63. Casi primera vez

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Dios...Dios...Dios...¿Sigues ahí? ¿Puedes escucharme? ¿Estás ahí? ¿Me escuchas? ¿Me escuchas? ¿Me escuchas? ¿No...? ¿Sí...? ¿Me escuchas? ¿De verdad? Bien...solo quería agradecerte, darte los gracias por dejarme conocerla, por dejarme amarla, por permitir pasar tiempo con ella, por verla crecer, por verla jugar, por verla ser feliz y sonreír, por sentir sus abrazos, sus golpes, su lengua que a veces era cruel pero otras me hacía sentir el rey del universo con sus palabras, por verla saltar, probarse vestidos, aprender a maquillarse, ¡Ay, Dios, como amé su maquillaje! Eran suaves, como tocar una nube, como sentir el cielo entre los dedos, los perfumes que usaba era como oler algo divino, porque aunque no me quisiera dejar abrazarla ahí estaba, gracias Dios por su mirada tonta, por sus ojos curiosos y sus sonrisas tontas cuando aparecía un muchacho de su edad, gracias por sus canciones, por su forma peculiar de demostrar afecto, por...todo, gracias Dios por habérmela dado, por haberme dada esa hermana caprichosa, tonta, celosa, amargada, dulce, gentil, inteligente, astuta, audaz, graciosa, encantadora y maravillosa. Dios, gracias, gracias, gracias por habérmela dado, por haberme dado a todas mis hermanas, te alabo Jehová por haberme permitido conocerlas, a ellas, a papá, a mamá. Dios, gracias, gracias. Dime que los veré, dime que los volveré a ver.

Sí.

Entonces, me voy a calmar, voy a respirar porque sé que la veré otra vez, los veré, no temo a la muerte, porque sé que lo siguiente que veré seré tu venida en gloría. Sé que no la volveré a ver asustada, sé que no la volveré a ver ensangrentada, sé que no estará herida de bala cuando la vuelva a ver, sé que ella estará feliz, sé que ella estará cantando con su ángel de la guarda a su lado. Lo sé, lo sé, lo sé.

Amén.

Las manos suaves se metieron debajo de su piel, con delicadeza y arrogancia, las yemas de los dedos tocaron todo, desde sus venas hasta sus arterias, parecían querer meterle los ojos hacia adentro y sacárselos por la boca, pero no era doloroso, en lo absoluto. Era más bien una sensación de cosquilleo, de intriga. Aidan se sentía como un trozo de arcilla, de barro, siendo moldeado poco a poco, supuso que así se sintió Adán mientras Dios lo creaba, pero Adán no estaba vivo en ese momento, no podía sentir, pero él sí, podía hacerlo, lo sentía todo. El ardor en sus heridas, sus dedos entumecidos, sus extremidades doliendo como si uno de los animales amaestrados de UML lo hubiera violado mientras masticaba sus extremidades, vio al oso hacerlo, no las comía, no las arrancaba, solo las masticaba, era como si lo hubieran entrenado para infligir el mayor dolor posible, pero sin llegar a matar.

Cuando lo presencio quiso hacer contacto visual con el animal, quería ver sus ojos, ver el reflejo de la creación de Dios en su mirada atormentada, pero sea lo que fuera que le hubieran dado para inducir un celo tan salvaje y desproporcionado provocaba que sus ojos estuvieran sellados, en una capa rojiza de lo que parecía ser sangre, esa clase de heridas oculares que suceden cuando se golpea o estresa demasiado o bien podría no tener ojos, desde donde estaba y entre las arcadas no pudo discernirlo, aunque admitía que le hubiera gustado ver a la jirafa, ¿cómo podía hacer daño una jirafa? Sí, suponía que debía doler ser violado por un animal salvaje —gracias a Dios, para Aidan solo fue un perro, doloroso, pero soportable— debía ser agonizante, pero ¿qué otro daño podía hacer la jirafa? ¿Dar cuellazos? Perfectamente podía vivir el resto de su vida sin saberlo, aunque la curiosidad estaba ahí.

Puede que no hubiera sido mordido, el perro traía bozal, pero, cuando intentaba imaginar cómo sería sino hubiera tenido la boca cubierta y sus colmillos filosos cual cuchillos se clavaran en su carne mientras se adentraba rítmicamente en su interior imaginaba justo esa misma sensación. Una oleada de agujas circulando por su cuerpo, pequeñas agujas, diminutas, tan pequeñas que cabían dentro de la vena y se movían junto con la sangre a través de ella, rasgando, rompiendo, saliendo de las venas y esparciéndose por el resto de su cuerpo hasta que el dolor era tan grande que venía el entumecimiento. Era extraño. Podía sentirlo todo, pero a la vez nada. Era como si su cerebro decidiera que todo era demasiado para él y simplemente saliera de su cabeza, abandonando su cuerpo y entonces comenzaba a flotar lejos, pero si se concentraba lo suficiente podía volver a sentirlo todo para luego comenzar a flotar de nuevo.

Abrió los ojos, intentando despertar, pero las manos jalaron hacia adentro, haciéndolos cerrar. Tosió un poco, la garganta le dolía, las manos debían usar su garganta para llegar a sus ojos. Era doloroso, pero también satisfactorio, como si esas manos invisibles quisieran de alguna manera cuidarlo y por eso lo dormían entre sus dedos fantasmales, y las cientos de agujas en sus venas.

Pero antes de cerrar los ojos, antes de que su cerebro decidiera que todo era demasiado como para soportarlo y abandonara su cabeza, lo vio, la vio: esos ojos, llenos de compasión, marrones, cafés y castaños lo miraron desde lo alto, y de repente las manos ya no le hacían daño, solo...estaban ahí, en su interior, flotando dentro de su garganta, sujetando sus ojos para mantenerlos cerrados, las agujas seguían en sus venas pero ya no circulaban, su corazón no palpitaba. Vio esos ojos, con rímel esparcido a derredor, como los anillos de un mapache, vio sus manos, pequeñas y delgadas, tocando su cuerpo, pero no de forma obscena, no de forma cruel, era como si tocara un jarrón, frágil y a punto de romperse, no tocaba zonas que no debía tocar, no miraba zonas que no debía mirar, solo curaba, tomaba las heridas, los fragmentos destrozados y los juntaba, uno a uno, con delicadeza y los cerraba, ¿Cómo era posible que unas manos pudieran sanar tanto? Las manos podían destruir, eso lo sabía bien, ¿pero curar? Le hicieron creer que un beso podía calmar, que un abrazo sanar, pero lo que él necesitaba era a alguien que lo pudiera escuchar, que viera más allá de esa sonrisa de sol y esos ojos oscuros cual mar, que supiera que algo andaba mal y lo pudiera cuidar. No paso. Al menos no al principio. Pero estaba pasando, podía verlo en el cuidado con el que limpiaba sus heridas, sus ojos cristalinos esparciendo el rímel aún más por sus mejillas. ¿Y si estaba muerto? A lo mejor y estaba en una morgue, siendo preparado para el entierro.

No, no. Él no quería eso. No quería estar en una caja, no solo por el daño al medio ambiente, también porque quería destruirlo, ese cuerpo inmundo, ese cuerpo contaminado, ese cuerpo que fue violado, torturado y le fue robado. Esa masa de carne, órganos, tejidos y un millar de células que fue deformado al gusto de otros que decidieron por él. Quería pedirle que parara, a ese ángel que lo cuidaba. Quería decirle que dejara de coser sus heridas, que dejara de limpiarlo, quería decirle que...tomara un bisturí, que lo abriera, luego más y más hasta que ya no hubiera más que abrir porque no había nada que lo pudiera unir. Quería respirar una última vez. Que le quebraran la cabeza, le abrieran el cráneo y así su cerebro pudiera salir corriendo, huyendo de su cuerpo y no mirar atrás jamás, quería flotar lejos hasta llegar a la Canaán Celestial, pero ¿y si se perdía? El universo era tan grande que quizás terminaría flotando a la deriva sin saber cómo llegar, pero cualquier cosa era mejor que estar atrapado en un cuerpo profanado, podía sentir las otras manos, no las suaves que flotaban en su garganta, no, las otras, esas que tocaban donde no debía ser tocado, veía los ojos crueles que miraban donde nadie más que él y su pediatra debían mirar, sentía esos labios, pegajosos y morbosos, dejando salir palabras crueles mientras chupaban, mordían, lamían y escupían.

Y entonces las manos flotantes soltaban sus ojos, los abría y ahí estaba ese ángel con rímel como si fuera un mapache. No mirando, no tocando, no rompiendo. Curando, cuidado y escuchando, ella se inclinaba sobre él, su boca se movía, pero él no escuchaba nada más que no fuera un cantico celestial, ella lo intentaba escuchar, sus ojos no miraban con morbo, ni con crueldad, solo con...¿Con qué? No era amor, tampoco preocupación, era algo más, algo primitivo, algo singular, algo que debería ver todo el mundo.

Era la mirada que le hacía saber que todo iba a estar bien y aunque no lo estuviera allí estaría, para cuidar de él.

Las manos flotantes volvieron a tirar de sus ojos hacia adentro y los volvió a cerrar, no sin antes al ángel una sonrisa poderle dedicar.

— Gracias...Ty.

Las manos dejaron de flotar en su garganta, salieron de su boca, salieron de su cuerpo, no se quedaron, no como las otras manos que hasta marcas dejaron. Solo curaron y se desvanecieron a la distancia. Aidan despertó, sintiendo un aire pesado, un calor abrazador sobre su rostro, abrió los ojos, esperando encontrarse en medio de un incendio, en su lugar Raf lo miraba con curiosidad. Sulfus estaba más allá, sentado al lado de...de su ángel. Dormía, Tyline estaba dormida, su cuerpo ladeado hacia la derecha, su cuello hacia abajo en una posición en la que sin duda tendría torticolis, supuso que se durmió mientras lo vigilaba o curaba, las manchas de sangre en sus manos indicaban aquello, aquellas delgadas y pequeñas manos lo habían curado. Trato de levantarse, pero un dolor agudo lo hizo volver a acostarse, no quería mirar hacia su cuerpo, estaba tan contaminado que jamás dejaría de sentir asco, no era suyo, así de simple, ya no era su cuerpo, eso y que temía bajar la cabeza, y mirar solo para descubrir que le faltaba un brazo, una pierna o estaba partido por la mitad con una sonda saliendo de su pecho. Suspiro pesadamente. Tenía miedo, tanto miedo. Sabía que, aunque estuviera entero su cuerpo no estaba bien, le dolía, le ardía debajo de la piel y la suciedad en su corazón florecía lentamente, como el moho, expandiéndose y contaminando todo su cuerpo.

Estaba vivo, a salvo, no sano, pero sí a salvo, estaba completo, con dos brazos con cada uno de sus dedos, dos piernas, dos pies con cada uno de sus dedos, su estómago estaba dentro de su cuerpo, al igual que sus pulmones y el resto de sus órganos, tenía su lengua, sus dientes, sus ojos. Estaba completo. Entonces ¿Qué era esa angustia que latía a la par de su corazón? Podía sentirlo, ese dolor agudo amenazando con hacerle dejar de respirar, las ganas incontrolables de llorar, podía sentirlo, suave, como un cosquilleo en su carne, lo sentía. ¿Era así cómo se suponía que debía vivir? ¿Con dolor perpetuo? Estaba vivo, maldita sea, estaba vivo, estaba entero, sano y salvo, ¿entonces por qué seguía sintiéndose así? Parpadeo un par de veces limpiando las lágrimas, era tan malagradecido, tantos niños en su lugar no pudieron vivir, el pensamiento de que podía ser él quien se estuviera pudriendo en una fosa común lo hizo sentir aún peor y sin darse cuenta estaba frente a Tyline. Sus dedos estirados, cerca de su piel, de esos círculos negros hechos con rímel que manchaban sus mejillas dulcemente, Sulfus y Raf no hicieron ningún intento por detenerlo, no sabía si resultaba halagador no ser visto como un peligro para los perros o preocupante por no hacer bien su trabajo de proteger a su dueño. Aparto su mano, sin saber muy bien qué pretendía hacer, miro a los perros, con sus tontas y adorables lenguas fuera de sus aún más adorables rostros. No supo qué hacer. Ni como llego a la puerta, solo reacciono cuando Raf le lamio los dedos, ambos perros estaban frente a la puerta, como un frente unido para negarse a dejarlo salir.

— ¿Aidan? — lo miraba con los ojos muy abiertos, como si estuviera viendo un cadáver caminando — ¿Qué haces? — se acercó lentamente, como si fuera un animal salvaje y exótico, probablemente en peligro de extinción, que haría a cualquier animalista tener un orgasmo a chorros por salvarlo. La chica se detuvo manteniendo su distancia, observándolo fijamente, en busca de algo, cualquier cosa que le indicara que Aidan lo sabe, pero es imposible, el chico frente a ella está de luto, pero no lo sabe y jamás lo sabrá. Esta tentada en contárselo todo, cómo se deshizo de esa perra violadora y hasta de mostrarle el cadáver, pero dudaba que el asesinato fuera un buen método de cortejo, al menos no para los cristianos — ¿Sucede algo? — pregunto Tyline haciendo el ademán de tocar su mano, pero deteniéndose, se tragó un suspiro de fastidio, quería fingir ignorancia y tocarlo, pero su conciencia no se lo permitía, paso meses estudiando el comportamiento de chicos abusados sexualmente y las consecuencias en su vida diaria, lastimosamente en realidad no había mucho que estudiar, el trauma no seguía un patrón, la victima tampoco, cada uno era diferente y aunque le hubiera gustado que Aidan fuera de esas víctimas que se sexualizan en un mecanismo no tan saludable para afrontar el trauma estaba claro que su cristiano amigo-posible razón de vivir no haría tal cosa.

Dios, si estás ahí, ya que nos dejaste vivir, que Aidan me deje tocarlo. Rogó con sus ojos fijos en él. Era una adolescente hormonal después de todo, una especie de señuelo destinado a morir y lo más cercano a una espía de la vida real que ella misma conocería, pero adolescente hormonal al final, cualquier lugar, situación o estado de ánimo era propicio para el sexo y su imaginación ya no era suficiente, ¿era una degenerada? Tal vez, pero si Günther pudo, ¿por qué no ella? ¡Mierda! No pienses así. Se reprendió a sí misma, necesitaba cambiar, no solo su forma de pensar, quería ser buena persona, realmente quería ser buena persona, aunque las vocecitas de porquería en lo fondo de su mente la seguían llenando con pensamientos intrusivos.

— Ty — el par de orbes celestes de Aidan se encontraron con los no tan llamativos ojos de ella, sintió su corazón saltar a su garganta cuando el muchacho tomo sus manos y las coloco sobre su pecho — ¿Puedes tocarme? Aún siento sus manos...— bajo la mirada, avergonzado por haberlo confesado, pero no aguantaba más, su carne ardía debajo de la piel que ellos tocaron, necesitaba algo que calmara esa sensación.

Aleluya. Pensó Tyline, una parte de ella quería hacerlo suplicar por sus caricias, pero aún era muy pronto, quizás después de su primer aniversario y dependiendo de cómo estuvieran las cosas liberaría sus verdaderos deseos o no, no lo podía saber, solo el tiempo y Dios lo sabrían, ¿Dios y el tiempo son lo mismo? Aparto sus preguntas mientras su mano se tensaba sobre la camisa, podía sentir la piel cálida debajo y el débil palpitar del corazoncito de cristal que ahora tendría que cuidar. Subió lentamente su mano, más y más arriba, su piel se erizo debajo de su tacto, tan delicada, pálida como la porcelana, pero con pequeños tonos rosados en los lugares adecuados, casi como si hubiera sido un muñequito esculpido y pintado a mano, se preguntó qué clase de zorra debió haber sido en su vida pasada para no parecer una muñeca de porcelana, ¿pero los cristianos creían en las vidas pasadas? Lo mejor era comenzar una lista e ir poco a poco preguntándoselo a Aidan y en futuro próximo estarían acurrucados frente a una fogata recordando con añoro tan patéticas preguntas. Sus manos se cerraron alrededor de su cuello, cubriendo las vendas que ocultan las marcas rojas, palpó la cicatriz de la mordida en la curvatura del cuello, ¿qué se creía Günther cuando lo hizo? ¿Un lobo? Entendía la necesidad de dejar marca en Aidan, el chico prácticamente lo rogaba a gritos, ¿pero morderlo? Una mordida podía excusarse de mil y un maneras, no dudaba de que su adorable chico fingiera de vez en cuando que un rabioso perro lo mordió en el cuello, todo con tal de ignorar la realidad, su mano descendió, hasta su espalda, lo empujo por la cintura pegándolo más a ella, su mano derecha era aventurera y francamente traviesa, mientras que la izquierda se mantuvo sobre la cicatriz de la mordida, escondiendo el hecho de que alguien ya lo ha marcado.

Su mano derecha, su atrevida mano derecha encontró el borde del suéter que le puso y se adentró temerariamente debajo de la lana, sintió la cálida piel debajo de sus dedos. Una mordida puede ser excusada, sin embargo, un fierro caliente con las palabras >>Propiedad de Ty" en la espalda no, ¿o debería ser en el vientre? Las bragas se le mojaron al pensar en su nombre escrito a carne viva en el pecho de Aidan.

— No...espera...— la chica lo sujeto con más fuerza, no estaba tan delgado como antes, pero aún podía dominarlo con facilidad —, Ty, espera...— tan fácil, tan sencillo como acorralarlo contra la pared, sería solo cuestión de un par de movimientos y estaría encima de él desnuda reclamando su cuerpo —¡No! ¡Espera! Tyline...no estoy listo...

— Pero mi vagina sí. — abrió los ojos horrorizada al darse cuenta de que esas palabras realmente salieron de su boca en lugar de ser solo un pensamiento — No, carajo no.

Se apartó de él, no podía ser así, ni tampoco quería ser así, ¿acaso no deseaba cuidarlo? ¿Amarlo y respetarlo? Mantenerlo en una cajita de cristal donde nadie pudiera hacerle daño. Se sentía desnuda, desprotegida, era la primera vez que no tenía a nadie diciéndole qué hacer, cómo comportarse o qué sentir, todo era nuevo, tan aterrador y excitante a la vez.

— Por favor, no me hagas daño — un puñetazo en las tetas le habría dolido menos que escuchar esas palabras saliendo de la boca de Aidan.

— Yo...— lo tomo de las mejillas, mirándolo con suplica —, nunca te haría daño, Ady, nunca — quería arrancar a punta de besos de su boca esas palabras, borrar cualquier caricia no deseada, quitar cualquier cicatriz de su linda piel. Dios, quería tanto haber estado allí para haberlo cuidado. Se apartó, mirando el techo color crema, la boca le sabía asqueroso, probablemente por haber pensado en dañarlo de esa manera, llevaba dos días sin comer, no existía otra explicación.

— ¿De verdad? ¿No vas a hacerme daño? — Tyline negó.

— Nunca — lo miro con una tímida sonrisa formándose en sus labios —, en realidad planeo ponerte en una cajita de cristal.

— ¿Cajita de cristal?

— Quiero mantenerte a salvo, Ady — volvió a intentar tomar su mano, pero mantuvo su distancia, no muy segura de que sus caricias fueran apreciadas —, es una cajita de cristal nada malo te pasará, solo...— jugueteo nerviosamente con sus dedos, no tocarlo era un martirio —, allí adentro podrías estar sin ningún problema — se acercó lentamente, pero dejo de avanzar cuando él retrocedió —, allí adentro nada malo te pasará — estiro su mano, sus dedos acariciaron suavemente los de él, pero fue una caricia rápida, como una ventisca cálida en verano —, allí todo estará bien, ¿es lo que quieres? — no pensaba hacer algo que él no pudiera querer aunque ella supiera que era lo mejor.

Aidan la miro con desconfianza, claro que lo quería, ¿quién no deseaba estar bien? Pero, ¿por qué una chica joven y linda como Tyline querría hacer eso por alguien como él? Pero ahí estaba, aquella joven y estrambótica muchacha diciéndole justo lo que deseaba escuchar.

Todo va estar bien y si no lo está, yo estaré a tu lado, jamás te dejaré, no cuando todo está bien, ni cuando está mal, nunca te dejaré. Nunca estarás solo otra vez.

Comenzaba a preguntarse si Tyline realmente era un ángel y no fue todo un sueño extraño producto de la tortura sexual.

— Es lo que quiero...— admitió sin aliento, miro sus dedos, sentía la carne ardiendo debajo de piel, picaba, por un demonio, picaba y ardía, pero entonces sus ojos se encontraron con los de ella y todo dejo de doler o picar — ¿No me sacarás de ahí? De la cajita, quiero decir — primero su tía, luego Günther y finalmente sus padres, todos le habían ofrecido tan anhelada seguridad para luego abandonarlo y dejarlo ahogarse en la oscuridad.

Tyline dejó caer los hombros, con una sonrisita en los labios.

— ¿Por qué haría algo así? Te pondré en una cajita de cristal, una donde todo está bien y no hay calamidad, allí adentro serás feliz, — mantuvo su sonrisa mientras los pensamientos cabalgaban sin control en su mente. El tiempo en el que fingió ser Tyline y estuvo con Willa aprendió mucho, demasiado y tenía razón en que a veces estar en la cajita era lo mejor.

Tú no tienes que preocuparte por nada porque ni siquiera piensas por ti mismo, pero de repente te rompen la cajita, aquellos cristales que por años te cuidaron de cualquier daño de repente te cortaron y entonces encuentras otra cajita, no es tan segura, ni tan hermosa como la otra, pero es una cajita y entras en ella, pensando que, de alguna formas recuperaras la seguridad que la primera caja te supo ofrendar. Pero luego te das cuenta que no es lo mismo, pero te quedas ahí adentro, porque es mejor que afuera, donde algo más que simples cristales pueden dañarte.

— Entonces, — Tyline se giró, colocando su mano en la mejilla de Aidan — déjame ser esa segunda cajita para ti, Aidan — porque si no me dejas no tendré más opción que quebrarte las piernas y encerrarte en un lugar donde jamás, jamás podrás dejarme. Sacudió la cabeza, no era bueno pensar así porque ya no podía ser así, Quiero ser buena, por favor, quiero ser buena. Pero ¿Cómo realmente se es una "buena" persona? Llevaba los últimos días intentándolo, suponía que eran la clase de personas que solo piensan en cosas buenas y las hacen, pero era tan complicado, se concentraba demasiado en pensar cosas buenas, pero entonces una chica la miraba un segundo de más y el pensamiento de querer dejar en una zanja empalada a esa estúpida zorra llegaba como un rayo, y no desaparecía, ni siquiera después de un día o dos. Y entonces comenzaba a picarle debajo de la piel, lo único que podía hacer era mirar por el balcón de su departamento subsidiado por el gobierno y preguntarse si sería bueno dejarse caer, y ya. Era lógico, librar al mundo de un peligro, de una persona que había hecho tanto mal siempre era bueno, ¿verdad? Entonces la situación se complicaba cuando recordaba que el suicidio era pecado, ¡Qué difícil es ser buena persona! No solo se debe lidiar contra el impulso de querer tomar un cuchillo y clavarlo en algún pómulo saltarín, ahora tendría que lidiar con su cerebro, eso era lo más difícil de todo. ¿Tenía alguna clase de sentido? Su mente divagaba, pero no lograba comprender cómo se suponía que debía ser una buena persona, podría intentar guiarse por la biblia, pero aquellas "buenas personas" en la biblia eran genocidas, incestuosos, violadores y honestamente algunos eran peor que los miembros de UML, pero aún así eran considerados como héroes de la biblia, todo porque Dios perdono sus pecados y si era realista al final ella no había hecho cosas tan horribles, sí, manipulo y provoco la muerte de un par de personas, pero al menos no asesino a un hombre para quedarse con su mujer o condeno a toda una raza a la esclavitud porque no la dejaron emborracharse en paz, fue toda una sorpresa darse cuenta de que eran todas unas joyitas esos personajes de la biblia, siempre los vio como esos ancianos barbudos sonrientes que ofrecían galletas y hablaban sobre las bondades de Dios, no se sentía tan mal, pero ¿tenía algún sentido lo que pensaba? Ojalá hubiera una guía para ser buena persona. Pero la llenaba de consuelo entender que, al final de todo, si Dios en realidad si existía, la perdonaría, sus crímenes no eran tan grandes a comparación de ellos. Ahora la pregunta pendiente era: ¿cómo ser perdonada por sus pecados? Podía decir que lo sentía, ¿pero no tenía que sacrificar un cordero o algo? Se lo preguntaría a Aidan cuando fueran felices y adoptaran dos gatos que se llamarán Caviría, y Kabale, necesitaba la pandilla completa.

— ¿Es eso lo que quieres? — le pregunto mirándola a los ojos, por primera vez ignoro los círculos de rímel. La chica asintió.

— Lo deseo más que nada en el mundo.

Esa noche Aidan durmió en la cama y Tyline en el sofá, quería "darle tiempo" pero a la una de la mañana la chica sintió un bulto presionando su espalda y al girarse ahí estaba él acurrucado como un cachorro asustado. Esa noche durmieron abrazados.

En mañana Aidan despertó con Tyline entre sus brazos, ambos estaban vestidos.

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