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Después de un fin de semana algo estresante Jennie pudo volver a ver a aquella chica que la había salvado, no pudo evitar lanzarse contra ella para abrazarla cuando el lunes Rosé regresó a su casa, fue grande el alivio de la mayor, al no encontrar heridas nuevas en el rostro de la coreana, temía que su esposo le hubiese hecho algo los días que no pudo verla.

Entonces devolvió el abrazo cerrando los ojos para disfrutar de la calidez de Jennie mientras caminaba justo con ella hasta el sofá.

Continuó cuidando de ella por el resto de la mañana, estuvo a su lado para hacerla sentir mejor por si sus cólicos volvían e hizo lo mismo al día siguiente hasta que su periodo acabó, Jennie lucía más feliz que de costumbre, Rosé la había ayudado con eso y todo había sido más fácil para ella recibiendo la ayuda de aquella australiana.

Todo estaba yendo tan bien para Jennie, demasiado que sabía lo mucho que dolería cuando Kai volviera a atacarla. Porque las cosas buenas no siempre son eternas, pero ella continuaba rogando que duraran un poquito más.

Una alarma más volvió a recordarle a Rosé que debía regresar a casa, ambas habían comenzado a odiar tanto esa alarma, sin embargo sabían que era más que necesaria porque el tiempo que tenían juntas pasaba volando y sin esa alarma no podían saber cuando su límite de tiempo había llegado, entonces Rosé tomó sus cosas y se levantó del sofá.

Ella miró una última vez a Jennie, no quería dejarla sola, no hoy cuando ya le había quitado todo rastro de heridas, temía dejarla nuevamente en manos de su esposo con el riesgo de que este tirara a la basura todo su trabajo hiriendo nuevamente a aquella chica que tanto quería.

Y sin poder evitarlo la abrazó con todas sus fuerzas antes de salir, Rosé quería llorar, ese ángel no merecía estar atrapada ahí, no con ese demonio de marido que tenía.

—Te veo mañana, princesa. —Rosé susurró contra su mejilla antes de dejar un beso en ella.

Y se tragó sus ganas de llorar para salir por la puerta viendo por última vez como Jennie agitaba su mano en forma de despedida.

Rosé fue fuerte, ella no lloró, porque todo iba a estar bien, ella la iba a ver al siguiente día, sana y salva, debía pensar así, pero no podía evitar sentir un gran temor porque las cosas fueran diferentes.

Jennie por su parte estaba algo nerviosa, esperaba que Kai se hubiera olvidado y que al menos por hoy no le hiciera nada, pero aún así tenía miedo, a él nunca se le olvidaba algo como eso.

El tiempo continuó pasando y parecía que Kai se había atrasado un poco en el trabajo, sin embargo llegó.

Dando un portazo entró a la casa sin molestarse en quitar sus zapatos, tenía la marca de una cachetada en su rostro y apestaba a alcohol, pero no lucía tan ebrio y eso asustó un poco a Jennie, solamente seguía rogando por qué él olvidara todo.

No iba a preguntarle en donde estuvo o que era esa marca, claro que no, ella no iba a arriesgarse a enojarlo, sin embargo él ya parecía molesto.

—Me fue mal en el trabajo. —Kai habló enojado. —Ya sé que no preguntaste pero me vale un carajo, aún así te lo digo.

Jennie no respondió nada.

Solamente esperó lo que Kai tuviese por decir.

—Sin embargo tú pareces muy feliz, ¿Alguna novedad? —Jennie solamente lo miraba, innegablemente él estaba ebrio, pero no tanto como para no ser consciente de las cosas. —Ya lo sé Jennie, tu periodo ha terminado, ¿No es verdad? Eso significa que tu ventana fertil empezó, ¿O me equivoco? Por supuesto que no lo hago, estás en tu ventana fértil, si es que tienes una ventana fértil. —escupió lo último con desprecio comenzando a acercarse a Jennie.

Y como acto de reflejo ella retrocedió un poco.

—¿Que te pasa? Porque te pones tímida cuando esto ya es una rutina, ven aquí ahora mismo. —él extendió su mano. —No hagas de esto algo difícil, ¡Ven ahora mismo!

El infierno había comenzado.

—¡Te dije que vengas carajo! —Kai la sujetó fuertemente del brazo antes de que ella pudiese retroceder un poco más.

—¡Kai no, por favor! —Jennie empezó a llorar.

—¡Cierra la boca maldita perra!

La golpeó, la hirió nuevamente tirando a la basura todo el trabajo de Roseanne.

—Kai por favor, hoy no, hoy no quiero. —ella suplicó llorando. —Te lo ruego, por favor.

—Cierra la boca si no quieres que esto sea más difícil. —el contrario pidió arrastrándola hacia la habitación para finalmente tirarla a la cama y subirse sobre ella.

—¡Déjame, por favor! —pedía llorando sin dejar de moverse.

—¡Te dije que te calles! —una vez más la golpeó. —¡Quédate quieta, maldición!

Otro golpe impactó su rostro.

Y otro.

Y otro más.

Pero ella no dejaba de moverse, no quería que él la tocara.

Sin embargo su esposo era mas alto y fuerte que ella, tanto que logró tomar sus manos para dejarlas sobre su cabeza y quitándose el cinturón se las ató en la cama.

—¡Kai no! —ella seguía gritando con todas sus fuerzas. —¡Ayuda! ¡Por favor ayuda! —gritaba esperando a que un vecino la escuchara y fuese a ayudarla.

Pero la corbata que su esposo puso sobre su boca ahogó cualquier grito o sollozo que ella pudiera soltar.

—Nadie te escucha, nadie te va a ayudar así que deja de moverte. —él la seguía golpeando.

Jennie solamente podía morder la corbata con todas sus fuerzas mientras sus lágrimas no dejaban de caer al sentir como su ropa era rota por aquel hombre al que tanto odiaba.

Ella cerró los ojos por un momento, le daba tanto asco mirar el cuerpo semidesnudo de su esposo, él era un monstruo.

La estaba tomando por la fuerza y ella no podía hacer nada para evitarlo, dolía demasiado lo que ese hombre le hacía, tanto que ni siquiera era consciente de que seguía siendo golpeada, solo lo notó hasta que un golpe la hizo escuchar una especie de silbido al mismo tiempo que su vista se nublaba y todo se volvía borroso, sin embargo aún podía sentir el dolor que su esposo le estaba causando al abusar de ella de esa manera.

De un momento a otro sintió atragantarse con su propia saliva a causa del llanto y por más que quería toser la corbata en su boca se lo impedía, creyó que iba a morir, incluso deseó tanto hacerlo, pero simplemente la vida la odiaba demasiado que su agonía pasó.

Kai acabó con ella y como si de cualquier cosa se tratase él se levantó de la cama para seguidamente desatar las manos y la boca de Jennie y recoger su ropa para ir con dirección a la ducha mientras Jennie yacía con la mirada perdida en el techo y las lágrimas secas pegadas a sus mejillas pensando en lo que su esposo acababa de hacerle.

—Lo seguiré haciendo por los próximos días así que más te vale cooperar. —el mayor advirtió para finalmente cerrar la puerta del baño de un portazo.

Jennie estaba temblando, todo su cuerpo dolía y su rostro ardía, entonces se levantó con la intención de ir en busca de las cremas que Rosé le había regalado y notó la sangre que había en la cama, no pudo evitar odiar un poco más la vida que le había tocado.

Minutos después de haberse puesto aquellas pomadas cambió las sábanas de su cama y el resto del día tuvo que fingir que nada había pasado o de lo contrario su esposo podría lastimarla nuevamente.


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