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Con la flor aún en la mano, se levantó de la cama y caminó hacia la ventana, observando el paisaje tranquilo del pueblo. El aire fresco de la mañana acarició su rostro, pero la bruma de la confusión permanecía en su mente. ¿Quién había dejado ese lirio? ¿Y por qué parecía tan importante? ¿Era su esposo quien solía traerle estas flores?

—Debo recordar... —murmuró para sí mismo, con la determinación de descubrir la verdad oculta en su memoria fragmentada.

Pero por más que lo intentara, el rostro seguía escapando de su mente, dejándolo solo con la vaga sensación de una conexión que una vez fue profunda, pero que ahora solo era un eco en su alma.

Sin embargo, lo que Yoongi no sabía era que, en algún rincón del pueblo, Haru observaba desde la distancia, sabiendo que había dejado esa flor como un intento de reconfortar a Yoongi, como una pequeña conexión con el pasado que ambos compartían. Aunque la memoria de Yoongi se resistiera, la esencia de su amor aún latía, como la fragancia sutil del lirio que ahora sostenía entre sus manos.

Días después, Yoongi no pudo ignorar la sensación persistente que lo impulsaba a regresar al templo. Algo dentro de él, una especie de intuición o quizás un impulso profundo e inconsciente, lo llevó de vuelta a ese lugar, cargando consigo el lirio blanco que había encontrado a su lado aquella mañana. Había intentado descifrar el significado de la flor y su conexión con su memoria perdida, pero las respuestas seguían siendo esquivas. Sin embargo, sabía que debía regresar al lugar donde todo había comenzado.

Llegó al templo al atardecer, cuando la luz del sol se tornaba dorada y las sombras se alargaban. El pueblo estaba tranquilo, y una paz melancólica impregnaba el aire. Con Yoonji en brazos, Yoongi subió los escalones del templo, su corazón latiendo con fuerza, como si algo importante estuviera a punto de revelarse.

Dentro, el ambiente era fresco y silencioso, y las pinturas del zorro en las paredes parecían observar con una mirada antigua y sabia. Yoongi se acercó a la estatua dorada en el centro, la misma que había atraído tanto la atención de su hija la última vez. Yoonji, al ver la estatua, comenzó a moverse con la misma inquietud y entusiasmo que antes, extendiendo sus pequeñas manos hacia ella.

Con una mezcla de emoción y tristeza, Yoongi se arrodilló frente a la estatua, sosteniendo el lirio entre sus manos. Sin saber por qué, sintió que debía dejar esa flor allí, como si fuera una ofrenda o un mensaje silencioso que solo él comprendía en lo más profundo de su ser.

—No sé por qué... —murmuró, su voz temblando levemente. — pero siento que este lirio pertenece aquí.

Con cuidado, depositó la flor al pie de la estatua, justo donde Yoonji intentaba alcanzar. La niña se calmó de inmediato, como si al ver el lirio en su lugar, se sintiera en paz. Yoongi la observó, con el corazón apretado por un sentimiento que no podía nombrar, una mezcla de amor, pérdida y algo que se asemejaba a la resignación.

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