48. Una foto, una cita, y un correo

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Un día antes del cumpleaños.

Carum, 2019

Gastón

—Entonces está todo listo —dijo, apretándome el brazo por la emoción. Su sonrisa amenazaba con llegar a sus orejas—. ¡Ay! Me encanta celebrar cumpleaños. Isla dice que le molesta, pero yo creo que dice eso de gruñona nada más, porque siempre que se los he celebrado la veo feliz.

Solté una risa mientras meneaba la cabeza.

—Sí, el club está reservado. Más pasteles, y los globos dorados que encargaste. Me costó conseguirlos, ah —gruñí—. Tuve que manejar bastante para eso.

—¡Mentiroso! Los encargaste, no me mientas Gastón —murmuró, entrecerrando los ojos.

Solté una carcajada.

—¿Cómo supiste? ¿Me espías? Eso sería una locura, incluso para ti, Fran. —La quedé mirando con una ceja alzada. Y ella soltó una de sus risitas que cada vez me resultaban más encantadoras. Se encogió de hombros con la expresión de alguien que hubiese sido atrapado haciendo algo indebido.

Las últimas semanas con Fran habían sido un descubrimiento. Fran, por supuesto, me pareció muy guapa apenas la vi entrar a la escuela, sin embargo, es de esas personas que tienes que conocer para saber realmente como es, porque al principio pensé —y no solo yo, sino también mis hermanos— que era una chica superficial y mimada.

Y la planeación del cumpleaños de Isla significó mucho tiempo juntos, conociéndonos. De las salidas con Isla y Fran ya había notado lo equivocado que estuve con mi primera impresión, porque Francia Alonso era una de las chicas más divertidas que conocía, un poco loca y tímida. Luego, estando solo los dos, me di cuenta de que su personalidad me encantaba, y que nos complementábamos de forma que por algunos días me asustó.

—Nah, solo soy asombrosamente observadora.

Chasquee la lengua.

—Viste el recibo del pago...

Arrugó la nariz.

—Vi el recibo del pago. —Se envolvió con sus propias manos.

—¿Tienes frío? —Me saqué la sudadera sin pensarlo y se la entregué. Me quedó observando unos segundos como si no entendiera lo que hice. Me dejó con la mano estirada—. Toma, te la presto... para... para que no te enfermes.

La cogió como si estuviese a punto de tocar algo que la iba a morder.

—Gr...gracias —balbuceó.

—No te preocupes, me la puedes devolver cuando quieras.

—Te la entrego cuando me vaya. De hecho ya debería...—Miró hacia alrededor— irme.

Pero no quiero que te vayas aún.

Como el cumpleaños de Isla era al día siguiente, no tenía más excusas para estar solo los dos.

—¿Quieres que te haga un chocolate caliente?

Se giró y me esbozó una sonrisa cómplice.

—¿Ahora?

Asentí con la cabeza, un poco conmovido por la emoción de sus ojos.

—Mira, ¿ves ese camino al costado de la casa? Síguelo, y te encuentro allá. Yo iré a la cocina.

Entrecerró los ojos en mi dirección.

—Eso suena a lo que diría un asesino serial, Gastón.

Solté una carcajada.

—Estás loca. Allá hay sillas, es para que estés más cómoda, ¿o quieres entrar a la casa?

Meneó la cabeza.

—No gracias, tuve suficiente de Fonsecas por hoy...—Se quedó con la boca a abierta y ladeó la cabeza—. Bueno, te puedo aguantar a ti un poco más —agregó, corriendo la mirada hacia el cielo.

—¡Ah! ¿Así que aguantar? —pregunté, como si estuviese ofendido—. El chocolate caliente no estará tan rico. —Me encogí de hombros y me giré en dirección a la casa—. ¡Te espero al final de ese camino! —Escuché que resopló.

—¡Está bien!

Entré a la cocina. Gabriel se encontraba sentado con un bote de helado en una mano y una cuchara en la otra. Levantó la mirada, se veía triste.

—¿Qué crees que dirá mamá cuando se entere de...?

—¿Te gustan los hombres? Nada, tú sabes que mamá no es de las personas que discriminan o algo, ¿por qué preguntas cosas así? ¿Eso te preocupa?

—No sé...—Sacó una cucharada enorme de helado y se la echó a la boca. Me quedé de brazos cruzados frente a él mientras esperaba que el agua hirviera—. Creo que no estaba preparado para que todos supieran. Me siento... extraño.

—¿No es mejor ahora que se sabe? Hasta te he visto más relajado con Aarón. Pensé que estabas más feliz.

Exhaló abatido.

—Es que esto es nuevo para mí. No sé desde cuando lo siento, simplemente sucedió y apenas lo estaba procesando cuando todos se enteraron. Quizás construí una pared entre lo que sentía y lo que quería sentir. Mientras yo descubriera lo que sucedía conmigo, hubiese preferido que solo yo lo supiera, y que no estuviera en boca del resto. ¿Se entiende?

Me dio lástima verlo así. Era verdad que su nueva relación era gran parte de los chismes de Carum, y no era raro que señalaran a Gabriel o que hicieran comentarios o inventaran historias sobre él. Por ejemplo, que sus hermanos no lo apoyaban, que su padre quería enviarlo lejos, que ya había estado con tal y tal chico, etc.

—Me da lástima que no te sientas cómodo, este pueblo de mierda es muy pequeño. Las personas viven de las vidas de los demás, ¿hablamos con papá para que te vayas con mamá?

Meneó la cabeza.

—Por ahora no quiero más cambios... solo quiero descubrir quien soy. En este momento no lo sé. Hoy se me acercó Julia Moore, ¿te acuerdas de ella?

—¿No es esa chica con la que estuviste hace un par de años?

—Sí, y llegó recriminándome por qué yo le había mentido así, pero es que yo no le mentí, Gastón. —Apoyó la cabeza en una de sus manos.

—¿Quieres decir que no siempre te han gustado los hombres?

—Mmm, más bien quiero decir que quizás nunca me atreví a pensarlo así. Tú sabes, he estado con chicas, pero no con un chico hasta que apareció Aarón, y he estado pensando en cómo es que antes no había pensado en un hombre para algo más. ¿Es porque me bloquee o porque en realidad no lo sentí de otra forma? —Lanzó el bote de helado al basurero y el hervidor me avisó que el agua estaba lista. Saqué tres mugs.

—Gabriel, ¿no será que te gusta Aarón pero no que sea que te gustan los hombres como regla general?

Levantó la cabeza lentamente y arrugó la frente.

—No entiendo.

—¿Te dejaron de gustar las mujeres? ¿O alguna vez te gustaron?

—Sí, me gustaron...me gustan, aunque con ninguna conecté lo suficiente como para algo más.

—Creo que te falta analizar lo que sientes. Por como lo cuentas, me hace mucho sentido pensar que eres más de esas personas que les gusta otra por lo que son, porque hay una conexión, más que porque es hombre o mujer. Y eso creo que es lo que te está estresando ahora, tratas de encasillarte en que te gusta lo uno o lo otro, ¿y si te gustan los dos?

Abrió los ojos y me miró como si hubiese lanzado una bomba.

—Según esa hipótesis... algún día podría conocer a alguien más que me guste...—Tomo aire, y palmeó la mesa—, ¿y que sea una chica?

Me encogí de hombros.

—No lo sé, ¿qué...?

Su celular comenzó a sonar y una sonrisa enorme se asomó en su cara.

—Tienes buenas teorías, aunque por mientras... este chico me gusta —agregó, contestando el celular. Le cerré un ojo, le señalé un chocolate caliente que dejé sobre la mesa y fui al patio donde estaba Fran. Apenas ella me oyó, se giró desde una de las reposeras frente a la piscina.

—Me siento en un hotel cinco estrellas —dijo, recibiendo el chocolate y saboreándose los labios al olerlo—, cinco estrellas para ti. —Extendió el brazo señalando alrededor—. Cinco estrellas para este lugar.

Le sonreí y le entregué una manta que había cerca. Me senté en la reposera junto a ella. De reojo vi como soplaba la taza y le daba un pequeño escalofrío.

—Esta debería ser nuestra cita —soltó de repente. Se tapó la boca y me miró sorprendida—. ¿Dije eso en voz alta?

—¿Qué cosa? No has dicho nada —reí. Cerró los ojos y exhaló.

—Ufff...

—Aunque tienes razón, debería ser nuestra cita.

—¿Sabes? Haré como que el último minuto no existió. Porque si no me traga la tierra ahora, entonces es la única forma de enfrentarme a la vida desde ahora en adelante.

Solté una carcajada y puse —sin pensar— mi mano sobre la de ella. La saqué de golpe avergonzado, y ella se puso colorada.

Parecíamos dos niños de doce años, sin poder enfrentar sus sentimientos, como si fuese la primera vez que alguien nos gustaba.

—Lo siento —murmuré, tomando varios sorbos de chocolate caliente sin pensar, eso hizo que me quemara—. Auch.

—¿Te pasó algo? —preguntó, girándose y tocándome el hombro. Arrugó la frente esperando mi respuesta, pero yo me quedé sin palabras—, ¿estás bien? —volvió a preguntar. Batió sus pestañas y luego esbozó una sonrisa coqueta.

—¿Qué?

—Me miras extraño —soltó, bebiendo un sorbo. Luego, hizo algo que me dejó tan sorprendido como encantando. Botó lo que había bebido del chocolate al pasto. Me dio un ataque de risa, mientras ella dejaba el tazón en el suelo y se tapaba con ambas manos la cara.

—No sé por qué siento que he presenciado un acontecimiento único. Francia Alonso, escupiendo al suelo —dije apenas por la risa.

—¡Gastón! Eso no pasó. —Me dio un golpecito en el hombro—. Estaba muy caliente...no pude... no pude tragármelo.

Se puso de pie e hice lo mismo y le cogí la mano. Se giró, con los labios apretados, y las mejillas coloradas.

—Te voy a decir algo —dije, serio.

Abrió los ojos.

—¿Qué cosa?

—Que me gustas. —Sin esperar su respuesta o reacción, la atraje hacia mí y la besé.

Ahí me di cuenta de cómo se sentía un beso cuando la otra persona me gustaba realmente. Fran envolvió sus brazos alrededor de mi cuello. Mi respiración se agitó de inmediato y en ese instante, sentí que todo era perfecto. Es como si hubiese descubierto donde era mi lugar, y ese era con Francia.

Cometí un error al besar a Isla, pero estaba confundido, completamente confundido entre dos chicas. Besé a Isla primero porque era más cercano a ella, y simplemente fue un acto idiota e impulsivo. Así como muchos que cometía.

No pensé.

¿No todos comentemos errores?

Para mí ese fue uno de los peores que había hecho a lo largo de mis diecisiete años.

Me separé de Fran y nos quedamos mirando unos segundos.

—Tú también me gustas —dijo, en voz bajita.

¡Mierda! La foto...

***

Día del cumpleaños

Carum, 2019

Isla

Solo dos personas no se atrevieron a levantar el teléfono: Gastón y yo. De hecho, los dos nos quedamos mirando fijamente, como si nos hubiésemos estado tele comunicando y planeando una huida. Vi como tragó saliva y de repente ladeó su cabeza hacia Fran.

Mierda. Si además pierdo a mi amiga, entonces me voy a vivir a China.

Bajé la mirada cuando Gaspar se levantó de golpe y comenzó a caminar hacia la salida. Me giré hacia Fran y no me atreví a decirle nada por la expresión que tenía en su cara.

Todos me miraban a mí. Y como si necesitara una reafirmación para lo que sucedía, cogí mi celular y abrí el mensaje. La foto del beso iba con un encabezado:

Había un rumor de que la relación de Isla con Gastón no era tan real como la de Isla con Gaspar. ¿Enredos de hermanos? Aunque aquí tenemos esta foto desde hace algunos días. Parece que todos nos equivocábamos, ¿o no? Esto sucedió justo después de la subasta de citas.

Me puse de pie y salí del comedor corriendo y llorando importar que el resto me viera. Afuera, la lluvia torrencial que caía no ayudaba, sin embargo, aun así divisé a Gaspar llegando a su coche. Llevaba las manos en puño al costado de su cuerpo, y pateó una piedra tan fuerte que me sobresalté. Saqué voz a pesar de que apenas podía contenerme por las lágrimas.

—¡Gaspar! —grité, corriendo hacia él. Me ignoró, y abrió la puerta—. ¡Déjame explicarte!

Se subió al coche, y logré llegar antes de que lo hiciera partir. Golpeé la ventana, empapada por completo, y las lágrimas sin dejar de salir. Quería gritar: ¡no es lo que crees! ¡Yo te amo a ti! aunque me negaba a soltar todas las frases clichés posibles para un momento como ese. Golpeé de nuevo—. Por favor, Gaspar. —Apoyé la frente en el vidrio y cerré los ojos porque me quemaban las lágrimas.

Bajó la ventana, y se giró para observarme con una mirada fría y llena de odio.

No deambules en ojos azules.

Pero yo ya me encontraba perdida en ellos, más en ese instante, en que no veía ni una pizca de amor hacia mi ser. Era la mirada de un extraño, de alguien lejano, de alguien que no tenía ningún interés en mí. Era la mirada del chico que amaba a los dieciocho años, diciéndome que ya no más. Y de repente abrió la boca.

—¿Qué vas a decir? ¿Qué fue un error? ¿No fue tu culpa? ¿Qué?

Me quedé en blanco porque justamente eso era lo que tenía en la punta de la lengua.

—Fue algo repentino, no lo pensamos y los dos nos arrepentimos en ese mismo momento. No nos gustamos, no nos queremos como algo más que amigos. Te lo juro, Gaspar —sollocé. Pero hasta a mí, las excusas me sonaban absurdas—. No he dudado de lo de nosotros por nadie más.

Hizo rodar los ojos.

—Ya, ¿terminaste?

Meneé la cabeza con los labios apretados, ya no sabía cómo explicarme.

—Es mi mejor amigo, no me gusta... yo no le gusto. ¡Se gustan... con Fran! Tú sabes que siempre los he intentado juntar, a mí siempre me has gustado tú, nunca Gastón.

Comenzó a subir la ventana.

—Adiós, Isla. —Encendió el coche y comenzó a moverlo lentamente, obligándome a alejarme. Apenas me aparté, él salió a toda prisa. Y así me quedé con el corazón destrozado en la mano, en una tarde lluviosa el día de mi cumpleaños. Me senté en la cuneta y me quedé con la mirada perdida, pensando en lo terrible que había sido mi explicación y en que tampoco sabía cómo remediarlo. Alguien se sentó a mi lado y me abrazó, aunque yo tenía los ojos cerrados supe que era Fran.

—¿Se puede morir por amor?

—Tú no podrías morir por algo tan común. Eres una de las chicas más fuertes que conozco. Por eso soy tu amiga. Me inspiras, ¿lo sabías?

—¿A cagarla?

—No, a vivir. Te equivocas, como todos, pero vives más que el resto. No te conformas, vas y sales por lo que quieres.

Subí la cabeza y abrí los ojos.

—Quiero que sepas que yo no quiero a Gastón.

—Lo sé. Me lo explicó todo —dijo ella, encogiéndose de hombros—. Es un idiota, pero yo le creo. Además...—Me limpió las lágrimas de la cara con el puño de su sudadera—, cuando pasó ese beso, nosotros no estábamos juntos. Y yo sé lo mucho que has intentado juntarnos.

Pensé que no iba a volver sonreír nunca, y de repente allí estaba yo, con una sonrisa, tan solo minutos después de que me quebrara por completo.

—¿Están juntos? —La abracé de vuelta tan fuerte que se tuvo que sostener—. Los amo tanto, son tan lindos los dos. Ahora que quedé a la deriva y abandonada, adóptenme.

Fran soltó una carcajada.

—Sí, creo... creo que estamos juntos. —Se llevó las manos a la boca y reprimió la sonrisa. Le acaricié el cabello—. ¿Y dónde está Gastón?

—Fue tras Gaspar.

—¿Te diste cuenta de que capaz que haya hecho lo que tanto me echó en cara Gerardo? ¿Y que fui una Mariana más?

***

Llegó el esperado día de la cita de Fran con Gastón.

—Te ves hermosa. Yo me casaría contigo —murmuré.

—¿En serio? ¿Entonces este es el vestido?

—Ese es el vestido. —Suspiré, y apoyé mi cabeza en mis manos—. No puedo creer que lo de hoy será el acontecimiento que casi marcará el año de Carum.

Fran resopló.

—Lo siento, nuestro propio proyecto te traicionó.

—Fue...fue mi culpa. Que Gaspar no haya vuelto a la escuela y se haya ido, también. Y bueno... que las condiciones para que nuestros maravillosos compañeros de escuela no retiren el dinero invertido es que yo sea la anfitriona de la cita de ustedes dos, también es mi culpa. Aunque obviamente eso no me molesta, los amo y será entretenido verlos —reí coquetamente—. Pero me estresa que los demás piensen que nos están haciendo daño.

—¿Y desde cuándo te importa el resto?

—No sé, es solo que no quiero más atención sobre mí.

—Isla, en un poco más de una semana estarás fuera de Carum. ¡Una mierda lo que piense el resto! Incluyendo cualquier Fonseca... y —agregó, haciendo un puchero—, lo que piensas que dicen mis papás, que por cierto no es así.

—Bueno, al menos aún no ha salido a la luz que Gaspar y Gastón no se hablan por mi culpa, pero es cosa de tiempo...

—Aunque a esas alturas todo lo que tú viniste a hacer acá, esperemos ya esté resuelto. ¿Aún no te responde Mariana?

Meneé la cabeza.

—De todas formas, en una semana veremos a Damián. Independientemente de si Mariana responde o no. Luego de esa reunión yo hablaré con mamá, y los hermanitos Fonseca, con su padre. —Me levanté de un salto de la cama—. Ahora a alimentar a esa gente morbosa que quiere ver una cita de ustedes y yo sirviéndoles.

—Hoy estás de mejor ánimo.

—Es una imagen, por dentro está todo muerto. Lo extraño tanto que creo que moriré. Imagínate una planta que estaba feliz y verde, ahora está marchita. Ni siquiera soy la planta. Soy el macetero.

Fran reprimió la risa.

—¿De dónde sacas todas esas cosas que vienen a tu cabeza? —Me tocó la cara—. ¿Gaspar no te ha respondido nada? ¿No te ha contactado?

—Nada. No puedo creer que decidió irse a Los Ángeles ese mismo día. Gabriel me contó que Gerardo pensó que su mamá lo había llamado urgente que lo necesitaba.

—Ay, Isla...lo siento.

Me encogí de hombros.

—Por eso, ya me debo ir. Empezar de nuevo en otro lugar.

—¿Y Nueva York te atrae?

—No tanto como a Los Ángeles pero a mamá es la única opción que le dieron... bueno, y... Japón.

—Nueva York está perfecto. Además, es probable que sea nuestro próximo destino con mis padres cuando se cumplan los seis meses aquí. Aunque no sé qué haré. No me quiero separar de Gastón.

Resoplé y me lancé a la cama nuevamente.

—Pero eso eran los riesgos de venirse por seis meses aquí. Lo siento, es mi culpa eso también.

—A mí no me obligaste a hacer nada. —Se giró y se miró nuevamente en el espejo—. Amiga, démosles un show digno de recordar a todos esos babosos en búsqueda de morbo.

El estadio de fútbol de la escuela tenía varias de sus gradas ocupadas para algo tan absurdo como presenciar una cita. No culpemos a los chicos de Carum, después de todo, ya sabemos que mucho en ese pueblo no había para hacer.

Los Fonseca eran como una celebridad, y lo que les rodeaba era algo digno de comentar. Y en este caso iban a ver una cita de Gastón Fonseca, ex novio de Isla Ferrer con Francia Alonso, su mejor amiga. Y para qué mencionar la arista Gaspar Fonseca que llevaba desaparecido una semana completa.

Y esa desaparición implicaba el incumplimiento de dos citas: Gaspar y Fran, y Gaspar y yo. Los alumnos se enfurecieron al enterarse de que esas citas no se harían porque habían apostado dinero, así que amenazaron con pedir todo de vuelta. Con Fran no nos importaba, ya que no íbamos a estar en el paseo de fin de año, sin embargo, Aarón y Mia salían perjudicados, Claramente, el odio de la escuela en un lugar tan pequeño, no es algo que quieres tener. Así que a Sofía se le ocurrió la maravillosa idea de proponer algo que se estaba pidiendo a gritos: que yo fuera la anfitriona de la cita de Gastón y Fran. Y así todos pudieran deleitarse con el espectáculo.

Una mesa rodeada de velas sobre el pasto, y un menú que ambos les gustara. Esperé junto a la mesa, y de repente llegaron los dos a la cita. ¿Les ha pasado que ven una pareja y piensan: sus bebes serían hermosos? Eso me pasó.

Ellos calzaban a la perfección.

Obviamente con gente observando, la cita no se pudo dar de forma natural. Menos conmigo casi la mayor parte del tiempo cerca. Y la verdad es que se pasaron la mayoría de la cita hablando del acontecimiento de la próxima semana: conocer a Damián. Francia también iría y estuvieron coordinando cómo nos iríamos y qué haríamos allá.

—Entonces nos vamos el viernes por la noche.

—Si, ¡qué entretenido! —Fran saboreó la última cuchara de postre—. Esto estaba delicioso.

—Ya se fue la mayoría de las personas —murmuré—. Su cita ha sido la más aburrida de ver. Estoy que me quedo dormida. Dense un besito por último para darle más emoción.

—¿Tú quieres que demos un poco de show? —preguntó Gastón.

—Podría ser —dijo Fran pensativa—. Un beso no, me da vergüenza.

Rodé los ojos.

—Los amo —susurré, antes de coger dos vasos de aguas y aventárselos a la cara—. ¡No los quiero ver más en mi vida! —grité, mientras salía corriendo.

Más tarde me enteré que la cita se dio por concluida con los dos dándose un beso. Imagen que fue difundida por Instagram.

Y yo, quedé como la loca despechada.

***

—¿No sabes si irá? —pregunté.

—Cookie, mírame.

—Te miro.

—Te daré la misma respuesta que te di hace cinco horas: no he podido comunicarme con Gaspar desde hace casi dos semanas.

Resoplé.

—No seas malo —gruñó Fran. Se giró para mirarme con cara de lástima—. Lo siento —susurró.

—Yo creo que si irá, probablemente más tarde le pregunte a alguno dónde y a qué hora será.

Eché la cabeza hacia atrás y me quedé mirando las estrellas.

—¿Aún te calma mirarlas? —Gustavo se sentó junto a mí y me abrazó.

—Un poco, ¿tampoco te has comunicado con él? —Era al único de los hermanos que no lo había acosado con esa pregunta.

—Sí, he hablado con él —respondió, con obviedad.

Me giré y me quedé mirándolo.

—¿Cómo logras abrir tanto esos ojos?

—¿Y qué te ha dicho?

Se rascó el cuello y pensó unos momentos antes de responder:

—Ha estado ayudando a mamá a mudarse. Va a venir solo la semana de exámenes para terminar este trimestre y luego empieza el siguiente en Los Ángeles...mmm... ¿qué más?

—¿Qué? ¿No piensa volver? —Se me hizo un nudo en la garganta por lo drástico que había sido. No se alejó un tiempo por estar enojado, sino que decidió cambiarse de ciudad. Hice un puchero y la vista se me nubló.

—Oh, oh perdón. No llores. —Arrugó la frente y me miró con expresión de pánico, sin saber qué hacer—. Es que como tu igual te vas...

—Muy bien Gustavo.

—Gabriel, ¿tú sabías?

—Sí, lo siento no te quise decir, pero es todo lo que sé. Lo juro.

—¿Y sabes si va mañana? —pregunté a Gustavo.

—No, no hemos hablado de eso, yo creo que si irá. Le preguntaré —dijo, cogiendo su celular.

—Me dices si te responde.

—Sí, jefa.

Fui en busca de Gastón que había ido a la cocina a buscar más refrescos. Apenas me sintió, alzó la mirada.

—Aún no he hablado con él —dijo, molestándome.

Solté una carcajada.

—¿Quieres que te golpeé? —Me senté con los codos apoyados en la isla de la cocina.

—Isla, he tratado de hablar con Gaspar y explicarle. Te lo juro, pero no sé qué más hacer. Lo he intentado incluso desde el teléfono de Gustavo, de Gabriel, y le he dicho a mamá que me de con él. No solo eso —agregó, sentándose frente a mí—, mensajes, correos, nada.

—A mí tampoco —gruñí—. Es como si hubiese desaparecido por completo, y lo extraño mucho. Me falta una parte, me siento incómoda. Quiero escribirle todo el tiempo —sollocé. Era horrible lo que sentía, había sufrido por amor antes, pero lo de Gaspar era algo distinto. Sentía que no me iba a recuperar de esa tristeza.

—Si no va mañana, iré a hablar con él.

—Yo... yo también quiero ir, necesito intentarlo una vez más.

—¿Tu mamá ya llegó a Nueva York?

Asentí y me limpié las lágrimas.

—Llegó hace dos días. Y yo me voy al final de esta semana.

—¿Qué haré sin ti?

—Tienes a Fran.

Resopló.

—Hasta que ella se vaya también. Isla, haría todo para que no sufrieras así como lo haces.

—Hay que ver el lado positivo de esto. Descubrimos que tenemos un hermano en común. Nosotros seguiremos unidos para siempre, independientemente de lo que suceda. Somos familia.

Fran llegó corriendo con los demás tras ella.

—¡Nooo! ¡Déjame! —gritó a Gustavo que intentaba quitarle el teléfono de la mano.

—Si lo haces, te lanzo a la piscina.

—¡Inténtalo! Gastón me va a defender, ¿cierto?

Gastón subió las manos.

—Depende de lo que nos quieras mostrar.

Fran soltó una carcajada y deslizó el teléfono hacia mí. Lo cogí. Era una foto que le había enviado Sofía, de la cita de Mia y Gustavo el día anterior: Gustavo con la camisa llena de crema, y Mia parecía que tenía en la mano todas las servilletas de Carum.

—¿Qué rayos? —Solté una carcajada.

Gustavo me miró serio y se sentó, derrotado.

—Bueno, al menos si eso hace que dejes de llorar, no importa —gruñó.

—¡Esperen hay otra! —Gastón deslizó la imagen y apareció una de Gustavo en el momento exacto en que Mia le daba vuelta un vaso de agua encima.

—¿Qué paso? ¿Tan mal te portaste?

—No. La cita fue en el bar de los padres de Mia. Primero la chica que estaba sirviendo me vio y se le dio vuelta el pastel, Mia trató de ayudarme y me dio vuelta el vaso. Así que nuestra cita duró dos horas.

—Awww, pobre Mia, se debe sentir terrible.

—No me importa —replicó Gustavo.

—¡Hey! —Lo regañé.

—¿Qué? Ya puse todo mi esfuerzo en ir y ser amigable, no me pidas más. Además no le dije nada.

—Probablemente le has roto el corazón a esa chica —comentó Gabriel. Se acercó a ver la foto y estalló en risas.

—Y ese no es mi problema. ¿Ya terminamos con el tema?

Le saqué la lengua.

—Eres un idiota pero te quiero igual.

—Gracias —dijo, con una sonrisa fingida.

—Nosotras deberíamos irnos, Isla. Ya es tarde, ¿a qué hora salimos mañana?

—Siete de la mañana las pasaremos a buscar.

—Pondré la alarma ahora. Un sábado levantándome temprano, tendré que grabarlo para que mi madre me crea —murmuré, cogiendo mi celular.

El símbolo de nuevo correo apareció en la pantalla. Lo abrí y era un correo de Mariana. Me tuve que apoyar para leerlo.

Isla,

Mi nombre es Fernando, el esposo de Mariana. No es fácil escribir esto, y lamento mucho que debas enterarte de esto por correo cuando has estado buscando a tu tía. Estoy respondiendo yo porque lamentablemente ella falleció hace algunos años de una enfermedad muy complicada. A veces reviso este correo por temas de negocios, por eso me he demorado algunos días en contestarte.

Estoy feliz de saber de ti. Vera nos comentó que tenía una hija pero no te pudimos conocer.

Me hubiese encantado ver la cara de Mariana si hubiese recibido tu correo.

Lamento que esta no sea la respuesta que esperabas, sin embargo, cualquier cosa que desees saber estoy más que encantado de responderte, y más aún de verte. Tienes dos primos de diez años a los que les haría mucha ilusión conocerte.

He estado en contacto con tu mamá y sé que está en China, nosotros vivimos en Chicago. Si hablas con ella pronto, dile que a Diego y Mariano les han encantado los libros que les envió.

Tengo un regalo que Mariana te dejó, si me das una dirección te lo puedo enviar.

Atte,

Fernando Jones.

—¿Qué sucedió? ¿Te escribió Gaspar? —Fran se acercó por mi espalda y apoyó su mentón en mi hombro—, ¿Quién es Fernando?

—Isla, se te fue el color de la cara —murmuró Gastón.

Meneé la cabeza.

—Me respondió el esposo de Mariana.

—¿Y qué dijo?

—Mariana falleció —respondí, con un dolor intenso en la cabeza.

—Espera...¿dice que tu mamá y Mariana tenían contacto?

—Sí...

De repente, alguien entró a la cocina.

—¿Y tú? —preguntó, Gustavo.

Subí la cabeza, era Gaspar.

—Papá se enteró que Isla es hija de Vera —dijo lacónico. Luego su mirada se deslizó hacia mí. Mi corazón se apretó en mi pecho porque era la misma que ese día en su coche.

Ya no me quería más.

———

Helloouu... Ayyy ya acercándonos al final (snif)

¿Qué creen? ¿Recuperará Isla a Gaspar?

Recapitulemos

#¿FranyGaston?

#Gabrielconfundido

#GaspardesapareciendodeCarum

#VerayMariana

#Gerardosabelaverdad

#Gasparllegandoalacasa

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