20. Miedo

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Por RonaldoMedinaBMichellBF & Metahumano


  Al mismo tiempo en que el brillo cegador que producían las piedras teletransportadoras surcó la sala principal del Templo Universal, emergieron a unos cuantos pasos otros igual de resplandecientes.

—Venatrix, Nakai —saludó Jonathan.

—Veo que siguen vivos —contestó Camille.

—Un me alegra verlos estaría bien para variar —replicó Mago.

Ella extendió una sonrisa fingida por sus labios, y la desvaneció al siguiente segundo.

—¿Hay noticias del otro grupo? —inquirió Renegado.

—Aún no —contestó James—, tendremos que esperar a que regresen... confiemos en ellos.

Bene —siguió Camille—. Iré a quitar la sangre de mia espada mientras tanto. —Procedió a retirarse.

Nakai se apartó en completo silencio; su mente no paraba de recordarle las visiones que lo hicieron estremecer en Berlín, muy a sus adentros poseía un don espiritual que necesitaba pulir, terminar de comprender, y meditar en la soledad de su mente, lejos de sus extraños compañeros, era la mejor forma de conseguirlo.

—Tienes sangre —observó James, con un tono paternal que Blazer percibió de inmediato—. ¿Te encuentras bien?

—Sí —respondió Blazer—, consecuencias del combate. Eso es todo.

—Bien. Ve a limpiarte, todos debemos estar preparados para partir cuando regresen Vincent y Cassiopea.

Y mientras los héroes se dispersaron por las numerosas habitaciones del Templo Universal, los minutos pasaron. En una habitación repleta de objetos arcanos, una daga voló directo al rostro de Mago, pero se detuvo justo antes de cortarlo. James se vio obligado a irrumpir su meditación para recibir a una impaciente Venatrix.

—Casi. —Se cruzó de brazos mientras bufaba.

—Ha pasado mucho tiempo, Jerom, y aún no llegan.

—¿Percibo preocupación en la temible cazadora de demonios? —preguntó en susurro mientras descendía de regreso al suelo.

—Incertidumbre, preocupación —dijo. Comenzaba a jugar con la daga que segundos antes lanzó a Mago—, chiamalo come quieras, pero deberían haber regresado ya.

—¿Deberíamos ir a buscarlos? —preguntó Jonathan, uniéndose al grupo.

—Esos dos saben cuidarse la espalda... estarán bien —añadió Nakai, recostado de la pared.

—Estaba intentando proyectar mi espíritu hacia Sidney —habló James—, pero parece que todos se pusieron de acuerdo para venir a interrumpirme.

—Insisto en que los cuatro deberíamos ir hasta allí a... —Blazer fue interrumpido por el brillo de otra piedra teletransportadora.

¡Infine! —exclamó Camille—. ¿Qué les llevó a...?

Sus palabras se vieron interrumpidas al ver cómo Cassiopea, embargada por una mirada de angustia, sostenía el cuerpo ensangrentado de Vincent entre sus manos. Un nudo se formó en la garganta de los héroes y su sangre se heló de inmediato. Todos corrieron con rapidez a asistirlo, pasmados por la gravedad de la situación y lo dramático del cuadro.

—¿Qué diablos pasó? —quiso saber Nakai.

—Un soldado de la nave... le decían El General —contestó por lo bajo, agotada—... nos enfrentó, y el maldito de Vincent me salvó de que me atravesara con la espada. ¿Por qué lo hiciste, idiota? —Le reprochó al inconsciente héroe.

—Abran campo, yo me encargo de la herida —dijo Mago, con sus manos irradiantes de energía azul.

Todos se hicieron a un lado. Pero tan pronto como James se inclinó a revisar la herida, esta liberó un resplandor descomunal que lo lanzó al otro lado del salón. En el trayecto atravesó una vitrina.

—¡JJ! —Venatrix corrió hacia él—. ¿Qué demonios fue eso?

Ante los ojos de Cassiopea se formó un sello oscuro en la herida de Vigilante, Mago respondió a él con un gesto de preocupación.

—Un sello de magia negra —susurró con dificultad. La cazadora lo ayudaba a levantarse—. Supongo que el mago invasor está detrás de esto, debió haber hechizado la espada con la que Vincent fue atacado.

—Así que también tienen un mago en sus filas —comentó Camille.

—Tenían... espero. Lo dejé encadenado en el lugar de la explosión.

—Cassiopea, también tienes un corte en la espalda —observó Nakai.

—Me vale mierda —respondió, frustrada—. Primero debemos ocuparnos de él, mi herida aguantará.

—Lo siento, pero mis poderes no servirán para ayudarlo... yo... no puedo hacer nada por él —reconoció Mago, tan angustiado como los demás—. La espada fue sellada con magia oscura para matar a cualquiera que sea cortado con ella.

Supernova lo observó de forma directa, la expresión en su rostro no fue clara para él. Leyó en ella atisbos de molestia, decepción y preocupación, pero, sobre todo, molestia, una cólera desenfrenada que, debido a su frenética personalidad, no podría terminar muy bien.

—Ayúdenme a llevarlo, hay que recostarlo e intentar detener el sangrado —dijo, bajando la mirada y dejando que Jonathan cargara el cuerpo de Vincent con ayuda de James.

Los tres desaparecieron al cruzar hacia una habitación. En la estancia permanecieron Venatrix y Renegado, veían el camino por el que sus compañeros se habían ido y por donde un rastro de sangre había sido dejado.

—Se interpuso entre la espada y Supernova —repitió Nakai, todavía sin creerlo—. Para ser un idiota, eso fue un acto valiente.

—Fue un acto estúpido —replicó—. Es humano, no tiene ventaja come il resto de nosotros, no debió hacerlo. Cualquiera hubiera resistido mejor la herida.

—Una herida normal puede ser —aceptó Nakai—, pero, ¿magia negra? Eso creo que ninguno.

Camille se giró para contestar, cuando su cuerpo se congeló ante una revelación que expresó en su rostro.

—Pero sí hay uno —susurró más para sí.

Nakai mostró no comprender a lo que ella se refería y esperó que dijera algo para explicarlo, pero su atención se desvió cuando vio a James emerger del pasillo; iba a otro con paso apresurado.

—Espera —dijo a Nakai, y trotó para alcanzarlo. Una vez que redujo el espacio entre ambos, comenzó a pronunciar su nombre para llamarlo, sin embargo, James continuó sin siquiera mirar sobre su hombro—. ¡James!

Al tiempo que exclamaba, se le abalanzó con rapidez. Lo tomó del brazo y lo giró, en el proceso, sus manos se rozaron y ella se estremeció al contacto.

—Jerom... estás frío —observó, viendo de su mano pálida a su rostro, que igual bajaba de tono—. ¿Qué te sucede?

Él desvió la mirada, negándose a dejar ante ella lo cristalino de sus ojos, pero fue tarde, su amiga lo alcanzó a notar y se acercó para extender su mano y volver su rostro hacia ella, pero antes de lograrlo, él se apartó, retrocediendo un par de pasos.

—Esto realmente te está afectando —dijo ella, y él reveló la inquietud que lo llevó a buscar en cada esquina del lugar algo que lo distrajera, pero su pulso aumentaba con cada segundo, y la imagen de Vincent herido tan gravemente no dejaba de torturarlo.

—Fue mi culpa —susurró—. Sabía a lo que nos enfrentamos, nada de este mundo, nada de criminales comunes, aun así lo envié a enfrentarlo.

—Tú no nos enviaste, fuimos per la nostra volontà; si Vincent salió a pelear fue porque así lo quiso...

—Se suponía que ninguno debía morir —reprochó entre dientes, luchaba por contenerse al respirar con esfuerzo—. ¿Qué haré, Camille? —preguntó, encarándola—. No puedo permitir que muera, no puedo dejar que el mundo pierda a un héroe como él.

Por lo suave de sus ojos, y la desolación en su voz, Camille se conmovió, y entonces, estuvo más segura de la idea que guardaba.

C'è un modo —anunció—. Si funciona, lo salvaríamos.

—¿Cómo?

Ella inspiró, antes de comenzar a explicar.

—No te va a gustar —empezó, y James alzó una de sus cejas—. Lucifer...

Con solo el nombre, James rechazó la idea y meneó la cabeza en negación, sin embargo, Venatrix continuó.

—...Él me dijo que aun siendo inmortal las armas del hombre podrían matarme, sin embargo, aquí estoy. —Se encogió de hombros—. Décadas después sigo aquí y no por cuidarme de no salir herida. En mi primer año como cazadora aún no conocía come proteggermi, y salí herida muchas veces, gravemente, pero de alguna forma las heridas que debieron matarme se desvanecieron sin más, sucedió muchas veces hasta que di con una explicación. —Relamió sus labios y procedió—. Lucifer, pese a lo que dijo, no tiene intenzione di dejarme libre, ni siquiera con la muerte. Así como me da poder a través de su marca, me cura. Si me dejas...

—No —declaró.

—¿Te niegas a una solución?

—Me niego a dejar que Satanás intervenga en esto. Me niego a permitir que por él recorra su magia infernal.

—¿Piensas que soy estúpida como para traerlo? No lo haría, pero sí riconosco que necesito su poder. Tú lo dijiste, stiamo parlando di magia oscura, ¿qué es lo que más tiene Lucifer? —Jerom miró a otro lado, pensando, pero no lo suficiente como para aceptar, pues volvió a negar segundos después—. Planeo que cure a Vincent a través de mí; sin pacto, sin invocarlo, sin sacrifici, ni siquiera lo sabría. Confía en mí.

—¿A qué costo? —preguntó de pronto, ella parpadeó sin entender—. Camille, confío en ti, pero si algo he aprendido gracias a ti es que Lucifer no es de fiar, no realiza nada sin recibir algo a cambio, ¿usarás su poder para ayudarnos? ¿Cuánto te costará?

—No es per me por quien debes preoccuparti, Vincent está muriendo. Haré pasar la herida como si fuera mía y la curará, lo ha hecho antes sin pedirme nada a cambio, porque ya no hay nada que yo pueda darle. Tiene tutta la mia vita, ¿qué más puede quitarme?

James caminó de un lado a otro, considerándolo mientras ella esperaba, ansiosa, su respuesta.

—No puedo, Camille. No puedo arriesgar a alguien más, no a ti. Buscaremos otra solución.

—¿Sí? ¿Y dónde? —cuestionó, impaciente—. En la Tierra no queda mucho que digamos, podemos ir tras el mago y pedirle encarecidamente que deshaga el sello, si es que no murió con la explosión de la nave, o podemos rezar y esperar un milagro.

—Deja el sarcasmo. Entiende que es arriesgado lo que ofreces, ¿Satanás no se enojará?

Non lo so, ¿quieres que regrese all'Inferno per preguntarle en persona?

—¡No vuelvas a decir eso!

—Y tú deja de decir que no. No hay tempo, Jerom, ni hay otra soluzione.

James suspiró, su posición tambaleaba hasta derrumbarse por completo cuando terminó por asentir.

Supernova yacía sentada junto a la camilla donde Vincent descansaba, con gran palidez en su piel y con menos pulso que minutos antes.

—Está muriendo —dijo sin girarse luego de sentir ser acompañada.

James se detuvo bajo el umbral, dudaba entre si entrar o retroceder, Camille terminó por convencerlo de avanzar hasta ellos, obteniendo un primer plano de la herida mortal que se alojaba en el pecho de Vincent; ésta había sido cubierta en un intento de retener la sangre, pero parecía no retener el escape de la vida en él.

—Tenemos una posibilidad de salvarlo —empezó a decir él, sin apartar la mirada del pálido héroe—. Es arriesgada...

Ma funzionerà —interrumpió Camille al percibir la duda en su voz.

—¿De qué se trata? —quiso saber Cassiopea.

Camille tomó la iniciativa para explicar. Calló al finalizar y esperó una reacción por parte de la heroína.

—¿Quieres que Vincent haga un pacto con Satanás?

Jamás —señaló—. No compartiría mi condena con un inocente.

—Eso me basta. —Miró hacia Vincent—. Hazlo, no tenemos otra opción.

Camille asintió y llevó su mano debajo de la gabardina, al regresarla al frente sostenía una daga cuyo puño era dorado, en su hoja plateada se alojaban inscripciones grabadas. Se acercó a Vincent al tiempo que Cassiopea se apartaba, con su mano libre sostuvo el brazo izquierdo de Vincent, y en su antebrazo procedió a realizar un corte, una delgada línea que tras ser dibujada fue pintada de carmesí, realizó lo mismo en su propio antebrazo, izquierdo también; dejó la daga y tomó asiento donde antes estuvo Cassiopea.

Funziona per favore —susurró para sí.

Tras aquello, pasó a juntar su brazo con el de Vincent, posicionándolo sobre el suyo a tal nivel que las líneas se unieron. Ella apretó su mano en torno al codo de Vincent y suspiró. Las venas en sus brazos se brotaron en un tono amoratado que acabaron justo donde había realizado el corte, y a partir del suyo, las venas en ella imitaron las de Vincent, siguiendo la ruta hacia arriba, perdiéndose bajo la gabardina.

—¿Qué está sucediendo? —preguntó Jonathan en susurro hacia James.

Ambos observaron el fluir de la sangre por las venas, que partían desde el pecho de Vincent, por su brazo hasta traspasar a ella.

—Absorbe la herida —alcanzó a responder sin estar completamente seguro—. Lo está curando —aseguró después cuando vieron los bordes de la herida cerrarse a penas, y el color vivo que la conformaba se suavizaba.

Cassiopea dio un paso, queriendo ir hacia ellos, pero tambaleó cuando sintió el dolor en su espalda.

—Cuidado —alertó James, ayudándola a recuperar el equilibrio; a la vez, observaba hacia la herida—. Vamos, debemos curarte, usaremos métodos tradicionales.

Supernova afirmó con los labios apretados, y giró para salir de la habitación, James realizó una seña a Blazer para que la acompañara. Una vez ambos estuvieron fuera, se acercó a Venatrix y observó el proceso, era lento pero parecía funcionar. Ella se mantuvo ligeramente inclinada sobre la camilla desde la silla, su mano derecha se movió para descansar contra su pecho.

—¿Segura de que ambos estarán bien? —preguntó James desde arriba.

Ella alzó apenas el rostro y tras mirarlo, ladeó una sonrisa minúscula.

—Segura —contestó.

James inclinó su cabeza y se alejó para salir, ello lo siguió hasta que estuvo fuera de su campo visual. Venatrix bajó la mirada al tiempo que movía su mano para revelar la sangre que la manchaba, producto de la herida que crecía en su pecho mediante reducía en el de Vincent. Sintió un ligero dolor y bufó por eso.

—Cass tiene razón, eres un idiota per haberte entrometido en el camino de esa espada, e per nunca quedarte callado —recriminó—... pero eres el idiota del equipo y te necesitamos para terminar con la missione. Svegliati, per favore.

No obtuvo respuesta más que el desvanecimiento minúsculo de la herida, funcionaba, lo sabía, pero rogaba porque no fuera tarde, pues al sentir el pulso de Vincent, casi no pudo percibirlo.

—Este equipo, esas personas, son muy importantes para Jerom, y sé que te importan a ti también, de lo contrario no te hubieras sacrificato per salvare a Cassiopea, por ellos y por ti devi combattere, luchar y despertar.

Esperó, con esperanza, obtener alguna respuesta por su parte, pero su cuerpo estuvo tan quieto que no pudo decir nada, así, lo siguiente en llenar la habitación fue el silencio.

Los minutos pasaron y Venatrix se inclinó cada vez sobre el borde de la camilla, producto del desvanecimiento que se apoderaba de su cuerpo; sus ojos se fueron cerrando al tiempo que disminuían sus latidos, hasta alcanzar el momento en que dos corazones se detuvieron.

La vida dejó de ser en aquella habitación, y en poco volvió, reanimando los latidos y devolviéndoles el aire, Vincent y Venatrix sacudieron sus cuerpos al momento en que reclamaron por el aire como quien respiraba luego de estar tiempo bajo el agua. El agarre de Venatrix sobre Vincent fue fuerte, y de igual forma fue sobre ella por su parte.

—Vincent —jadeó ella.

Dejó de sostenerlo cuando él se alzó, queriendo sentarse, se levantó y lo ayudó a cometer su objetivo, cuidadosa de que no cayera. Vincent respiraba entrecortado, miraba a cada lado tratando de entender dónde estaba.

—Estás en el Templo, Vincent. Sufriste un grave infortunio, ma ora stai bene, estás con vida —indicó para calmarlo, él pareció recordar y de forma automática buscó la herida en su pecho sin encontrarla—. Estás helado.

Se alejó para buscar algo con que cubrirlo, mientras lo hacía, Vincent siguió examinándose, en busca del rastro de la herida, pero sólo halló el corte en su antebrazo, la existencia de esto lo desconcertó, pues no lo recordaba, dedujo que no había sido producto de la batalla cuando vio venir a Venatrix de regreso y que ella llevaba un corte igual en su antebrazo.

Camille se acercó y cubrió a Vincent con la manta que había encontrado, no prestaba atención a la mirada cautelosa de su parte. Cuando quiso alejarse por segunda vez, sintió ser retenida por una repentina fuerza, Vincent la sujetó de las muñecas.

—¿Qué me hiciste? —preguntó en voz baja, y cuando ella estrechó sus ojos, volvió a preguntar más fuerte— ¿¡Qué me hiciste!?

—Te curé, ¿no lo notas acaso?

—¿A cambio de qué? ¿Cómo lo hiciste? ¿Me ofreciste como tributo a los demonios?

—De haber sabido que reaccionarías así, lo hubiera hecho —replicó, intentando zafarse sin mucha fuerza—. Non sono un mostro, Hardy, estoy liada a los demonios, ma non sono uno di ellos. Sigo siendo humana y no haría lo que dices.

Vincent examinó la dureza de sus ojos y supo que decía la verdad, sin embargo, aún no entendía porque ella llevaba el mismo corte que él. Sin dejarla, se dispuso a verla desde su rostro. Descendió hasta su pecho donde la gabardina intentaba ocultar la herida; pasó a verse a sí mismo y comprendió entonces lo sucedido.

—¿Por qué lo hiciste? —preguntó esa vez.

—Jerom...

—¿Acaso dirás que James te pidió que te sacrificaras? —interrumpió—. ¿Me dirás que él te ordenó que traspasaras mi herida a ti?

—No —declaró con inquietud—. Jerom no lo sabe, juro que no. Estaba preocupado per ti, no podía curarte porque un sello di magia oscura lo ha impedito, él estaba mal y quise ayudarlo, lo convencí de dejarme hacerlo, pero cuando preguntó que si saldría perjudicada con esto, mentí. Él no sabe de esto, per favore non le digas.

Vincent percibió la inquietud en su voz, le preocupaba que James lo supiera y no distinguió si era algo bueno o malo, sólo supo que por su acto, seguía vivo.

—¿Vincent? —Escucharon.

El mencionado dirigió la mirada hacia la puerta al tiempo que Venatrix se hacía a un lado y movía la gabardina para cubrir su frente, se alejó para no ser notada mientras James avanzaba.

—Mago —saludó con una sonrisa forzada—. Parece que has visto un fantasma.

En ese momento, James largó un suspiro de alivio y se adentró más en la habitación, hasta quedar junto a Vincent, quien hacía un esfuerzo por salir de la camilla, acción que le produjo una cantidad impresionante de dolor, pero se lo guardó para sí.

Ambos héroes compartieron una breve mirada de incertidumbre, Vigilante no estaba seguro de cómo proceder, y Mago no podía encontrar palabras para expresar el alivio que sentía de verlo de nuevo de pie, de verlo sonreír.

—Las cosas estuvieron silenciosas en tu ausencia —comentó finalmente James.

—Bueno, cuento con que no se hayan acostumbrado a eso, porque tengo tantos buenos comentarios que estuve reservando para el día que inevitablemente pareciera que hubiera muerto y terminara regresando de la tumba —empezó a decir Vigilante, recuperando su humor—. También tengo muchas ganas de patear traseros alienígenas.

—Casi moriste, Vincent, necesitas tiempo para recuperarte —lo detuvo James—. Salvaste al mundo, ayudaste a destruir esa última nave, y ahora podemos ir tras ellos, pero...

—Voy a detenerte ahí mismo —dijo Vigilante, y de repente su rostro se había vuelto totalmente serio, algo que ni Venatrix ni Mago creían posible—. Hacía tiempo que no me sentía tan... impotente, tan vulnerable. Durante mucho tiempo me dije que no podía vivir con miedo, que el miedo me impediría salir a ayudar gente, que me paralizaría, pero ¿saben qué? Tuve miedo.

»Tuve miedo cuando sentí esa espada atravesarme de lado a lado, cuando sentí cómo ese bastardo me pateaba como si fuera un animal, tuve miedo por mi vida, por lo que podría pasarle a Cass y a ustedes, por lo que podría pasarle a Krimson Hill... al mundo. Así que no, James, no voy a esconderme en tu Templo mientras ustedes van y los enfrentan. Voy a salir ahí afuera, y voy a demostrarles a esos hijos de puta que los humanos no vamos a doblegarnos, que no dejaremos que nos intimiden, que podemos superar el miedo, sin importar lo que pase. Necesito hacerlo.

Camille y James desviaron levemente la mirada, pero de inmediato volvieron a centrarla en Vincent. Ellos entendían de lo que hablaba, ellos habían sentido miedo, y, a pesar de todo su poder, también sabían lo que era estar petrificado por el terror.

Sus ojos terminaron por encontrarse una vez más, Venatrix simplemente asintió, por lo que Mago miró a Vincent y sonrió.

—Bueno, evidentemente no puedes ir al campo de batalla sin camisa, así que te recomiendo que vayas a buscar tu equipo, partiremos cuando estés listo. —Dicho esto, James y Camille se giraron y empezaron a caminar hacia la salida.

—¿Dónde está ella? —preguntó Vincent justo antes de que cruzaran el umbral.

—En la sala de entrenamiento, Blazer la debe estar atendiendo —respondió Mago.

—Ah, y una última cosa, chicos —agregó, haciendo que ambos se vuelvan hacia él—. Sus archivos, los de todos los que están en el equipo... voy a eliminarlos ni bien acabemos con toda esta locura.

Tanto Camille como James sonrieron, y, sin decir más nada, se retiraron de la habitación.

Estando solo, Vincent tomó una remera para cubrir su torso y también abandonó la habitación, todavía sintiéndose débil por toda la pérdida de sangre. Tras perderse dos veces por los largos pasillos del Templo Universal, finalmente logró dar con la puerta que daba a la sala de entrenamiento, Nakai se encontraba apoyado en la pared.

—¿Están ahí dentro? —preguntó él, dando por sentado que sabía a lo que se refería.

Renegado lo inspeccionó de arriba a abajo y asintió levemente, de forma que Vincent empezó a avanzar.

—¿Sabes? Cuando te conocí tuve ganas de romperte la quijada de un golpe, realmente creí que eras un absoluto idiota —comentó Nakai, provocando que se detuviera.

—Qué tierno —replicó Vincent.

—Puede que me haya equivocado contigo —continuó Renegado—. Hace falta un tipo especial de fuerza para hacer lo que hiciste. Así que felicitaciones, oficialmente eres el primer absoluto idiota al que respeto... mínimamente.

Vincent sonrió, y Nakai asintió con suavidad. No había más nada qué decir, de forma que ambos héroes compartieron una breve mirada, y luego se separaron.

En la sala de entrenamientos, Jonathan terminaba los vendajes en la espalda de Cassiopea, quien simplemente miraba a la distancia, y soportaba lo mejor que podía el dolor que le producía la presión sobre su herida. Sin embargo, ambos se detuvieron cuando escucharon pasos que se acercaban a ellos, y se volvieron para ver a Vincent a pocos metros.

—Hombre, me alegra que estés con vida —se apresuró a decir Blazer, acercándose al héroe—. Ya empezaba a sentirme como el único normal del grupo, digo, no es por nada, todas estas personas son geniales, pero... son raros.

Vincent sonrió al escucharlo, y se preparó para saludarlos a ambos, pero el joven siguió hablando.

—Tú sabes a lo que me refiero, Nakai y Camille siempre tienen cara de que quieren asesinar a alguien, Cassiopea no para de hacer comentarios sarcásticos y ni siquiera se movió mientras cerraba su herida sin utilizar anestesia, lo que, francamente, me pone un poco nervioso, digo, ¿no siente dolor?, y James, ¿por dónde empezar con él? Usa constantemente palabras raras, y estoy bastante seguro de que tiene clones, o copias, o no sé, y creo que... —en ese momento Jonathan notó que tanto Vincent como Cassiopea lo miraban con una mezcla de confusión y sorpresa, por lo que decidió dar por terminado su discurso—. En fin, me alegro que estés de vuelta.

Dicho esto le dio un leve golpe en el hombro a Vigilante, lo que solamente hizo la situación más incómoda.

—Gracias, Jon, a mí también me alegra seguir con vida —respondió finalmente Vincent. Le dedicó una sonrisa al joven héroe—. ¿Podrías darme unos segundos para hablar con Cass a solas?

—Oh, sí, por supuesto, debo ir a prepararme para la pelea de todas formas —respondió Blazer, y tras despedirse de ambos, se alejó del grupo con paso apurado; se reprochaba en su interior por haber hablado tanto.

Una vez que quedaron solos, Cassiopea y Vincent compartieron una breve mirada, ella se había bajado de la camilla y estaba parada frente a él. Vigilante no sabía muy bien qué decir, pero sentía la necesidad de decir algo, así que, como muchas veces en su vida, solo decidió empezar a hablar, y ver a dónde lo llevaba la conversación.

—Supongo que esto me hace algo parecido a Sherlock Holmes, digo, detective británico, murió por un tiempo, resucitó para seguir ayudando a la gente, y además...

—Eres un verdadero idiota, ¿lo sabías? —interrumpió Cassiopea de inmediato. Lo miró con una mezcla de frustración y molestia—. Sabes que me curo más rápido, sabes que soy más fuerte, que podía aguantar el golpe, y de todas maneras tuviste la estúpida idea de ponerte en frente de la puta espada mágica...

—¿Esa espada era mágica?

—¡No me interrumpas!

—Lo siento.

—¿Por qué carajos lo hiciste, V? Tuve que cargar tu trasero de nuevo aquí, sintiéndome responsable de que ese bastardo te hubiera apuñalado, y eso no es algo que necesite en mi conciencia, por más molesto que seas.

—¿Terminaste?

—Y Sherlock Holmes no murió, fingió su muerte, imbécil ignorante.

Un silencio breve se estableció entre los héroes, y Vincent lanzó un leve suspiro. A veces le costaba ser honesto sobre lo que sentía, un pequeño efecto secundario de llevar una doble vida, pero decidió que por esa vez lo mejor era solo decirlo y acabar con eso.

—Supongo que lo que estaba tratando de decir cuando entré aquí era... gracias, por no dejarme ahí tirado. Podrías haberlo hecho, tenías la piedra y habías terminado la misión, pero volviste por mí, así que... gracias.

—Cierra el hocico, todavía me tienes que dar los archivos de los bastardos que me hicieron esto. Pero... de nada.

—Bien, voy a prepararme —dijo Vincent—. Mago nos quiere listos para acabar con esto de una vez por todas, así que supongo que tú también tienes que ir a cambiarte.

—Bien, nos vemos al rato —respondió de forma secante Supernova, y se giró para ir a buscar su equipo.

Vigilante la observó alejarse por unos segundos, y luego se dirigió hacia la habitación del Templo en la que James había almacenado su guarida.

Algunos minutos después, Mago, Venatrix y Renegado ya se encontraban en el jardín del Templo Universal, con sus trajes y equipamientos listos para lo que sabían que sería una batalla ardua y, posiblemente, la última batalla. El viaje había sido largo, y los riesgos no hacían más que aumentar, como demostraba la experiencia cercana a la muerte de Vigilante, pero no por eso se rendirían, no ellos.

Blazer y Supernova no tardaron en sumarse al encuentro, esta última con algunos arreglos rudimentarios en su traje, reforzados debido al combate con Kassian.

—¿Por qué siempre llega tarde? —preguntó Venatrix con frustración, al notar que todos estaban allí, menos Vigilante.

—Es una reina del drama, ya deberían saberlo, ustedes lo conocen mejor que yo —argumentó Cassiopea, cruzándose de brazos, armada de paciencia.

—No es la única del equipo —murmuró Blazer, y dirigió una furtiva mirada a Mago Universal, quien, a pesar de todos sus esfuerzos, se percató de esto.

—¿Recuerdas lo que te dije de la Dimensión Oscura? —amenazó James.

En ese preciso momento, el sonido de un motor a toda potencia irrumpió la paz del patio, y al dirigir la mirada hacia la puerta, pudieron ver cómo Vigilante se acercaba, montado sobre Nocturna; terminó por frenar a escasos centímetros de sus compañeros.

—Les dije —protestó Supernova, con los ojos en blanco.

—Dime que no manejaste eso por todo el Templo —dijo Mago, miraba a Vincent con preocupación.

—Eso es tu culpa, si pusieras solamente dos o tres pasillos hubiera sido más fácil encontrar la salida al patio —replicó él, aún sin bajarse de la moto—. Y no es un eso, es una ella.

—Me corrijo, realmente eres un absoluto idiota al que no respeto —agregó Nakai, empezaba a perder la paciencia ante la situación.

—Ya no tengo voluntad para seguir con esto —dijo James, refregándose sus párpados—. Solo asegúrate de salir vivo de la pelea.

—Lo prometo, es más, yo pago la primera ronda de tragos cuando terminemos con esto —dijo con una sonrisa, y luego dedicó una mirada a Blazer—. Aunque no estoy seguro de que tu tengas edad para tomar.

—¡Vamos! —se quejó Jonathan.

—Bien, suficiente de esto —dijo Mago Universal, dando un paso al frente—. La humanidad jamás tuvo que enfrentar algo como esto, esta es nuestra hora más oscura, pero La Emperatriz y sus seguidores eligieron el planeta equivocado para molestar, y hoy vamos a demostrárselo. Son tiempos como estos los que forjan a los héroes más fuertes, y creo que estoy en presencia de los más grandes protectores de la humanidad. Empezamos esto juntos, y vamos a terminarlo juntos, ¿entendido?

Los héroes miraron a su líder, Mago Universal, el cual parecía irradiar algo cada vez que les hablaba así, algo contagioso: esperanza. Todos ellos sabían que, sin la presencia de James, el mundo habría estado condenado desde el momento en que la primera nave había descendido del cielo. Él los había reunido, él los había convertido en un verdadero equipo, les había dado una oportunidad de pelear, y había llegado la hora de hacerla valer.

Sin más nada que decir, los héroes compartieron una última mirada, y marcharon directamente hacia el portal que los llevaría a su batalla final.  


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