3- Baloncesto y peleas.

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             Baloncesto y peleas: I need your love (Ellie Goulding)

3- Baloncesto y peleas.

GINA

Cerré la puerta del baño de chicas de un portazo y entré a uno de los lavabos individuales, asegurándome de que no hubiera nadie más allí.

Necesitaba relajarme, respirar. Pero no, cada momento era más difícil que el anterior y, tras unos instantes, mi vista comenzó a nublarse. Era inevitable: estaba comenzando a llorar.

Oculté los gemidos de dolor como mejor pude y de nuevo intenté tranquilizarme. Iba a llegar tarde a la última clase del día. Por fin ya sólo faltaba una hora.

Había discutido fuertemente con John hacía unos minutos. Mi cabeza parecía a punto de estallar mientras yo le recriminaba lo idiota e inmaduro que había sido al provocar de esa manera a Erik.

Sentía aún más ganas de llorar al recordar la discusión:

John me había abrazado por la cintura al salir de la clase y yo me había apartado, molesta. Odiaba que ignorara totalmente cuando yo estaba enfadada, como si sólo él importara.

—¿Qué pasa? —había preguntado al percibir mi gesto.

Yo crucé los brazos y lo miré fijamente, pero él seguía dudando.

—¿Qué te pasa a ti, John? ¿Por qué te estás comportando así?

Él miró alrededor, temiendo que la gente nos viera discutir, y de hecho, algunos ya nos miraban.

—Cariño, este no es el momento… la gente nos está mirando.

—¡Me da igual! —grité—. ¿Te importa que nos vean a nosotros discutir pero no te importa que todo el instituto te mire mientras te metes con Erik?

John había esbozado una mueca cínica.

—¿Erik? ¿Ya lo llamas por su nombre? ¡A ti qué te importa lo que yo le diga a ese pordiosero…!

Eso me dolió profundamente, ¿qué le estaba pasando a mi novio?

—¿Qué te ha hecho él? —exigí saber.

Un grupo amplio de personas ya se encontraba a nuestro alrededor, mirándonos y cuchicheando entre ellos. Mis mejillas habían enrojecido furiosamente.

En ese momento, al parecer, John vio peligrar su orgullo y, dirigiendo una mirada a nuestros espectadores, se giró hacia mí, levantando el dedo índice amenazadoramente y acercándolo a mi rostro.

—No te metas en esto, Gin. Y mucho menos te pongas de parte de… ese.

¡No comprendía que yo no estaba de parte de nadie! Yo sólo quería evitar problemas.

—¿Qué te está pasando, John? —me acerqué a él y le agarré las manos con ternura—. Cariño, no seas así…

Con violencia, se había apartado de mí y había caminado hasta su grupo de amigos, dando por terminada la conversación.”

Me dirigí al gran espejo del baño de chicas y vi mis ojos enrojecidos.

Imposible de disimular.

Resignada, salí del baño y me dirigí a la clase. Una vez allí, me senté en mi sitio, ignorando olímpicamente la presencia de John y sin responder de ninguna manera las preguntas de Claire.

Pero hubo una mirada que no pude evitar: los ojos verdes de Erik se clavaron en los míos.

Estaba segura de que, si no había visto mi pelea con John, alguien se la habría contado, y eso me resultaba tremendamente vergonzoso.

Erik me estaba mirando a los ojos, y me daba la sensación de que quería decirme algo. Realmente, hubiera resultado muy violento si él hubiera hecho alguna alusión a la pelea, puesto que habíamos hablado de él en ella.

Finalmente, yo aparté la vista de su mirada. En esos momentos ya no quería pensar más.

El timbre sonó, anunciando el final de las clases por fin. ¡Ya no tendríamos que volver hasta el lunes!

Salí de la clase con rapidez, evitando que alguien me preguntara por lo ocurrido. Ante mis narices, John salió también junto a Nina Grey, una de sus numerosas seguidoras de la clase.

Una punzada de odio recorrió mi pecho, pero no le dirigí ni una sola palabra a John y él tampoco a mí.

Me dispuse a caminar hacia mi casa y, por el camino, me crucé con una bonita camioneta texana azul brillante. Me llamó la atención, pero más aún me impresionó ver que el conductor era Erik.

Él también me vio y ambos nos saludamos tímidamente, pero pronto pasó de largo y yo seguí mi camino. Mi casa estaba a media hora del instituto, y en general volvía en el coche de John o en el de Claire, pero en esa ocasión necesitaba pensar. Y nada mejor que un buen paseo.

Cuando llegué a la puerta de mi casa, algo más me impresionó: a apenas unos metros de mi casa, tres viviendas más lejos, se encontraba aparcada la brillante camioneta de Erik.

Era la casa de mis vecinos, los señores Terry y Margaret Poltsky. Los mismos que llevaban un par de meses contándome que su nieto, un chico de mi edad, iría pronto a vivir con ellos.

Ahora lo entendía.

---

La clase de Educación Física era, con mucho, la que más odiaba.

El lunes y el martes habían pasado sin ninguna novedad, John seguía enfadado y no me hablaba, así que yo tampoco le dirigía a él la palabra. Que hiciera lo que quisiera, al final siempre volvía pidiéndome perdón cuando sabía que yo tenía la razón.

Salí del vestuario con los pantalones cortos, la camiseta de tirantes y las deportivas: totalmente ridícula.

—Vamos, Gin —dijo Claire, situándose a mi lado—, hoy vamos a jugar al baloncesto.

Yo me terminé de subir las medias hasta las rodillas y me lamenté en silencio, odiaba jugar al baloncesto y, más aún, jugar con los chicos de clase. Siempre eran unos tramposos y jugaban con demasiada fuerza, sin pensar.

El profesor Parker, un chico de apenas veinticinco años, comenzó a hacer los equipos. Era altísimo, rubio y con los ojos de un tono acaramelado muy atractivo. Hasta yo misma admitía que, si había que saltarse las normas al liarse con algún profesor, ese debía ser el señor Parker.

—¡Vamos, Gina! —me llamó el maestro.

Me acerqué corriendo al grupo de alumnos y los equipos ya estaban hechos casi completamente: a mí me tocó jugar junto a Claire, por suerte, y en mi grupo también se encontraban varios chicos del equipo de baloncesto del instituto y la chica con la que, últimamente, siempre estaba Erik: Karen.

La verdad era que había tenido suerte; en un ambiente en el que casi todos se dejaban llevar por lo que John dijera, Erik sólo habría podido encontrar amistad en alguien que odiara a John, y Karen era la candidata perfecta.

La miré de reojo, sin que ella se diera cuenta, era bastante guapa, sonriente y apacible con todos, pero nunca se la había visto compartiendo amistad con alguien del instituto aparte de Erik.

Una idea se fue formando en mi mente: ¿Se habrían percatado ellos de lo atractivos que resultaban ambos? ¿Se atraerían?

Decidí que eso a mí ni me incumbía ni me importaba, aunque la imagen de Karen besando a Erik se me antojó algo molesta.

Los equipos se separaron, en el equipo contrario al mío se encontraban Erik y John, lo cual me preocupó enseguida. El señor Parker, con su silbato rojo, pitó el inicio del partido:

Maxi Castillo fue el primero en agarrar el balón, y lo condujo rápidamente hacia la canasta de nuestros adversarios. Lo pasó a otra chica y ésta marcó el primer punto para nuestro equipo.

El partido siguió con normalidad durante diez minutos: yo marqué dos tantos y Claire otros dos. Por su parte, Erik corría a una enorme velocidad y cada vez que alguien le pasaba el balón, significaba punto seguro para ellos. El profesor Parker lo miraba, interesado. Esto pareció molestar poco a poco a John, que, a pesar de estar en su mismo equipo, nunca le pasaba el balón y lo ignoraba cuanto podía.

Claire consiguió la pelota y se dirigió al campo contrario con ella, pero Erik, hábilmente se la arrebató de las manos y corrió hasta nuestra canasta. Yo me interpuse entre él y su objetivo, quizás con demasiada fuerza, y nuestros cuerpos chocaron violentamente. La pelota salió por los aires y cayó a unos metros de nosotros, pero yo también perdí el equilibrio y estuve a punto de desplomarme si no hubiera sido porque los fuertes brazos de Erik me sujetaron y me apretaron contra su pecho.

Olía bien, demasiado bien. A algo dulce y limpio a la vez. Ni rastro de ese molesto olor a tabaco que desprendía su cigarrillo.

Sentí sus músculos duros debajo de mí y, desde cerca pude contemplar mejor un tatuaje que se adivinaba en su pecho, bajo la camiseta. En su brazo se dibujaba un omega griego con llamas a su alrededor, como si estuviera hecho de fuego. Otros símbolos que reconocí, y algunos otros que no y, en su pierna, en blanco y negro, el rostro difuso de una muchacha tan bella que quitaba el aliento. Su cuerpo era totalmente fascinante y pensé en lo muchísimo que me habría gustado verlo sin ropa para poder contemplar mejor todos esos tatuajes.

Enrojecí en cuanto lo imaginé desnudo y, tensa y nerviosa, me alejé de él unos centímetros.

Lo que sucedió después fue tan rápido que ni siquiera sé si mi recuerdo es el correcto o solamente es lo que yo creo que vi:

John apareció por la espalda de Erik y se abalanzó sobre él. Erik perdió el equilibrio y cayó a apenas dos centímetros de mi cuerpo, yo me alejé instintivamente y de pronto, al darme cuenta de lo que ocurría, volví a acercarme.

John golpeó a Erik y éste, después de unos segundos, se levantó del suelo y lo miró con confusión.

—¿Quién coño te has creído para empujar así a mi novia? —ladró John.

Los ojos de Erik brillaron; sabía que eso no tenía nada que ver con el hecho de que, accidentalmente, me hubiera empujado. Las venas de sus fuertes brazos comenzaron a marcarse y, en menos de un segundo, Erik le asestó un puñetazo en la mejilla a John, que lo hizo tambalearse hacia atrás sin llegar a perder el equilibrio. Como una fiera, John intentó asestarle una patada a Erik, pero éste la esquivó ágilmente y con maestría le dio otro puñetazo en el rostro, rompiéndole el labio a John.

Yo estaba asustada, Erik parecía una bestia furiosa, como si hubiera dejado de ser él de repente. John se dispuso a darle un nuevo golpe, pero yo me interpuse y el puño de mi novio estuvo a punto de impactar sobre mí.

—¡No te metas! —me gritó John.

Sus ojos estaban enrojecidos y su boca sangraba con cada insulto nuevo que le dirigía a Erik. Por primera vez, miré a John y lo que vi me causó repulsión.

Centré mi mirada en Erik, que seguía alterado y a punto de volver a golpear. No estaba segura de lo que iba a hacer ni de si, entonces, él cargaría sobre mí, pero con mis dos manos agarré su mano derecha, cuyos nudillos estaban sangrando, y lo obligué a mirarme a los ojos.

—Ya está bien, por favor…

La tranquilidad volvió poco a poco a los ojos verdes de Erik y se quedó mirándome con una mirada extraña, como si estuviera asustado. ¿De qué? De pronto aparecieron el señor Parker y toda la clase en escena. Al parecer la pelea sólo había durado unos pocos segundos.

Los labios del profesor Parker estaban fruncidos en una sola línea, enfadada. Su cabello brillaba, envolviendo sus bonitos ojos que llameaban con furia. No quiso escuchar ni una palabra.

—A la sala de castigados. ¡Ya! —rugió.

John salió primero, corriendo; había sido humillado cuando esperaba ser él el que humillara.

Erik caminó detrás, lentamente, como si estuviera avergonzado de haber golpeado a John. Yo no lo entendía, puesto que mi novio se lo había buscado.

Suspiré, estaba cansada de esta situación. Me giré y me dispuse a hablar con Claire para contarle lo que había sucedido, pero el grito del señor Parker me hizo quedarme estática de nuevo.

—Gina, ¿no me has oído? ¡Los tres a la sala de castigados!

¿Yo también? ¡Si yo no había hecho nada! Con la cabeza baja y mordiéndome el labio inferior, salí del gimnasio y me dirigí a la sala de castigo, donde pasaríamos el resto del día John, Erik y yo.

 Juntos.

¡¡Espero que os guste!! Los votos y comentarios me dan la vida, sois demasiado <33

*Por cierto, próximamente capítulo nuevo de "Dance, sólo baila"*

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