1. Es Byron Cox, xoxo, y tú eres suya

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Sacudo la cabeza, agitada por la rabia y la impotencia que se enfrentan contra el amor que siento y el razonamiento de querer entender y perdonarle.

Pero es que es tan difícil... En estas dos semanas me he dado cuenta de que he vivido en una gran mentira. Desde niña, Byron me alejó de él para protegerme de sí mismo porque pensaba que sería como su padre; después, aunque se dio cuenta de que no tendría que ser necesariamente como él, decidió seguir alejado, pero sin dejarme hacer mi vida porque tenía miedo de perderme del todo. Cuando volví a Los Ángeles, pensé que era yo quien tomaba mis propias decisiones. Pero me he dado cuenta de que no: me han mentido, todos.

Me ocultaron el hecho de que pertenecían a una banda; me metieron en ella sin mi consentimiento; entre todos se las ingeniaron para hacerme el vacío y hacer que pasase más tiempo con Byron y así tenerme controlada.

Suspiro agotada. Todo esto es tan toxico y dañino, que casi no me creo que esté encontrando el lado romántico a que Byron y yo tuviéramos tiempo de destapar la verdad sobre sus verdaderos sentimientos.

Soy consciente de que no lo hizo bien. Pero parte de mí sabe, o más bien, quiere entender, que lo hizo con intención de protegerme. No fue la manera correcta, y darme cuenta de la gran mentira en la que he vivido me ha servido para saber que ya no quiero seguir así.

Quiero tomar las riendas de mi vida. Y aunque suene irónico, le he pedido un préstamo a mi madre para poder alquilar un apartamento. Sí, un préstamo, porque pienso devolverle todo el dinero con mi sueldo en el Roko's.

Hablando del Roko's... He pensado que estaría bien que fuese mi primera parada al volver a la ciudad. Creo que Paulo estaba tan engañado como yo respecto a las artimañas de los tres tarugos a los que pienso hacer pagar todo este embrollo. Así que, a pesar de que me ha costado lo mío autoconvencerme de que es lo correcto, y he batallado a fondo contra el razonamiento, creo que recuperar mi puesto de trabajo y quedarme en Poison, será lo más apropiado. A fin de cuentas, a ojos de los Bloods, ya estoy metida en el ajo así que... Mejor seguir con las espaldas cubiertas y arropada por estos traidores que, a su manera, me quieren.

Eso sí, al menos, está vez la decisión la he tomado yo. Solo espero que Paulo me acepte como a una mas y entienda que yo no tuve nada que ver con lo anterior.

Abro la puerta del Roko's y me sorprendo a mí misma sintiéndome como en casa. Supongo que aunque lleve poco tiempo aquí, mis compañeros de trabajo me trataron tan bien desde el inicio, que parece que llevo con ellos toda una vida.

Oteo la zona de mesas mas alejada de la barra, y no me sorprendo al ver ahí a Paulo. Es puntual como un reloj, y ahí está, esperándome como me dijo ayer en respuesta al mensaje que le envié.

Me acerco a él con nerviosismo, intentando aparentar una seguridad que no tengo en absoluto. Creía que tenía mi discurso estudiado pero, a medida que me acerco y que él repara en mí, me doy cuenta de que no tengo claro nada. ¡Nada!

Es un hombre tan serio e imponente, trajeado y musculado,
que me doy cuenta que parece más un mafioso que el dueño de un local.

«Es el puto jefe de una banda, ¡idiota!»

Trago saliva en cuanto llego a su altura. A reparado en mí casi desde que he entrado, y no ha parado de mirarme hasta que he llegado hasta él. Su semblante es serio, su gesto impenetrable, no trasmite nada, y eso no hace si no ponerme más nerviosa aún. Creo que lo nota y, para mi suerte, parece apiadarse de mí.

— Amber — saluda. Extiende la mano hacia la silla que tiene a mi lado, invitándome a sentarme frente a él.

Obedezco intentado no temblar por los nervios. No parece un mal tipo, pero ahora que sé quién es y a qué se dedica, me siento ante alguien extraño y peligroso. Cuando estoy sentada frente a él, entrelaza los dedos sobre la mesa y suelta el aire sonoramente. No me quita la vista de encima, está tan serio que eso hace que me sienta aun más inquieta. No sé qué hacer, la verdad. Quizá él no quiere a alguien como yo en Poison, o, quizá y lo que espero realmente que no, es que esté pensando en algún tipo de prueba para hacerme entrar oficialmente en la banda.

— ¿Qué es lo que quieres, Amber? — dispara. Alzo la mirada de sus manos a su barbilla, observando su arreglada perilla como si fuese lo mas interesante del mundo. No me atrevo a mirarle a los ojos. — ¿Quieres quedarte, o no?

Asiento sin poder articular palabra. Juro por Dios que en el viaje de vuelta me sentía valiente y decidida, pero nada más entrar aquí y ver a Paulo, todos mis miedos han cobrado vida. Trago saliva, recopilando valor para hablar:

— Quiero quedarme.

— Me alegra oír eso, no quisiera tener que matarte.

Mi cerebro raya y lo miro directamente a los ojos, asustada y sorprendida a partes iguales. ¿Tendría que morir para salir de Poison? ¡Madre mía! Menos mal que he dicho que sí.

El amago de una sonrisa tira de la comisura derecha de su labio, haciendo brillar sus ojos oscuros, divertidos por la situación. Sacude la cabeza y ríe echando el aire por la nariz.

— Eres muy inocente, pequeña — sonríe abiertamente. Deja de menear la cabeza y me mira fijamente. — No tienes que quedarte si no quieres, y no, no tendría que matarte ni nada por el estilo. En Poison entra quien quiere, porque quiere ayudar a otros y luchar contra las bandas que obligan a los más vulnerables a delinquir a cambio de protección.

Siento mi cuerpo relajarse por momentos. Reconociendo el tono amistoso y al hombre cercano que me presentó Nelson en su día.
Respiro hondo, aliviada por sentirme más segura.

— Sí, Nelson me habló de ello.

Paulo lo nota y me dedica una sonrisa amplia de dientes relucientes que le llega a los ojos.

— Me alegra que quieras quedarte. Y sé que no soy el único — soy consciente de a quiénes se refiere, aunque no parece que quiera nombrarlos. Sin quererlo, pongo los ojos en blanco y resoplo. —  No lo hicieron bien, pero lo hicieron por tu bien. Solo espero que seas como me han contado y que les des su merecido.

Se me escapa un risotada. No sé qué le habrán contado, pero puedo asegurar que me vengaré de ellos haciendo algo que debería de haber hecho hace mucho, y que se que les crispa los nervios: tomar mis propias decisiones y ser dueña de mi propia vida.

— Algo tengo en mente, sí...  Aunque todo me parece poco castigo para ellos.

Paulo sonríe con orgullo, como lo haría un padre con su hija.

— Se me ocurre que podrías seguir trabajando aquí, ayudando a Giselle. No como camarera, si no como ayudante. Eso te dará una estabilidad económica.

— Oh, vaya, gracias — me muestro verdaderamente agradecida, aunque el nombre de Giselle esta pendiendo de un hilo.

Aún estoy sopesando si meterla en mi lista negra o darle el beneficio de la duda. No tengo muy claro hasta qué punto estaba al tanto de todo este jaleo. Me doy cuenta de que mis dudas se me reflejan en la cara cuando Paulo sale en su defensa:

— Giselle tampoco lo hizo bien. Confió en el juicio de sus amigos. Espero que puedas perdonarla, o, al menos, que podáis ser buenas compañeras de trabajo como hasta ahora. La decisión es tuya, Amber. Sé que ella está arrepentida.

Creo que esta última frase es lo que hace que me sienta con ganas de poder perdonarla. A fin de cuentas, Paulo tiene razón. Giselle no me conocía de nada, y si los tres imbéciles que dicen quererme, le aseguraron que hacer esto era lo correcto para protegerme, en realidad solo actuó como una buena amiga. Una gran amiga, supongo, porque mintió incluso a su prometido.

— Supongo que ella también fue una víctima.

— Hablando de víctimas...

Paulo hace un gesto de cabeza señalando la puerta del local. Por un momento, me pongo tensa pensando que podría ser Byron, esperándome porque alguien le ha dicho que estoy por aquí, que he vuelto a la ciudad. Seguro que el muy capullo ha tenido a alguien vigilando el aeropuerto para ser el primero en enterarse de cuando ponía un pie en la ciudad.

Respiro hondo, armándome de valor para encararlo. Giro sobre mi trasero y... ¡Mierda!

Liam. Para esto sí que no estaba preparada.

Desde que me fui de aquí, huyendo en busca de tiempo y distancia para ordenar mis ideas, no he hablado con él.

Tengo como cien mil llamadas y doscientos mensajes preguntándome que si estoy viva o qué ha pasado. El pobre necesita una respuesta. O mejor dicho, una disculpa por mi ausencia y el haberlo ignorado tan descaradamente. Sus ojos reparan en mi persona, y nada más hacerlo, ahoga un grito y viene corriendo hacia la mesa en la que estoy.

— Os dejo a solas — se despide Paulo. No se me pasa por alto el afecto cuando me acaricia el pelo y me besa la cabeza al despedirse. — Bienvenida a la familia, pequeña.

Sonrío en respuesta, agradecida porque sea tan cercano y nada parecido a los cabecillas de bandas que he visto en la televisión. He estado informándome a conciencia estás semanas, tanto que incluso creo que mamá llegó a sospechar algo.

Le veo alejarse de mí y acercarse a Giselle a las puertas del almacén, buscando sus labios y sonriendo cariñosamente.
No me gusta saber las razones que le llevaron a ser quien es ahora, y estoy segura de que hubiera sido un gran padre y un encantador marido. Ojalá la vida le hubiese dado mejores cartas.

Les sigo con la mirada, aunque no por mucho tiempo porque Liam me aborda y me envuelve en un efusivo abrazo.

— Hay que matarlos — sentencia. Me libera de su abrazo, pero me agarra por los hombros y me hace mirarle. — Tu novio, tu primo y ese otro buenorro que está con la tóxica — apostilla esto último fingiendo una arcada. — Son unos pedazo de cerdos. Tenemos que hacerles pagar por lo que han hecho.

Liam está tan metido en su papel de "bicho malo vengativo", que no para de hablar y de contarme una y mil formas en las que él les haría pagar por sus mentiras, porque, claro, ahora él también forma parte de la banda. No se me pasa por alto que todos sus planes se basan en castigos sexuales y, lo que a él si que se le pasa por alto, es que yo solo puedo castigar sexualmente a uno de ellos.

No puedo evitar reírme viendo las caras que pone mientras narra cómo cometería cada venganza, y es ahí, cuando le veo entrar en tantos detalles y tomárselo todo tan a pecho, que me doy cuenta de que sabe muchas, muchísimas cosas, y que yo aún no le he contado nada.

— Liam, ¿cómo sabes todo esto? Es más, ¿cómo sabías que estaba aquí? ¿Por qué estás tú tambien en la banda? — no había reparado en esto, pero nada más verle en la puerta, me he dado cuenta de que venía buscándome. Como si supiese que ya estaba aquí.

— ¿Estás de coña? El sexy de tu novio está buscando la redención, creo yo. Hace dos horas que has pisado la ciudad, y hace una hora y veinte minutos, que él ha venido a mi residencia, ha invadido mi habitación y tras contarme todo esto, me ha obligado a venir aquí para mostrate mi apoyo. Cómo si yo no fuese a hacerlo por voluntad propia, ¡¿te lo puedes creer?! Y respecto a lo de la banda, Byron me ha dicho que Paulo ha dicho que por seguridad sería mejor que no me mantuviese al margen. Ya sabes... Por lo juntos que estamos siempre.

Gruño para mis adentros. Es verdad que llevo en la ciudad dos horas, y el hecho de que Byron lo sepa sin que yo me haya comunicado con nadie, no hace si no confirmarme las sospechas que ya tenía sobre que tendría a alguien vigilando el aeropuerto.

Ese nivel de control es enfermizo, tóxico, y no pienso pasarlo por alto. Además, ¿obligar a Liam a venir a buscarme para mostrame sus apoyo? ¡Pero si él es mi amigo! Claro que iba a venir, sin que él tuviese que interceder además. Pero...

— ¿Cómo narices sabía que estaba en el Roko's?

Liam pone los ojos en blanco y niega con la cabeza mientras resopla como si la respuesta a mi pregunta fuese evidente.

— Es Byron Cox, xoxo, y tú eres suya. No me sorprendería que te hubiese seguido él mismo nada más enterarse de que tu precioso culito había aterrizado en la ciudad.

Mierda. La teoría de Liam podría ser perfectamente lógica. Muy propia de Byron. A su manera, siempre ha sido posesivo conmigo. Tengo que hablar con él y marcar unos límites.

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