Capítulo 11 (III)

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Ráfagas impactaron la parte frontal del autobús mientras se desplazaba; pegué mi cabeza a la ventana desde que partí y aunque cualquiera me creería dormido, la realidad era que no había conciliado el sueño ni una vez. Cerrar los ojos me obligaba a revivir la escena acontecida en aquella suite e incluso el olor a pólvora y sangre regresaba a perseguirme. Veía los marrones, ocres, amarillos y naranjas del follaje volar por el costado del vehículo hasta perderse detrás, en la lejanía, así mismo deseé dejar atrás todo lo horrible que había vivido.

La sudadera con capucha ocultaba mi rostro y las marcas que el maldito sacerdote dejó en mí. Suspiré aliviado al ver el mar, aquel amanecer entre las olas con las gaviotas en vuelo como una promesa de libertad.

Volver a Santa Mónica sería un nuevo inicio o al menos eso necesitaba creer, pero me aseguraría de tener más cuidado en adelante. Debía administrar muy bien el dinero que robé al cura y B, también mantener un bajo perfil, lo último en la lista sería captar la atención de la policía o esos desgraciados.

Era casi medio día cuando descendí en la terminal, allí me quedé hasta la tarde, después de brindarle el segundo pago al chófer del autobús para convencerlo de no reportarme como un menor que viajaba sin permiso ni compañía. Claro, estuvo muy preocupado por mi seguridad hasta abrirse la bragueta a cambio de su silencio.

Después de asearme, el espejo me mostró mis ojos irritados y las enormes ojeras que me dieron aspecto de muerto viviente, aunque ni siquiera ese caótico estado aportó algo de calma, el hermoso Ángel seguía allí, eso me produjo náuseas. ¿A cuántos tipos más tendría que soportar? ¿Cuántas personas ofrecerían "ayuda" a cambio de una retribución del niño lindo?

Me abracé a mí mismo y con la cabeza gacha abandoné la terminal, sin una sola idea de qué hacer o a dónde ir. «Todo lo que valga la pena lleva trabajo», resonaron en mi cabeza las palabras que Felipe alguna vez me dijo, ¿se decepcionaría de mí? Tomé el camino "fácil"; como tonto y cegado por el dinero acepté seguir a gente horrible. Terminé metido en un problema tremendo, sin plata y con las manos empapadas por la sangre de las dos vidas que robé.

No quería pensar en eso, no deseaba recordar a esas personas o lo que hice. Entonces, las palabras de Felipe se repitieron en mi cabeza y pese a que empezaron a sonar como un regaño, me obligaron a añorar aquella época cuando trabajaba con él, a pesar de mis constantes quejas por la poca paga percibida.

Yo era un mocoso de casi diez años, sucio y andrajoso; las manchas de tierra me cubrían el rostro, las de césped mi ropa mientras que el olor a abono orgánico alejaba de mí la vista de cualquier curioso. Era libre, no existían las constantes miradas lujuriosas de los hombres, fuera de aquella abrumante del casero que solía evitar.

—¡Felipe, debes cobrar más, esto es agotador! —me quejé en alto mientras acababa de cavar el último hoyo; a mi lado, él reía y se encargaba de colocar una capa de abono a cada agujero antes de sembrar una nueva plántula.

Trabajábamos en el jardín de una familia acomodada, quienes consideraban nuestro esfuerzo algo poco merecedor de una mejor retribución, en otras palabras: eran una pila de tacaños. Aquel patio tenía un tamaño considerable y nos tomaría varios días terminar ese diseño propuesto por él.

—Brodercito, para tu carro; sé que parece mucho trabajo, pero tranquilo, es un jardín simple con predominancia de césped —habló calmado y con una sonrisa, pese a que el sudor corría por su tostada y brillante frente a chorros. Suspiré fastidiado, entonces me hundió la gorra con fuerza hasta casi cubrirme los ojos, le escuché carcajearse.

—¡Esto es interminable! —me quejé el siguiente día y él contestó entre risas:

—Todo lo que valga la pena lleva trabajo, Alí.

¡Cuánta razón en su frase!, pero me tocó aprenderlo a la mala.

—Todo lo que lleva mucho trabajo, requiere una buena paga. ¡Tienes que cobrar más, jefe! —Volví a quejarme, fastidiado.

Felipe estalló en carcajadas y me empujó antes de continuar nuestro trabajo. Lo único bueno que salió de ese esfuerzo, fue conocer a la señora Rusell, una amiga de la familia que quedó maravillada por lo que hicimos y decidió contratarnos. ¿Quién diría que eso nos cambiaría la vida? Por ella, Felipe tuvo el empleo en Murano y aquella oportunidad de oro que se fue al caño.

Suspiré, resignado, no quería pensar en eso; debía concentrarme en el ahora. Por primera vez en años estaba realmente solo. «¿Qué diablos voy a hacer?», el pensamiento rondó mi mente lo que duró el viaje en tren eléctrico, no tenía un rumbo establecido, esperaba descubrir mi destino en el camino. Casi llegaba a la high cuando fijé la vista en un parque al cual asistí con Feli y decidí bajar en la próxima estación solo para regresar allí.

Me desplacé cabizbajo entre las caminerías, con los brazos cruzados sobre el pecho hasta alcanzar la ruleta donde Feli me hizo girar en aquella ocasión. Pasé mis dedos por la estructura del juego, rememorando aquel día que inició cuando decidió llevarme a su trabajo por miedo a que el casero decidiera hacerme algo, después de confrontarlo.

Feli me contó que esa casa en la cual trabajaba, fue construida por el dueño como obsequio para su hijo. «Algunos nacen con suerte», pensé al saberlo. Me pidió mantenerme cerca de él en todo momento por mi propia seguridad, también tenía prohibido ayudarlo porque podríamos meternos en problemas. No obstante, ¿qué pasa cuando se mezcla un obrero ocupado más un niño aburrido de mirarlo? Así es, un nuevo lío.

Durante un descuido, caminé alrededor de la propiedad, cuidando de no estorbar a alguien hasta llegar al frente. Sin otra cosa que hacer y dado que el terreno entre la loseta del camino hacia la entrada y el pavimento de la cochera era completamente plano, tomé una vara que encontré y empecé a dibujar en la arena por largo rato hasta que una autoritaria voz de hombre, me provocó un sobresalto.

—Bambino, ¿qué estás haciendo?

Me giré y ubiqué la vara atrás de mi espalda. El sujeto era alguien bastante mayor y delgado, quizás tendría cincuenta; usaba un pantalón y camisa finos sin corbata, también tenía las manos a la altura de sus caderas a la espera de una explicación.

—Perdone, señor, yo solo...

—¡Oye, tú, mocoso! ¿Qué haces aquí? —Era Dante, el jefe directo de Felipe y me maldije por provocarle un problema. Me agarró de un brazo y comenzó a jalarme fuera de la vista del sujeto fino—. Señor Murano, yo me encargaré...

—¡Oye, oye, oye! ¡Suelta a mi hermano, ¿qué te pasa? —Felipe apareció y obligó a su jefe a liberarme.

—¡Ah, tu hermano! ¡¡¡Ambos se me lar...!!!

—Explica tu diseño, bambino —dijo el señor fino al percatarse de que dibujé algún tipo de diagrama sobre el terreno. Todos fijamos la atención en él, lucía sonriente, luego le pidió permiso a Feli y tomó mi mano para guiarme de vuelta al jardín frontal.

Lo observé contrariado, después a Felipe quien se encogió de hombros, y otra vez al señor fino que me instó con un gesto para empezar a contarle. Tragué saliva con pesadez ante los ojos azules del hombre que me contemplaron expectantes y por algún motivo, todo alrededor pareció caer dentro de una pausa colectiva que me produjo más miedo.

—Bu-bueno, pensé que, po-por ser un área pequeña sería bonito un diseño abierto, pero no tan aburrido con puro césped —hablé nervioso, el señor me pidió continuar con una sonrisa amable.

Así que, suspiré. Me sentí más confiado y corrí al rincón izquierdo para explicarle mejor.

—Opté por dividir en cuatro partes el terreno, con un diseño ondeado y asimétrico, que rompa con las líneas rectas de la construcción y le aporte dinamismo y color.

»La parte más amplia, a su derecha, tendría césped bajo, y la línea ondeada divisoria estaría conformada por piedras de río; a partir de ese punto, una combinación de piedras pequeñas blancas y negras, por último, en la zona donde me encuentro, madera en trozos y una fuente de agua hecha de roca en este rincón.

Di un salto hasta la separación entre el pavimento de la cochera y el terreno para añadir:

—Aquí, arbustos de baja altura en tonos verde brillante y vino intercalados le darán mayor vistosidad.

Liberé todo el aire contenido en mis pulmones, volví a observar al señor, también por un segundo a Feli más allá, quien tragó con dificultad, a la expectativa, y tuve miedo de arruinar su trabajo en la empresa.

El señor fino se volteó para ver a Felipe antes de hablarle:

—Así que, hermano mayor.

Feli asintió en silencio, nervioso. Solté la vara y corrí hacia él, necesitaba ver la expresión del señor mientras hablaba porque creí arruinarlo todo; me recibió en un abrazo protector antes de atreverse a decir algo.

—Señor Murano, disculpe, sé que no debería traerlo aquí, pero...

—¿Alguno de sus padres es arquitecto? —El señor le interrumpió, sonriente, Feli negó en bajo y le hizo saber que estábamos solos, su expresión fue de sorpresa—. Entonces, ¿eres el responsable de los conocimientos del bambino?

—Bu-bueno, su-supongo, señor...

—¿Estudias arquitectura?

—Aún no, señor, pero ahorro para ello.

—Muy bien. Te diré qué haremos. —El señor se acercó a nosotros y me revolvió el cabello mientras hablaba con Felipe. Una sonrisa estuvo a punto de colarse porque pensé en mamá con su gesto amable—. Quiero que me traigas un modelo a escala según la visión de este pequeño, acompañado del presupuesto para la ejecución, durabilidad, costo de mantenimiento. En fin, todo lo necesario; puedes apoyarte en Dante si desconoces cómo armar la propuesta...

Levanté la cabeza para ver a Feli, no dejaba de asentir en silencio, reiteradas veces, parecía asombrado. Supuse que era algo bueno.

—Tráeme la propuesta para todo el patio y si me convence tu desempeño, te apoyaré con tu carrera.

Eso me dejó impresionado. Dado que ninguno dijo algo, él prosiguió, pero esa vez fijó los ojos en mí.

—Y tu, bambino, tienes dotes. Deberías seguir los pasos de tu hermano.

Negué con la cabeza enseguida.

—Mi sueño va por otro lado, señor. ¡Quiero estudiar enfermería! —le dije emocionado y escuché algunas risas alrededor, siempre era lo mismo. ¿Acaso había algo malo en ser enfermero?

El señor sonrió y sus palabras acallaron cualquier tonta burla:

—¡Oh, tienes vocación de servicio, bambino! Eso es hermoso. Me haces pensar en mi hijo Leonardo, es rubio y perspicaz como tú; además, está por graduarse con honores en medicina y recientemente se comprometió. Este es mi obsequio para ellos. —Movió su mano en círculos para referirse a la propiedad y así descubrí que él era el dueño del sitio—. Ya tienen mi propuesta, muchachos. Buen trabajo, hermano mayor. —Luego fijó la atención en el jefe de Felipe—. Dante, vamos, sigamos el recorrido.

Todo alrededor pareció salir de esa pausa colectiva, cada obrero volvió a lo suyo, vi al señor fino y el jefe de Felipe continuar su camino, mientras él permaneció aferrado a mí.

—Feli...

—¡Te pedí no alejarte! —me regañó en tono severo, pero sin levantar la voz y tragué saliva. Feli se agachó en frente de mí antes de continuar, sus ojos brillaron, esperanzados—. Fuera de eso, gracias por desobedecer esta vez, Alí.

—Ese señor, ¿dijeron que se llama Murano?, igual que la empresa.

—Alí, él es el señor Lionel Murano, dueño de la constructora.

Lo observé, sorprendido, incluso me cubrí la boca con ambas manos.

—¡Y dijo que...! —Ni siquiera pude terminar de hablar ante la emoción, Feli asintió con una enorme, pero a la vez, nerviosa sonrisa.

—Tenemos tarea para la casa, hermanito. —Besó mi cabeza y luego de tomar mi mano, regresamos a su área de trabajo donde me aseguré de permanecer quieto hasta la hora de salida. Por ningún motivo, deseaba arruinar la gran oportunidad de Felipe. 






Les dejo una fotico generada con Bing de un Kevincito de casi 14 años llegando a Santa Mónica.

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Hola, mis dulces corazones multicolor 💛💚💙💜💖 es un placer volver a leernos. Nuestro niño logró huir de la red, pero al igual que su mente sigue perdido. Lio ya hizo acto de presencia y encima con una oportunidad de oro, entonces, ¿qué diablos pasó con Felipe? ¿Tienes alguna idea? Pos te leo. 

Nos leemos lueguito para la parte final del capítulo 11. Los loviu so mucho y muchas gracias por el apoyo 💖 

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