46. Varios descubrimientos y una primera vez

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Hamil/Carum, 2019

Isla

—¿Le escribirás a Mariana? —Fran me cogió por el brazo y se pegó a mí. Apoyó su cabeza en mi hombro—. Me imagino que debes tener mil cosas en la cabeza.

—Como siempre —suspiré. Miré a Gastón que iba junto a nosotras con la cabeza gacha—, ¿estás bien?

Esbozó esa sonrisa típica de él.

—Sí, pero tengo mucha curiosidad, ¿y si tenemos un hermano en común? ¿Y si mi padre usó lo de tu familia para hacer sus negocios? ¿Y si...?

Agité la mano y meneé la cabeza.

—Vamos al orfanato.

—¿Ahora? Según recuerdo ya no es lo mismo que antes.

—No, pero deben estar los archivos en alguna parte. No creo que se hayan deshecho de toda la información. Finalmente por lo que allí sucedía es que lo reformaron por completo.

—Isla tiene razón, debería haber algo allí. —Fran buscó la mirada de Gastón—. Podemos intentarlo. No sé si nos dirán algo.

—No tenemos nada que perder —murmuró él, encogiéndose de hombros.

Llegamos a la puerta del orfanato con un plan armado y casi que un guion preparado. Nos miramos y asentimos antes de entrar. Me alegré de que la señora que se encontraba en el mesón tuviese expresión amable. Me acerqué lentamente.

—Hola, mi nombre es Isla Ferrer y vengo a...—Una gota de sudor comenzó a arrastrarse por mi espalda. Estaba nerviosa. Sentía que me jugaba muchas cosas—, necesito ayuda. Mi mamá...—La señora subió la mirada y soltó el aire lentamente. Señaló la silla frente a ella.

—Toma asiento, no eres la primera que viene a esto. Dime el nombre de tu madre, ¿sabes en qué año estuvo?

Me tomó por sorpresa

—Oh, sí. Vera... Vera Harris, estuvo en 1989.

La mujer se levantó con dificultad de su asiento y se acomodó los lentes.

—Veré en el archivo. Espérame aquí, lo que tenga te lo mostraré.

Miré a mis amigos, un poco impactada de lo fácil que había sido hasta ese momento, ambos se quedaron sentados en un sofá de la entrada esperando por más información. La mujer llegó con una carpeta en las manos. Tragué saliva, no sé por qué, pero tuve ganas de llorar. Como si allí estuviese alguna forma de sacarle un peso a mi madre de los hombros. Se sentó y organizó los papeles frente a ella, y luego llevó la vista hacia la computadora.

—Descubrí que existía este archivo hace poco tiempo, por supuesto, está prohibido mostrarlo. Pero ya estoy cansada, y si la gente quiere saber, les entregaré la información. Entonces... a ver...Vera Harris —murmuró, buscando algo en su computadora. Se acercó para leer mejor—. Vino alguien hace un tiempo, dos personas... aunque eso fue antes de que yo trabajara aquí. Yo llevo solo un año, así que no les dieron ninguna información. Lo único que hacían era dejar registro de quienes venían a preguntar —resopló enfadada—. Lo encuentro absurdo. Perdona pero es que estoy en desacuerdo.

Me adelanté, tratando de leer algo de los papeles que tenía en frente.

—¿Alguien más vino a preguntar? ¿Quién?

—Mmm... a ver... de apellido Fonseca.

—¿Qué Fonseca? —pregunté, casi desesperada. Incluso me levanté unos centímetros del asiento. La mujer me miró. Señalé a Gastón—. Él es un Fonseca. Su padre...

—Ya, entiendo. —Agudizó la vista—. Gustavo Fonseca. —Dejé de respirar unos segundos y la quedé mirando impactada, esperando a que me dijera que era una broma—. ¿Estás bien? Quizás no te debería haber dicho...

¿Gustavo sabe de esto?

—No, está bien. Ya sabía que había venido, pensé que podía ser alguien más —mentí.

—Está bien. ¿Por qué tu madre no ha venido contigo?

Suspiré.

—Porque a ella le dijeron que su hijo falleció. Y no quería darle esperanzas... de que quizás no era así.

—Sí, perdón. Tienes razón —dijo, alzando las manos.

Carraspee.

—¿Y quién más vino?

—Ah, sí. Damián Muller. —Me miró por sobre sus lentes—. ¿Lo conoces?

Arrugué la frente. Estaba segura de que nunca había oído ese nombre.

—No, no me suena.

—Quizás en el archivo esté la respuesta. —Comenzó a hojear los papeles—. Aquí está que nació un hombre, de peso 2,790, medidas... mmm está borroso. Reportado como fallecido. Sin embargo...—Acercó el papel a la cara y murmuró algunas cosas que no logré oír—. Sin embargo, no fue así. —Abrí la boca buscando aire y con señas llamé a Gastón. Se acercó corriendo. La mujer se quedó mirándolo unos momentos antes de seguir leyendo—. Se reportó como fallecido, pero fue dado en adopción a... —Alzó las cejas—. La familia Muller, de Alemania.

Solté el aire lentamente. Con cada palabra que ella decía, sentía el dolor que llevaba mi madre en su espalda tantos años y yo sin tener idea. Me dolía enormemente que tuviera un hijo y que nunca se enteró. ¿Cómo dañaron tanto a mi mamá? Le rompieron el corazón más fuerte de lo que una persona podría soportar.

—¿Sabe cómo podríamos contactarnos con él? —A Gastón la voz le salió temblorosa.

—Solo tengo su nombre, ustedes tendrán que buscarlo por su cuenta. Lo siento —respondió apenada.

—Nos ha ayudado demasiado, muchas gracias. —Fran habló, ya que con Gastón no podíamos asimilar lo que recién habíamos escuchado.

—Espero que encuentren lo que andan buscando, y que esto traiga un poco de paz a sus familias. Es esta la razón de por qué lo hago, no soy quien para impedir que familias se reúnan. No después de que detrás de todo esto, hay algo tan corrupto como lo que hicieron con tu mamá. —A la mujer se le pusieron los ojos brillosos.

—No sé como agradecerle —balbuceé, con los ojos al borde de las lágrimas—. Haré de todo para encontrar a mi hermano. —Miré a Gastón—. Nuestro hermano.

Salimos del orfanato con la carpeta en la mano. La señora nos fotocopió los documentos. Y en silencio caminamos hacia el coche.

—Así que Gustavo sabía —murmuró Fran.

—Y vino antes... al menos hace un año —replicó Gastón.

—Así que cuando me conoció...

—Él sabía. —Fran me miró confundida—, ¿él sabía todo?

—Se debe haber acercado a mí...para conocer a mi mamá. —Me llevé las manos a la cabeza, y mi pecho comenzó a doler. De repente la idea de que ese chico tan distinto a mí: seductor, travieso, y con aspecto de modelo; se haya acercado a mí porque le atraje... se me hizo absurda. Yo era muy distinta...no tenía cómo interesarse... Fue todo por interés.

Ay Gustavo, cuando pienso que nada sobre ti ya me podría sorprender...aparece esto.

—Isla, ¿estás bien?

—Yo...no...

—Pero él nunca se acercó a tu madre, ¿no es cierto? —Fran arrugó el entrecejo

—No, a menos que lo haya hecho cuando yo me fui a quedar contigo, cuando terminé con él y descubrió donde yo vivía. —Con manos temblorosas saqué el teléfono de mi bolsillo y comencé a llamar.

—¿Qué haces? Espera... no te precipites. —Fran acercó su mano para quitarme el teléfono pero di un paso atrás. Gastón me miraba apenado, como si le doliera lo que yo sentía.

—¿Hola? —murmuré.

—Hola, hija, ¿cómo estás?

—Bien, mamá... quería hacerte una pregunta.

—Dime, ¿pasó algo?

Tomé aire.

—No... solo una duda. Es que uno de mis compañeros de la escuela, al parecer te conoce...un chico alto, de cabello negro...tatuajes.

Mi mamá carraspeó.

—Sí, creo que lo conozco. No olvidaría a alguien con esos ojos celestes. —Cerré los ojos—. Vino a preguntarme por unos libros que yo estaba editando. Me pidió consejos y me mostró algunas de las cosas que escribió. Era muy bueno ahora que lo recuerdo. —Chasqueó la lengua—. ¿Dices que es compañero de escuela? Él me dijo que ya había salido. ¿Por qué me preguntas ahora? ¿Pasó algo con él?

—Noo, es solo que le dije quien eras y me dijo que te pidió ayuda. —Rodé los ojos. Si seguía mintiendo así ya no iba a poder distinguir qué era verdad o mentira.

—Ah, muy bien. Debo terminar un informe para hoy, te llamo mañana. Aún tenemos algo pendiente.

Apenas colgué, miré a mis amigos completamente confundida.

—Gustavo si conoce a mi mamá. —Mi corazón estaba agitado. Me sentía estúpida y engañada—. Tengo que hablar con él.

—Vaya mierda, siempre supo todo y no dijo nada. —Gastón se apoyó en el coche y echó la cabeza hacia atrás—. Gustavo es retorcido, se debe haber estado divirtiendo todo este tiempo viendo como nosotros tratamos de averiguar algo.

—Y haciendo como que quería estar conmigo. —Solté una carcajada de lo absurdo que era todo—. Lo voy a matar, y espero que no digan nada.

—Ay amiga, yo te ayudo.

—¡Hey! Sigue siendo mi hermano. —Gastón sonrió y nos abrió la puerta del coche.

—Ya lo encontré —murmuré, luego de un rato de buscar a mi hermano perdido en internet. Encontré uno que era igual a los Fonseca que conocía. No tenía dudas. —Me aclaré la garganta—. Tengo su Instagram. —Fran me quitó el celular.

—Madre mía. Es...

—Un Fonseca —repliqué. No se podía decir otra cosa con esos ojos azules. Recuperé mi celular—. Vive en Chicago.

—¡Escríbele! Dile...que somos sus hermanos. —Gastón se hizo a un lado en el camino y frenó el coche—. Se parece a Gustavo —rio, al ver foto.

—Sí, tienes razón. ¡Es igual! —Fran soltó una carcajada. Luego hizo una mueca—. Iu. Es tan parecido que perturba...porque tú estuviste...

—Ya, sí entendí. —Le lancé un manotazo—. Le escribiré. —Después de media hora en que pensamos un mensaje, antes de enviárselo lo leí en voz alta:

Hola Damián. Mi nombre es Isla Ferrer y soy la hija de Vera Harris. No sé si este nombre te hace sentido, pero hace muchos años mi mamá fue obligada a dar en adopción a su primer hijo en el orfanato Esperanza (En Hamil). He estado averiguando y por el nombre que me han entregado, creo que ese hijo serías tú. Sé que también has estado averiguando y espero que esta noticia te alegre tanto como a mí. Me gustaría que pudiésemos hablar y vernos.

—Enviado. ¿No es muy directo?

—No, está bien. —Gastón encendió el coche y comenzó a avanzar de nuevo. Y yo ya no podía de las ganas de una explicación de Gustavo.

Isla: Tengo que hablar contigo urgente.

Gustavo: ¿Qué quieres, mi amor? ¿La compañía de Gastón ya te aburrió? Él no es del tipo de helado sobre ti...

Isla: Te voy a matar.

Gustavo: uhhhh, ¿cómo? Estoy interesado. Te espero ;)

Isla: Nos vemos cuando llegue.

Gustavo: Pero dime desde antes si esto es una propuesta indecente o no, para estar preparado.

Isla: No.

Gustavo: :( Siempre juegas con mi corazón. Tendré que drogarme para pasar esto.

Isla: ¿Estás jodiendo?

Gustavo: Sí, Isli.

El único ser humano que podría bromear así con su drogadicción.

—¿Por qué te ves con ganas de querer asesinar a alguien?

Mi celular vibró en mis manos, y pensé que era otro mensaje de Gustavo, sin embargo, era una notificación de Instagram.

—Oh, mierda. Escuchen.

Damián: Isla... no sé cómo reaccionar a esto. No puedo creer que me has encontrado después de todo lo que intenté encontrar a mi madre. No tenía idea que tenía una hermana. ¿Dónde vives? Viajo hoy mismo a verte.

—¿Qué le digo? Tenemos que hacer que nuestros padres hablen antes de...

—Presentarles un hijo de la nada. —Fran se cogió la barbilla—. ¿No trajeron cabritas? Esto está mejor que todas las telenovelas que he visto.

—La próxima semana nos juntamos con él, y antes hablaremos con Mariana y nos dirá qué sucedió. Y con todo eso... podremos hablar con nuestros padres y contarles que tienen un hijo.

—No, no pueden la próxima semana... la siguiente tenemos exámenes todos los días. Y además... están las citas.

Suspiré, ya tenía bastante descuidada la escuela, si no estudiaba podía reprobar algunas asignaturas.

—Está bien, en dos semanas. ¿Dónde nos reunimos?

—En Los Ángeles —sugirió Gastón—. Podemos organizar una salida de fin de semana sin levantar sospechas.

Tomé aire y le respondí.

—Mierda, en dos semanas conoceremos a nuestro hermano. Está pasando muy rápido.

—Esto por fin está terminando —murmuró Gastón. Se giró y me sonrió a la vez que se encogía de hombros—. Después ya no tendremos que pasar tanto tiempo juntos —dijo, llevando su mirada hacia el camino.

Resoplé.

Le envié mensajes a Gaspar y lo llamé pero no me contestó. Estaba preocupada por su mensaje, ¿qué había ido a hacer su madre a Los Ángeles? Lo intenté con Gabriel también y tampoco me contestó. Llegamos una hora después a Carum, y Gastón nos tuvo que despertar a Fran y a mí.

—Llegamos. Y en la puerta de la casa, para que vean que soy el mejor Fonseca. Solo por si ya no estaba claro.

Fran se encogió de hombros.

—La verdad es que tendría que conocer a Damián para dar una opinión más real. —Se bajó del auto, le guiñó un ojo y corrió a la entrada.

—Uhhhh golpe bajo, Gastón. ¿Me llevas a tu casa? Quiero hablar con Gustavo.

—A donde quieras. —Apretó sus labios y preguntó fingiendo desinterés—: Oye, quiero preguntarte algo. ¿Por qué Fran quiso la cita conmigo?

—¿Por qué crees tú? —Me miró con los ojos entrecerrados.

—¿Crees que ella...siente algo por mí?

—La verdad es que no lo sé, ¿tú sientes algo por ella?

—Creo que sería extraño que te dijera que sí, luego de besarte —replicó como si nada. Me atoré con mi propia saliva—. Ya, si sé que me equivoqué. Fran me gusta, lo admito. Pero creo que no estoy tan claro con lo que siento. No me gustaría que ella sufriera. —Suspiró y estacionó el coche—. Llegamos.

—Creo que harían una bonita pareja. Esperaré a Gustavo aquí.

—Cookie, me cuentas después.

Antes de que pudiera llamarlo, Gustavo tocó la ventana del coche haciendo que me sobresaltara. Se rio, y luego me miró por completo como si con la pura mirada me pudiese comer.

—Entra —gruñí. Rodó los ojos.

—¿A qué se debe este placer? —Cerró la puerta—, ¿por qué me encierras en el coche de Gastón?

—Gustavo, dime la verdad. ¿Por qué te acercaste a mí en Los Ángeles?

Exhaló el aire profundamente, se apoyó en el respaldo, y me quedó mirando. Se quedó quieto, y yo por mientras comencé a nadar en sus ojos..

—Porque quería conocer a Vera Harris —soltó. Desvió la vista hacia adelante y comenzó a deslizar su mano por su cuello.

—Eres una mierda Gustavo.

—Lo soy, o lo fui al principio...pero...

—Ah, no me vengas con eso de que empezaste por un motivo y te terminaste enamorando —bufé, conteniendo las lágrimas—. No eres el chico de las películas.

Se rio sin mirarme y palmeó el volante.

—¿Quieres que diga la verdad o no? Porque esa es, ¿tú crees que yo esperaba tener alguna relación con la hija del amor de la vida de mi papá? ¿En serio crees eso? Bueno, pasó. Me enamoré, te amé, te amo, y así.

Y así.

—Y luego te acercaste a mi mamá.

—Sí, quería conocerla —respondió con obviedad.

—¿Por qué? —Las lágrimas comenzaron a salir por mis ojos—. Todo fue una mentira, fui una idiota por confiar en ti.

—Todo lo que te he dicho sobre mis sentimientos es verdad. No me acerqué a ti con la intención de estar contigo, sino que por el interés de ser tu amigo... para poder conocer a tu mamá. —Salió del coche, lo rodeó y luego abrió mi puerta. Estiró su mano—. Ven, te voy a contar.

—¿Ahora sí debería confiar en ti?

—¿Pierdes algo con hacerlo? No quiero contártelo aquí. —Siguió caminando hasta cruzar el estacionamiento de su casa y llegar a la reja de la salida. Yo iba detrás, dudosa de cada paso. Cruzó la calle y comenzó a internarse en el bosque. Al ver que me quedé en la calle, resopló—. Me seguiste por un callejón oscuro la primera vez que me viste. Desde ese día no he hecho más que quererte, así que no vengas a desconfiar de mí ahora —gruñó, enfadado. Tenía razón. Y lo seguí.

—Me contarás todo.

Luego de algunos minutos, caminó hacia un árbol enorme y se sentó con la espalda apoyada en él. Me dijo que hiciera lo mismo.

—En un árbol así, nuestros padres se reunían cada día antes de que amaneciera. Tuvieron uno de esos amores ocultos pero era bastante puro e inocente. Tu madre escribía cuentos de terror, mi papá la dibujaba tantas veces como sus manos se lo permitían, sin embargo, hay un cuento que se diferenciaba de los demás. Uno de amor. —Se levantó unos centímetros y de su bolsillo sacó su billetera. Luego de revisarla me extendió una hoja doblada en varias partes—. Así es como super que tu madre existía. Es como la historia de ellos.

—¿Aquí sale qué sucedió...?

—El cuento termina cuando ellos van camino al puerto, aunque la verdad es que creo que nunca llegaron allí a pesar de tener los tickets. Este cuento mi padre lo tiene guardado... esta es una fotocopia.

—¿Desde cuándo sabes esto? ¿Por qué no habías dicho nada? —Comencé a desdoblar la carta y a leerla.

—Desde hace algunos años. Y luego averiguando más, supe que a Vera la ingresaron en ese orfanato pero hasta allí llegué. Me dijeron que el niño había fallecido sin ninguna duda.

—No entiendo por qué no dijiste nada —murmuré, luego de terminar de leer el cuento de mamá. Cada vello de mi piel se erizó con su historia de amor.

—Porque...—comenzó a decir, estirando la palabra lo más posible—. Hay algo más. Yo nunca he sido el favorito de mamá, especialmente porque gracias a mí la obligaron a casarse con mi padre. Una persona decepcionada de la vida. Tampoco he sido el mejor hijo... y...—miró el cielo, ¿conteniendo sus lágrimas? Me acerqué y apoyé mi cara en su hombro.

—¿Y...?

—Y yo la descubrí engañando a mi papá. Me prometió que nunca más lo haría, pero que si yo decía algo no me lo iba a perdonar, y... —Me miró e hizo una mueca de desagrado.

—Y lo siguió haciendo.

—Sí, y al principio confié en ella. Y justo encontré eso —dijo, señalando el papel entre mis dedos—. No quería que se arruinaran las cosas entre ellos, o quizás no quería que mi mamá me quisiera menos. Pero cuando supe que mi mamá seguía engañándolo... comencé a buscar a Vera Harris. Solo por curiosidad, aunque lo que encontré después... lo del orfanato... que mi padre viajara solo... se complicó la historia. Y luego llegaste tú, y quise saber hasta donde llegabas, si lograbas averiguar más... aunque yo pensaba que ya sabía todo.

—Damián Muller —murmuré, con una sonrisa. Él sonrió de vuelta.

—Eres un genio.

—Y tú un idiota.

Se restregó la cara en mi hombro, y susurró:

—Lo sé, y perdón.

—En dos semanas lo veremos en Los Ángeles.

Suspiró profundamente, y se quedó varios minutos con la cabeza perdida en el cielo. Hasta que de repente habló:

—No puedo creer que tenemos un hermano en común... ¿no es un poco retorcido? —Esbozó una sonrisa y sacó la lengua.

Más retorcido es que se parece a ti.

—¿No te da curiosidad saber qué pasó con nuestros padres?

Se encogió de hombros.

—Asumo que habrán peleado y separado sus caminos, no sé. ¿Crees que hay algo más?

—Quizás.

Nos quedamos conversando sobre lo que iba a suceder desde allí con nuestro hermano, y también le conté lo que con Gastón habíamos averiguado: lo de Karina y Mariana.

Gustavo aún no analizaba la información que recién le había entregado, cuando escuchamos a alguien corriendo hacia nosotros. Gaspar llegó acelerado, y al vernos juntos resopló, pero luego me sonrió y me cerró el ojo coquetamente. Gustavo se puso de pie.

Mi corazón de inmediato quería salir disparado para caer a los pies de Gaspar.

Tan hermoso.

—No, quédate. Descubrí algo de mamá —gruñó Gaspar. Gustavo siguió caminando.

—Hola, hermanito. Ya lo sé. Isla tiene algo que contarte. —Me lanzó un beso y desapareció por entre los árboles.

—Tú primero —dije, palmeando el espacio junto a mí. Se sentó y pasó su mano por mi hombro.

—Ha sido un día largo. Con Gabriel pillamos a mamá con otro hombre y no sabemos cómo contarle a papá. Y por tu cara creo que tienes algo mejor que contarme —dijo aceleradamente.

La verdad es que mi cara de embobada era por él. Sus movimientos, su voz, su olor me tenían con la mente en cualquier parte. Cuando pensé que mis sentimientos no podían ser más intensos, aparecía él con esos ojos azules devorándome sin tocarme. Y mi cuerpo, mis hormonas, y mis pensamientos de repente funcionaban en torno a su existencia.

Gaspar Fonseca era hermoso, sí eso ya lo sabemos, pero a mí me gustaba más allá de eso. Yo estaba enamorada de la forma en que me miraba y de como su cara cambiaba cada vez que me veía. Porque palabras de amor las puede decir cualquiera, pero estar allí conmigo, sabiendo que su papá lo enviaría lejos.... era la mayor muestra de amor.

Suspiré y le conté todo, incluida mi última conversación con Gustavo.

—Uffff... así que eso es lo que has estado haciendo con Gastón. Quizás es verdad que yo no habría querido averiguar sobre una relación anterior de mi papá. Aunque más que nada por mi madre.

—¿Y qué es lo que les ha dicho?

—Que ella le contará mañana.

—Lo siento —murmuré.

—Está bien. Si ella ama a otra persona no debería amarrarse a una vida que no quiere. —Suspiró profundamente—, ¿Isla?

—¿Qué?

—He estado pensando mucho hoy. Yo tampoco tengo interés en amarrarme a una vida que no quiero. Se acomodó de forma que quedó sentado frente a mí—. Quiero estar contigo y es así de simple. Ya te dije que no me importa si me envían lejos si eso implica estar más tiempo contigo. Tú has cambiado todo. Sé que suena super cliché —rio, y se mordió el labio inferior—. Pero en este pueblo no ha habido nada que me interese de la forma que tú me interesas. Estoy obsesionado contigo.

—Gaspar.... Y yo te dije que no quiero que te vayas, no puedo. Prefiero verte de lejos todos los días a no verte más.

—No me iré, Isla. Me niego. Mi padre tendría que drogarme y subirme a un avión. Y la verdad... no soy fan de las drogas. Pero de ti... sí soy fan.

Solté una carcajada y junté mi frente con la de él. Nuestras respiraciones y aliento mezclándose en el espacio diminuto que quedaba entre nuestras caras, era todo lo que quería en ese momento.

Me tienes loca, Gaspar.

—Adonde te vayas, me iré yo. —Se separó unos centímetros y me quedó mirando con una sonrisa cómplice.

—Ah, ¿sí? ¿Y cómo se supone que harías eso?

—Eso es problema del futuro, primero vivamos el ahora —reí.

—Yo creo que primero... esto —murmuró, acercando su cara a la mía y dándome un beso. Juntó nuestros labios haciendo la presión justa para que tuviese que agarrarme de su cara para no irme hacia atrás.

Parecía que nunca estaba preparada para sus labios y su calor, porque mi cuerpo reaccionaba de inmediato como si quisiese devorarlo. Profundizó su beso cuando su lengua tibia entró en mi boca y comenzó a juguetear con la mía. Extrañaba sus besos y para mí había pasado una eternidad desde el último. Con un movimiento rápido me sentó sobre sus piernas. Y eso implicó que el fuego se acrecentara de inmediato y llegara a cada rincón de mi cuerpo. Y no solo eso, sino el deseo intenso de quererlo y estar con él.

Comenzaba a anochecer y con una rapidez increíble, la oscuridad hacía su paso a través del bosque. Me separé unos centímetros y miré por sobre mi hombro, asegurándome que no había nadie más allí.

—Vivamos este momento —dije, tomando todo el aire que necesitaba. Gaspar me apretó más contra él.

—¿Estás segura? —preguntó, en voz bajita. Me pregunté si él sentía la vibración de mi cuerpo. Asentí con la cabeza, y sus manos comenzaron a subir por mi espalda por debajo de la camiseta, lentamente. De inmediato el aire abandonó mi cuerpo, y me abalancé a su boca. Eso hizo que apretara sus dedos fuertes en mi cintura, y ahí ya perdí el control por completo.

Y es que la complicidad y conexión que compartíamos superaba todo lo que había tenido hasta ese momento. Y yo solo quería tenerlo a él entre mis brazos. Sus besos se trasladaron deseosos a mi cuello, y mis dedos se enterraron en su cabello.

Me encontraba sentada sobre él, y no quería estar en ningún otro lugar. Sus manos recorrían mi piel ansiosas por tocarme, y arrastraba sus uñas con la presión justa para provocar que me estremeciera. Cogí su cara, le di un beso corto y mis labios abandonaron los de él para besar los costados de su cara y el cuello. Quería besarlo por completo, y apenas toqué su barbilla, exhaló profundamente.

Sentí en mi entrepierna su excitación, y como si hubiese leído mis pensamientos. Tomándome desde mi trasero, me presionó hacia abajo.

Oh, ufff...

Dios.

—¿Lo sientes?

¿Que si lo siento? ¿Me estás jodiendo?

Cogió mi camiseta y la pasó por sobre mi cabeza. A esas alturas ya se encontraba de noche, y apenas podía verlo.

Saqué su camiseta y deslicé mis dedos por su pecho y abdomen. Agradecí que no pudiese ver mi cara de placer ni la sonrisa que esbocé al tocarlo. Mi entrepierna palpitaba cada vez más con el contacto de su miembro bajo sus jeans. Lentamente comenzó a echarse hacia atrás para quedar acostado sobre la tierra, y yo encima de él.

Oh, dios.

¿Esto está pasando?

La primera vez con Gaspar.

¿Por qué estoy tan nerviosa?

¿Puedo morir de la excitación?

Cuando quedó recostado, tomó mis manos y las plantó al costado de su cara. Recién allí me di cuenta de que me había quitado el brasier, porque levantó su cabeza y con su boca tocó mis pechos. Estuve a punto de perder el soporte de mis manos y caer sobre su cara. Sobre todo cuando comenzó a acariciarme el trasero con una mano y uno de mis pechos con la otra. Hilos de placer se extendían desde cada parte que él tocaba.

—Extrañaba tu sabor —dijo, sin dejar de lamer uno de mis pezones.

De inmediato sonidos de placer salieron de mi boca: lentos y suaves, provocando que aumentara la intensidad de sus movimientos, y la presión que ejercía sobre su entrepierna.

—Gaspar —comencé a decir. Ya no podía seguir más en la previa o todo iba a acabar ahí mismo.

—Mierda Isla, ¿qué me hiciste? —dijo, con la voz un poco ronca y agitada—. No doy más.

—¿De qué? —Por un instante se me pasó por la cabeza que se estaba arrepintiendo.

—De las ganas de follarte.

Creo que nunca me voy a acostumbrar a lo directo.

Sentí la sangre hirviendo y por un instante creo que se me olvidó respirar.

De repente se volvió a recostar en la tierra y comenzó a desabrocharse el pantalón. Lo ayudé y me levanté unos centímetros para que pudiera pasarlo por entre sus piernas.

—Esto va a molestar un poco —murmuró. Y me tomó por los brazos y me giró. Mi espalda quedó en el piso y sí, era bastante incómodo.

Creo que tengo una rama enterrada en la espalda.

Desabrochó mi pantalón y con ropa interior y todo, tiró para abajo. Noté que lanzó lejos mi ropa.

—¿Cómo encontraré mis bragas después? —reí. Soltó una pequeña carcajada.

—Te quedas sin ellas. No sería la primera vez —bromeó. Tomó cada una de mis piernas con sus manos y las abrió sin ninguna intención de ser delicado. Eso me encendió más. Su mano se deslizó por mi entrepierna, haciendo que mi espalda se arqueara.

—Hazlo, ahora —pedí, con la voz apenas saliendo.

—¿Qué cosa? —preguntó, juguetón.

Oh, dios, ¿qué quieres de mí Gaspar Fonseca?

—Quiero... —La vergüenza me invadía pero a la vez me excitaba su pregunta—. Quiero sentirte —murmuré, agradeciendo una vez más por la oscuridad.

—¿Sentirme....? —preguntó, arrastrando un dedo por el costado de mi pierna—, ¿así? —Introdujo uno de sus dedos en mí. Y de pronto el romanticismo que llevábamos hasta allí, lo mandamos a otro lugar, y él se volvió tan atrevido que pensé que me derretiría ahí mismo. Su dedo dentro y fuera de mí. Arañé sus muslos, mientras mi pecho subía y bajaba.

Yo también podía ser atrevida. Solté un quejido de placer.

—No me refería a eso —gruñí, cogiéndolo por los brazos y obligándolo a caer sobre mí.

—Te deseo tanto. —Se puso el preservativo y se acomodó nuevamente—. Me gustaría poder ver tu cara ahora —murmuró.

Y entró. No lentamente, sino fuerte y sin aviso. Exhalé profundamente dejando ir todo mi aire. No me importaron las ramas que tenía molestándome en el cuerpo, sino que toda mi concentración se hallaba en la fricción de él dentro de mí. Cerré los ojos. Él, sin darme tiempo de poder reaccionar, comenzó a juguetear con una de sus manos por mis pechos.

Gaspar era tan atrevido, y parecía que sus manos sabían dónde tocar y qué hacer. Su contacto caliente y delicioso me tenían gimiendo sin parar. Nos comíamos la boca en el vaivén de entrada y salida.

—Ven —ordenó, saliendo de encima de mí. Me cogió del brazo y me obligó a avanzar unos pasos. Se sentó con el tronco en su espalda y me cogió del trasero obligándome a sentarme sobre él. Lo hice lentamente, queriendo sentirlo por completo.

Dejé que controlara la rapidez de mis movimientos. El roce de su cuerpo me tenía loca, sobre todo al guiarme a hacerlo cada vez más rápido. Apretó sus labios con los míos, y dejó escapar sonidos de placer que quedaron atrapados en nuestras bocas. Cogió mi cabello, y ya sentía que no podía más. Mi cuerpo subía y bajaba buscando la fricción que me tenía a punto de explotar.

Tirando levemente de mi cabello me obligó a arquearme de forma que su boca quedó perfecta en mi pecho.

Sin poder evitarlo, apenas su lengua me tocó, el orgasmo llegó a mí. Apreté fuertemente sus brazos, y en ese mismo instante, él acabó dentro de mí, expulsando un último gemido.

Caí sobre él y él dejó caer sus brazos al costado.

Intenté rodar hacia un lado para acostarme junto a él, pero me detuvo.

—Quédate sobre mí. No te separes. —Me acurruqué con mi cabeza sobre su pecho—. No me quiero separar nunca de ti.

—Gaspar romántico.

—Si lo andas diciendo por ahí lo voy a negar.

—Claro, porque todos piensas que eres un ser sin corazón.

—Así soy —gruñó—. Pero menos contigo. Además tienes un sabor delicioso, no puedo contra eso —dijo, bajando por mi trasero hasta llegar a mi entrepierna—. Sobre todo aquí.

Dios, no puedo con esto.

Gaspar Fonseca, me encantas.

Justo cuando pensaba en decirle eso, escuchamos alguien caminando hacia nosotros. Y mi ropa interior quizás donde.

Nos pusimos de pie lo más rápido posible. Me lanzó su camiseta que me puse en un segundo, logrando taparme por completo. Y justo una luz nos iluminó.

Gerardo Fonseca nos quedó mirando, impresionado. Claramente no esperaba vernos allí.

—Si así es como lo decidiste, está bien. Dos semanas a partir de hoy.

En ese preciso instante mi celular se iluminó a mi costado.

Cookie: ¡URGENTE!

Cookie: Mira lo que me enviaron.

—Papá... yo...

Lo cogí y abrí lo que Gastón me envió.

Sentí que todo se detuvo por un instante. Me congelé en el acto.

Era una foto del beso con Gastón. Un beso bastante más apasionado de lo que recordaba.

Oh, mierda. Isla, una vez más cagándolo todo. 

——

OMG yisus!!!! Me retiro lentamente para que procesen toda la info de este cap.

¿Les gustó?

¿Qué esperan del próx cap?

No olviden darme su estrellita si les gustó, y agregarme si es que aún no lo han hecho.

Muack!!!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro