Especial: ¡Feliz Cumpleaños a Nick!

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Hoy nuestro estimado Abelardo cumple 36 años.

¡Diablos! El tiempo pasa rápido y parece no cobrarle factura a Nick, quién sigue siendo tan asombroso y genial como siempre.

Por su cumpleaños he escrito un one - shot y ya que me daría pena que el lo leyera (bueno, no es como si supiera leer en español), lo comparto con ustedes. Es de Nickanda y espero que les agrade ...

"Walls"


Un hombre como yo no ruega. Un hombre como yo no se permite estar enamorado de alguien. Un hombre como yo pisotea el corazón y sentimientos de las mujeres que caen enamoradas. Sin embargo, el destino (o tal vez el karma) se encargó de invertirlo todo.

Hoy soy el que ruega. Me he enamorado. La mujer de la que me he enamorado, ha pisoteado mi corazón y sentimientos. ¿Qué diablos pasa conmigo?

Vivarachos ojos. Cabello de oro. Unos labios por los que cualquiera cae rendido. Todo en ella es fuego y se encarga de derretir cada palmo de cordura en un hombre. Yo soy un pedazo de plástico más, incendiado por su toque.

He de recordar el momento en que mis ojos la contemplaron, el instante en que vislumbraron su bello rostro y ardiente cuerpo. Toda ella, su esencia, atributos y forma de ser, cometen ese crimen que se llama "mujer".

Es una clase de imán que me tiene a su merced, pues hoy camino derechito hacia ella, por cierto magnetismo que me atrae hacia sus pies...una y otra vez. ¿Cuántas veces más caeré?

Toqué la maldita puerta de una vez. Necesitaba ver su cara de ángel, sus adictivos labios, su par de cielos fulgurosos. Sabía muy bien que me toparía con sus cejas elevadas por el enojo y que tal vez me cerraría la puerta en la cara. Aún así estaba plantado frente a su casa.

Pasaron un par de segundos antes de notar el pomo de la puerta ser girado y la puerta abierta. Por fin la vi. ¿Cuál era mi pretexto? Soy el niñero de su pequeña y graciosa hija, y hace más de una semana que no me llamaba para cuidarla. Lo peor del caso es que era un cínico al estar aquí, sabiendo la razón por la que ella está enojada.

─ Hola...

─ Adiós. ─ Vaya... ¡Qué cálido recibimiento! De cualquier manera se veía endemoniadamente hermosa. Por poco y se me salía la baba.

─ Así que en serio estas celosa ¿eh? ─ comenté con el ego hasta las nubes. Desde que me vio con aquella chica detrás de un bar, no ha vuelto a llamar o pedirme cuidar de Atlanta, no me responde ningún mensaje y prácticamente me ha estado evitando.

─ ¿Celosa de qué? ─ enmarcó sus cejas y su expresión irradiaba la furia en su peor faceta.

─ Bueno, desde que me descubriste con aquella chica en una no muy agradable escena no has vuelto a hablarme. ─ inquirí con una sonrisa de diversión. Creo que la estaba provocando y no tardaría en estallar.

─ Por mí te puedes meter con todas las zorras del mundo. ─ gruñó y si no la conociera, no sabría lo enojada que está. Aunque no lo admita, sé que siente algo por mí y que de alguna forma no me arrepiento de aquella noche en la que amanecí junto a ella.

─ Sabes muy bien que no es así. ─ me pausé unos segundos para carcajear. ─ Desde que te dije "Te Amo" y me mandaste al diablo nada ha sido igual. ─ finalicé aun parado en su puerta.

─ ¿Qué insinúas? ¿Qué estoy enamorada de un mocoso de mierda? ─ dijo en tono de burla.

─ Exactamente, cariño.

─ Deberías irte, Atlanta no tarda en llegar. ─ advirtió

─ ¿De dónde? Acabo de ir con tu madre y me dijo que se fue con su padre por tres semanas. ─ inquirí con las cejas enmarcadas, y esa sonrisa engreída que toda mujer odia. Me miró un poco sorprendida, pero después volvió a su expresión de enojo.

─ ¿Ahora eres un maldito acosador o qué? ─ refutó.

─ Un acosador que se preocupa por esa mujer celosa, tan terca como para admitir que le afecta lo que yo haga y ese acosador que lleva bastante tiempo cuidando de tu hija porque también se preocupa por ella. Ese tipo de acosador. ─ solté en un tono suave, hablándole lo más enserio posible.

─ ¡Lárgate de mi casa! ─ bramó queriendo cerrar la puerta en mi cara, pero en cambio solo logró estallar en más furia cuando retuve la puerta con mi mano y no la movió ni un centímetro.

─ No quieres eso realmente. ─ comenté tranquilamente pero con la expresión que ella odia. Me gustaba lo enojada que estaba a causa de sus celos, se veía demasiado hermosa tratando de mandarme al diablo con gritos de furia.

─ ¡LÁRGATE! ─ me golpeó con sus dos puños en el pecho fuerte y repetidamente, no logrando moverme ni un milímetro.

─ Te ves tan sexy intentando agredirme, cariño. ─ le guiñé el ojo. Creo que eso fue la gota que derramó el vaso. Intentó patearme en mi parte más vulnerable, pero la esquivé ágilmente, luego intentó acercar sus puños a mi cara pero tomé sus dos muñecas fácilmente.

─ ¡Te odio! ─ musitó tratando de zafar sus muñecas, lo que no logró.

─ Y yo te amo, aunque seas una completa neurótica. ─ afirmé peligrosamente cerca de sus labios mientras la seguía sosteniendo.

─ Suéltame, imbécil. ─ murmuró. Y la solté, pero no significaba que me iría, todo lo contrario, me adentré rápidamente al lugar y sin dejarla reaccionar cerré la puerta.

─ No te vas a deshacer de mí así de fácil. ─ declaré.

─ Sal de mi casa.... ¡Ahora! ─ me exigió.

─ No...─ respondí a modo de reto. En cuanto pronuncié la palabra un jarrón de vidrio volaba directo hacia mí, pero me agaché a tiempo para evitar que se estampara en mi cara. Se estrelló contra la puerta quedando hecha añicos. Amanda probablemente no esté en sus cinco sentidos, aunque conociéndola tal vez sí. Ésta mujer era peligrosa cuando se enojaba. Probablemente está loca, no mentalmente sino loca por mí. Así la quería.

─ ¿Qué opinas ahora?

─ Que esto va a ser aún más divertido de lo que pensaba. ─ afirmé acercándome a ella.

─ Respuesta incorrecta. ─ Sus ojos ardían de furia y su cara estaba roja como un tomate. Se alejó de mí en reversa y después se quitó uno de sus tacones para lanzármelo sin piedad, pero igual lo esquivé, lo que la hizo frustrarse más. En un instante pasábamos de estar en el recibidor a su pequeña sala.

─ ¡Aléjate de mí! ─ gritó mientras seguía caminando de reversa y yo avanzaba más. Se quitó el otro tacón y antes de que pudiera lanzármelo corrí hacia ella, arrebatándoselo. Lancé rápidamente su peligrosa arma lejos y la arrinconé en el pasillo que daba a la habitación de huéspedes, no muy lejos de la sala de estar. He entrado un millón de veces a esta casa, así que conozco este lugar como la palma de mi mano.
Tenía a Amanda contra la pared, pero era imposible hacerla razonar mientras me golpeaba e intentaba patear.

─ ¡Déjame salir! ¡¡Maldito bastardo!! ¡¡Lárgate!! ─ golpeaba con fuerza mi pecho. Yo reía sínicamente ante todo ese enojo de su parte.

─ No digas cosas que en realidad no quieres decir. No te preocupes, conmigo no necesitas admitirlo porque yo lo sé. Me amas, me deseas y me anhelas. ─ afirmé tan cerca de ella que sentía su respiración. Ella paró su berrinche como por tres segundos para analizar mis palabras mientras me veía fijamente. Ella respiraba agitadamente y mi corazón se aceleró. Amanda me hacía sentir y actuar de una manera a la que no había llegado antes.

Su belleza no era solo física y eso es lo que ningún otro hombre será capaz de ver. Ella era increíblemente fuerte a pesar de todo lo que ha sufrido y no dependía de nadie para seguir adelante. Era consciente de aquella frustración interna que la invadía, porque yo también la he sentido, pero ella lo sabe manejar.

Amanda no me necesitaba realmente, pero tampoco tenía que pasar por todo esto sola. Me alejaría de ella si realmente yo no le importara, pero yo sé que le importo demasiado. Aunque no lo quiera admitir se que siente lo mismo que yo, me ama y yo la amo.
Pensé que en esos tres segundos pararía su berrinche pero no fue así. Reanudó sus golpes a mi pecho y trató de darme un rodillazo en la entrepierna pero la apreté suavemente contra la pared, sin lastimarla y evitando que ella lo hiciera.

─ ¡Ve a acorralar contra la pared a esa puta! ¡De seguro ella lo disfrutará!

─ Tú también lo estás disfrutando. ─ en cuanto lo dije creo que me arrepentí. Recibí una fuerte cachetada de Amanda, de esas que hasta suenan. ¡Guau! Realmente dolió, pero al mismo tiempo me gustó. Me lo merecía. ¿Ahora soy masoquista?

Antes de recibir otro golpe en mi cara, tomé sus dos manos y sin mucho esfuerzo las subí por arriba de su cabeza.

─ ¡Suéltame! ─ forcejeó desesperadamente, y solo logró verse más deseable para mí. Vestía tan solo una blusa de tirantes ajustada color rosa y una minifalda de mezclilla. Cada vez que se movía la blusa se enrollaba, dejando a la vista un tramo de su perfecta cintura.

─ ¿Disfrutas de la vista?

─ A decir verdad, demasiado.

─ ¡Maldito enfermo!

─ ¿Quien te manda a vestirte así?

─ Me vestí solamente para mí, no para calentar a pervertidos como tú....

─ Por eso me encantas.─ mordí mi labio inferior y me acerqué más a ella. Mi intención era besarla.

─ Ni se te ocurra...─ susurró nerviosa. Me gustaba contradecirla, así que obviamente la ignoré. ─ ¡No me...! ─ La interrumpí con mis labios uniéndose a los suyos bruscamente, en un desesperado arrebato por saborearlos.
Todo iba bien, hasta que sentí sus dientes apretar mi lengua tan fuerte como podía.

─ ¡Auch! ─ me quejé después de lograr zafarme de su mordida. Por suerte mi lengua seguía completa y no sangraba, pero la sentía palpitar.

─ Te lo advertí. ─ comentó con una sonrisa victoriosa. Lo que ella no sabía es que esto aun no terminaba. No me iba a parar con una simple mordida. Sonreí pícaramente, provocando que ella quedara desconcertada.

─ ¿Con que te gusta jugar sucio? Ya veremos quién se rinde primero. ─ La reté para después atreverme a robarle otro beso, aun más intenso que el anterior y esta vez solté sus manos. En cuanto lo hice comenzó a golpear mis hombros y mi pecho, tratando de separarse de mí. Besarla era como meterme a la boca una bola de fuego, ardía demasiado. Mordió mi labio superior demasiado fuerte y me separé una segunda vez.
Pasé la punta de mi lengua por mis labios y al parecer estaba sangrando. La miré y ella sonreía satisfactoriamente por su hazaña.

Cualquiera diría que soy un masoquista porque la besé por tercera vez. La besaría las veces que fueran necesarias hasta que me correspondiera.

Perdí la cuenta de cuantas veces me mordió después de la tercera, pero yo no me rendí. Mis labios magullados seguían insistentes rozando los suyos. Cuando creí que nunca me correspondería, lo hizo y ese momento fue demasiado glorioso. Sus manos subieron hasta dar con mi desordenado cabello, incitándome a reducir más el espacio entre nosotros.

Creo que los mejores besos, son los robados y que el amor llega cuando menos te lo esperas. Tal vez el amor es como un beso robado: llega inesperadamente, borrando todo pensamiento lógico o coherente. Quería besarla con tanto amor de tal forma que llenara de felicidad todos sus días. Tal vez quiero ser una de las razones por las cuales sonríe.
En este beso sentí todo lo que ella callaba, lo que ocultaba muy dentro de su corazón.
Sus manos recorrían mi espalda, se amoldaban a mi cuello y se enredaban en mi cabello. Mis manos se posicionaron en su delgada y frágil cintura, sujetándola delicadamente.

Nos separamos para respirar, pero ahí no acabó la cosa. Mis labios bajaron al hueco en su cuello, explorando cada centímetro. Me separé lo suficiente para ver su rostro.

─ Te amo Amanda. Si tuviera que renunciar a mi propia vida por ti, lo haría. ─ dije una vez más aquellas palabras que nunca pensé decirle a nadie.

Ella me miró fijamente un buen rato, buscando algo en mi expresión, no sé qué, pero después rodeó mi cuello y recargó su cabeza en mi hombro. Yo la sostuve entre mis brazos.
Sé de sobra el miedo que la invadía. Yo solo tengo 17 años y ella 23, pero en el fondo yo no era solo un chico impresionado por la belleza de ella. Yo estaba muy seguro de mis sentimientos por Amanda y no me importaba lo que la demás gente llegara a pensar de esto.

─ Tengo miedo Nick. ─ confesó.

─ ¿De qué?

─ De lo que siento.

─ ¿Y qué es lo que sientes?

─ Impotencia y amor al mismo tiempo, no se cual de los dos me da más miedo.

─ Tu amor por Atlanta es lo que te ha dado las fuerzas para seguir en pie. ─ aseguré

─ No hablo del amor por Atlanta. ─ aclaró con una expresión que no lograba descifrar, pues era una combinación entre terror y alegría por sentir eso. Ahí fue cuando un irracional coraje se fue avivando, como el fuego de la leña, a pesar de no saber el sentido que tenía su respuesta.

─ ¿Entonces cuál? ─ pregunté aun sosteniéndola, tratando de no ser el siguiente en explotar de furia. Rogaba que su respuesta no fuera lo que me esperaba. Juro que me largaría dando un portazo para ir a golpear a cierto bastardo hasta el cansancio si me responde lo que estaba intuyendo.

─ El amor por ti. ─ confesó al fin, extinguiendo inesperadamente la furia que estaba a punto de descargar y dándole paso a la perplejidad. Yo juraría que su respuesta iba a darme indicios de que aun sentía algo por su ex esposo. No me creía su respuesta. No es mucho el no creer en sí que me amaba, de hecho yo en el fondo lo sabía, lo que no me creo es que por fin lo haya admitido en voz alta y en una situación como ésta. Algo en mí ya podía descansar en paz escuchando sus palabras.

─ ¿Qué? ─ dije asombrado. Enfoqué toda mi atención a sus ojos y al parecer no mentía, ni siquiera había un poco de duda en su forma de mirarme.

─ Nick, Te amo. ─ confirmó cariñosamente, rodeando mi cuello y reduciendo el espacio entre los dos de nuevo.

─ Dilo otra vez. ─ susurré. Necesita creérmelo. En mi cabeza seguía intentando procesar esas dos palabras.

─ Te amo....─ besó mi cuello. ─....Te amo. ─ besó mi sien. ─...Te amo. ─ besó mi mejilla. ─ TE AMO. ─ lo dijo por última vez, recalcando las dos palabras para besar la comisura de mis labios.

─ Yo también te amo. ─ dije contra sus labios para después unirlos por completo con los míos. Pasó de ser el beso más tierno del mundo al más intenso. Supongo que eso tenemos en común, las cursilerías son una maldita basura en veces y en exceso se volvían insoportables para los dos.

Mientras nuestras lenguas danzaban al compás con brusquedad, Amanda me subía con desesperación la playera sin mangas que llevaba. Me separé de sus labios para ayudarla a desnudar mi torso y carcajeé cuando el cuello de la prenda se quedó atorada en mi cabeza; levanté mis dos brazos para que Amanda terminara de jalar la playera. Cuando por fin mi cabeza se desatoró del cuello de la playera y ésta cayó al piso, noté la mirada de Amanda clavada en mi torso.

─ ¿Disfrutas de la vista? ─ cuestioné riendo y le guiñé el ojo.

─ A decir verdad, demasiado. ─ respondió con una sonrisa burlona y sinceramente provocó el surgimiento de algo extraño dentro de mí que tal vez no alcanzaría a describir con palabras. Su cabello parecía hecho de oro con ese brillo natural reflejado por el sol y sus ojos eran del color del mismísimo mar al arrebol. Era tan bella y tan perfecta para mí, más que perfecta estaba hecha a mi medida, como si el destino me hubiera recompensado todo el dolor que he sentido. Amanda De Cadenet...igual de obstinada que yo y si mi carácter suele ser arrogante el de ella es peor. Ella es mi alma gemela y no podría estar más agradecido con la vida por cruzarla en mi camino.

─ Bueno, pues todo esto... ─ comenté haciendo ademán a mi cuerpo. ─...es solo para ti. ─ sonreí con picardía. Sus rosados y carnosos labios se curvaron hacia arriba. Se mordió el labio inferior, pasó su dos manos desde mi abdomen hasta llegar a mis hombros y posteriormente me empujó hacia la pared tras de mí. Un ansioso deseo en torno a ella comenzó a desatarse en mi interior. Su toque incendió mi piel y de repente sentía el ambiente acalorado, a pesar de estar semi - desnudo. La temperatura aumentó súbitamente mientras ella me tenía contra la pared y sus ojos me miraban con deseo.

─ Hace unos días eras para esa cualquiera ¿no? ─ murmuró con desdén. ¿En serio tenía que recordarlo?

─ Si lo observas desde mi punto de vista, no en absoluto. Solo era un encuentro casual detrás de aquel bar, además yo no permito que me toque cualquiera. ─ aclaré y después me acerqué a su oído. ─ Y una cosa más...esa extraña jamás te llegaría a los talones. ─ susurré en su oído seductoramente.

─ Quiero que lo digas. ─ exigió.

─ ¿Decir qué?

─ Que eres mío...solo mío.

─ Soy tuyo...todo tuyo.

Entonces los muros que nos apartaban habían caído.

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