61. Era mío

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Era la segunda vez que se estaba ahogando, pero a diferencia de la primera esa vez, esa segunda vez no tuvo miedo. El agua filtrándose por los agujeros de su rostro, por su nariz, su boca y sus ojos, cayendo y cayendo más profundo en el mar, pero el agua no era salada, por lo que no podía ser el mar, pero tampoco un río, el sabor era extraño, muy extraño, abrió los ojos un segundo y sus ojos fueron inundados por un líquido amarillo que hizo que intentara cerrarlos de inmediato, ardía, como los mil infiernos ardía, ¿sería orina? Lo dudaba, tenía un sabor agrio, amargo, casi como lamer una pared cubierta de aceite y por experiencia propia podía asegurar que la orina no tenía ese sabor. Volvió a abrir los ojos una vez sintió como su cuerpo era lanzado hacia el suelo, choco contra algo filoso que se le clavo en la carne de los brazos y el estómago, permaneció en el suelo un rato, sin saber muy bien si debería moverse o no, estaba tratando de aprender a ser un buen esclavo y según entendió no podía respirar si no eran los deseos de su dueño, y aunque todos le insistieran hasta la saciedad que no sería un esclavo sino un esposo, ¿cómo podía creerles? Valerio, Tyline hasta su propio cuerpo se volvió en su contra. Comenzaba a gustarle, un cosquilleo embriagaba su cuerpo, sus extremidades se entumecían como si le dieran golpes con hielo, se sentía delicioso, dolía, pero se sentía delicioso.

Por un momento Aidan sintió que había nacido para eso, para ser destrozado, por un momento no sintió nada y eso lo hizo tan condenadamente feliz, si no sentía nada no podría sufrir, toleraría la tortura con la cabeza en alto, le preocupaba enormemente las consecuencias que la desobediencia podría traer en la familia pero entonces recordaba los golpes de su madre, la indiferencia de su padre y las veces en las que sus hermanas lo molestaban, y se preguntaba si realmente valdría la pena sacrificarse por ellos, y recordaba los abrazos de su madre, los besos de su padre y las sonrisas dulces de sus hermanas, y llegaba a la conclusión de que sí, valía la pena. Su mente recordó los cuerpos de niños masacrados cuyo único pecado era parecerse a él, le gustaba pensar que ninguno habría sido entregado a UML, que fueron robados y aunque sonara cruel, que sus respectivos padres pasarían el resto de su vida buscándolos, vivos o muertos, no importaban, solo querían llevarlos de regreso a casa. Aidan no hizo ningún movimiento cuando sus piernas fueron nuevamente separadas, tenía rotas las medias de la lencería y en general, todo él estaba destrozado.

— ¡Ala! ¿Eres chico? Bueno, agujero es agujero aunque sea de caballero — se burló el muchacho, debía tener su edad o menor, tal vez incluso mayor, su cuerpo era grande y bien formado, podía sentir sus musculosos brazos separando los pliegues de su cuerpo para descubrir aquella zona que nunca debió ser abierta de esa forma, no lo supo discernir, sacando su pene corroído por las ulceras y pústulas, algunas ampollas a lo largo del tronco estaban reventadas y desprendía un hedor peor que ha muerto, dejando salir un líquido amarillento que cubría gran parte del pene.

Observo con atención como el miembro llagoso comenzaba a introducirse lentamente en su interior y no pudo evitar sonreír al imaginarse contagiar a Günther de algo igual o peor, llevaba un tiempo — no sabía cuánto, bien podría ser unas horas, días o incluso semanas, no le sorprendería si era años en realidad — siendo usado por todos sus agujeros, incluso por ellos en los que Aidan no creía que fuera posible ser usado, pero de alguna manera lo hicieron.

— Termina adentro — rogó mientras envolvía sus brazos alrededor del cuello del chico, él pareció algo confundido, pero sonrío abrazándolo por la cintura para clavarse mejor en su interior.

Si le iban a joder la vida con alguna enfermedad venérea al menos él también jodería al precioso príncipe con sonrisa de sol que parecía ser el amor de la comunidad entera.

— Más adentro — exigió, apretándose lo más que su destrozado cuerpo le permitía alrededor del pútrido pene.

— ¡Joder! ¿Cómo es que eres tan apretado? — podía verlo sudar, más bien sentirlo, aún no podía ver con claridad, pero sentía las gotas saladas de sudor resbalándose hacia su cara. Comenzó a moverse más frenéticamente, como al borde del orgasmo — ¿Eres un nuevo esclavo? — Aidan mantuvo la vista clavada en las manchas borrosas que flotaban frente a él.

Esto no está pasando.

Asintió con lentitud, manteniendo su agarre en los hombros del muchacho, tenía frenillos y pecas, parecía el clásico listillo de la clase al que habría obligado a jugar con él y el resto de sus "amigos" para luego olvidarse de su existencia, dejándolo abandonado en un rincón tras haberlo forzado a estar en la luz, pero por lo que sentía sus manos y lo poco que veían sus ojos era demasiado guapo como para serlo, así que a lo mejor sería el chico raro al que invitaría a jugar pero del que se burlaría una vez sus otros amigos lo hicieran primero, nunca lo haría en su cara, por supuesto, no era un monstruo como para ser tan descarado, pero sí.

— Soy solo un agujero nuevo que llenar — respondió, clavando levemente las uñas en la piel del chico, él no pareció notarlo, perdido en el placer del momento.

Este no soy yo.

Dolía, por un carajo que dolía. ¿Siempre sería así de doloroso? Era como si una cuchilla le estuviera perforando los intestinos por dentro, pero también se sentía tan bien, jodidamente bien. No sentía mucho más que el punzante dolor, sus brazos, piernas e incluso su cuello estaban entumecidos, de vez en cuando volvía a sentir los cristales clavados en sus brazos, costados y estómago, podía sentir en especial uno que en su vientre, uno que se habría paso en su interior al igual que la polla ulcerosa se adentraba en su trasero.

— ¿Tienes dueño? — pregunto mientras se volvía a adentrar en su interior, ¿cuántas veces se había corrido ya? Estaba seguro que estaba lleno por semen maloliente y pus, pero vio a algunas drogas esparramadas por allí, a lo mejor y era como el viagra pero mejor, alguna clase de potenciador que les permitía a todos esos niños y adolescentes destrozar a otros niños, y adolescentes.

— Tal vez, no lo sé — admitió con la mirada perdida.

No estoy aquí.

Una parte de él esperaba ser vendido a otro, podía soportar ser tomado por un desconocido, pero ser violado permanentemente por una persona que juró protegerle era...agónico, asqueroso y tan doloroso como el licor en los ojos.

Yo estoy bien.

— Pediré por ti — afirmo el muchacho, haciéndolo sentar en sus piernas antes de hacerlo comenzar a dar pequeños saltitos sobre su pene, ¿cómo algo tan pequeño podía provocar tanto dolor? Por fin pudo ver algo más, se percató de una peculiaridad, su mirada se encontró con la del chico y vio sus ojos, de distinto color, uno marrón y otro azul —, quiero que seas mío — proclamo antes de estallar en otro orgasmo que dejo a Aidan inconsciente un par de segundos —. Una vez esto acabe, vendré por ti — le dijo al oído, su aliento pesado empalago su oreja —, me llamo Ian, no lo olvides, por favor, no quisiera tener que recordártelo por las malas — sintió sus labios sobre su mejilla, dejando un rastro de saliva y luego lo escucho marcharse, de seguro a violar a alguien más.

Finalmente volvió a abrir los ojos y se dio cuenta de que de nada servía, le ardían como si llevara llorando décadas y le pareció que sería más sencillo si solo los arrancaba, después de todo no veía nada, solo manchas amorfas sin sentido y luces, luces que iban de todas partes y venían de muchos lugares. Permaneció acurrucado en el suelo, sintiendo los filosos cristales clavándose en su cuerpo, esperando a que sus ojos se dignaran a cumplir su función.

— ¿E...duele mucho? — levanto la cabeza y pudo vislumbrar una cabellera rojiza, la pequeña figura temblaba en leves espasmos, a juzgar por su altura pudo discernir que era un niño pequeño. Se sentó a su lado, apartando lo filoso que se le clavaba en el cuerpo, gracias a ello Aidan se dio cuenta de que era una botella rota, no supo si la rompió al caer sobre ella o ya estaba rota cuando le cayó encima. Por fin comenzó a ver mejor y un par de parpadeos más tarde pudo vislumbrar que era el pequeño Liam quien estaba frente a él. Se enderezó lo mejor que pudo, pero el dolor en su estómago lo hizo volver a caer, clavándose más cristales en sus costados — ¿También...eres un Novio? — pregunto tembloroso.

— ¿Novio? — el pequeño asintió.

Aidan dejó caer su cabeza hacia adelante, abriendo la boca pero sin dejar escapar más que un aullido lastimero. El niño...el cuerpo del niño estaba masacrado. Agujas clavadas en su minúsculo miembro, azotes y marcas de mordidas en todas partes, vio sus ojitos, uno azul y otro mitad azul, y marrón, hinchados por puñetazos limpios entregados a su rostro, deformado e hinchado, sus labios morados y su cuello negro al ser estrangulado.

— Es l...o mism-o que un esc..l..lavo, pero te pu...edes casar...te co-n tu dueñoooo...— Liam arrastraba las palabras, como si fuera un calvario incluso pronunciarlas — ¿E-eres uno?

— ¿Estás bien? — que pregunta más estúpida, no entendía cómo estaba tan tranquilo, sereno, incluso un adulto estaría aullando de dolor en el suelo, parecía como si estuviera acostumbrado a ello — ¿Qué te paso?

— Papá quie-re que se...a co...mo Liam, el p...rimero...antes papá tuv...o otro Lia-am que se...fue...quiere...yo ser como él.

— ¿Eh? ¿Tu papá te trajo aquí? — el niño asintió, manteniendo la mirada baja, estiro su manita, dos de sus dedos están hinchados y rígidos, ¿rotos? Comenzó a quitarle los cristales del brazo, pero lo hizo con tanta delicadeza que a penas Aidan pudo notarlo — ¿Y Willa? ¿Cómo ella lo permite? — los ojitos de distinto color eran perceptibles bajo los parpados amoratados, pero podía ver la indiferencia en ellos, estaba acostumbrado a esa vida, aquello lo hizo a Aidan desear morir —. Ella le dijo a tu padre que te trajera aquí, ¿verdad? — él asintió, quitándole los cristales del costado.

— Debo s...er como e...Liam...o pa...pá no casara...migo.

— No hables más, te dolerá.

Liam obedeció, continuando con los cristales, pero Aidan dejo escapar un grito al sentir el dolor punzante del estómago, miró hacia allí y notó el enorme cristal, se retorcía mientras el niño intentaba sacarlo.

— Ta...ofundo — murmuro mirando detenidamente la herida, no podría sacar el cristal sin lastimarlo demasiado y sabía que Aidan era una mercancía valiosa, un juguete invaluable, de la misma manera en la que lo fue el primer Liam, el Liam que él se veía obligado a reemplazar por tener la misma sangre corriendo por sus venas, si Aidan moría solo sería reemplazado por otro niño, pero a diferencia del primer Liam él todavía no había tenido un hijo con el cual pudiera ser reemplazado, supo que cientos de niños de apariencia similar serían usados para llenar el vacío de su amo si no hacía algo para salvarlo.

Aidan sentía que se ahogaba, el agua fresca chocando contra su rostro, abrió la boca y algunos chorros de adentraron, suaves olas que bañaron su lengua, haciendo que el sabor de la sangre se extendiera y envolviera todo, hasta su garganta. Tosió un poco, escupiendo agua, sangre y semen por igual, trato de sentarse pero su cadera dolía como si lo hubiera violado uno de los osos amaestrados, intento levantar la cabeza, pero aún sentía las manos invisibles alrededor de su cuello, su cabeza pesaba como 44mil toneladas, por eso permaneció acostado, viendo el cielo azul de reojo, y las cristalina agua chocando contra su rostro. Era una hermosa mañana.

— Por fin despierta mi prosti favorita — cerro los ojos, dejando que el agua se llevara sus lágrimas al escuchar la voz de Alma —. Quise ser buena, enserio lo quise, pero fuiste desagradecido, eso no puedo perdonarlo — hizo un movimiento con la cabeza y dos hombres lo tomaron de los brazos tirándolo hacia un auto, miro a su alrededor, estaba en un río, en un lindo río en medio de un bosque, ¿si les pedía que lo dejaran nadar un rato aceptaría? Amaba el agua, amaba jugar en el agua, amaba nadar, quería nadar —. Por los dioses — exclamo Alma pálida la ver el enorme agujero en el vientre de Aidan, con un cristal sobresaliendo de su ombligo —. Debemos llevarlo a la casa más cercana — los hombres asintieron y lo subieron.

Al minuto siguiente estaba sobre las piernas de Alma quien no dejaba de mover la boca pero Aidan no podía escucharla, ella le daba ligeros golpecitos en la mejilla y no dejaba de hablarle, parecía gritar, ¿era a él? Miro a su alrededor y vio que los otros hombres también le gritaban pero él no escuchaba nada. Cerro los ojos otra vez, sus parpados pesaban. Estaba cansado, ¿Podía descansar?

Quiero irme a casa...

Dios, por favor, llévame a casa.

— ¡DESPIERTA! — una bofetada lo trajo de vuelta, su tía Alma lo miraba temblando de rabia, con un doctor cerca y otros uniformados, todos mirándolo con disgusto, el doctor se le hizo familiar—. Pequeña mierda...¿¡Tienes idea del susto que nos diste!? — Alma lo sujeto del cabello, comenzando ahorcarlo y golpeando su cabeza contra el colchón de la cama.

— No arruines más la mercancía — dijo uno de los hombres.

Alma dejo escapar un grito dándole otra bofetada, se apartó pero regreso para clavar su bota en el agujero de su estómago. Aidan no pudo gritar, el dolor lo cegó mientras sentía la suela de la bota enterrarse más en sus entrañas.

— Maldita mierdecilla — gruño, dándole otra patada.

— Si sigues así le sacaras las entrañas o podría contraer una infección por el contacto con la bota — advirtió el doctor limpiando sus lentes con indiferencia.

— ¿Eh? — ella retrocedió algo alarmada, su bota quedo manchada con sangre, pero por lo menos las vísceras no estaban esparramadas — ¡Doctor Horowitz! ¡Usted dijo que estaba fuera de peligro!

— Exacto, "estaba" — el hombre se colocó los lentes, le daba lastima el chico, pero no había nada que pudiera o quisiera hacer, cumplió su buena acción del siglo liberando a otros esclavos de gran valor, en especial a Liam, no iba a arriesgar de nuevo su vida o aún peor, su trabajo, por algún juguetito de la élite —, el cristal no perforo ningún órgano vital, pero un golpe así puede ser fatal.

— ¡Entonces revíselo y manténgalo vivo! — exigió la mujer.

El hombre saco su instrumental y comenzó a coser la herida. Aidan no pudo ni sentirlo, estaba tan aturdido, aún sentía la bota clavándose en sus órganos. Volvió a recobrar la conciencia una vez sintió un chasquido agudo, como el de un rayo en miniatura, que rompió su cuerpo a la mitad o al menos así lo sintió. Cayó al suelo, convulsionando violentamente. La descarga eléctrica recorrió su cuerpo a la velocidad de la luz, contrajo todos los músculos en un espasmo involuntario.

— Muchos son como tú, se niegan, se resisten, eso es porque la libertad da mucho miedo, en Un Mundo Libre todo cuanto cause placer está permitido, solo eso, no es nada malo, ¿acaso la felicidad es mala? — pregunto Alma, ordenando que colocaran más.

Cables extraños fueron puestos en su cuerpo, dos pinzas en sus pezones, otra en su nariz y una más en cada uno de sus testículos. El dolor lo hizo querer morir. Era como si mil agujas ardiendo se clavaran en la piel al mismo tiempo, penetrando en lo más profundo del ser. Un calor intenso, casi abrasador, se apoderó de su cuerpo, como si lo estuvieran cocinando desde adentro hacia afuera. Los pulmones se contrajeron en un intento desesperado por respirar, pero el aire se negaba a entrar. Un zumbido ensordecedor llenó sus oídos, impidiendo escuchar cualquier otro sonido más que el de su propio corazón latiendo sin parar, a punto de explotar.

— Aumenta la descarga — ordeno Alma —, veamos hasta qué punto puedes tolerar, pequeña cabrita — se suponía que iría a la orgía de los Hijos de los Benditos para entender cómo funcionaba, no para dejarse mancillar así —, pequeña puta, ¿quién te dio permiso de entregar tu culo? ¿Has perdido la cabeza? ¡SOLO GÜNTHER PUEDE USARTE ASÍ! — dio la señal y otra descarga invadió el cuerpo de Aidan. El mundo se volvió borroso, como si una neblina espesa lo envolviera. Las piernas se debilitaron y su cuerpo quedo colgado por las cadenas que lo mantenían sujeto al techo, completamente indefenso. Un grito ahogado escapó de los labios, pero se perdió en el rugido del dolor — ¿Te quedo claro? — pregunto Alma con tranquilidad.

El cuerpo de Aidan cayó como un cadáver en la cama, aún preso por los espasmos. Permaneció así un rato, incapaz de controlar el abrumador dolor que recorría todo su cuerpo.

— Duerme un rato, después vendré por ti — Alma apretó nerviosamente sus dedos, ¿cómo iba a explicarle el estado del juguete a Willa? Pudo ser mucho peor, podría haber terminado destrozado como algunos de los otros esclavos, pero no debería estar siquiera lastimado.

Se dispuso a irse mientras pensaba detenidamente sus opciones, si la excusa no era lo suficientemente buena estaría muerta, de eso no había duda alguna, estaría muerta.

— Lo es — aseguro Aidan, todavía inmóvil en la cama, Alma detuvo su caminar mirándolo sin entender.

— ¿De qué mierda hablas?

— Es malo ser feliz, lo es cuando para ser feliz se destroza a otra persona.

— ¿Persona? — Alma se echó a reír —. Oh, Ady, parece que aún no lo has entendido — coloco el taser sobre su pecho y oprimió el botón, la descarga eléctrica lo hizo entumecerse —. Tú no eres una persona, eres una cosa, un objeto de placer, un agujero que llenar.

Un hijo podía ser tanto una bendición como una maldición, para Willa su hijo era los dos, una bella maldición que fue usado en su contra, un arma que usaron para someterla y romperla, pero ahora que era libre de su padre podría convertir esa maldición en una dulce bendición.

Su corazón ansiaba recuperar a su dulce bendición, a su niñito perfecto que le fue arrebato hacia tantos años. Ahora que ya no existía el peligro al que llamaba padre no tenía motivo alguno para mantenerlo lejos de su lado.

— Mi niño — susurro sosteniendo la única foto que pudo sacar de él, de su pequeño bebé jugando tranquilamente alrededor de la casa en las montañas, sus mejillas brillaban, como un par de bombillas al igual que su sonrisa —, mamá irá por ti — tenia tantos años por recuperar, tantos recuerdos que crear. Todo estaba bien, su padre en estado vegetal y el imbécil de Edgar Al Bhatt demasiado ocupado en entrenar al reemplazo de su hijo-esposo que poco o ningún movimiento había hecho en la industria del tráfico de personas, dejándola tener la absoluta ventaja, todo estaba bien, solo faltaba su hijo y todo sería perfecto, como siempre debió ser.

— Mi señora — dijo uno de los sirvientes, sosteniendo una carpeta rebosante de papeles y fotografías —, lo hemos encontrado.

Anuncio dichoso. Beso la fotografía, casi sintiendo la calidez de su niño contra sus labios. El corazón de Willa comenzó a latir presurosamente, podía sentir la calidez recorriendo su alma, sostuvo la carpeta y por un segundo se volvió aquél pequeño bebé que le dio un motivo para vivir, y seguir allí. Pero en cuanto comenzó a leer el contenido su sonrisa se borró y deseo no haberlo encontrado nunca.

— ¿Esta información es correcta? — pregunto en un hilo de voz.

— Lo es, mi señora — aseguro el hombre —, verificamos varias veces, todo lo relacionado a su hijo está allí.

Dejo caer la carpeta a la vez que el suelo bajo sus pies comenzaba a ceder, se tambaleo un poco, recuperando la compostura al sostenerse contra la mesa.

— ¿Esta seguro?

— Mi señora, le juró que cada letra, cada coma y cada fotografía ha sido minuciosamente investigada antes de su implementación en la carpeta, también fue revisada antes de traerla ante usted — aseguro el hombre nervioso.

— ¿Dónde está Aidan? — la voz le fallaba, al igual que al aire, tomo lo fotografía, presionándola contra su pecho como si fuera un amuleto que pudiera protegerla de cualquier mal.

— Con Alma, mi señora.

— Tráiganlo, de inmediato — ordeno, estiro su mano, a punto de recoger la carpeta, pero al rozar las hojas sintió un latigazo recorrerle todo el cuerpo mientras asimilaba la información que leyó adentro.

— Mi señora, Alma está presentando a Aidan a un evento con los hijos de Un Mundo Libre, interrumpir puede ser considerado una ofensa grave, además de que costaría una fortuna sacarlo sin importunar a los invitados.

— El dinero no importa — aseguro ella, tomando la carpeta de nuevo, la abrió y la fotografía que la recibió la hizo cubrirse el rostro para contener el asco tan aberrante que sentía por si misma al comprender lo que había hecho —. Hagan...hagan lo que sea necesario, pero tráiganlo sano y salvo — ignoro la reverencia que le dieron sus hombres al irse, también ignoro los latidos acelerados de su propio corazón mientras las letras formaban palabras cuyo significado era revelado en su cerebro.

Willa leyó los documentos varias veces más, miro las fotografías con atención, cada vez las letras perdían más su significado, se volvían garabatos inentendibles, los rostros se volvían manchas borrosas de ojos celestes y mejillas redondas, las únicas que seguían intactas como en la primera lectura era <<Owen Fierro Morales>>, <<Padre de 4 hijos...>> y <<Tres niñas y un niño, Katherina, Hazael, Adaliah...y Aidan...>>. Era suyo. Era suyo. Volvió a leer el papel otra vez, sintiendo en su lengua el sabor agrío del vomito avecinándose.

Lo había vendido, vendió a su propio nieto, a su sangre, a la carne de su carne y a los huesos de sus huesos. Lo vendió.

Tal vez no era tan diferente a su padre como le gustaba pensar.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro