La viuda negra: crossover

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

—Quinientos pavos de propina —se consuela Iván—. Está tumbado en el sofá de Quique, con las piernas en alto, compresas frías en la nuca y un parche de calor en el estómago. Siente todavía calambres.

—Bastante poco —bufa Quique, mientras le masajea los muslos y las pantorrillas—. Es ilegal tener bichos venenosos, tú no sabes la de permisos que hay que rellenar en los laboratorios cuando los necesitas para investigación. Si hubieras denunciado a ese par, no solo les cae un puro y te sacas una indemnización, sino que les decomisan a su mascotita.

—Na, son clientes de Marina, han sido majos conmigo... y no me veo contando toda la historia ante un juez. «Soy repartidor de porno, y el picotazo de la viuda negra te la pone durísima...». Y además, me da pena el bicho. Hace cuatro meses celebraron su primer cumpleaños con una fiesta, los tres juntos. ¿Sábes que no viven más de tres años?

—Todo lo que tienes de grande lo tienes de blandito, grandote. Hoy te quedas a dormir, ¿vale? Ni de coña te dejo pasar esta noche sin supervisión.

—Eres majísimo, tío. El mejor amigo que tengo.

—Uy, Uy... a ver si ese veneno coloca, que te estás poniendo sensiblón. Tranquilo, grandote. Me lo pienso cobrar en polvos. —La polla de Iván está tan exhausta que ni Cristo la resucita hoy de entre los muertos—. Cuando te recoooobres. No hoy, animal. No pongas esa cara de susto. Pues sí que te ha exprimido esa parejita...

—No digas eso, con lo que me han ayudado. Que oye, el Santi, ni una mala cara por todo lo que su mujer hacía... al contrario, ahí animando.

—A mi me parece que esos dos no es la primera vez que se montan un trío. Yo lo hacía a veces, con mi ex... aunque nada tan trepidante como esos dos.

Iván le mira perplejo.

—¿Te acostabas con otro y tu novio?

—Y por separado... nunca he mantenido relaciones cerradas, grandullón. Se vuelven muy monótonas.

Iván recuerda la tarjeta de Clara, quemando en su bolsillo. Abre la boca... y la vuelve a cerrar. Quique lleva dos horas haciendo de enfermera, pese a lo que acaba de decir, preguntarle en ese momento si le importa que se acueste con otras sería tan canalla como cortar por wassap.

Suspira y se recuesta. Sinceramente, tampoco es que en este momento le apetezcan nuevos equilibrismos. Quizás lo mejor sea tirar esa tarjeta.

Continúa en "Los ritos de Dionisio"

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro