Capítulo 47

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Ya era hora...

Los ligeros y sutiles pliegues del papel que se formaban con el movimiento... flexibles y electrizantes, tan reales, pavorosos y sobrenaturales que lastimarían cualquier entendimiento se estaban manifestando abiertamente. Alguien adentro no soportaba la demora.

El doctor Aranzazu y la doctora Zwana no estaban para atormentarse con un parto más. Dispuesto como retablo exclusivo en los aposentos del demonio aromatizado de pecados suculentos, el cuadro fotográfico que pendía de un pensamiento perverso en la amplitud de la habitación con aspecto inmemorial, estaba a punto de dar a luz.

—Todavía no —dijo con una voz licuada en los sonetos de lo apacible y lo tormentoso y con autoridad exclusiva y determinante capaz de seducir a un muerto con el óleo vivo de su acento.

Lindando con la espalda del aposento el templo abandonado de Kentum permanecía indiferente cuando era polinizado por el mal cada agraciado segundo de vida.

Los racimos de murciélagos aislados en las partes altas de las cúpulas interinas del templo y oxigenados de la perversidad que purgaba todos los rincones y hasta el aire, se fueron desprendiendo de su escondite infectados de rabia y trinando como pájaros diabólicos para recorrerlo; era una estampida de pensamientos mortecinos; después de un rato, volaban hacinados sobre el altar recreando un tornado de miedo con millones de garras afiladas que ascendía y descendía sin tener fin... Las alimañas que acampaban en las bancas de la iglesia corrieron despavoridas alertadas por el instinto de supervivencia. Parecía que el olor a muerte estaba cerca, demasiado cerca.

El rostro de Légore lucía impaciente... El retrato que nunca quiso ahora tenía vida. Su padre siempre deseó tener una enorme fotografía de sus hijas para exhibirlas con un marco de madera en la biblioteca donde acostumbraba tomar café y leer un poco... Solo consiguió la de Analé. A ella la horrorizaba estar atrapada en un papel; apenas tenía cinco años cuando sucedió. Poco después no supo nada de su padre... Y ahora con tan solo veintidós años, su cerebro ya ostentaba una macabra necesidad de morir. La misma que parecía reflejarse en la fotografía con el proceloso momento del parto en circunstancias pesarosas.

Las contracciones habían iniciado. El rostro lo afirmaba.

Esa misma sensación la sintió su vientre vacío mientras dormía tensa y maniatada en la cama de su casa, aquel altar de intimidad y mansedumbre que perdió la placidez con el suceso sobrenatural que le hurtó a Marcus, para convertirse en el tálamo de un espíritu mancillado de inclemencias y supersticiones que jamás había imaginado. Luego de los punzones en su vientre vacío se sentó a llorar al borde de la cama mientras pronunciaba el nombre de Marcus una y otra vez sin hallar consuelo. Ni siquiera el llanto de Nataniel (el neonato de los ojos verdes) logró persuadirla del trágico recuerdo.

—¡¡Todavía no!! —exclamó una vez más con prepotencia la voz licuada. Una orden que también había sido pronunciada meses atrás para que el proceso del parto se detuviera estacionado en el tiempo, convirtiendo el vientre de papel en una especie de incubadora de hibernación.

Pero ahora, el marco rústico abajo del vientre goteaba. Había reventado fuente.


EL FIN

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro