13. ¡Salta de una moto en movimiento!

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Aidan tuvo la fantasía alguna vez de que sería alguien importante, alguien que cambiaría el mundo, todos de niños sienten esa clase de ilusión alguna vez, pero para Aidan más que una fantasía era una realidad, eso se esperaba de él. Al ser el único varón nacido en su generación familiar muchos de los sueños e ilusiones de sus padres caían pesadamente sobre sus huesudos hombros, no poseía más parientes a parte de sus hermanas y primas, por parte de su padre no conocía familia alguna y los parientes de su difunto tío habían repudiado a Imogen cuando el testamento revelo que todas las riquezas de su esposo habían quedado a su nombre, no había otro niño en la familia con quien compartir la pesada carga que conlleva el haber nacido con genitales masculinos. Si bien a las niñas se les exige desde la tierna infancia que se sometan a un rol de genero que poco a poco se va a modificando con los niños no es muy distinto: para las niñas hay princesas, cocinar, limpiar, la errónea idea de que jamás estarán completas hasta casarse y procrear; para los niños (al menos para Aidan) se le exigía algo un poco similar pero diferente; a los siete años, cegada por la nítida luz que emitía el aura de Günther la madre de la familia Fierro Morales se puso los "pantalones" y decidió unilateralmente que su unigénito varón ya se había divertido demasiado; las tardes de Aidan se convirtieron en clases de ingles, lecciones de piano, talleres de lectura y escritura, ya no había tiempo para jugar o cantar. De vez en cuando se podía salvar del cariño sofocante de su madre y pasar la tarde descalzo saltando de un lado a otro como la linda cabrita que era.
Aunque nunca lo admitiera Aidan resentía un poco a su progenitora, tantas tardes perdidas en clases de cálculo y en aburridas lecciones para tratar de obtener una beca en la misma exclusiva escuela en la que estudiaba su prima Harper, todas esas tardes se podrían invertir en crear recuerdos en los que podría refugiarse en su momento de tristeza, pero entre más recorría la biblioteca de las memorias más se daba cuenta que no tenía tantos recuerdos alegres como creía.

Sí, había hecho muchas cosas agradables, pero la mayoría de sus recuerdos eran difusos e incompletos, tal vez llamaría a su hermana melliza, solo para preguntar algunas cosas, aunque tenía la certeza de ser incapaz de hablar con ella. Aún no estaba listo, escuchar la voz de su hermanita era una bendición que aún no quería recibir.

Las frías calles nocturnas eran tenuemente iluminadas por las farolas naranjas y blancas, las sombras abundaban en cada rincón, devorando todo rastro de luz, las farolas valientemente luchaban contra las sombras para iluminar el camino del asustadizo muchacho que comenzaba a comprender el error tan grande que había cometido: oficialmente estaba perdido. Solo a él se le ocurría salir a medianoche sin conocer la ciudad, más aún sin conocer cómo llegar a su destino. Aidan se encogió en su abrigo, jalando las mangas para cubrir sus dedos y enredarlos dentro de los bolsillos, aunque llevara un suéter debajo y unas medias de lana medianamente gruesas el frío seguía calando sus huesos, su respiración se convertía en una humeante nube a penas salía de su boca, reafirmando el frío de la noche. Cuando el doctor Stilinski le propuso mudarse con él — después de encontrarlo en medio del campo del hotel, cuyo pavimento aún contenía manchas carmesí de la noche en que su vida se arruino — le había dicho que era un lugar cálido, lleno de luz y con el mar más azul del mundo, en vez de encontrarse con un lugar digno de estar en la portada de una revista de islas paradisíacas llegó a una ciudad costera en la que siempre llovía y cuyas aguas eran más similares a un tumulto gris que al mar con el que tanto había soñado de niño, debía admitir que se sentía algo estafado.

Tan inmerso en sus pensamientos iba el muchacho caminando que no se percató del rugiente motor caliente de una motocicleta, los ojos del dueño de aquél vehículo estaban fijos en Aidan, una sonrisa surgió lenta pero constante entre su frondosa barba, notando la soledad de aquella pequeña figura delgada que conformaba el singular pero atractivo cuerpo del muchacho, con las manos temblando de emoción por lo que iba a suceder y determinación de interceptar a la persona dueña de aquella frágil silueta sintió la adrenalina calar sus huesos, hizo gritar el motor y fue directo hacía esa persona que temblaba producto del frío nocturno.

El joven giró lentamente su rostro, percatándose del sonido de un motor acercándose, con algo de preocupación se subió a la acera, pensando que, tal vez, el sonido amenazante que desprendía el vehículo era una advertencia para que se moviera del camino, en su lugar se dio cuenta que el dueño de la motocicleta no tenía intención alguna de frenar, por el contrario, aceleraba yendo directamente hacía él, con cautela Aidan cruzó la calle tratando de calmarse y atribuir que su nerviosismo era producto de su paranoia por los eventos recientemente ocurridos, pero a penas llegó a la acera contraria se encontró con que el motociclista ahora apuntaba hacía esa dirección.

Pensó en comprobar una última vez sus fatídicas sospechas, pero no le dió tiempo de concretar sus pensamientos cuando la enorme mano del motociclista se ceñío sobre su cuerpo, aquella mano cubierta por un guante de cuerina negra se aferraba al cuello del suéter del aterrado joven, por inercia el muchacho retrocedió y logrando soltarse, aunque pronto el motociclista regreso en su búsqueda.

Aidan cayó de cara contra la acera, colocó sus manos frente a su rostro, pequeñas piedrecitas se clavaron en su carne, la sangre se filtró por su boca y sus dientes se estremecieron al contacto feroz contra el duro suelo.
Incapaz de respirar, Aidan recostó su cabeza contra el arenoso pavimento, dejando que las rocas pequeñas se fusionarán con su rostro, intentó tomar fuerzas cuando escucho el sonido de la motocicleta.

Él está cerca.

Pensó, arrastrándose por el suelo, rogándole a Dios que no se lo llevará, al menos no de esa manera, su familia no lo soportaría, ya imaginaba los titulares de las noticias del mediodía: <<Joven es brutalmente asesinado y sus restos son encontrados en una zanja cerca de la carretera>>, a decir verdad no sonaba tan mal, aquél final sería doloroso para sus allegados, pero mucho más soportable que un suicidio, al menos con esa muerte sus familiares podrían fantasear con la idea de que realmente había intentado luchar y vivir, pero que un motociclista con sed de sangre había arruinado sus planes. A sabiendas que posiblemente esa sería su última noche Aidan intento pensar en lo que había sido su vida hasta el momento: no había jugado demasiado, no había visto suficientes películas, no había saltado suficientes veces por el verde pasto, no había comido suficientes cubitos de gelatina, no había abrazado lo suficiente a Haza, no le había dicho las suficientes veces a Katherina lo mucho que lo amaba y tampoco le había enseñado suficientes bromas a la pequeña pero traviesa Ada, en fin, no había vivido lo suficiente, era irónico que un día aquél risueño muchacho hubiera envejecido mil años pero aún así no fuera suficiente tiempo para vivir. Quería más. Aidan quería más, más juegos, más cubitos de gelatina, más abrazos y más besos consensuados, quería mucho más, pero querer más puede llegar a ser agotador y Aidan estaba cansado, tener que despertar cada día era una tortura, por unos minutos, esos miseros minutos de somnolencia en los que no sabía ni en qué planeta vivía todo estaba bien, pero cuando el sueño se esfumaba y su mente volvía a su usual lucidez la realidad en la que vivía lo golpeaba como un camión.

Era tan desgastante vivir así. De todas formas Aidan no entendía el motivo de su constante malestar, sabía que no era su culpa, al menos no toda, quizás sí hizo algunas cosas...no, no era su culpa, ¿O tal vez sí? No entendía nada, ni porqué se sentía así o porqué le había pasado a él, pero la pregunta que más le carcomía la mente era el intentar descifrar porque, su mejor amigo, su casi hermano, su confidente y alma amiga le había hecho semejante daño. 

Quizás en realidad el joven muchacho no deseaba morir, solo dejar de sentir, pero para dejar de sentir debía morir.

Temblando por un posible eterno descanso el muchacho dejó de correr y al sentir la carretera vibrar, y escuchar el rugido de la feroz motocicleta se colocó en posición fetal, sintiendo la luz de la farola sobre él, una última oración antes de perecer.
<<Señor, gracias por la vida que he tenido, a pesar de todo fui feliz, muy feliz, sé que lo ocurrido fue por una razón, quizás no lo comprenda ahora pero espero que tú me lo expliques en tu reino celestial, gracias por todo, gracias y espero vernos pronto. Perdoname, Dios, sé que pensaste que yo era tu mejor guerrero, pero no, no soy tan fuerte, lamento haberte decepcionado, pero no puedo más, no puedo más>> Aidan apretó las manos, incapaz de controlar los espasmos que lo abordaban, el temor lo consumía pero también saber que pronto todo terminaría lo tranquilizaba, con la certeza de que moriría supo que al menos debería fingir que luchó hasta el último momento, que sus padres y hermanas se consolaran con la idea de que si había querido vivir, escucho la motocicleta detenerse a centímetros de él, con las piedrecitas y el aire caliente golpeando su cuerpo, sintió unas fuertes pisadas y una prominente mano se posó en su hombro, <<Solo finge, un golpe, algo pequeño y ya>> pensó, jalando la mano sobre su hombro y acertándole un golpe al conductor en la quijada.

— ¡Auch! — se quejó la voz, el chico se giró para darle otro golpe pero las grandes y peludas manos del motociclista lo apresaron, inmovilizando sus muñecas con una sola mano, <<Ya, ya, ya todo se acabo>> pensó el asustado y aliviado joven al darse cuenta que con una sola mano aquél motociclista iba a matarlo, el agarre era feroz y violento, doloroso en todos los sentidos, Aidan supuso que pedir una muerte indolora sería ser demasiado exigente, por eso se consoló en la idea de que pronto todo terminaría — ¿Aidan? — el muchacho se sorprendió al reconocer el dueño de esa voz.

— ¿Tony? — preguntó aturdido, el mencionado tomó entre sus manos el casco y se lo quito revelando la sonrisa sarcástica que Tony siempre portaba.

— ¿Qué haces aquí a esta hora? ¿Tienes idea de lo peligroso que es para una chica andar sola por la noche? — Aidan se cruzó de brazos, otorgándole con todo su amor una mirada de "vete a la mierda" al gigantesco hombre frente a él.

— Tengo pene — respondió cortante.

— ¡Ah, sí! Lo olvidaba — Tony recargo su cuerpo contra la motocicleta y dejó su casco en uno de los frenos, con esa sonrisa pícara asomándose entre su frondosa barba —. No puedes culparme, tu luces como una...— Tony no completo la frase, a juzgar por la forma en la que irradiaba rabia el cuerpecito del chico supuso que molestarlo en ese momento no era la decisión más sensata —, en fin, ¿Qué haces rondando las calles a estas horas? Te recuerdo que los asaltantes y los traficantes de órganos no se fijan mucho si eres hombre, mujer o un Aidan.

— ¿"Un Aidan"?

— Sí — Tony extendió su mano y con ella cubrió el rostro del chico, Aidan se quedó pasmado, no sólo por el descomunal tamaño de la mano de Tony, sino por el fuerte olor a gasolina con queso que desprendían los callosos y gruesos dedos del novio de Roxelana —, desde ahora te declaró como un ser ambiguo, engañador en la cama, criatura de dudosa procedencia, erradicador de la heterosexualidad, camaleón sexual, destructor de...

— ¡Ya! — Tony sacaba lo peor de Aidan, su comportamiento sarcástico y su actitud juguetona era realmente insoportable, sobre todo porque en vez de asesinarlo a él, Tony mató sus ilusiones de dejar de vivir y con ello dejar de sufrir — Mejor dime, ¿qué pretendías hacer?

— Es algo que me gusta — respondió tranquilo, como si acosar a los inocentes transeúntes fuera pan de cada día —, asustar a las personas sin ganas de vivir, les enseñas a valorar la vida y a no salir de noche en busca de una muerte segura. 

— Eres muy cruel.

— Oye, tranquilo, amigo — Tony se encogió de hombros colocándose el casco —, solo estaba jugando. 

— No me gustan esos juegos — Aidan se dió la vuelta para continuar su camino, aunque en realidad no sabía en dónde estaba o cómo llegar a la casa de Valerio, consternado observo a su alrededor y en todas direcciones se encontró con barrios vacíos, y calles polvorientas, quizás algunas bolsas de basura en cada esquina, pero ni un solo letrero o señal que le indicara dónde estaba y aunque así fuera no conocía la nueva ciudad como para poder guiarse por alguna señal.

— ¿A dónde vas? ¡Sube! Te llevo.

— ¿Enserio? — esa noche Aidan aprendió dos cosas: Tony tenía pasatiempos muy singulares y al parecer no era tan malo como parecía; pero el recuerdo de Valerio siendo golpeado seguía fresco en su mente.

— Claro, no puedo dejarte solo, al menos si mueres sabré que no fue por mi culpa — con un gesto de su cabeza Tony le indico a Aidan que subiera al vehículo, con lentitud se acerco, sin saber si iba directamente a la trampa del cazador.

— ¿La moto...es segura? — "¿Estar contigo es seguro?" Fue lo que en realidad quiso decir, tenía miedo de terminar como Valerio.

— Claro, llevo conduciendo a Leticia desde hace años, no es por presumir, pero todas las mejoras que tiene las he hecho yo, claro que antes de Leti estuvo Jenny, Abril y Lucinda — Tony se dio unos golpes en el pecho y miró al cielo —, descansen en paz, motos de mi alma, su sacrificio jamás será olvidado — Aidan fue incapaz de contener una pequeña sonrisa, la forma en la que Tony hablaba de sus motocicletas era similar al de un padre nombrando con orgullo los logros de sus hijas.

— ¿Entonces tú moto se llama Leticia?

— ¡Hey! ¡Solo yo puedo hablar de esa manera con Leti! — y ahora parecía un novio celoso que acababa de descubrir a su pareja besando a otro.

— Perdón.

— ¡Sube de una vez! — aún titubeante pero sin alguna mejor alternativa Aidan se subió al enorme vehículo, ya era de conocimiento público que su altura no era uno de sus mayores atributos, pero al lado de Tony y de las cosas que poseía Aidan se sentía como un pitufo en comparación, además de nunca haberse subido en una máquina igual en toda su vida — ¿Necesitas ayuda? — Aidan hubiera aceptado dicha ayuda si la propuesta no viniera acompañada por ese tono sarcástico que tanto caracterizaba al joven motociclista.

— No, gracias, yo puedo.

— Mi barba se volverá blanca cuando finalmente subas — sin escuchar las objeciones del chico Tony tomó del cuello del suéter a Aidan y lo sentó de un tirón detrás de su espalda —. Sujetate bien — Aidan obedeció, entrelazando sus manos alrededor del estómago de Tony, por alguna extraña razón el cuerpo del peludo muchacho estaba extremadamente caliente, incluso con los vientos gélidos nocturnos —. No me hago responsable de algún hueso roto o posible parálisis.

— Espera, ¿Qué? — pero antes de que su mente pudiera procesar el significado de aquellas palabras Tony hizo rugir el motor y lanzando un grito a todo pulmón arrancó la motocicleta. 

— ¡WUAAAA!

Tony tomó aire y desde lo más profundo de su garganta lanzó un grito que hizo despertar a algunas familias residentes de aquellos barrios polvorientos. Mientras el conductor no paraba de gritar y hacer movimientos bruscos su asustado pasajero contenía las ganas de vomitar, sentía que su páncreas se subía hacía sus orejas y sus dientes se incrustaban en sus globos oculares.  

— ¿A dónde te llevo destructor de hombría? — Aidan pensaba decírselo a Tony en algún semáforo en rojo, sacar su teléfono y pedirle que lo llevará a ese lugar, pero para su horror y consternación no hubo luz roja que Tony obedeciera.

— Mi nombre es Aidan, muchas gracias y voy a esta dirección — con mucha dificultad el joven sacó de su bolsillo el teléfono que contenía la dirección, Tony la hojeo un momento y rápidamente regresó su vista a la sombría carretera.

— ¿La casa de Valerio? ¡Que curioso! Yo también voy allá.

— ¿De verdad? ¡Pero le diste una paliza!

— Son cosas de hombres, no lo entenderías.

— Soy un hombre — repitió molesto.

— No con esas pestañas, amigo.

El joven rápidamente entendió que insistir en su masculinidad era una batalla perdida, al menos con alguien tan poco receptivo como lo era Tony, por ende tomo aire intentando calmar sus nauseas, entablando cualquier clase de platica para evitar que el alocado conductor lo matará.

— ¿Y a qué van a casa de Valerio?

— ¿Tú a qué vas a casa de Valerio? — al ver su pregunta evadida Aidan no pudo contener el impulso de darle un pequeño golpe en la espalda al motociclista — ¡Oye! ¡Cálmate, fiera! El que conduce hace las preguntas, ¿Entendido? — a decir verdad era algo bastante razonable, a no ser que le pidiera algún tipo de pago por el transporte.

— Voy a llevarle una grabaciones de mis sesiones terapéuticas para la película.

— ¡Ah, sí! ¡Ya me acordé! Escuche a Valerio delirar y decir que esa sería su obra maestra — por el espejo retrovisor Tony miró a su inocente pasajero, pensando en que era demasiado joven como para ver arruinada su vida a manos de Valerio —. Un pequeño consejito: no confíes en Valerio; yo que tú no le daría esas cintas, Valerio podría encontrar algo en ellas para poder chantajear o dañar a los que amas o a ti mismo.

— ¿Por qué Valerio haría algo así?

— Porque puede — respondió cortante, ajustando el agarre de sus callosas manos sobre el acelerador — . Mirá, Valerio viene de una familia con mucho dinero, las personas como él no les interesa nada ni nadie, son cascarones vacíos en busca de emociones que llenen los huecos de su corazón, por eso graba películas, para intentar causar las emociones que él quisiera sentir. Amor, rabia, tristeza, dolor, ¡Lo que sea! Hace mucho que Valerio no siente algo, aunque es joven ya ha hecho muchas cosas, él cree que ya probó todo y quiere cosas nuevas, pero por más que intenta no las consigue, él hará lo que sea por sentir algo nuevo.

— Vaya, eso es...triste — Aidan también quería sentir algo más que tristeza, lo que fuera, no le importaba, solo quería sentir algo más, aunque comprendía un poco Valerio nunca haría "cualquier cosa" (lo que sea que eso significará) para sentir algo más.

— Sí, pero no te sientas mal que mientras tú y yo luchamos en la vida él se limpia el trasero con billetes de 100, y lingotes de oro — la forma en la que Tony hablaba del joven a quien tan brutalmente había golpeado era aterradora, llena de rabia y asco, Aidan supuso que si lo tuviera al frente Tony no dudaría en darle otra paliza.

— Si tan mal te cae Valerio, ¿Por qué vas a su casa?

— Roxy quería ir, tiene un gran televisor, ¡Es tan grande como una pared! Y yo llevo las cervezas, claro — sin nada de pudor Tony abrió el contenido de la mochila que tenía pegada al pecho: eran cientos de latas de cerveza y algunas botellas de licor, con insuficiencia levantó una botella semi vacía y vertió el poco líquido que quedaba directamente en su garganta. De repente Aidan comenzó a ver su vida pasar frente a sus ojos.

— ¡¿Estás conduciendo borracho?!

— Sip, te relaja bastante.

Con esa nueva información Aidan supo que incluso si logrará su cometido de poder descansar no le daría a su familia la tranquilidad que les deseaba otorgar con su prematura partida, ya los imaginaba en su funeral, llorando alrededor de un ataúd cerrado porque su cuerpo había resultado tan dañado que sería inhumano exponerlo: su padre llorando, con su bastón recostado en el suelo mientras se aferraba a la caja de madera; su madre gritando a todo pulmón a su cuerpo inerte, intentando entender porque se subió a una motocicleta, más con un desconocido borracho; Ada llorando, aferrándose a la cintura de su destruido padre cuyas lágrimas se deslizaban por la delicada madera; Haza en un rincón, sin moverse, sin llorar o respirar, solo pensando en cómo acabar con tanto dolor y Katherina...cierto, a veces Aidan olvidaba que ella ya no estaba.

También olvidaba que eso era su culpa.

¿Cómo no pudo verlo?

¿Cómo confío en él? 

Si tan solo no hubiera sido tan ciego como para ver al monstruo a su lado Katherina estaría viva.

Los árboles se movían a una velocidad abismal y eso fue todo lo que necesito para que una idea surgiera desde lo más recóndito de su mente.

Solo hazlo, nadie te culpará, serás libre, ya no tendrás que llorar, tampoco te consumirán la soledad, solo salta.

Pensaba el muchacho, comenzando a aflojar su agarre sobre la cintura de Tony.
Solo dejarse llevar por el viento, eso era todo lo que tenía que hacer.

Poco a poco la espalda de Aidan empezó a retroceder, una parte de él quería detenerse, era más por el temor del dolor producido que sus propias ganas de vivir, por eso cerro los ojos, no sin antes admirar la hermosa luna, una de las creaciones más hermosas de Dios y se dejo caer.

Por fin.

Pensó, sintiendo como sus manos soltaban la espalda de su conductor.

Es hora de irme a dormir con Katy.

— ¿¡QUE DEMONIOS!? — los ojos de Aidan se abrieron cuando sintió el mortal apretón sobre su cuerpo. Aidan permanecía suspendido en la parte trasera de la motocicleta, Tony había logrado sujetarlo del cuello de su suéter, pero solo basto un empujón más que aquél agarre tambaleara, para sorpresa del chico el motociclista logró atrapar su cuerpo en el aire, enredando su fuerte brazo alrededor de su menudo cuerpo — ¡¿Qué diablos?! — gritó Tony, apretando aún más su agarré sobre la cintura de Aidan, el chico tosió, dando pequeños golpes al enorme brazo que impedía su tan ansiado y temido descanso — ¿¡Qué diablos pretendes hacer!?

— ¡Suéltame, por favor! — suplicó Aidan, intentando que el feroz agarre de Tony se aflojara — ¡Estoy cansado! ¡Solo quiero descansar! — Tony logró frenar la motocicleta, dejándola caer en el suelo, el vidrio de uno de los espejos se fragmentó apenas tocó el suelo, el peludo muchacho maldijo al ver el estado de su motocicleta, pero en ningún momento el agarre de su brazo titubeó — ¡Déjame descansar! — suplico Aidan, pero sus suplicas fueron acalladas por el dolor en su mejilla: los dedos de Tony quedaron marcados en el pálido rostro del chico, sus lagrimas se congelaron y la silueta rojiza del dedo anular comenzó a doler más que las demás.

— ¿Crees que eres el único que sufre? ¡Maldita sea! ¡No vuelvas a intentar algo así! — grito Tony, sacudiendo a Aidan con molestia.

— Pero...

— Pero ni mierda, ¡Entiende algo, mocoso! ¡MORIR NO VA A SOLUCIONAR NADA! Solo vas a dejar a un montón de personas tristes por tu partida, preguntándose qué pudieron hacer para salvarte, qué hicieron mal y cómo no vieron las putas señales, ¡SOLO VAS A DEJAR ATRÁS A UN NIÑO DESCONSOLADO Y UN MILLÓN DE DEUDAS QUE PAGAR! —  Tony sacudió el pequeño cuerpo entre sus brazos, provocando el traqueo de los huesos de su suicida pasajero, el muchacho estaba dispuesto a sacarle esa idea a punta de golpes, pero esperaba que la bofetada y la sacudida hicieran efecto, no sabía cuantos golpes podría aguantar tan delicado cuerpo, nada comparado con el mugroso cuerpo de Valerio — Morir no soluciona nada, Aidan, nada, si no vives por ti al menos vive para ahorrar la tristeza a quienes te rodean.

— Eso no es vida — sollozo Aidan, Tony lo miró en silencio unos segundos antes de envolverlo en sus brazos.

Él tenía esa mirada, la misma mirada que ella tuvo esa noche cuando la encontró sollozando bajo la lluvia, con nada más que un mini vestido fucsia y el rostro chorreado por rímel, y purpurina, Tony sintió su corazón encogerse, esa mirada era una tortura para su alma.

— No sé si lo habrás notado pero soy un asco dando consejos —  con lentitud el muchacho se separó de Aidan, preocupado por la enorme marca de dedos que había dejado en el rostro del sollozante joven — , no...no vivas para otros, Aidan, no lo hagas — Tony se frotó su frondosa barba —, no cometas el mismo error que yo, sé que la vida puede ser una porquería de magnitudes bíblicas pero no vale la pena perder algo que es un regalo por una serie de acontecimientos trágicos. Mirá, no sé qué es lo que viviste, pero no creó que la solución sea morir. ¿Puedo preguntar algo?

— Dime.

— ¿Alguien te hizo algo malo?

— Yo...

— No, no, no, no quiero detalles, solo dime, ¿Alguien te hizo algo malo?

— Sí.

— ¿Y le vas a dar la satisfacción a ese hijo de perra de verte sufrir? ¿O es una mujer? Como sea, ¿Le vas a dar la satisfacción a esa persona de morir? Sí, tú pagas el precio más alto, ¿Pero sabes algo? A las personas malas, a las realmente malas les da rabia ver a otros ser felices, ver a otros triunfar —  Tony soltó a Aidan y se cruzó de brazos, ignorando los cristales rotos que flotaban en su mochila — , créeme cuando te digo que no existe mejor venganza que vivir una mejor vida.

— ¿Te ha funcionado a ti?

— Lo intento, aún no tengo mi mejor vida, pero ¡Ey! ¡Lo estoy intentando! Algún día estaré en la cima y nadie podrá dañarla o dañarme — ese era su mayor sueño, ponerla en una pequeña cajita de cristal donde nadie pudiera lastimarla, una cajita que él llevaría a todas partes para poder cuidarla, Tony miró a Aidan y se pregunto si él también cabría en su cajita, odiaba ese instinto, el querer proteger a alguien, pero ahora mismo necesitaba asegurarse de que esa criatura de sexo dudoso no acabara con su vida. El chico miró sorprendido a Tony, sin duda era una caja de sorpresa, de un momento a otro pasó de ser un matón abusivo y posible delincuente homicida a un sabio barbudo con miles de consejos con los cuales iluminar a la humanidad— ¿Mejor? — Tony le dio unas palmadas en el hombro a Aidan, intento ser delicado, pero supo por la expresión del chico que lo había hecho con más fuerza de la que pretendía, ese era un problema, era incapaz de medir su fuerza, Roxelana siempre le gritaba cuando la abrazaba, decía que le rompía las costillas con tan salvaje apretón.

El ojiazul asintió, limpiando con sorprendente delicadeza sus lágrimas. Para Tony era anormal ver a un hombre llorar y si aquél ser era portador de un pene tanto como profesaba no era como ningún otro varón que hubiera conocido, aún no sabía si eso era bueno o malo.

— ¿Quién diría que el gigante musculoso y golpeador resultaría siendo tan tierno? — en ese momento Tony se dio cuenta de algo preocupante: Aidan era como un bebé, inocente a cualquier mal y enfocado en buscar lo mejor de una persona, incluso cuando no era real; la ternura no era una de sus cualidades, la rojiza marca en la mejilla del chico lo confirmaba pese a ello Aidan ahora actuaba como si fueran amigos de toda la vida, tal nivel de confianza le preocupaba a Tony, mentalmente se preguntó si ese fue un factor decisivo en lo que fuera que le haya pasado.

— Nadie lo pensaría y si abres esa boquita que tienes te venderé en trozos a Vietnam — ante aquella amenaza Aidan solo hizo un gesto similar a una mueca, como si tratará de sonreír pero no pudiera hacerlo —. Hablo enserió, además no deberías estar tan tranquilo, ¡Te acabo de golpear! ¡No actúes como si fuéramos cercanos...! —  pero antes de que Tony pudiera continuar su reprimenda las luces rojas y azules que emitía una patrulla de policía iluminaron la escena — ¡No volveré a la cárcel! — gritó Tony dándose a la fuga, dejando atrás a Aidan que comenzaba a entrar en pánico.


Pese a sus intentos por escapar junto a Leticia, Tony acabó contra la pared al lado de Aidan, con un policía apuntando con un arma hacía ambos. <<¡Dios no permitas que vaya a la cárcel!>> Aidan echó una rápida mirada a Tony que seguía discutiendo con el oficial <<¡Tampoco me dejes sufrir por este loco!>>

— ¡Tengo derechos, corrupto de mierda! —  gritaba Tony con las manos en la nuca.

— ¡Cierra el hocico, animal! —  le respondió el oficial vertiendo el contenido de la mochila al suelo, Aidan se sorprendió al notar la cantidad de botellas rotas y pronto sintió una punzada en el pecho, notando que algunos cristales lo habían lastimado — Con que conduciendo borracho, ¿No?  — la sangre se heló en las venas de Aidan al notar que era el mismo policía del colegio — ¡Vaya! ¿A parte de todo con una pequeña acompañante? Que sorpresa — el oficial se acercó por detrás al asustado joven, puso una de sus piernas en medio de las temblorosas piernas de Aidan y recorrió su espalda con una mano, lo hizo de forma lenta, meditando que tanto valía la pena otra demanda a cambio un poco de placer —. Sabía que eras una chica mala — la mano del oficial se ciñó sobre la nuca de Aidan, con sus dedos apretando la piel del muchacho —, ¿Sabes guardar secretos, bombón? Pareces de las que saben guardar secretos — sin previo aviso el oficial hizo caminar a Aidan sin soltarlo de la nuca, el miedo del chico se disparó cuando notó que el hombre lo llevaba hacía su patrulla —. Si me dejas a tu amiguita esta noche no te haré una multa — el oficial acababa de abrir la puerta trasera del vehículo cuando otro par de luces rojas y azules iluminaron la escena.

— Si no quieres ir a la cárcel serás mejor que dejes ir a la chica — dijo el otro oficial, bajándose de su patrulla.

— No es lo que parece — se excuso el uniformado —  ¡Estaban conduciendo borrachos! —  el segundo oficial levantó una ceja.

— ¿Y por qué solo arrestar al más débil de los delincuentes y al más...— el oficial Ramirez miro con detenimiento a Aidan, notando el parecido del muchacho con las otras víctimas de su compañero — tu tipo? Vamos, amigo, todos saben que tienes una debilidad por las chicas pequeñas e ilegales, anda, vete a no ser que quieras problemas, sabes bien que la próxima vez la comisaría no podrá cubrirte — el primer oficial se fue refunfuñando, pero el temor de Aidan no lo abandonó —. Lamento el comportamiento de mi compañero, pero ya saben como son, ¿les hizo algo? — Aidan fue incapaz de decir o moverse, no tanto por haber sido acosado sexualmente, desde que perdió sus músculos a causa de su falta de alimentos muchos lo comparaban con una chica, su incapacidad para reaccionar fue el horror que lo envolvió al darse cuenta de que la policía encubría a un abusador, de la misma forma en la que habían encubierto al suyo.


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