|02| Mansión Black.

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La nieve comenzaba a cubrir la gran parte del pueblo, era sólo cuestión de segundos para que todo se tiñese de blanco. Los árboles del bosque ya tenían las hojas secas, las flores se estaban marchitando de a poco, pero aún seguían en pié aquellas rosas que planté de pequeña.

Darme cuenta de que atrás dejaba mi vida, en ese pueblo lleno de nieve. Dejaba mi infancia junto a lo que una vez creí, era mi familia, no sólo dolía; quemaba por dentro. Pero ésto era un nuevo comienzo y debia aprovecharlo al máximo. Ahora tendría al Clan Blue por un lado y a los Red por detrás. Ésto era de vida o muerte.

Tarde o temprano, todos se enterarían que una Red estaba con los Black.

El Sol se ocultaba de a poco, la carretera por dónde avanzábamos cada vez estaba más oscura. Tenemos a dos autos que nos escoltaban, uno atrás y el otro delante de nosotros. Ellos alumbraban el paso para que podamos llegar bien al destino.

Todo parecía ser un sueño, era hasta ayer que yo estaba ayudando a mis hermanos para meter leña a la casa y así mantenernos caliente en éste frío invierno que se acercaba; hoy eran recuerdos vagos de mi mente. Cuando un vampiro dejaba su hogar tendía a olvidarlo todo en cuestión de días.

Los Red, es decir yo, poseemos la sangre roja. Eramos la especie de vampiros que se especializan en el fuego; se nos caracterizaba por la valentía. Claramente nadie sabia que eran egoistas. Después estaban los Blue, con su sangre azul y su especialización en el agua; ellos eran característicos por la tranquilidad. Seguían los White, ellos eran los que hacian medicina, característicos de amabilidad. Finalmente los Black, los sangre negra eran unos malditos soberbios y salvajes. Traian caos y oscuridad.

Ahora yo estaba en un auto con ellos y para rematar, yendo a su hogar.

Ésto que estaba haciendo era ilegal, escapar con alguien de otra especie estaba mal visto para la sociedad, eramos totalmente diferentes. Las sangres no debian mezclarse jamás y estaba segura de que si la otra especie se enteraba, ocurriría una catástrofe. Una guerra se aproximaba, era sabido que mis padres no se quedarán callados, ellos me habían regalado, pero podia percibir que solo era una trampa, una sucia y cruel trampa.

Una especie Red junto a la especie Black traería sólo problemas, por lo tanto me queda afrontar las consecuencias que me dejó el ser regalada como medio de paz entre dos grupos. Me encontraba sola en todo ésto, queria escapar, pero no con él.

—¿A dónde me estás llevando?—Le pregunté, era la primera en cruzar palabras después de una hora de viaje. Él se mantuvo al márgen, silencioso.

—A la fortaleza Black, Madison.—Su voz era ronca y gruesa, muy varonil.

Me quedé en completo silencio, no me sentía bien, viajaba con la persona que asesinó a mí amiga y a su familia. Compartía el mismo espacio con quién había querido matar hasta hace unas horas. Pero por más que quería, no podía, aún seguía procesando todo lo que me pasó el día de hoy. Necesitaba dormir.

—Neil, yo no estoy en ésto contigo. A mi me regalaron en contra de mi voluntad, pero eso no quiere decir que no tenga ni voz ni voto. No soy tu aliada.—Dejé en claro lo que llevaba atorado desde que me sacó de mi casa. En gran parte debia agradecerle, pero no por eso iba a quedarme.

—Te guste o no, ahora eres de mi pertenencia. ¿Lo entiendes?—Puso su mano enguantada sobre mi pierna izquierda, la piel se me heló. Me tense de sólo oir lo que sus labios soltaban.

—¿Ese beso fue por eso?—Con sutilidad le saqué la mano de encima mío, comenzaba a inquietarme.¿Tan lejos quedaba esa fortaleza?

—Ese beso fue para que sepas que vas a hacer mia, tarde o temprano.

—¡No voy a ser tuya!—Le grité, el conductor detuvo el auto en milésimas de segundos. Seguramente Neil se lo dijo por telepatía. Lo que me llevaba a pensar que era muy poderoso.

Neil bajo del auto, cuando abrió la puerta se sintió el frío, mi piel se hizo chinita porque no estaba abrigada. Él me habia sacado de mi casa y no me dió oportunidad de tomar algo necesario para mi. Era un idiota en todo los sentidos. No entendí lo que pretendía al estar en el frío, pero de pronto se abrió la puerta a mi costado y me sacaron a la fuerza.

Grité y patalee todo lo que mis fuerzas me lo permitieran pero era en vano, ellos me ganaban en cuerpo. Yo no estaba entrenada como esos hombres. Sin algún tipo de preocupación me lanzaron a la nieve, se me congeló hasta el alma.

Neil se encargó de levantarme del frío suelo, y sin decir nada me puso su saco grande, eso logró mantenerme caliente. Cuando se acercó para llevarme a unos metros de ahí lo empujé con todas las fuerzas, mi enojo era tal que le di una bofetada. El golpe sonó entre el silencio, nadie dijo nada, menos él. Entonces pasó, las lágrimas se apoderaron de mi y salieron como si nada. Me saqué su abrigo y lo tiré al suelo como sus guardaespaldas lo hicieron conmigo.

—¿Qué mierda sucede contigo?—Solloce y no quería verme débil, pero no aguantaba. Mi dia habia sido una total mierda y el ser tratada así me dolia más.

Él no dijo nada, su mano ahueco su mejilla maltratada, me miraba con odio. Podia notarlo, a leguas se veía que era alguien que odiaba perder el control y necesitaba tenerlo todo en sus manos. Me puso más histérica el hecho de que no me dijese nada y entre lágrimas empecé a golpearle el pecho con mis puños.

—¡Eres un idiota! ¡Pretendes llevarme y tratarme mal! —Uno de los guardias hizo el amague de sacarme pero la mano de Neil se lo impidió, él mismo se encargó de agarrarme de los brazos y alzarme.-¡Sueltame!

Entre patadas me cargó por los aires y me depositó con violencia lejos de los autos, mi rostro rojo por las lágrimas quedó expuesto ante un horrible panorama. Desde ésta distancia podía verlo todo, mi vista se volvió más amplia y mis oidos oían voces a lo lejos, incluso podia entender un poco lo que decian. Las llamas provenían del pueblo Red; todo estaba en llamas.

—¡¿Qué putas hiciste?!— Grité con todas mis fuerzas. El pueblo se estaba quemando por completo. ¡Joder!

—¿Te duele?—Preguntó sereno. Como si hacer éstas cosas fuese un juego.

—¿Por qué lo hiciste?—Mis labios temblaban, era un ser cruel. Lleno de maldad. Mis manos se hicieron un puño y estaba por golpearlo de nuevo cuando su fuerte mano me detuvo.

—No quiero hacerte daño, Madison.

—Lo estás haciendo al matar a mi familia.

—¿La misma familia que te abandonó y te dejó a la interperie conmigo?

Golpe bajo, eso dolió más. Escucharlo de sus propios labios me dolió el doble, pero era mí realidad y tenía que aceptarlo desde ahora en adelante.

—¿Por qué deduces que fui yo?—Él brillo de sus ojos se perdió cuando me preguntó eso.

—Porque eres un Black y ustedes son la peor escoria que tiene éste mundo.

Su mano me soltó como si le quemara el simple tacto, pude notar que sus ojos pasaron de un negro a uno más oscuro, donde no se notaba ni su iris. Los colmillos salieron a la luz y me dejó a la vista la sed de sangre que tenía.

Retrocedí asustada, parecía estar enojado y sin poder siquiera pedir ayuda, se abalanzó sobre mi cuerpo y me inmovilizó. Queria gritar por auxilio pero una de sus manos cubría mi boca por completo.

Lentamente se acercó a mi cuello y me estremecí, Intenté sacarlo y alejarlo de esa zona. La zona débil de los vampiros, Neil se encontraba en estado de ensoñación; la parte humana dormía y le daba poder absoluto al vampiro. En esa forma el podia destrozarme sin tener algun tipo de remordimiento porque no era él, era su otra parte. Eso solo pasaba en los hombres, pues ellos nacían con el poder recorriendo sus venas.

—Neil, por favor.—Intenté modular. No iba a escucharme, pero no quería morir tan pronto. En ésta forma era más facil matar a otra especie.

—Aprende a cerrar la maldita boca...— Su voz se tornó más tenebrosa de lo que habia mostrado antes. —Vives en una completa mentira si piensas que los Black somos los unicos peligrosos en éste mundo.

—¿De qué hablas?— Hablé confundida, su agarre se hizo debil de un momento a otro; su forma estaba perdiendo fuerza.

—¿Tienes idea de quiénes son verdaderamente tu familia?—Eso fue lo último que susurró y de la nada se desvaneció a mi lado. Su camisa blanca estaba rota y dejó a la vista un tatuaje muy particular. Una estrella negra.

Me tensé al instante en que la reconocí. Era la misma que tenia aquel cadáver en el bosque. ¿Quién eres?

Uno de los guardias llegó hasta nosotros y gritó a los demás en busca de ayuda. Entre tres cargaron el cuerpo inconsciente de Neil y lo subieron a la camioneta negra. Otro apareció de la nada y me tomó del brazo, arrastrándome al lado del cuerpo.

Las ruedas chirriaron, el motor sonó y pisó el acelerador. Volvimos a seguir el viaje, tenía tanto que asimilar, tenía que hablar con Neil en cuanto se recuparase, el sabía cosas. Quizás tenía la respuesta ante mis ojos.

¿Qué significará ese tatuaje?

¿Él mató a ese hombre?

¿Mató a los White realmente?

Entre tantas preguntas me quedé dormida. A mí mente llegaron los vagos recuerdos de mí familia, pero ya no tenían rostros, comenzaba a olvidarlos de verdad. De pronto alguien palmeó mí hombro y me removí sobre una superficie blanda.

Abrí mis párpados y encontré una habitación gris, sin color ni vida. Quién me tocó había sido una mujer anciana. La observé mientras ella me regalaba una sonrisa.

—Bienvenida, señorita Madison. Soy Judith. —Me levanté y ojeé el lugar en donde me hallaba. Había nada más que una cama grande y espaciosa, con sábanas negras, y una mesita a mí lado. En la otra parte un gran mueble de madera. A un costado una puerta, suponía era el baño.

—¿Dónde estoy, Judith? —Pregunté nerviosa.

—En la Mansión Black.

Ella se acercó a una cortinas y las abrió, dejando que la luz se cuele por todo el sitio. Creo que el Sol era lo que le daba vida a la habitación ahora, sin eso parecía estar en penumbras.

—¿Puedo hablar con Neil?

Necesitaba cuánto antes dejarle cosas en claro y que él también me diera información. No quería quedarme un minuto más acá. Aunque tal vez no tenga a donde ir.

—El señor la está esperando. —Sin nada más que decir salió de la habitación dejándome sola de nuevo. Suspiré.

Me levanté y noté que tenía un vestido de seda roja, parecía un pijama pero bastante elegante. Por Dios, quien se atrevió a cambiarme. Busqué la ropa que traía puesta pero me detuvo la voz que habló dentro de mí cabeza.

—Madison, la ropa la quemé. No quiero nada en mí Mansión que sea de otra especie. Solo tú eres la excepción.

—Baja al comedor y saquemos las dudas que sé que tienes. Puedo oírte.

Con la ira a mil salí corriendo de la habitación, arrollando en mí camino a una chica que traía toallas. Bajé unas escaleras sin saber a dónde me dirigía, pero gracias a los santos llegué a ese tal comedor.

Había una mesa grande con sillas vacías, pero con un gran banquete de desayuno. En la cabeza se hallaba sentando él, ahora vestía unos pantalones de mezclilla negro y una camisa del mismo color. Tenía los botones abrochados hasta el ombligo, dejando al descubierto su pecho.

Su mirada era pesada y me ponía los pelos de punta. Joder.

—Es de mala educación escuchar los pensamientos de los demás. Estás violando mí privacidad.— Espete molesta. Él me regaló una sonrisa de labios cerrados, agarró una taza de porcelana blanca y sirvió un líquido marrón. El aroma me decía que era café.

— Siéntate, estás hambrienta. Puedo percibirlo.

En eso mí estómago gruñó y quise golpearlo, me delató. Apretando los dientes me senté, obedeciendo sus palabras le saqué la taza que se estaba llevando a los labios y le di un buen sorbo.

—Eso es de mala educación, Madison.— Sonrió cínico y tragué grueso. Realmente era un jodido demonio este hombre.

—¿Mataste a mí amiga?—Solté sin rodeos. Él entre cerró los ojos y ladeó la cabeza, negando por completo.

—Veo que tu abuelo tiene mucha influencia. —Me susurró. Esperé a que me dijera algo más pero al no hacerlo ataque de nuevo.

—¿Dónde está su cuerpo?

—Realmente creí que eras más astuta. No es culpa mía que tu abuelo y tu padre te hayan metido ideas absurdas en tu cabeza.

Me levanté de un salto y lancé la taza cerca de su rostro, él de un sólo movimiento la esquivó. Sus pupilas se dilataron y su vena estaba hinchada. Más rápido de lo que pude pensar se puso de pié y tiró la silla a un costado. A pasos apresurados se acercó hasta quedar frente a mí.

No podía tener más odio dentro de mí. Estaba consumiendome por completo y eso no era nada bueno.

Me tomó del cuello suavemente y apoyó mí cabeza en la pared tapizada. Nuestros ojos se encontraron y juro que esa expresión me daba terror. Paso lentamente su pulgar por mí labio inferior y se relamió los suyos.

— Si quieres respuestas deberías ir al sótano de tu casa. El idiota de tu abuelo fue quién creó toda ésta farsa y si yo rompí el pacto de paz fue por algo.

¿Qué? ¿El sótano?

Mí abuelo le tenía prohibida la entrada a todos a ese lugar, jamás intenté entrar porque simplemente pensé que era un sótano con pertenencias, es decir, era privacidad de él y no me incumbe.

Al terminar de decir eso golpeó la pared muy fuerte, dejando un agujero el lado de mí cara. Me estremecí y cuando pensé que algo peor pasaría, nos interrumpió unos tacones que bajaban las escaleras.

Amor, ¿Qué haces?— En cuestión de segundos el agarre de Neil se cortó y su vista recayó en aquella rubia.

Se notaba que la elegancia iba de la mano con ella, era alta y delgada, con unas caderas de los dioses. Su cabellera rubia iba atada en un moño rojo, que había juego con su vestido entallado. Me sentí un asco a su lado. Si ésto fuese un concurso de moda, a mí ni siquiera me dejarían participar. Ella tendría la corona ya.

— Rachel, te he dicho que sólo vengas cuando te llame. — Siseó enojado Neil.

—Estaba aburrida de estar desnuda en tu cama, Neil. —Alternó la vista entre nosotros dos y me miró con el ceño fruncido. —¿Quién es esa?

—No es de tu incumbencia, puedes irte a tu casa ya.

— Pero, quiero follar de nuevo.

De un momento a otro, cómo si de un rayo se tratase, Neil se fue contra ella y con rapidez se la llevó arriba.

Me quedé encimismada, por los Dioses.

Tiré toda la mesa al suelo, rompiendo todo lo que tenía de vidrio, y salí de allí enojada. ¿En serio se fue a follar con una mujer mientras me dejó sola? ¡Es un idiota!¡Lo odio!

Salí botando humo de la cabeza y me fui en camisón a dar una vuelta por el pequeño jardín que tenía. Parecía un laberinto sin salidas, pero la flores se veían demasiado lindas. Algo de vida tenía este lugar.

Desde afuera podía verse que la Mansión era demasiado grande para mí gusto. Lo odio. Visualice que las cortinas de una habitación se movían y sin saber por qué me adentré a ese laberinto, tal vez no quería presenciar eso.

El laberinto tenía unas farolas que ahora estaban apagadas, era de día. En el centro había una hermosa fuente de agua, con unos ángeles que se tomaban de la mano. Sonreí ante eso. Que gran vista.

Fui por un pasillo y me detuve en seco cuando encontré a alguien sentado en el suelo. Tenía una cabellera negra y estaba de espaldas. Pero oyó mis pasos puesto que se dió vuelta y me observó de arriba hacía abajo. Pude sentir que su mirada recorría mi cuerpo, el camisón no cubría mucha y era escotado para mí gusto. Tapé mis senos con la mano y este soltó una risita.

Tiró el cigarro que estaba fumando y se levantó.

—No pensé que serías tan hermosa.— Caminó hasta mi y acarició mi cabello.

Retrocedí por inercia pero me detuve su brazo justo en el momento en que mi pié pisó una trampa que estaba escondída. Lancé un grito cuando el artefacto se apretó a mi piel y me comenzó a sangrar.

Él se alarmó y se apresuró a sacarla.

Me alzó y, no podía evitarlo, ya estaba llorando. El dolor se hizo presente y me aferré a sus brazos.

—Que tonta eres. No lloriquees, eres un vampiro. Tu pie sanará en dos segundos.— Rió de mi como si fuese una estúpida. Me depósito sobre la fuente y puso mi pie ensangrentado sobre el agua de aquella. Pude sentir el alivio y sin poder evitarlo cerré mis ojos.

Hasta que escuché unos pasos y al abrir mis ojos, él ya no estaba. Miré hacía todos lados pero no había señal de nada. Sólo encontré la mirada azulada de un Neil enojado.

—¡¿Qué haces aquí y vestida de esa forma?!— Me gritó furioso.

En toda mi vida, nadie me había dado tanto miedo como él. Pero mi lado valiente sacó las garras y golpee su rostro otra vez.

—No quería oírte follar con nadie. — Hablé dejandolo más enojado.

Me levanté, mi pié ya se había curado y no tenía nada. Caminé dejándolo sólo, se lo merecía. Él me lo había hecho a mi.

—¡Madison!

Pero no me detuve. Una voz en mi consciencia me detuvo.

Nos volveremos a ver.

Y no era cualquier voz, era la del sujeto que me ayudó. ¿Quién diablos era ese?


XxxxxX

N/A: ¡Holiiiiissss! Espero estén bien gente❤️

¡Nuevo capitulo! ¿Qué les parece?

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Nos leemos en el siguiente capítulo 🥰.

Saludos, A.

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