Un día con matemática.

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—Estoy aburrida, tengo sueño y encima hace un calor insoportable —me recosté en la silla y suspiré con pesadez.

Mi compañera me observó con una sonrisa malvada.

—Y después tenemos un módulo y medio de matemática —canturreó en tono burlón.

Mi cara se transformó en una de horror.

—¿El viejo ese? —mi compañera me miró feo—. Perdón, el amado señor de matemática que tiene ojos de Chucky —solté una risita—, bueno, toda su cara es igual a la de Chucky.

Ella negó con la cabeza, dibujando una sonrisa en su rostro.

—No creo que sea tan malo... —murmuró.

—En diciembre confirmo —reí—. ¡No me quiero llevar la materia!

Corrí hasta el final del aula y me senté sobre una de las mesas.

—¿Estás nostálgica? —Cuestionó ella, acercándose hasta mí.

—No sé por qué nos cambiaron de aula y nos mandaron a la misma del año pasado —observé todo el salón, haciendo una mueca nostálgica—. Me acuerdo de todo, de los poemas que escribí en la misma mesa, de las veces que me quedé sonriendo, viendo por la ventana como una tonta —sonreí inconscientemente por los recuerdos que me venían a la mente.

—Alto karma venir en este aula dos años consecutivos —dijo la chica con pesar y asentí.

Me acosté en la mesa, intentando sentir el aire del ventilador.

—Me quedaría satisfecha si no fuera porque esta me trae banda de recuerdos, tengo sueño, tengo hambre, vamos a tener casi dos horas de matemática y hace un calor insoportable —sacudí mi cabello.

Sonó el timbre y puse los ojos en blanco.

—¿Estás lista para ponerte en modo científico matemático? —bromeó.

To be honest, me sentaría mejor un buen balazo en la sien —pronuncié.

Mi amiga puso cara de horror.

—¡Lola! —estallé por su ocurrencia y corrí a sentarme en la mesa, siendo seguida por ella.

—Te juro que no me acuerdo nada —dije en tono cansino—. Nos vemos en diciembre.

—Te acompaño —rió.

—Ojalá no venga —me tapé la cara.

—No hace el paro —abrí mi boca con espanto al oírla decir aquello.

—Seguro nos da fracciones y yo no me acuerdo nada —dejé caer mi cabeza sobre la mesa—. Me resigné.

—Yo tampoco me acuerdo de nada —susurró—, mirá, ahí entró al aula.

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