mirada hacia el hombre que estaba sentado frente a ella—. Veo que has conocido a Xavier —dijo—. Por cierto, el café de anoche estaba exquisito —mencionó sentándose junto a ella y bebiendo el capuchino que había ordenado cuándo llegó.

—Me alegra saber eso, aunque no se compara al que sirven aquí —expresó la joven viendo a Xavier, quién se limitó a asentir con una amable sonrisa.

—Precisamente estaba contándole a Xavier sobre mi mudanza, y cómo casi te golpeó accidentalmente anoche con un trozo de madera viejo —una leve risa se escapó de sus labios.

—Eso estuvo cerca —dijo Giorgios entre risas—. Por cierto, me alegra verte haciendo nuevas amistades por aquí.

Xavier sólo los veía, aunque por dentro no podía dejar de sentirse extraño con la presencia de Giorgos; siempre hubo algo en el que no terminaba de cerrarle del todo.

—Sí, ella me ha estado contando sobre todas las cosas interesantes que ha estado descubriendo en la isla —expresó Xavier viéndola a los ojos—. Parece que tienes un gran vecino, Alexia.

—Bueno, siempre estamos aquí para ayudarnos mutuamente en esta pequeña comunidad —interrumpió Giorgios con una falsa sonrisa mientras le daba un último sorbo a su capuchino—. ¡Maldición! Ya debería irme o me van a despedir; si necesitas algo más, no dudes en pedírmelo, ¿de acuerdo?— le recordó apresuradamente...

—Claro, lo tendré en cuenta.

Después de que Giorgos se marchara con prisa de la cafetería, un silencio incómodo se instaló entre Alexia y Xavier. Él no pudo evitar preguntarse qué tipo de relación tenían ella y aquel hombre, y si eso podría afectar la creciente conexión que había entre ellos. Sin embargo, decidió dejar de lado sus preocupaciones sin sentido. Acababan de conocerse y él sólo era su vecino, así que decidió continuar disfrutando de la agradable conversación con ella.

—Me preguntaba si... tienes algo que hacer esta tarde —expresó él en un tono titubeante, pasando la mano por su alborotado cabello—. Me gustaría enseñarte la Isla, el tono nervioso de Xavier evocó en Alexia una sensación de ternura. Hacía mucho tiempo que no se sentía así.

—Bueno, a penas llegue a la isla y aún hay muchos lugares a los cuáles no he ido, a decir verdad, creo que me vendría bien algo de inspiración —mencionó aceptando su propuesta.

Ambos salieron de la cafetería y pasaron una tarde maravillosa explorando la isla juntos. Él le mostró algunos lugares pintorescos y puntos de vista impresionantes. A medida que se conocían mejor, sin embargo, el ambiente cambió en cuanto Alexia creyó ver a lo lejos a Adam.

«Seguro lo estoy imaginando, no puede ser posible» pensó.

—Xavier, ¿podemos irnos de aquí?— preguntó, con cierta preocupación—. Creo que he visto a alguien que no esperaba encontrarme —expresó, intentando ocultar su miedo.

Xavier notó la incomodidad en el rostro de la chica rubia y asintió sin hacer preguntas, guiándola hacia a un pequeño restaurante cercano. El sol comenzaba a descender en el horizonte y la noche se anunciaba entre el crepúsculo. Al llegar allí, Alexia observó el ambiente: los colores eran vividos y las paredes de un blanco inmaculado decoradas con flores que colgaban a su alrededor. De pronto una joven de cabello castaño se acercó, apareciendo frente a ellos.

—¡Hola, veo caras nuevas por aquí! Yo soy Irena, díganme, ¿qué van a ordenar hoy? —preguntó la joven con entusiasmo.

—Hola Irena, ¿cómo te encuentras hoy? Mira, ella es Alexia, a penas llegó ayer a la isla —respondió Xavier—. Qué tal si nos deleitas con el mejor platillo de aquí —agregó con una sonrisa.

—Encantada de conocerte, Alexia, ¡por supuesto!, vengan, les daré la mesa con la mejor vista del lugar.

—Igualmente es un placer conocerte, Irena —dijo Alexia caminando detrás de ella, observando el lugar, su voz sonaba débil y su brillo opacado. Aún se encontraba afectada por el encuentro inesperado con su pasado.

—Dime ¿Estás disfrutando de tú tiempo en nuestra pequeña isla? —preguntó la joven mientras los dirigía a su mesa, con una vista increíble hacia el mar mediterráneo.

—Así es, Xavier ha sido un gran guía —respondió desviando su mirada hacia él —¿Y tú, Irena? ¿Hace mucho que vives aquí? —preguntó, con curiosidad.

—Bueno, he vivido aquí desde que tengo uso de razón. Mi sueño es ser una reconocida artista y salir de Grecia a explorar nuevos lugares —suspiró—. Estoy estudiando arte en la universidad y me encanta explorar diferentes formas de expresión.—finalizó con entusiasmo.

—Y tú, ¿qué es lo que más amas hacer? —preguntó la castaña, sentándose en una de las sillas y viéndola con atención mientras reposaba su mentón en sus manos. Alexia pensó un momento; el brillo en ella regresó lentamente mientras recordaba su verdadero propósito en aquella isla.

—Definitivamente, ser escritora; estoy trabajando en una novela y es una historia ambientada en una pequeña isla como está —sus ojos brillaban con un inigualable fulgor—, llena de secretos y misterios; sólo esperó poder capturar la esencia del lugar y de sus habitantes —agregó con una chispa de emoción en su voz.

—¡Suena fascinante! Me encantaría leerlo cuando esté terminado; tal vez incluso podría inspirarme para alguna de mis obras.

Xavier se encontraba absorto en la pasión con la que Alexia hablaba sobre su proyecto literario. Cada gesto, cada expresión de su rostro le parecía cautivadora. Admiraba la manera en la que sus ojos brillaban al describir la trama de su novela y cómo sus manos gesticulaban con emociónSin embargo, sus pensamientos fueron interrumpidos cuándo la madre de Irena se unió a la conversación.

—¡Hola a todos! ¿Están disfrutando de su noche? —preguntó la mujer de estatura mediana y largo cabello pelirrojo.

—Muy bien, gracias, su comida es deliciosa— expresó Alexia, haciendo un gracioso gesto con sus manos.

—Oh, pero ¿quién es esta hermosa joven Xavier? ¿Acaso es tu novia? —preguntó la mujer con curiosidad.

Alexia se atoró torpemente con la comida al escuchar aquello, y sintió de pronto el calor asomarse en sus mejillas mientras que Xavier sólo aguantaba las ganas de reír.

—Sólo somos amigos—interrumpió la joven—soy Alexia y a penas llegue ayer a la isla. —añadió con una sonrisa en señal de cortesía.

Xavier no podía negar que la idea de que ella fuera llamada "su novia" le evocaba cierta sensación de emoción en su interior, aunque fuera por un breve instante.

—Un placer, Alexia, yo me llamo Atenea —se presentó la mujer amistosamente.

—¿Cómo la diosa griega?

—Bueno, qué puedo decirte, a mis padres les gustaba todo eso de la mitología griega. —respondió, soltando una leve risa.

La joven logró olvidar el amargo rato que había pasado aquella tarde; el restaurante no estaba tan lleno en la noche así que la madre de Irena se sentó junto con ellos. La conversación se desvió hacia otros temas, pero Xavier seguía sintiendo la presencia de Alexia en su mente. Observaba cómo interactuaba con Irena y su madre, admirando su capacidad para conectar con los demás con tanta facilidad, algo que a él le había llevado meses cuándo recién llegó a la isla. La noche seguía su curso sobre Mykonos, y Xavier se ofreció a acompañar a Alexia hasta la puerta de su casa. Allí, se detuvieron brevemente sumidos en un momento de complicidad y conexión.


—Alexia —se detuvo viéndola a los ojos— ha sido un día maravilloso, gracias por compartirlo conmigo.

Alexia sonrió, sintiéndose agradecida por la compañía y la amabilidad de Xavier.

—Gracias a ti, Xavier, realmente he disfrutado cada momento —expresó con sinceridad.

El ambiente se cargaba de una tensión suave a medida que Xavier se acercaba a Alexia. Con un gesto gentil, rozó suavemente la mejilla de ella con sus labios, dejando un beso tierno en el aire cercano a su boca.

—Buenas noches, Alexia, que descanses—susurró en su oído, provocando que ésta se estremeciera.

—Igualmente, Xavier, ten linda noche.

Era increíble para ella pensar en todas las sensaciones que le provocaba tener a aquel hombre tan cerca, siendo que lo había conocido hacía tan solo días.


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