Ella me quitaba de mi infierno de una manera tan celestial... Me destruía, nos destruíamos, éramos dos torbellinos que terminaban colisionando contra sí mismos, pero éramos felices con las cosas más simples de la vida. Luego venían las discusiones, el caos, la desesperación, pero siempre llegaba la reconciliación, la paz, la tranquilidad, las risas, las llamadas, los poemas de amor, la compañía, las palabras de aliento... Nunca fue de hablarme muy dulcemente, pero sabía que un «Te amo, My» o simplemente un «My», era como si me dijera que me amaba. Lo nuestro no eran los apodos cursis como «bebé», «mi amor», aparecían muy cada tanto y generalmente cuando una de las dos lo necesitaba.

Tenía un don especial en cuanto a los poemas, escribía tan hermoso... Siento un vacío en el pecho. No quiero sentir esto, quiero volver a sentir felicidad y la sensación imparable de amor, de comprensión y tener estabilidad emocional. Necesito volver a sonreír una última vez y sentir que habrá valido la pena cada maldito segundo.

Con ella todo era pleitos, discusiones e incluso momentos en los que pensábamos en renunciar a todo... Pero, a su vez, siempre volvía la paz, siempre volvía la tranquilidad, siempre volvíamos a ser las mismas que fuimos alguna vez.

Necesitaba decir adiós. Necesitaba dejarla ir, necesitaba soñar con un mañana donde ella ya no se hallara. Pero me resigné, me resigné a revivir el recuerdo en esa canción, como un martirio, como si mi destino fuera recordarla hasta el final de mis días.

Se van a cumplir dos años en poco tiempo. Todo cambió... Si veo hacia atrás y digo que todo está igual, miento.

Miento porque, a decir verdad, desde el vamos, todo cambió. Desde tu identidad, hasta tu vida personal y tus momentos más verdaderos.

He revisado en tus redes sociales, te ves feliz. Te ves realmente feliz. Y con ello me basta para dejarte tranquila, que sueñes, que vueles, que rías, que te enamores de alguien más.